El Pregonero

Coronavirus: El fin del relato liberal

Foto: El Universal

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Por Mercurio Sosa.

El capitalismo y el especismo son enemigos de la empatía; se rigen bajo la falsa premisa de la meritocracia. Venden un mundo dirigido por empresas privadas, denostan la labor pública y, gracias al lobby, compran medios de comunicación, incluso conductores de espacios televisivos, que bombardean a la población con la idea de que el Estado los saquea, les saca lo que les es legítimo. Los convencen de que el mercado se regula solo, y que todo debería ser privatizado. Pero quizás esta pandemia lo cambie todo. Hay pocas empresas que pueden soportar estar un mes paradas. El capitalismo, que advertía que ya casi no se necesitaban humanos para trabajar, se encuentra con una nueva realidad: si la gente se queda en sus casas, sus castillos de arena se derrumban.

Todos los liberales, los defensores acérrimos del capitalismo y la privatización, le piden encarecidamente a los estados que tomen medidas e intervengan, que cierren las fronteras y que inviertan en salud pública el dinero que el gobierno anterior había recortado, rebajando al ministerio con el título de secretaría. Aquellos argentinos que pedían por la privatización de Aerolíneas, hoy ruegan en el aeropuerto, donde están varados, que venga la línea de bandera financiada por el Estado, a rescatarlos y devolverlos al país. Cuando decimos que la patria es el otro estamos diciendo que una nación es una construcción colectiva. La importancia de quedarnos en nuestras casas haciendo una cuarentena radica en cuidarnos a nosotros mismos y en cuidar a los demás, a la señora que vive en el piso de arriba, al diariero de la esquina. En definitiva, para una construcción colectiva necesitamos empatía, ponernos en el lugar del otro. Cuando vemos las imágenes de la gente que va a hacer “la cuarentena” a Monte Hermoso o a Pinamar, es inevitable pensar que esas personas no entendieron nada, que ven en la crisis una posibilidad de rédito personal.

“Cuando decimos que la patria es el otro estamos diciendo que una nación es una construcción colectiva. La importancia de quedarnos en nuestras casas haciendo una cuarentena radica en cuidarnos a nosotros mismos y en cuidar a los demás, a la señora que vive en el piso de arriba, al diariero de la esquina”.


La pandemia está logrando que por primera vez en la historia bajen los niveles de C02 en la atmósfera; las aguas de Venecia están traslúcidas. Esto invita a una reflexión, tenemos que replantear la forma en que vivimos, la forma en que consumimos. Tenemos que pensar si realmente compramos por necesidad o por impulso. Pensar en qué es lo que metemos en nuestros cuerpos, porque lo que desde lejos parece ser exótico, para nuestro organismo puede ser veneno. De lo que se trata, a fin de cuentas, es de reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo. Empezar a reconocer la infravaloración que tenemos sobre cualquier especie que no sea la nuestra, a manifestarnos en contra del antropocentrismo moral. Se trata de comprarle a los pequeños productores, que son seguramente los saldrán más dañados con esta pandemia. De apoyar a los emprendimientos independientes, de limitarnos a consumir lo necesario. De no ir al supermercado a llevarnos torres de papel higiénico, guantes y elementos de limpieza, porque el que viene detrás nuestro está en la misma situación. Necesitamos averiguar cuál es el proyecto que está tras los logos, conectarnos con aquellos que compartan nuestra forma de ver el mundo. Manifestarnos por causas justas. Proteger el medioambiente. Y pensar que una de las posibilidades para repeler una nueva pandemia, para la que tampoco estaremos preparados, es dejar de consumir animales.

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