El Pregonero

Pobres docentes y docentes pobres

La reciente aparición de un video de la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, causó indignación en el ámbito educativo. Las razones son múltiples, pero la principal, quizá, tiene que ver con el modelo de “caza de brujas” ideológico, clasista y aporofóbico que propone, en el que alienta a los padres a vigilar la enseñanza, denunciar a los docentes “sobreideologizados” y descalificar a los docentes provenientes de “los sectores más bajos socioeconómicos” (sic) por su bajo capital cultural.


Por Alan Ojeda.

¿Quién es Soledad Acuña?

Licenciada en Ciencias Políticas, egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA); también cuenta con una Maestría en Administración y Políticas Públicas en la Universidad de San Andrés. Recientemente reconoció que nunca entró a un aula ni tiene conocimiento sobre lo que es dar clase en nivel medio o superior. Esto no es extraño, ya que el ministro de Educación al que reemplazó, Esteban Bullrich, era un licenciado en Sistemas en la Universidad CAECE, que incursionó en política de la mano de Ricardo López Murphy. Ambos tienen en común la afición por ocupar cargos en el Estado y el desconocimiento absoluto de cuestiones pedagógicas. Sería posible alegar que un funcionario no realiza todo el trabajo, sino que es el responsable de crear todo un equipo que haga posible un proyecto. Sin embargo, ¿qué proyecto será capaz de evaluar una persona que carece de cualquier conocimiento sobre el tema? Su función es sencilla. Tanto Bullrich como Acuña son, en otras palabras, CEOs educativos. Su trabajo es – esta palabra les encanta – la gestión. Pero esa palabrita, “gestión”, que parece tan inofensiva, tan pragmática, esconde, no muy en el fondo (flota fácilmente a la superficie) una serie de proyectos económicos y políticos tan ideológicos como los que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decide condenar.

Detrás de los proyectos educativos de la Ciudad hay intereses económicos sostenidos por empresas privadas, servicios tercerizados y el uso con fines políticos de la información recaudada en esos proyectos, que involucran menores de edad. Si bien no voy a extenderme en este punto, sería interesante que se investigue lo que hay detrás de proyectos como Aprendé Programando Virtual 3.0, cómo eligen a sus docentes, la similitud de los métodos de enseñanza aplicados con los propuestos para “Secundaria Futuro”. Al mismo tiempo que la Ciudad pone en funcionamiento estos programas “innovadores”, que parecen demostrar la inversión educativa que realiza el Estado porteño, si vamos a los informes del presupuesto de la Ciudad de Buenos Aires de 20191 y a los resultados de su ejecución 2, nos vamos a encontrar con lo siguiente: el presupuesto autorizaba para educación una partida de nada más ni nada menos que de $57 mil millones de pesos, de los que se ejecutaron $47 mil millones. Esta subejecución de 10 mil millones de pesos no es un vuelto. ¿A cuántos jardines maternales, escuelas o recursos tecnológicos para docentes equivale? Parece casi imposible que, en un terreno como el de la educación, donde todo parece que aún está por hacerse, con la vulnerabilidad que experimentan algunos sectores de la población, con la precariedad de la vida de un gran número de docentes que llegan a tener 60 horas semanales (que en el mejor de los casos equivale a 15 cursos, con un promedio de 375 alumnos en total) para poder afrontar los gastos de una familia y un crédito para tener un hogar propio, haya dinero que no se ejecute.

Los avances que realiza el ministerio de Educación de la Ciudad no tienen que ver, en absoluto, con una mejora educativa, con un salto cualitativo, sino con una mezcla de marketing anti-sindical, precarización docente, persecución ideológica y explotación laboral.


Soledad Acuña, lo repito, es una gestora, un CEO educativo. Su trabajo es administrar lo mejor posible el dinero que le llega (nuestro dinero), como si fuera el de una empresa, con la avaricia de un banquero, promoviendo el incentivo del sector privado por sobre la importancia del sector público. Los avances que realiza el ministerio de Educación de la Ciudad no tienen que ver, en absoluto, con una mejora educativa, con un salto cualitativo, sino con una mezcla de marketing anti-sindical, precarización docente, persecución ideológica y explotación laboral. El docente se transforma en un empleado, que no dista de un oficinista al que se le dice: “Esto lo tendrías que tener listo para ayer”. La única diferencia reside en que el empleado de una empresa, en general, posee una oficina donde cuenta con las herramientas necesarias para trabajar y sólo debe asistir a un lugar para cumplir sus tareas.

Hace más de una década que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, es gobernado por el mismo signo político. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo? ¿Cuáles han sido las innovaciones? ¿Cuál es el estado actual del salario docente? ¿Qué se ha hecho para cambiar 180 grados la situación educativa de la Ciudad?

Un problema ideológico

No es posible considerar otra cosa que cínico y malintencionado el comentario de la ministra sobre la cuestión ideológica de la formación. Si bien puede desconocer absolutamente la cuestión pedagógica (aunque no debería), es imposible que una persona egrese de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires sin tener un manejo lo suficientemente amplio y consciente del concepto “ideología”. No hay acción que no esté atravesada por la ideología. El problema se presenta cuando determinadas prácticas docente se oponen a la ideología imperante, invisibilizada y naturalizada por su posición hegemónica. Lo ideológico siempre es “lo otro”, lo que se revela distinto, lo que cuestiona las prácticas y discursos imperantes. Entonces, el libre mercado no es ideológico, es “natural”; las formas ascépticas de enseñar Historia, que despolitizan la práctica de lectura de los hechos para transformar la historia en una especie de aparato mecánico y a la disciplina que la estudia en una constructora de “relatos objetivos”, es “natural”; la Literatura que enseña un uso servil del lenguaje, que glosa, que está separada de toda dimensión política (¡justo en Argentina!), es “natural”. El resto, lo que está por fuera de ese sistema, son prácticas “sobreideologizadas”.

A través de este mecanismo, de la lógica del “enemigo subversivo” de la “amenaza ideológica”, Acuña fogonea a los sectores más conservadores de la sociedad, los mismos que hablan de ideología de género, que se niegan a la implementación de la ESI y que piensan que el fantasma del comunismo abandonó Europa para recorrer las calles porteñas. Esta es, quizá, la forma más efectiva de derivar estudiantes y recursos del sector público al privado. Los padres, espantados por la fama de la educación pública, incluso los sectores de menores recursos deciden enviar a sus hijos a alguna escuela parroquial que les asegure el menor índice de conflicto ideológico posible. De esta forma el sistema se reproduce de manera acelerada. En última instancia, la derivación al sector privado corresponde al aprovechamiento de la lógica de lo privado: en la institución privada, el docente es un empleado que debe ser funcional a los intereses de los padres que pagan la cuota. En esos territorios, la posibilidad de acción de los sindicatos disminuye. Mientras peor sea el discurso sobre los docentes, más fácil será instalar su destrucción (y el de la educación pública) en el seno de la sociedad. Así será más fácil la transformación del docente en un funcionario, en un burócrata del contenido educativo o, como les gusta llamarlo desde el gobierno, en “un facilitador de contenidos”.

Educación para la liberación

Los países como Argentina, por no hablar de Latinoamérica en general, sufren hace 200 años la imposibilidad de desarrollar un proyecto emancipatorio sólido. Ese proyecto es imposible sin una vocación fuertemente ideológica de construcción de un nacionalismo inclusivo que valorice el lugar de la economía nacional y los recursos naturales, sin la recuperación de la memoria latinoamericana toda, sin la comprensión cabal de las razones materiales, políticas e históricas que nos han llevado a donde hoy estamos y sin la creación de un imaginario que sostenga la acción conjunta de una sociedad en una dirección distinta a la que nos han condenado a repetir. La educación no es ni debe ser “desideologizada”, sino todo lo contrario, como señaló Freire: ideológicamente explícita. Esa ideología debe tener un fin claro, cimentar las bases de una historia propia, crítica del discurso único de la globalización, de sus perspectivas de desarrollo, de sus valores. Eso solo es posible si empezamos a medirnos con nuestra propia vara, la del desarrollo de los intereses nacionales.

Una educación ideológica explícita no vende gato por liebre, no introduce en su discurso educativo, como si se destilara veneno silenciosamente, una nueva forma de statu quo. La verdadera libertad, la verdadera posibilidad de reflexionar, está en la explicitación de aquello que sostiene la relación entre el sujeto que enseña y su disciplina. El docente que explicita su ideología no obliga al alumno a seguirlo, tampoco lo convence de forma malintencionada; por el contrario, somete su coherencia al ojo evaluador de los estudiantes, que serán capaces, ahora sí con libertad, de sentar una postura. En ese diálogo claro, con las cartas sobre la mesa, surge la verdadera autoridad de un docente frente a sus alumnos, la autoridad que otorga una vida coherente.

Una educación ideológica explícita no vende gato por liebre, no introduce en su discurso educativo, como si se destilara veneno silenciosamente, una nueva forma de statu quo. El docente que explicita su ideología no obliga al alumno a seguirlo, somete su coherencia al ojo evaluador de los estudiantes, que serán capaces, ahora sí con libertad, de sentar una postura.


El docente está interpelado y atravesado por una experiencia de vida, una formación, una forma particular de compromiso con la vida. Ese cuerpo que va y viene, que trabaja hasta 60hs semanales en tres turnos, que está plagado de deudas, que escucha a los chicos, que los contiene cuando sus familias no responden, no puede no ser ideológico, no puede ser un dispenser del “agua pura” del sistema. Un docente enseña también con su cuerpo, y este es víctima de la ideología, pero no de los fantasmas comunistas, sino del sistema en vigencia, que lo ha puesto donde está, que le ha drenado su libertad, su capital y hasta su tiempo libre.

Es imposible un nuevo modelo educativo que sea emancipatorio si el docente no puede ser otra cosa que sinónimo de “engorramiento” y de “vida mula”, reproductor de la lógica del sistema, en su discurso y en su cuerpo. Todas las herramientas que el Gobierno de la Ciudad aplica a la educación no hacen otra cosa que reforzar eso, de forma tal que la energía vital de quienes sostienen el desafío que implica educar se vean reducidos a poco más que un objeto que se vea obligado a acatar las órdenes del amo para no perder su trabajo.

Quizá por todo esto es que Acuña desdeña a los docentes que provienen de sectores de bajos recursos. En esos cuerpos, en esos docentes, está la potencia de un saber emancipatorio, ¿un saber del pobre? Acuña, como es usual en las prácticas del partido que representa, despoja a los humildes y marginados de una cultura propia, de su historia, de sus saberes. Les niega de forma completa la existencia como sujetos políticos particulares. Su saber y su experiencia de vida debe ser la hegemónica. ¿Cuál es ese capital cultural que la clase baja no tiene? ¿Viajes a Europa? ¿Equitación? ¿Comer sushi? ¿Evadir impuestos? ¿Saber cómo comportarse en el Jockey Club? ¿La experiencia de un atardecer en un campo propio o en un balcón con una vista digna en un buen barrio de la Ciudad? Despojar a la clase baja de la potencia de su capital cultural es despojarlos de toda acción política, de toda posibilidad de cambio.

No es novedad. A lo que Acuña le tiene miedo es que, en algún momento, aquellos que desdeña y rechaza de forma liviana tengan, finalmente, algo que se llame consciencia.

1 https://documentosboletinoficial.buenosaires.gob.ar/publico/PL-LEY-LCABA-LCBA-6068-18-ANX.pdf

2 https://www.buenosaires.gob.ar/presupuestoabierto

Related posts
El Pregonero

Bases para una Argentina cipaya

Vértices

Jonatan Baldiviezo: “En la Ciudad de Buenos Aires los que nos gobiernan son los dueños del mercado inmobiliario”

El Pregonero

La derrota cultural | La necesaria victoria

Vértices

Miguel Angel Forte: “El gran narcisismo y la depresión suplieron a la revolución”

Seguinos en las redes @rudalarevista Revista ruda
Worth reading...
Cecilia Perna: “La desigualdad en la falta de acceso a herramientas digitales no es más que un modo de manifestarse de las desigualdades sociales profundas”