Literaturas

24 de marzo | Los libros de la buena memoria

En un nuevo aniversario del inicio de la última dictadura cívico-eclesiástico-militar, recurrimos a los libros para incentivar la memoria y acompañar la búsqueda incansable de verdad y justicia.


Por Marina Cavalletti.

Una de las formas más potentes de mantener viva la memoria es tomar la calle, gritar que son treinta mil, preguntar dónde están, sostener la convicción de que, a pesar de las bombas y los fusilamientos, no nos han vencido. Y si del período más funesto de nuestra historia, se conocen los nombres de los muchos libros y películas prohibidas, también, como contra-olvido, tiempo después, nacieron miles de páginas para contar las vidas de quienes ya no están físicamente, pero sí se encuentran sembrados en el corazón del pueblo, de las Madres y las Abuelas, de los hijos, nietos y familiares que cada 24 marchan -marchamos- para pedir juicio y castigo, para decir: Nunca más.

En ese marco, y con un gesto que va mucho más allá de una nomenclatura, desde Ruda recorremos dos libros actuales, que vieron la luz hace apenas unos días y fueron creados en consonancia con las luchas de las, les, los detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar- eclesiástica. Porque escribir y leer pueden ser, muchas veces, actos de justicia.

Revista ruda


La casa de la calle 30. Una historia de Chicha Mariani, de Laureano Barrera

El libro del docente y periodista bonaerense Laureano Barrera, editado por Tusquets en marzo de este año, retrata -en clave de crónica- la vida de María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, fundadora y segunda presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Con adjetivaciones precisas y diálogos que se retrotraen en el tiempo, la narración se inicia en noviembre de 1976, con el cumpleaños de una mujer y termina en 2018 con su muerte. Entre esos puntos, suceden la tragedia, los reclamos y se describen postales de persecuciones, escondites y patrulleros.

Poco después del cumpleaños 53 de quien luego se convertiría en un emblema de los Derechos Humanos, un grupo de tareas atacó la casa de La Plata donde vivían su hijo Daniel Mariani y su nuera Diana Teruggi, miembros de Montoneros. Desde entonces, se apagó la felicidad de lo pequeño que se evidencia en las primeras líneas de la investigación:

“Chicha saca su cámara Nikon y toma unas fotos de Clarita: sentada en el cochecito, con su vestidito etéreo, o sonriendo en los brazos de su papá. Quiere terminar pronto el rollo para mandarle algunas a Pepe por correspondencia. Queda vino en algunas copas y los comensales conversan bajo la glorieta del patio. Después llegan las masas de la confitería París y el café, y Chicha sirve la torta de manzana que preparó cuando tuvo un rato, el último jueves. En un instante soplará las velas y pedirá los últimos deseos que no le imponga la desesperación”.

Tras la masacre, y con Diana caída en combate, la hija de ambos, Clara Anahí, de tres meses, fue secuestrada. Daniel, su padre, asesinado luego. A partir de esa bisagra, el autor traza una radiografía cercana de una mujer común en circunstancias excepcionales: cuando supo que su nieta estaba viva, la buscó contra viento y marea, y sin descanso, aun cuando se alejó de Abuelas de Plaza de Mayo en 1989 para fundar la Asociación Anahí.

Con un trabajo detallado que no elide momentos difíciles —el distanciamiento amargo entre Chicha y Estela de Carlotto; la aparición de la supuesta Clara Anahí que finalmente no fue tal—Laureano Barrera aporta, con un estilo particular, un documento necesario sobre la historia reciente de la Argentina.


Laureano Barrera
La casa de la calle 30. Una historia de Chicha Mariani
Tusquets
2022

Una imagen para decirlo, compilación por Mónica Rosenblum

“¿Una imagen vale más que mil palabras? Sí, pero no. Una imagen para decirlo contiene cerca de 30.000 palabras escritas alrededor de una misma fotografía. En esta obra colectiva, nada vale más que nada y el todo –preciosas piedritas, diminutos diamantes incrustados en sus letras– es lo trascendente. Sesenta y tres artistas argentinxs cuentan un fragmento de nuestra historia de formas diversas y con sus miradas particulares. Eso ya es una victoria, ya es una revuelta”, afirma Mónica Rosenblum, la compiladora e impulsora de un proyecto que nuclea a distintos hacedores. ¿La propuesta? Escribir a partir de la imagen del interior de un skyvan, uno de los aviones utilizados en los horrorosos vuelos de la muerte.

Cada participante recibió una copia impresa de la instantánea. Tras la lente, Giancarlo Ceraudo, quien junto con la periodista y sobreviviente Miriam Lewin, luego de años de investigación, lograron localizar algunas de las máquinas de la muerte y reconstruir sus historias. En una de ellas, ubicada en Florida, como testigo inanimado de lo atroz, encontraron documentación que llegó a los tribunales y resultó fundamental para condenar a cadena perpetua a dos pilotos (ESMA III, Megacausa ESMA, noviembre de 2017).

En la presentación del volumen, que de algún modo comenzó a escribirse con la desaparición de José, hermano de la antóloga, en agosto de 1977, la poeta manifestó la paradoja de sentir alegría ante una obra de contenido trágico.

Tal vez ese gozo se vincule directamente con la potencia propia del decir, de saber, de construir, en forma plural, polifónica, de “explorar las (im)posibilidades de darle voz a los vuelos”. “Entre el cielo y el mar/hay un texto escondido/ que se escribe y se escribe/ y todxs leemos” sintetiza Celeste Diéguez entre los versos de “Eso que llamamos pasado está sucediendo”.

El proyecto, materializado por Paisanita Editora, conjuga las miradas de sujetos diversos: poetas, psicólogos, narradores, trabajadores sociales, personas de diferentes generaciones y procedencias: María Teresa Andruetto, Carlos Battilana, Ángela Pradelli, Andi Nachon, María Pía López, Susana Villalba, Mariano Quirós, Eduardo Mileo, Emiliano Bustos, Marisa Negri, María Julia Magistratti, Clara Muschetti, Sebastián Realini y Gloria Peirano, entre otros, prestaron sus ojos y sus letras para decir, a pesar de lo arduo.

El resultado es un corpus que, más allá de su semántica conmovedora, se transfigura en un abrazo de palabras, que configuran también una trinchera contra el negacionismo y levantan, irrenunciables, las banderas de memoria, verdad y justicia.


Una imagen para decirlo
Paisanita Editora
2022
Arte: Laura Mazzini
Edición: Juana Roggero, Alejandra Correa
Idea y coordinación: Mónica Rosenblum


Para seguir leyendo

La literatura ligada a los Derechos Humanos es extensa. Los que anteceden son solo algunos ejemplos. Para ampliar lecturas en esa dirección, podemos mencionar al emblemático Palabra viva. Textos de escritoras y escritores desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado. Argentina 1974/1983, a cargo de la SEA y la CONABIP, de 2011. Allí se encuentra “Quisiera que me recuerden”, el poema de Joaquín Areta que alguna vez recitó Néstor Kirchner en la Feria del Libro.

También, La guerra de los pájaros, del santiagueño Adolfo Ponti, un poemario, de 1984, que se reeditó en 2021 con palabras de Taty Almeida. “Dónde están los muertos /y los pasajeros de cristal/y la cabaña de lunas/donde Haroldo /fundaba guitarras y naufragios” pregunta el poeta en una obra dedicada a Isabel, su hermana desaparecida.

Finalmente, Con vida los llevaron. Memorias de madres y familiares de detenidos-desaparecidos de San Salvador de Jujuy, de Reynaldo Castro, fue escrito en 2003 “para pegarle con un caño a las conciencias que se abren como paraguas negros. No es literatura de ficción. Es una memoria narrada con lo aprendido en los años que nos separan de la última dictadura. Por lo tanto, la similitud que estas historias tienen con la realidad es pura consecuencia”, explica el docente norteño en un trabajo que el año pasado presentó la tercera edición ampliada, que se liberó online.

Escribir y leer pueden ser, muchas veces, actos de justicia. Y entre estos libros “de la buena memoria” (retomando a Luis Alberto Spinetta), los compañeros, compañeras, compañeres vuelven. Porque, en verdad, nunca se fueron y están en cada marcha, en cada Plaza y en los Pañuelos que siempre, siempre los nombran.

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