Música

Patricia Malanca: “Mi desafío es poner mi música al servicio de las transformaciones reales, el deseo de las masas, de las juventudes”

La artista de tango y música popular recorre sus inicios como cantante, los cambios personales que la llevaron a los horizontes de búsqueda en su discografía y las conexiones con las demandas sociales presentes en sus proyectos.


Por Marvel Aguilera y Pablo Pagés.

Cantante, compositora pero principalmente: artista. Es que Patricia Malanca viene hace años con la intención de romper los moldes anquilosados de la música popular para llevarla a un plano de mayor compromiso estético, social y político. De las calles de Avellaneda a recorrer tanguerías con su voz raspada. Todo se abría paso ante el talento innato. Pero la música para “turistas” no era lo que buscaba. El vuelco personal tras haber trabajado como psicóloga con personas en situación de calle activó una alarma en su interior. Es que el tango, como bien señala, siempre ha sido un canal transmisor, un reporte de la realidad que nos atraviesa socialmente. La crisis del 2001 fue un fondo tocado, pero también la oportunidad de transformar, de arrancar desde otro lugar. Las nuevas generaciones de músicos deseosos por probar formas artísticas alternativas; de fusionar, arriesgarse y repensar la música, y particularmente el tango, empujaron a Patricia a iniciar un camino que parece no tener techo en esta búsqueda por transmitir algo más una melodía, por cantar lo que pasa en las calles, en el pueblo, en nuestro ecosistema.

Con La Malanca, su primer disco, sentó una posición de entrada que le brindó una identidad musical despojada de conformismos. Ya con cinco álbumes encima, Patricia sigue reinventándose a partir de la necesidad de que la música sea el motor de ideas y transformaciones. De indagar en las composiciones de Silvio Rodríguez a combinarse con grandes voces femeninas, a encontrar en la palabra y la poética de diferentes autoras la base para una composición fortalecida, de canciones inspiradas para inspirar, de una conexión con la literatura que siente precedentes y construya comunidades artísticas.

Es que su disco Traerán ríos de tango las páginas de un libro le ha valido un gran reconocimiento, además de un Premio Gardel por la canción “Otra chica muerta”, basada en la novela de Selva Almada. Pero Patricia Malanca no parece quedarse con los merecidos laureles y ya piensa en sus próximos proyectos, en una concepción del tango que rompa con la lógica estereotipada del suburbio oscuro para combinarse con las realidades que nos interpelan, una música que transmita, pero que también milite las causas populares que tanto necesitan del arte sentando posición.

Revista ruda

¿Cómo fue el momento en que te constituiste como artista? ¿Tiene que ver con tu lugar de origen?

Pasa algo que tiene que ver con las improntas. Las improntas de la infancia no se borran jamás. Aquello que tendiste en esos primeros doce años de vida, probablemente sea lo que se replique. Eso es cierto, el tema que hay que ver es cómo uno lo hace. Y cómo uno lo hace se llama trayectoria. Me parece que mi trayectoria tuvo mucho de la influencia de mis años de crianza en Avellaneda, de mis 17 años de vida allá. Pero luego, los otros lugares que me habitaron, que son básicamente la calle. Los ambientes sociales donde hay resistencia cultural, donde hay militancia cultural y social. Y, principalmente, lo que ha influido mucho más fuerte en todo lo que hace a mi trayectoria artística fueron los años que trabajé -como psicóloga- con la temática de personas en situación de calle. Eso tiñó todo. Si bien yo convivía con las dos carreras, lo vivía con una sensación de “¿Qué es esto que me pasa? ¿Qué me pasa que tengo dos vocaciones tan fuertes?”.

¿Hasta ese momento, la faceta artística qué función ocupaba en tu vida?

Como elegí de canal de expresión y de comunicación al tango, el tango tiene ciertos códigos y lenguajes y lugares que hay que transitarlos, los cuales no se contradecían con mi trabajo en los organismos oficiales vinculados a la psicología. Por lo tanto, lo hacía en paralelo. Por ejemplo, cantaba en una casa de tango de San Telmo los días que había turismo, de miércoles a domingo por la noche; y después estaba trabajando toda la semana, incluido el fin de semana, en el BAP (Buenos Aires Presente). Fue un período de mi vida que abarcó del ’97 hasta el 2007. Hubo un momento en donde dejé. Y toda esa primera parte del tango es una etapa que yo la llamo “administrativa”. Una época en donde vos aprendés escenario, y aprendés un poco a cantinear, a que un público de otro idioma te escucha, te entienda a partir de la interpretación. Ahí es donde hice también teatro, además de música. Todo en simultáneo. Más atender todas las cuestiones vinculadas con el trabajo.

¿Y cómo se vivía el tango en esa época que vos marcás?

En esa época había una situación casi de extinción. Se sentía que el tango se había extinguido y que lo único que quedaba era la misa de repetición para turistas. Hasta que a principios del 2000, con la crisis, empieza a surgir un movimiento, que quizás ya venía resistiendo pero empieza a tomar color, con Alorsa, La Chicana, Acho Estol. Empiezan a aparecer estos artífices, como Cardenal Domínguez, Claudia Levy. Fuera de los lugares de repetición del tango de misa, se expresaban otras tintes que a mí me interesaban, y empecé a escuchar de qué se trataba. En ese arco de mi trabajo en la municipalidad, sentí la muerte del tango y el renacimiento. Cuando dejé todo el tema de la atención comunitaria, me propuse hacer una carrera artística, pero que ya no tuviera que ver con eso de cantarle a turistas o viajar con compañeros de tango, sino hacer una trayectoria discográfica rompiendo con las estructuras viejas del tango. Ya no cantar los clásicos, sino hacer otra música. Me parece que había una oportunidad y me quería subir en ese colectivo. Así que empecé en el 2009 a transitar el off. Es decir, me bajé de las tanguerías para turistas y comencé a hacer pequeños espectáculos en lugares y a construir básicamente un repertorio.

Claro. Porque además de haber transformado tu ámbito de producción musical, tenías que transformar tu contenido también ¿no?

Lo que entendí es que era más importante el contenido. Porque, ¿cuántas veces la gente va a cantar Malena? ¿O El día que me quieras? ¿Cuántas artistas lo van a hacer? Y lo van a hacer mejor que yo todas. Hay grandes intérpretes. Hoy está muy diversificada la matriz del canto. Se canta en diferentes estilos y en diferentes estilos podés abordar una canción. Vas a decir “todas cantaron bien”. Sí, todas cantaron bien en diferentes estilos. Entonces me dije “qué le puedo aportar yo a los clásicos que ya no lo hayan hecho las grandes intérpretes”. Ahí fue donde me pareció que lo importante era hacer aportes, cantar como si ya no estuvieran ellas. Y eso es lo que dejo reflejado en mi primer disco. Un poquito de clásicos y un poquito empecé a buscar autores que no estuvieran en los discos de tango. En mi primer disco, La Malanca, el primer tema es Daría, un tango de “Laucha” Baiardi y Mariano Heler. Quería abrir mi carrera discográfica así. Después, está bien, hay clásicos. Pero quería abrir sentando una posición. Y después eso se notó. En el segundo disco rompí con todo.

Es que generalmente se habla de una “renovación” en los grandes festivales cuando solo lo que cambian son las edades de los artistas pero no realmente el sonido y la apuesta de la expresión musical.

Sí, coincido. ¿Sabés por qué pasa eso? Porque en el tango había una ceremonia que nadie ve que es el “bautismo”: para que entre tus colegas te empiecen a considerar, es que te escuchen haciendo clásicos. Un ejemplo, vos tenés a la gente de grandes valores sentada en el jurado mirando a las nuevas artistas o figuras a ver si cantan bien tal tema o lo cantan mal. Es una forma, que quizás pasa en otros rubros como el folklore o el jazz, de que quienes están consagrados te estén chusmeando y te eleven o te maten. A mí no me parece que esté bien eso. Es algo con lo que hay que romper. A mí me encanta ver a las nuevas artistas del tango y no me importa si cumplen con los cánones del ritual tanguero. Me importa que las artistas puedan romper una canción y recrearla desde otro lugar. Y mucho más me va a interesar cuando hagan algo nuevo.

Hoy que siento que formo parte de la escena del tango, y jamás me pondría en esa posición. Yo me pongo a escuchar a Nazarena Cáceres y me parte la cabeza. Le digo, “sos la Evanescense del tango”. Me hace repreguntarme cosas a mí. O Huilén (Currá), que estuvo en La voz, que le mete flamenco a la canción.

“A mí me encanta ver a las nuevas artistas del tango y no me importa si cumplen con los cánones del ritual tanguero. Me importa que las artistas puedan romper una canción y recrearla desde otro lugar”.


Son mixturas aparte que mueven al tango a otro tipo de lugares, a otra gente que quizás no lo escucharía.

En el 2019 hice un laburo en Avellaneda, en Villa Tranquila, una pequeña experiencia de articulación, donde los chicos que hacían rap tenían que tomar un repertorio de tangos clásicos y rapearlos. E hicimos un cruce con un DJ que tocaba las pistas y la Orquesta Clásica de Avellaneda, el más celebrado fue Naranjo en Flor. Yo cantaba la parte melódica y Brian rapeaba las estrofas. La idea era que los chicos tuvieran más lenguaje poético para la construcción de las canciones. Por eso leyeron a Homero Manzi para incorporar otro estilo en la letra y no tanto en la rítmica.

Hay algo en relación a eso que tiene que ver con la concepción política y social del tango, muy presente en grandes autores. Me pasa que, en tu caso, has sido premiada por una canción como “Otra chica muerta” que retrata una problemática actual, pero que pareciera ser una excepción en el ambiente, cuando el tango siempre fue un gran canal de expresión social y político.

No se si lo que me pasó a mí este año, el que viene va a volver a pasar. El que quiera luchar como luché yo, va a tener que hacer un trabajo de rasgar paredes, puertas, ventanas, y en lo que pueda colaborar, colaboraré. Fijate que fue una terna rara. Lo que digo es que está bien que se haya observado que hay un tango nuevo que podía ser premiado, y que es un tango que no sigue una lógica A y B. Es justamente un tango que propuse para tratar una temática. Cuando me preguntaron desde la discográfica qué quería postular como mejor canción, podría haber elegido cualquier otra cosa del disco. Eso es lo que nadie ve. Elegí eso porque no creí que lo fueran a ternar y si lo ternaban, que no iba a ganar. Gané y una de las cosas que pasó es que la gente lo escuchó. En una terna entre “Nostalgias” y “Gricel”, dos tangos que me encantan, la gente se puso a escucharme. Al menos algo hicimos. Y estoy muy agradecida a la historia que cuenta en el libro Selva Almada.

En ese sentido, también esa resignificación de la letra del tango que hacés a partir de la literatura, como en este caso de autoras contemporáneas.

Lo que pasa es que nadie lee, y todo el mundo lo quiere resumir al fragmento cognitivo de lo que da una visualización en Instagram o un tweet. Entonces, en esa velocidad. Yo vengo haciendo hace mucho tiempo talleres de canciones con Raimundo Rosales, que para el tango es uno de los poetas más reconocidos actualmente. En la pandemia le dije “mirá Raimundo, voy a hacer este proyecto”, porque necesitaba que él me vaya tutoreando o modelando. Él me proponía, “trabajá este ángulo”, “construí décimas”, “sacá cuartetas”. Eso me implicaba que de una semana para la otra leyera el libro completo, construyera la poesía, y la música. A veces le decía “no voy a llegar”, pero llegaba.

Si bien se te asocia al tango, vos venís realizando un trabajo más amplio referente a varios géneros, desde el disco sobre Silvio Rodríguez, el folklore, incluso un espectáculo de bolero. Es decir, estás yendo constantemente en esa búsqueda. ¿Crees que es natural ir hacia un camino musical que ya no esté tan signado por un género particular? ¿Que la fusión en la música va a dejar de ser una excepción?

Hay ahí una dialéctica compleja. Por un lado, yo pretendo fuertemente romper con el egocentrismo del tango, que solo labura con la porteñidad. El tango nació urbanamente, pero mi desafío es georeferenciarlo y darle más amplitud. Porque el tango en el mundo es conocido por la Argentina, no por Buenos Aires. Por ejemplo, intenté en “India de tango”, mi primer tango, hablar de algo que no ocurre en Buenos Aires y que además no ocurre en este tiempo ni tiene la construcción poética de los históricos del tango. Es una leyenda traída al presente a partir de los pueblos originarios. A partir de eso tengo una idea de trabajar -probablemente mi próximo proyecto- una Patria Grande del tango.

Por eso entro en una dialéctica con el tema urbano, porque si bien es cierto, necesitamos muros para que el tango fluya, porque es tugurio, oscuridad, mugre; es esconderme para hacer cosas prohibidas. Por otro lado, tenemos esta necesidad de ríos, mares, montañas, y el tango entraría con una contradicción de querer romper el mundo. Yo tan lumpen no lo veo al tango. Creo que es una especie de cronista que tiene que contar lo que pasa ahora. Siempre ha sido así, muy compañere. Mi desafío es poner mi música al servicio de las transformaciones reales, de cuál es el deseo de las masas, de las juventudes. Mi tango va a tener esa poética, latinoamericanista. Tal vez me corra un poco de las ciudades, menos urbano, y quizás eso genere que los géneros sean más abiertos y menos de gueto.

Hay un trabajo grande que hacés por buscar otras formas, de no quedarte. Eso es algo que uno puede ver en un tema como “El cielo de las malas”.

Creo que es el mejor tango de disco. Lo que quería dejar también es un ejemplo a quienes me sucedan. Es que yo fui una chica que nació con ciertos atributos y privilegios, una rubia de ojos claros. Y en un momento eso me permitía accesos a escenarios, viajes, giras. Pero cuando lo entendí, me despojé de todo. Si quieren venir a verme por los rulos, por el cuerpo, vengan, pero yo voy a decir otra cosa. Vengan a verme, pero van a tener que escucharme.

Eso lo decías anteriormente en un reportaje, de que buscás despojarte de tu individualidad, y ponderar a que la música sea la protagonista.

Hay una palabra que siempre se usa arriba del escenario, que como soy psicóloga la escucho siempre, que es “fuerza”. En mi caso no soy una intérprete que podría decirse “íntima”, soy una intérprete hacia afuera. Pero esta es mi característica de interpretación, porque creo que es la voz del pueblo: la voz cascada, la voz rota, la industrial, la voz de cemento, la voz de la lucha. No me van a pasar en un bar, suavecita, para que te calmes. Es música para elevar corazones. Esos atributos físicos me permitieron atraer gente, pero una vez que vieron que tenía cosas para decir, algunos se fueron. Siempre se van yendo, pero siempre vienen. Con Silvio (Rodríguez) vinieron a ver qué es eso de que una mina lo cante en tango. Y nos fue muy bien con ese espectáculo.

“En mi caso no soy una intérprete que podría decirse “íntima”, soy una intérprete hacia afuera. Pero esta es mi característica de interpretación, porque creo que es la voz del pueblo: la voz cascada, la voz rota, la industrial, la voz de cemento, la voz de la lucha”.


Ahora tengo un público nutrido, porque las nuevas canciones, las nuevas generaciones, empezaron a tomar mis canciones y vienen a verme. Porque no es lo que canto. No creo ser una gran cantante. Es una percepción personal. Pero tengo una manera de contar las cosas de una forma parecida a cómo las contaría el pueblo. Lo que sí quiero aclarar es que no soy una “cantante”. Cuando me dicen “cantante”, no. Me cuesta decir “artista”, pero sí es eso. Hago arte. Intento comunicar, hacer arte, permanecer y perdurar. Y además representar al pueblo. Sin todo eso, no hay nada. Eso de “vení a verme a mí”… Yo soy un instrumento de las masas, de las voces populares, de lo que ocurre en este momento. Y trato de metaforizar y metabolizar lo que está pasando en una canción, en una forma de decir.

Hay una tendencia que en el tango tenemos que aprender a cambiar, esto de ir a ver y decir “cómo canta”. Y ahí está el problema de antes. Porque en definitiva uno va a ver tango, escuchás a uno u otro, y todos son fantásticos. Es que sino vas a volver a ver Volver, Malena, Naranjo en Flor, Caminito. Vas a escuchar lo mismo otra vez. Y seguramente todos lo harán bien. La idea es que además hagas arte. Y el arte es un poco más. La misa es religión, el arte es otra cosa.

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