Música

Fito Páez en Vélez | ¿Treinta años no es nada?

Un concierto, un músico y un disco que cambiaron la historia cultural de la Argentina. Potente y simple a la vez: un rosarino en Buenos Aires.


Por Marina Cavalletti. Fotos prensa: Agustin Dusserre

Treinta años es todo, podríamos decir, jugando con el tango de Gardel y Le Pera, “Volver”. Las cifras son distintas y no se vuelve con la frente marchita, sino en alto. El motivo es el mismo: un retorno. Y una constante que se altera para crecer con el paso del tiempo.

Es que el último fin de semana, Fito Páez pisó nuevamente el escenario del estadio Vélez Sársfield, como lo hizo tres décadas atrás, en abril y en diciembre del ’93, con un puñado de canciones memorables que lo llevaron al cuádruple platino, con el disco más vendido de la historia del rock nacional.

Hasta acá, algunos datos biográficos que se encuentran fácilmente en Google. Pero, ¿qué cambió para quienes tuvimos la suerte de ser testigos de la magia del rosarino, en los noventa y ahora?

Entonces el país estaba en pleno menemato. En 1991 la policía había asesinado a Walter Bulacio. Fito contó la historia de esa razzia junto a Fabi Cantilo en el trabajo “Algo mejor”, uno de los más celebrados de la cantante. Entonces, la política era casi una mala palabra y el rock una vía de escape y también de unión.

Hoy, las ideologías apasionan, renacimos con Néstor y Cristina y si bien la derecha arremete con sus falacias y el blindaje mediático, quienes queremos a Fito tenemos claro de qué lado estamos.

Ayer nomás, la telefonía celular era el novedoso lujo de unos pocos, para encontrarse con amigues funcionaban los puntos geográficos y para llegar al estadio desde Provincia había que tomar un mínimo de dos colectivos, con la Guía T en el bolsillo. Nada de aplicaciones, ni GPS ni mapas por satélite.

Fito Páez y Nathy Peluso

En el Vélez del siglo XX, Páez preguntaba al público: “¿Se pasó la borrachera del 24, ya? Feliz Navidad, Feliz año nuevo” Era verano y en menos de una semana llegaba 1994. Claudia Puyó, desde Ramos Mejía, hacía las voces que en 2023 están a cargo de Emme. En el Vélez del XXI, antes de la música, emerge el tráiler de la biopic del compositor, que se verá en Netflix desde el 26 de abril. Antes, claro, lo máximo que podíamos hacer era alquilar en blockbuster el VHS de “Corazón abierto”: “Es el mejor Fito Páez. Aún más, es Fito inédito: por primera vez un videoclip se estrena fuera del circuito habitual de televisión. Usted ya puede disfrutarlo”, se leía en la contratapa.

¿Qué cambió en tres décadas? Antes, casi como una moda, los artistas desfilaban por un escenario en forma de T y el público podía, literalmente estar a sus pies. Las pantallas gigantes no tenían la luminosidad de las actuales LED y las luces que la gente encendía en los lentos como “Creo” o “Brillante sobre el mic” no eran otra cosa que cientos de encendedores que ondulaban siguiendo las melodías con los brazos en alto.

¿Qué representa que Fito vuelva a Vélez en 2023? Para algunes la nostalgia, la posibilidad de ver en vivo una parte fundamental de la banda sonora de sus vidas; para otres –los sub 30, los pibes de hoy- una revancha para estar presentes y celebrar a un hombre mito del rock nacional que marcó la identidad, la cultura, la historia, que se sobrepuso a la suya con una especie de resurrección al piano.

“Tercer Mundo”, “Ciudad de Pobres corazones” o la profundidad de “Tumbas de la gloria” –y el recuerdo a los héroes y familiares de Malvinas- fueron parte del tracklist que no incluyó todos los temas del disco celebrado, pero que contó con Nathy Peluso -que nació casi un mes después del lanzamiento de Circo Beat-, de vuelta Fabi Cantilo, David Lebón y Hernán Coronel de Mala Fama para cantar encandilados por las pantallas y la felicidad.

El 2 de abril de 2023 Fito desplegó no solamente música, también agradecimiento, testimonio de una coherencia. Fito construyó un abrazo inmenso e invisible, pero sensible con “Y dale alegría a mi corazón” como cierre, con 35 mil almas cantando a capella ese himno que suena, aún hoy, en muchas canchas del país. Fito construyó una fiesta, con papelitos de colores estallados por el aire mezclados con la lluvia del domingo, que llegó casi al final de un concierto que fue mucho más que eso.

Entre las sillas del campo, las plateas y la popular, familias enteras, parejas, generaciones diferentes con el rosarino como hilo conductor, todes salieron del predio con las caras luminosas. Y como una posdata propia del más reciente presente, camino a la salida, una multitud entonó “Muchachos”. El hit mundialista sonó en loop, una y otra vez, y un amigo le dijo a otro: “esperé toda una vida para ver a Fito y para salir campeones, cómo no voy a cantar esta canción y encima en un estadio”. Eso también es el amor después del amor, que es el mismo y que se renueva, que treinta años después conmueve, emociona y es puente, como la música, para llegar a lugares que nos hacen mejores.

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