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De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos | Un diálogo abierto con Malvinas

La obra de Pilar Ruiz pone el foco sobre los vínculos después de la guerra a través de dos jóvenes que buscan reedificar su amor. Una pieza acerca de la intimidad de las heridas detrás del relato heroico de la historia.


Por Marvel Aguilera.

La guerra es muerte, destrucción, y también un agotamiento mental. Una sobrecarga emocional para quienes deben combatir en el frente -los que ponen su vida al límite de lo posible para cumplir una misión- pero también para las sociedades que rodean y convalidan el conflicto armado. Porque lo que entra en juego, directa o indirectamente, es nuestra capacidad de soportar el “marco de guerra”; esos resquicios de inhumanidad donde la violencia aparece disfrazada como herramienta de un orden ilusorio. La justificación de una verdad que, sin embargo, debe imponerse necesariamente con la fuerza. Es, sin más, la irracionalidad racionalizada.

Carl Schmitt decía que en la guerra no hay una diferencia objetiva entre el “amigo” y “enemigo”, hay un límite invisible. Un “otro” que no reconocemos porque se parece a nosotros. Porque nos espeja. Y el gran esfuerzo mental de quienes combaten está en poder esquematizarlos como enemigos, para así darle un sustento racional a nuestra violencia desatada. Para ellos en el frente y, en consecuencia, para el resto de la sociedad que transita la guerra.

¿Pero cómo recuperamos nuestras identidades cuando lo que destruimos es un “otro” que nos conformaba como individuos? ¿Es posible recobrar el hilo de la cotidianidad cuando la deshumanización está impregnada en la base de nuestra vida?

De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos, escrita y dirigida por Pilar Ruiz, nos retrata la historia de Julio, un músico y profesor de literatura que vuelve de la Guerra de Malvinas y debe retomar el rumbo de sus días. El hilvanaje de un amor resquebrajado por las heridas, la nostalgia que se empantana entre recuerdos del horror, las ilusiones que se marchitan con el peso de lo perdido. Todo paso lleva inevitablemente a un no retorno, una fragilidad existencial donde la pulsión de muerte es el único sustento posible en medio de un presente vacío.

“Lo que hay en ese diálogo entre Juan y Cecilia, en sus contrapuntos, bifuraciones y conexiones, es una metáfora del vínculo que la sociedad ha debido construir (y aún hoy continúa desarrollando) con la causa Malvinas”.


Dentro de un cuarto blanco, descolorido de vida, Julio (Juan Tupac Soler) pasa sus horas luego de su retorno y tras haber sido dado por muerto en la Guerra de Malvinas. El tiempo parece haber corrido para todos, salvo para sí mismo. Es que los tormentos lo acompañan en sus pensamientos, en la imposibilidad de pensar un manaña, en la necesidad de reconstruir el vínculo con su novia Cecilia (Sharon Luscher).

El velo de la inocencia se ha corrido en su interior, pero nadie parece hacerse responsable del destino de quienes volvieron. Los empapan de discursos de heroicidad, de amor a la patria; mientras sus vidas, rotas, deambulan entre lo que es real y lo que proyectan en sus pensamientos. El amor para Juan se pone en jaque cuando las bases afectivas están repletas de muerte.

La interpretación de Soler evidencia el proceso de transformación que debe atravesar una persona para volver a confiar en sus sentimientos. Es que del enfado a la ilusión y la resignación hay un paso mínimo cuando existe una fragilidad identitaria. Porque la guerra es también la negación de la vida, una confrontación contra todo aquello que nos rescata del abismo de la nada.

Los objetos que forman parte de la escenografía ya no tienen el significado de antes, ahora son antigüedades, meros destellos de una continuidad temporal recortada. Pasado, presente y futuro se entremezclan en un mismo síntoma de anomia. Juan y Cecilia, en ese contexto, tratan de recapitular sus pasos para volver a hallar el punto de quiebre. Uno que va más allá de la guerra y que nos habla de las decisiones, del compromiso que estamos dispuestos a hacer por resguardar la vida de los demás.

El texto de Ruiz reflexiona acerca de las implicancias que la tragedia tiene tanto para quienes participaron de ella como para las víctimas indirectas. Del dolor interno que se escapa del ojo de la opinión pública: lejos de idealismos, de estereotipos sobre el combatiente, sobre cómo atravesar las heridas internas respecto a la identidad.

Lo que hay en ese diálogo entre Juan y Cecilia, en sus contrapuntos, bifurcaciones y conexiones, es una metáfora del vínculo que la sociedad ha debido construir (y aun hoy continúa desarrollando) con la causa Malvinas. El mirar de reojo, el olvido, la resignificación de lo ocurrido y la necesidad de sostener en la memoria los acontecimientos históricos a través de las nuevas generaciones.

De los héroes que no aterrizan en las islas de cuentos es una obra que refleja una herida abierta. Un diálogo que seguimos reedificando para comprender los que nos ha impactado como sociedad la Guerra de Malvinas.

Una puesta que busca visibilizar los lazos dolientes y la subjetividad que hay detrás de la construcción objetiva de nuestra historia. Porque los relatos son construcciones articuladas sobre la base de memorias particulares, identidades que han debido atravesar el peso del silencio de una tragedia que es colectiva y aun sigue permeando nuestro destino como patria.

Ficha Técnico Artística


Dramaturgia: Pilar Ruiz
Actúan: Sharon Luscher, Juan Tupac Soler
Diseño de vestuario: Eliana Itovich
Diseño de escenografía: Eliana Itovich
Diseño de luces: Lucia Feijoó
Realización de escenografia: Santiago Rey
Video: Francisco Castro Pizzo, Ignacio Codino
Fotografía: Francisco Castro Pizzo, Ignacio Codino
Diseño gráfico: Juan Pablo Rodirguez
Asistencia técnica: Bruno Quiroz
Asistencia de dirección: Camila Comas
Prensa: Marisol Cambre
Producción: LugarOtro Estudio Teatral, Poética Resiliencia
Dirección: Pilar Ruiz

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