Piedra Libre

¡Ay, mi Argentina! | Subrealismo criollo de la mano de Rodolfo Omar Serio

La tercera novela de Rodolfo Omar Serio es una aventura distópica en clave sci-fi en la Argentina del 2056, en la que dos señoras paquetas del siglo XX intentarán que la Argentina vuelva a ser la que fue.


En esta ágil nouvelle, de Rodolfo Omar Serio, corre el año 2056 y las dos mujeres más ricas, poderosas y paquetas de la Argentina del siglo XX se descongelan por accidente. Rodeadas por la inteligencia artificial, los algoritmos y un villano retorcido, Amalita y Ernestina intentarán salvar a la Argentina para que vuelva a ser lo que era.

Inés Ripari escribe en la contratapa: “Rodolfo Omar Serio arremete una vez más en el universo literario de nuestro país, esta vez desde la ciencia ficción. Su prosa descarada, y de una ocurrencia de sibarita, nos vuelve a arrastrar hacia la risa y el espanto. Ya lo había hecho, es verdad, pero ahora pone sobre la mesa una Argentina distópica al alcance de quien lee. ¿Qué sentido tiene escribir ficción en una realidad que parece ficticia? Esta es la pregunta que nos viene a cada rato. Serio parece hacerse eco de la urgencia social para montar un artificio literario a la altura de las circunstancias. Todo esto a lo Puig, con la oralidad como recurso, y con dos de las mujeres más poderosas que existieron en el país como heroínas”.

A modo de adelanto, compartimos el comienzo de esta novedad de Omnívora Editora.

Revista ruda

1.

—Che, Ernes.
—Hmm.
—Ey, Ernes…
—Hhm.
—Dale, vieja, ¡despertate, che!
—Amalia, ¿sos vos?
—Por fin.
—¿Amalia?
—Sí, soy yo. ¿Quién va a ser?
—No… No sé… No entiendo nada. ¿Dónde estamos?
—Treinta metros bajo tierra estamos.
—¿Estamos muer…?
—¡Ya quisieran!
—Me duele todo, como si hubiera dormido un año entero.
—¿Uno? Como cincuenta. ¿Vos estás toda mojada también?
—Sí. ¿Por qué está oscuro?
—Se habrá cortado la luz.
—¿La luz?
—Del laboratorio.
—¿Qué laboratorio?
—En el que nos pasmaron.
—¿Pasmaron?
—¿Vas a repetir todo, che?
—Es que no entiendo.
—¿No te acordás del frío? ¿De la última sensación?
—Tengo calor ahora.
—Es porque se fue la luz. Pero lo último que sentiste fue frío.
—¿Lo último?
—Cortala con repetir.
—¿Qué nos hicieron?
—Nos pasmaron, como a Disney.
—¿Estamos muert…?
—¡Que no! No digas esa palabra que no me gusta.
—¿Nos congelaron?
—Sí.
—Pero yo no pedí que me congelen.
—Pero yo sí.
—Pero si yo estuve el día que… de eso me acuerdo.
—Fuiste a mi funeral, claro. Pero no estaba muer… estaba acá.
—Me acuerdo del catering. Esa patisserie, tan delicada.

—¿Viste lo que era? Varias semanas probando canelés.
—Ay, fantástica. ¿Y yo cómo aparecí acá?
—Dejé instrucciones para que llegado el momento se encargaran.
—¿Y nos arreglaron?
—No sé. Creo que algunos achaques nos sacaron.
—¿En qué año estamos?
—¡Y qué sé yo!
—Bueno, ¿en qué año pediste que nos despierten?
—En el 2121. Quería festejar mi bicentenario. Pero creo que nos despertamos antes porque se cortó la luz.
—¿En dónde me dijiste que estamos?
—No te dije. En el matadero.
—Amalia, ¿en el matadero?
—Sí.
—¿En qué matadero?
—En el de Azul.
—¿Camino a Tandil?
—Sí, en el viejo camino a Tandil. Lo compré porque me gustaba el edificio.
—¿Cómo que lo compraste? Siempre tuviste gustos raros.
—¿Qué decís? Es precioso. ¡Todo de cemento!
—Es un cementerio. Mucho sufrimiento. Todos esos pobres animales desangrándose. No me gusta pensar en eso.
—Y no pienses. Acá encontré toallas, vamos a secarnos.
—¿Podés caminar?
—Sí, puedo. Mirá. Se ve que me arreglaron.
—¡Qué alegría, Amalia!
—Busquemos a don Vitruvio. O al hijo, al nieto, no sé.
—¿Vitruvio se llama?
—Qué sé yo cómo se llama. Es el peón de acá. Yo le digo Vitruvio.
—Busquemos una vela.
—¿Una vela? Mirá que sos vieja, eh. Tiene que haber un equipo de emergencia.
—Tal vez se quedó sin combustible.
—¿Sentís? Creo que llueve afuera.

Rodolfo Omar Serio

—Bueno, ahora sí. Con luz es otra cosa.
—Parece que lo abandonaron hace poco. ¿Habrá pasado algo?
—¿Algo como qué?
—No sé, una guerra.
—Tal vez dejaron de pagar.
—¿De pagar qué?
—La luz, los sueldos. Qué sé yo. Tiene que haber un vestidor con ropa. Ayudame a encontrarlo.
—Allá hay varias puertas. ¿Me compraste ropa?
—De Elsa Serrano.
—Mirá si la agarraron las polillas.
—¿Qué polillas?
—No sé, ¿no hay polillas?
—Acá abajo no creo.
—Si no hay insectos puede que haya sucedido una catástrofe.
—¿Podés parar con eso? A ver, probate.
—¿Me queda bien?
—Sí, siempre te quedó bien ese color.
—Ayudame a cerrarlo atrás.
—Ahora sí.
—¿Y si hace frío?
—Tengo tapados.
—¿De piel?
—Y sí. Nunca me gustaron los sintéticos.
—Pobres bichos.
—Pero si ya están…
—¡No lo digas!
—Ah, viste.
—Tenés razón, no suena bien. Quiero hablar de algo.
—¿De qué?
—No me gusta que me digas “vieja”. Ya lo dijiste varias veces.
—Y si somos viejas.
—Bueno, pero no lo digas. No me gusta.
—¿“Mayores” te gusta más?
—Menos. ¿Para qué llevás eso?
—¿La silla?
—Sí.
—Por si me canso. Que ahora pueda caminar no significa que no me canse. Es con batería, mirá.
—Qué fantástica. No hace nada de ruido. ¿Y va rápido?
—Creo que hasta treinta alcanza.
—Increíble.
—¿Viste? Y las cosas que debe haber ahora y ni sabemos.
—No sé. Tal vez no. Cuando éramos chicas pensábamos que en el 2000 los autos iban a volar y no pasó.
—Busquemos la salida.
—¿Tiene rampa, no?
—Sí, mi querida. Todo con rampa.


—Nunca me gustó el campo, ¿sabés?
—¿Por qué no?
—Por los bichos.
—Tenés algo con los bichos.
—No me gustan.
—Al final no llovía.
—Habrán sido goteras.
—¿En serio no te gusta?
—¿El matadero?
—Sí.
—Prefiero algo más como el Duhau.
—Ya me aburrió tanto francés. Esto es más original. Esa torre que parece intergaláctica, esas diagonales, ese encofrado. ¡Mirá ese encofrado!
—Es del arquitecto, ¿cómo era? ¿Salomone?
—Salamone. Era. Ahora es mío.
—Qué tipo raro.
—¿Lo conociste?
—No. No mucho. Una vez lo entrevistaron para el diario.
—¿Y?



Rodolfo Omar Serio
¡Ay, mi Argentina!
Omnívora Editora
2024

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