
Ediciones Bonaerenses junto con La Flor Azul reeditaron el clásico fundamental de la literatura argentina sobre vagabundos de Hugo Nario, basado en la vida de José Américo Ghezzi, alias Bepo. Un recorrido por las experiencias alrededor de la figura del linyera en la cultura argentina y las resonancias que hoy sigue teniendo en nuestro imaginario.
Por Matias Carnevale. Foto Portada: ¡Qué vivan los crotos!*
El linyeraje en la cultura argentina
En nuestro país es vastísima la producción cultural (mayoritariamente resultado de lo popular) relacionada con vagabundos. Consideremos la música. Tal vez el tema más citado cuando se piensa en los vagabundos argentinos sea “La canción del linyera”, popularizada por el mendocino Antonio Tormo, quien se apropia de una figura que está estrechamente relacionada con el anarquismo. Músicos como Martín Castro, “el payador rojo”, dedicaron versos a los linyeras en las primeras décadas del siglo pasado. Por ejemplo, en “Hachando los alambrados” Castro canta: “Yo lo venero al errante/Que a manera de Valjean/Huye llevándose un pan/Para su propio sustento”. Valjean se refiere al protagonista de Los miserables, de Víctor Hugo, y la idea del vagabundo ladrón es un hecho: el propio Bepo Ghezzi, protagonista de esta reseña, habla en su libro de “expropiaciones”, alguna oveja perdida para saciar el hambre de días. En otro género, rescatando la música rebétika griega, de su herencia familiar, vale recordar el trabajo que Daniel Melingo hace para rescatar la figura del linyera en sus discos y presentaciones en vivo. Bien vale prestarle el oído a su disco titulado, precisamente, Linyera, tal vez de una factura más genuina que la de Tormo.
En el cine argentino hay unas cuantas películas dedicadas a los linyeras, que los tienen como personajes principales o secundarios como Que Dios se lo pague (1948), si tenemos en cuenta que un linyera puede recurrir a la mendicidad—“hacer la católica” en la jerga croteril—o El pibe cabeza (1975), pero quiero destacar Convención de vagabundos (1965) que se puede ver en YouTube. Es una trama de comedia en la que el protagonista pasa de mendigo a millonario pero no olvida su ética de renunciante, alusiones a Diógenes y Gandhi mediante.
Si pensamos en las historietas, dos de los personajes más populares de la factoría García Ferré, Hijitus y Pí Pío (especialmente este último), comienzan su carrera como linyeras. Me he topado con negacionistas de la condición de croto de Hijitus, pero tengamos en cuenta lo siguiente: vive en un caño, su fiel compañero es un perrucho de pedigrí callejero, y su vestimenta es más bien rotosa. Hijitus no está solo en esto del superhéroe croto: hasta los norteamericanos Superman y Flash vivieron como vagabundos en algunas de sus historias. No me olvido del personaje de Tabaré, pero eso es material para otro artículo.

“A lo largo de tres años de conversaciones casi diarias, Nario, que ya gozaba de cierto renombre como escritor profesional, hizo de demiurgo para ordenar el material que Bepo fue escribiendo en sus años de vagabundeo por las vías del país”.

Considere el lector estas líneas un escueto resumen de un extenso corpus que estoy estudiando desde 2021 y que ha arrojado sorpresas fascinantes como en el caso de la literatura de Bernardo Kordon o el libro Cuentos con linyeras (1975), del chivilcoyense Diego B. Rositto, quien, al igual que el poeta Vicente Barbieri, fue croto en su juventud.
La historia de un libro
El florense nacionalizado tandilense Hugo Nario (1929-2019) publicó en la revista Todo es historia de 1980 una nota de tapa sobre los crotos. Allí, Nario cuenta que en 1979 había ganado un premio del Fondo Nacional de las Artes para una novela con José Américo “Bepo” Ghezzi (1912-1999) como protagonista. A lo largo de tres años de conversaciones casi diarias, Nario, que ya gozaba de cierto renombre como escritor profesional, hizo de demiurgo para ordenar el material que Bepo fue escribiendo en sus años de vagabundeo por las vías del país. Bepo, “de fina sensibilidad y agudo sentido de observación”, le reveló un mundo de solidaridad, supervivencia y libertad que fue sepultado por los camiones, el asfalto, la mecanización del agro, la persecución policial y el éxodo del campo a la ciudad.
El título del libro siempre fue el mismo y, desde el inicio, según las fuentes que consulté, incluyó vida secreta de un linyera. ¿Por qué “secreta”, si los linyeras se contaban de a miles en la primera mitad del siglo XX? Después de todo, eran la mano de obra itinerante que necesitaban las cosechas. ¿Cuál es el misterio que los envuelve? Puede explicarse por varios factores, pero pienso en dos ahora: la vergüenza que tuvieron muchos crotos de su pasado, como cuenta Osvaldo Baigorria sobre su padre en Anarquismo trashumante y su reciente edición, En Pampa y la vía (Blatt & Ríos, 2024), o el olvido por parte de la crítica de una larga tradición literaria que los abordó en crónicas, obras de teatro, poemas, novelas y cuentos. Creo, además, que el adjetivo le añade un matiz de amarillismo, presente en algunos pasajes del libro, en particular los relacionados con la homosexualidad, que no son pocos.
Ernesto Sábato leyó un borrador y le sugirió a Nario que rompiera con el relato cronológico, de ahí que haya más de un flashback en las historias que narra Ghezzi. La primera edición, publicada por el Centro Editor de América Latina en 1988, le valió una fama considerable a Bepo. En los noventa, además de ser el protagonista del docudrama ¡Qué vivan los crotos!, de Ana Poliak, Bepo fue entrevistado por Rolando Hanglin para su programa de Radio Continental, en donde el ex-hippie intentó cancherearlo y salió perdiendo: acabó por reconocer que el linyera tenía más cultura y más humanidad que lo que sus prejuicios le permitían ver. Hanglin, no obstante, concluye con una comparación interesante que vale destacar: los linyeras fueron como los beatniks norteamericanos, pero en la pampa criolla, y existieron varios años antes que aquellos. También cabe mencionar que en Barracas, ciudad de Buenos Aires, existe el parador/centro de inclusión social Bepo Ghezzi, para personas en situación de calle. Aquí vemos que la fama del linyera tandilense trascendió fronteras geográficas y lo meramente literario.

Nario comenta en La curiosidad (2019) que en 1993, junto a un grupo de amigos, montó Ediciones del Manantial para publicar sus libros, ya que el Bepo del CEAL era difícil de encontrar luego de la quiebra del sello. En 2012, en el centenario del nacimiento de Bepo, Nario publicó una edición homenaje. La edición de La Flor Azul, de 2019, es la última versión comercial que está disponible, y se encuentra en la web de la editorial a un precio accesible.
Bepo/Nario en pleno siglo XXI
Las crónicas de Bepo tienen bastante para decirnos hoy. El linyera (el arquetípico y el tandilense) ha sido un conocedor de su entorno natural, un boy scout ácrata y rudimentario, capaz de encender un fuego y mantenerlo para no morir de frío, cocinar con una lata, pescar y cazar, recolectar hierbas medicinales, y manejar una economía de subsistencia acorde a las ideas libertarias, hoy manoseadas en pos de un mercantilismo idiota y cruel.
Bepo, que logró rehuirle a las agresiones por su corpulencia, comienza sus aventuras iniciándose en un mundo violento, presenciando un duelo a cuchillo entre dos putos, y termina su historia narrando un sueño en el que muere apuñalado. En el camino, Bepo conoce a un mentor francés con el que entabla una amistad férrea como los trenes, participa de cosechas y changas varias, intenta un sabotaje en el contexto de una huelga, con resultados más bien absurdos, observa con bronca un episodio de pederastia en Santiago del Estero, hace de mentor para un linyera adolescente que había escapado de su hogar y le lee El Quijote a unos chanchos. El libro de Bepo—en su vastedad de llanuras, ríos, caminos, rieles y vagones de carga y personajes más o menos efímeros, con mayor o menor desarrollo— no se agota en la primera leída, ni en lecturas posteriores.
Agustín Arzac, coordinador general de Ediciones Bonaerenses, le propuso a Pablo Franco, responsable de La Flor Azul, realizar una edición en conjunto. Cabe señalar (y el énfasis que uno podría poner en este punto no es suficiente, dadas las terribles condiciones económicas, sociales y culturales que atraviesa el país) que la editorial es el resultado de la decisión política de publicar libros que estén disponibles en escuelas, en copias físicas, y gratis en la página de Ediciones Bonaerenses en formato digital. Me complace que “con la nuestra” se publiquen libros y circulen libremente. El segundo punto es que el gobierno que publica este libro es de matriz peronista, mientras que Bepo y Nario no lo eran. En la novela, el linyera es explícitamente adverso al peronismo y aunque fuera anarquista llega a elogiar a un político radical. Fue por la nacionalización de los trenes y por la sindicalización forzada que los crotos dejaron de tener acceso libre a los vagones de carga y al trabajo independiente. La libertad de hacer changas por su cuenta y desaparecer cuando creían conveniente se ve cortada de cuajo. En un episodio cerca del final, Bepo busca trabajo en una chacra en la que le responden que no pueden tomar trabajadores libres. Busca en otra, y la respuesta es “¿Trabajo? ¡Vayan pedirle trabajo a Perón!”. Por su parte, Nario parece no haber sido muy afín al peronismo, porque se negó a afiliarse “al partido gobernante” por años, según cuenta en La curiosidad. Que una institución gubernamental publique un texto que contenga críticas a la ideología que sostiene es, cuanto menos, un síntoma de pluralismo. En el catálogo de la editorial también hallamos libros de Roberto Arlt, Manuel Puig y uno dedicado a Francisco Salamone.

“El linyera (el arquetípico y el tandilense) ha sido un conocedor de su entorno natural, un boy scout ácrata y rudimentario, capaz de encender un fuego y mantenerlo para no morir de frío, cocinar con una lata, pescar y cazar, recolectar hierbas medicinales, y manejar una economía de subsistencia acorde a las ideas libertarias, hoy manoseadas en pos de un mercantilismo idiota y cruel”.
Otro punto fuerte es el diseño general del libro: la portada es atractiva, con una fotografía de Jimena Donato adecuada para el tema de la novela, la tipografía elegida es bella y el papel parece resistente, destinado a perdurar. Una única contra es que, si el libro está destinado a bibliotecas escolares de la provincia, bien podría contener una guía de lectura o un estudio crítico que aporten un contexto mayor sobre el autor, el fenómeno del linyeraje o sobre la novela en sí. Solo han atinado a reproducir el prólogo de la primera edición. Si se piensa de forma didáctica—ojalá más profesores de literatura aborden este libro en secundaria (conozco dos que lo han hecho)—un cuestionario o actividades de reflexión al final del libro también hubieran sido de provecho. A propósito de esos profesores quisiera recordar a uno, también escritor, Gonzalo Grela, quien en una conferencia reciente habló de los rieles transitados por Bepo como una suerte de laberinto. Analogía más que adecuada, pues el periplo del croto no estuvo exento de monstruos ni de transformaciones.

Hugo Nario
Vida secreta de un linyera
Ediciones Bonaerenses / La Flor Azul
2023