El Pregonero

Los fusiladores de la Corte


Por Marvel Aguilera.

La Argentina está sometida por el poder oligárquico desde hace mucho tiempo. Los tentáculos del mercado son los que determinan la política, la economía y la justicia en nuestra sociedad. El fallo de la Corte Suprema -una Corte viciada, fragmentada, ilegítima- es parte de ese mismo rumbo de subordinación de la soberanía nacional a los intereses del poder fáctico global. La naturalización de la opresión, la desigualdad abismal y la precarización de la vida misma es el paso estratégico para hacer de la Argentina una nación ficticia: sin identidad, sin capacidad de organización, sin militancia real, sin contrapeso político al rumbo del mercado de una elite.

Rosenkratz, Lorenzetti y Rosatti son los propulsores de una decisión que no es únicamente proscriptiva para con la candidatura de Cristina Fernández, sino que censura los únicos atisbos democráticos de un país tomado por la elite como nunca antes en la historia. Detrás del titular de la “corrupción” (que no ha podido ser atribuido fehacientemente en la causa a la expresidenta) hay en realidad una necesidad acuciosa de purgar el sistema político y social, adecuado a una democracia simulada: con candidatos que, más allá de matices, continúen la transferencia de recursos, la destrucción soberana, la liquidación del patrimonio público y del bagaje histórico cultural que hace a nuestra identidad como pueblo.

Ya no hay verdad, ni racionalidad, ni justicia. El pensamiento está reducido a estímulos que son empujados por medios de comunicación dominados por la misma elite y redes sociales que funcionan como caranchos de realidades implantadas. Sedados por la lógica del scrolleo, del odio como motor de acción, de la extrema ideologización de la vida, el pueblo argentino es empujado a abandonar el barco de la justicia social y la lucha popular, en pos de una república bananera, del pan y circo constante, donde “el milagro de la inflación” vale más que una sociedad con empleos de pobreza, pérdida de derechos adquiridos, violencia institucional, y una nula representación de los laburantes de a pie en las instituciones: repletas de traidores, ensobrados y títeres del gobierno de turno.

“Rosenkratz, Lorenzetti y Rosatti son los propulsores de una decisión que no es únicamente proscriptiva para con la candidatura de Cristina Fernández, sino que censura los únicos atisbos democráticos de un país tomado por la elite como nunca antes en la historia”.


Cristina presa es el deseo perverso de Clarín, que viene presionado hace tiempo la decisión de los jueces. No obstante, el peligro de su detención simboliza la cortina cerrada de una etapa: esa de la posibilidad de mayor distribución de riqueza, la del pueblo empoderado por sus derechos, la de una juventud involucrada en militancia, aquella de los trabajadores organizados. Acá no alcanza con el peronismo unido -aunque es un punto de partida- sino un paso adelante de quienes aún creen en la patria en la que se formaron: en sus costumbres, en sus tradiciones, en su familia, en los valores que hoy están siendo desdibujados por la desidia de un pueblo adormecido por la filosofía de la guita y la rentabilidad que, como ya sabemos, siempre tiene los mismos ganadores.

Cristina decía ayer, en la puerta del PJ, que es “una fusilada que vive”, haciendo alusión a los fusilamientos de Jose León Suárez narrados por Walsh en Operación Masacre. Es interesante pensar esta idea desde una mirada más amplia, una que involucra nuestra identidad argentina violentada una y otra vez, tanto en los bombardeos del 55 como en el golpe del 76. Hoy esa violencia está presente todo el tiempo, ya no solo por la fuerza, sino a través de una voluntad colectiva comprada por la zanahoria del “orden” y los “precios”.

Nos estamos desintegrando como pueblo. Acá no se trata de kirchnerismo sí o no, hablamos de la ruptura del orden social y democrático. De la incapacidad de que el pueblo pueda elegir a sus representantes. De la imposibilidad de asomar la cabeza ante una justicia que dictamina quien es apto para ser parte del sistema político. Mientras Milei y sus esbirros juegan al show de la batalla cultural contra figuras de la farándula, la soberanía está siendo avasallada por quienes quieren transformarnos en una colonia adaptada a las necesidades de un imperio en caída libre frente al auge chino, y que encuentra en este gobierno un salvoconducto de saqueo bajo el emblema, siempre bastardeado, de la instauración de la libertad.

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