Literaturas

Patricia Nieto: “En Colombia hay un pos acuerdo con las FARC pero no un estado de paz”

Patricia Nieto - Dante Fernández 1

La cronista colombiana estuvo en el país para presentar Los escogidos, novela que hace foco en la devoción espiritual de los habitantes de Puerto Berrío por los NN que han ido apareciendo a la vera del río Magdalena, en un contexto regido durante años por la violencia armada.


Por Marvel Aguilera. Fotos Dante Fernández

Primo Levi solía repetir que lo peor no era la muerte sino el después de haber sobrevivido a ella. Quien haya leído Los escogidos (Marea editorial) sabrá apreciar la minucia y la empatía con que Patricia Nieto narra los sucesos acontecidos durante casi tres décadas en Puerto Berrío, en el departamento de Antioquía, donde los cuerpos, producto del enfrentamiento armado entre la guerrilla y los paramilitares, afloran a la orilla del mar devueltos como ofrendas de redención a un pueblo sediento de esperanza y estímulo espiritual. ¿Los cadáveres son sólo un mensaje de terror erigido desde las distintas organizaciones? ¿Reflejan las miserias de una aspiración por el poder que ha quebrado cualquier atisbo ético? En una segunda lectura, la crónica permite comprender que los cuerpos (no identificados) recogidos y sepultados durante años por Pacho (uno de los personajes centrales) son el flagelo del olvido, la memoria germinada que retorna como un haz de luz y que provoca un cambio de percepción en la cotidianidad de los ciudadanos de Puerto Berrío. En ellos, los adoradores, hay una vinculación metafísica: la muerte es vida por otras vías. En la protección y el guarecimiento de esas ánimas hay una necesidad por romper los límites de la realidad llana, plagada de violencia y desigualdad. En tiempos de dogmatismos, los animeros recuperan el ritual de la creencia popular, hacen del dolor una oportunidad. Son los santos del barrio, las almas, los que cubren las carencias de políticas públicas y el vacío de un sentimiento social expuesto a un estado de nihilismo: ayudan a conciliar un amorío, empujan a la suerte en un examen universitario, acompañan en etapas de enfermedad. En el diálogo platónico del Fedón, el protagonista discute con Ecquécrates sobre los últimos momentos de Sócrates antes de su muerte; lo interesante de la obra es cómo se traza un puente directo entre la vida y la muerte, en donde una y otra aparecen indivisibles, como un estado contínuo y necesario no solo para la supervivencia sino para lograr una noción más acabada de aquellas cosas que, aunque pasen los años, siguen siendo las esenciales.


Leyendo Los escogidos, es difícil no hacer una analogía con lo que en nuestro país fueron los “vuelos de la muerte” y la aparición de los cuerpos en la costa atlántica. Lo que parece una diferencia es que en Puerto Berrío se advierte una situación normalizada, ¿se sabía realmente lo que estaba sucediendo a partir de la aparición de los NN?

Hace por lo menos sesenta años los campesinos de la zona, que es todo el valle que el río Magdalena cubre o baña, han presenciado y visto que los cuerpos van por el río hacia el mar. Nosotros tenemos una historia de guerras y de violencia sucesiva, que se monta una sobre la otra. Entonces, son distintos períodos de un conflicto armado muy largo. Los cadáveres que tienen su curso por el río se presentan en distintos momentos según la intensidad que tenga la guerra o la confrontación armada. Pienso que sí, se sabía, porque esos cuerpos pasan sobre el agua a la luz del día. Pero el mecanismo de la imposición del miedo y del terror en esa zona está apartado, y eso influyó en que a pesar de que se supiera no fuera un asunto de orden nacional, de interés y de conocimiento, en una opinión pública un poco más abierta que la de esos propios testigos.

Marcás dos particularidades en las apariciones de los NN, aquellos que eran hundidos para que no se los encuentre, y los que aparecían en la superficie como una especie de mensaje mafioso.

Sí, son las modalidades de las apariciones de cuerpos en el río. Los asesinos que tienen más dedicación al cuerpo lo descuartizan o lo abren, le quitan las vísceras y le ponen materiales pesados para que se hunda. Es el tiempo que el asesino destila para que ese cuerpo no sea encontrado jamás. El otro es el asesinato que termina rápidamente con el cuerpo sobre el río, que no cuenta con esa operación quirúrjica, y que es un cuerpo que por el orden de la naturaleza aparece unas horas después en la superficie. La intención de estos asesinatos – los que van por la superficie – es que el cuerpo vaya finalmente al mar y sea identificado, pero también, con intención o no, el cuerpo funciona como mensaje. Hay muchas fotos de compañeros reporteros gráficos que tomaron imágenes de cuerpos flotando en el río, algunos incluso con aves de carroña encima, como si fuera una bandera. Y por supuesto, ha habido épocas en las que se difumina que está prohibido, que quienes se atrevan a ir al agua para traerlos y recuperarlos se van a meter en serios problemas con los hombres armados. Entonces, es como verlos pasar en silencio, saber que van a desaparecer y que no va a haber manera de explicarlo nunca, y también es una señal de que el escuadrón armado está cerca y que hay un comportamiento y un patrón social que viene anunciado con esos cuerpos. Estas personas asesinadas son víctimas de todos los sectores armados, no son solo guerrilleros asesinados por paramilitares o muertos en combate o civiles asesinados clandestinamente. Es un universo de muertes muy diversas y ejecutadas por distintos actores.

Patricia Nieto - Dante Fernández

¿A qué responde la devoción de la gente de Puerto Berrío por los cuerpos aparecidos?

Uno tendría que entender que en este tipo de países donde hubo una presencia de la iglesia católica tan fuerte y un control social desde ella, ese discurso introdujo la figura del ánima o el alma como una presencia en la vida cotidiana de las personas. Es común la alusión en las pinturas, los dibujos, las puestas en escena; se retrata la conciencia de las ánimas de los que se han ido. También en los lechos funerarios, esto de despedir el cuerpo con al menos veinticuatro horas de duración, con la idea de que hay que darle un tiempo al alma para que salga del cuerpo o alguna de las costumbres de las comunidades; por ejemplo, la de dejar un gran vaso de agua los días posteriores a la muerte para que el alma sacie su sed. Costumbres como la de pedirle a las ánimas benditas del purgatorio que los despierten en la mañana, o en los meses de noviembre cuando se aproximaban los exámenes de final de curso, los estudiantes iban a los cementerios a pedirles ayuda a las ánimas para las pruebas. Entonces, digamos que es una figura de cierta imaginería católica que está presente en las costumbres de muchas personas de Colombia. Eso se suma a lo de la Iglesia, aunque los sacerdotes que yo consulté dicen que eso es una tradición pagana. Eso por un lado. Por el otro, creo que en una situación de guerra, donde hay violencia exacerbada, las personas pueden acudir al aparato de justicia, a las organizaciones de derechos humanos, a diversas iglesias, a grupos de ayuda social, y también la apelación a la religión está a la mano de los más necesitados.

¿Se podría hacer una analogía de esa práctica con la que hay hacia los santos populares?

Es lo que dice el cura que entrevisté, que eso la Iglesia no lo debe promover porque tiene que ver con la religiosidad popular y sus prácticas, pero que hay que respetarlo. También creo que cuando el Estado es incapaz de solucionar ciertos problemas, las personas en una situación crítica, acuden a este tipo de historias o imaginarios de solución.

“Una de las características más especiales de esta historia: que se sepulta el cuerpo pero se retiene el alma. Se entierra, se cubre, se le ponen flores, pero el alma que está ahí me ayude.”


La figura de Pacho, el encargado de los registros y el entierro de los cuerpos, denota no solo la parte espiritual sino una situación de pobreza y precarización ante esa situación trágica.

Sí, la pobreza como un relato muy fuerte. Si bien el dolor de la guerra y de la violencia afecta a la humanidad de todos, cuando a eso se le suma que el entorno de las víctimas sea de una situación muy vulnerable tiene otros dinamismos. Pacho es un tipo que acude a los muertos por una situación personal, una historia propia en la que un amigo de él fue asesinado en la carretera. La sorpresa y el espanto que eso le produjo lo llevó a la ciudad, y a partir de ahí empezó a hacer esa tarea. Él no es alguien muy dado a la Iglesia, el que va frecuentemente al templo, pero es una persona con el sentido de la compasión bastante interiorizada. Entonces, durante muchos años, Pacho fue el único sepulturero, reparador de muertos y enterrador de Puerto Berrío, en épocas muy duras. Luego aparecieron otros servicios funerarios y el Estado haciéndose cargo de algunos pedidos, sobre todo de los gastos del procedimiento de estas personas NN, pero durante muchos años fue Pacho el que lo hacía.

¿Las organizaciones que surgieron para combatir la guerrilla (paramilitares/Convivir) terminaron siendo parte del problema de la violencia?

En los años setenta cuando la guerrilla de las FARC y otras organizaciones ocuparon esa vertiente e hicieron sus avanzadas en el territorio para ocupar esas tierras, pues, hubo una respuesta de los ganaderos y de los empresarios de la tierra para conformar grupos de defensa propia. Ellos decían: si hay bandidos o delincuentes, subversivos o no, que están llegando a nuestras tierras a robar el ganado, a extorsionar, y si el Estado no viene y no le interesa proteger nuestra propiedad, entonces nosotros nos organizamos. Y así fue, se organizaron y formaron eso que primero fue autodefensa campesina y después llevó a las Convivir, las cooperativas para la vigilancia, y todo eso luego se fue estructurando. Esos pequeños grupos locales fueron armando estructuras más sólidas en todo el país hasta convertirse luego en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Entonces, en el principio los grupos de defensa propia aparecían muy dispersos, pero el aliento que se les dio desde el gobierno nacional para que ellos suplieran el trabajo de las Fuerzas Armadas hizo que se tornara incontrolable. Y con una relativa legitimidad y legalidad esos grupos se salieron de control y empezaron a ser un actor muy importante de la Nación. Y también en determinado momento empezaron a disputar el control del narcotráfico y ahí fue cuando la distinción entre unos y otros era muy difícil de hacerse, todos tenían intereses en ese negocio. Yo pienso que al final a ninguno le interesaba tomar el poder por la vía de las armas sino mantener ese poder ya alcanzado.

Hace poco Timochenko, ex líder de las FARC, tenía la intención de presentarse como candidato en Colombia pero el rechazo popular hacia su inclusión democrática fue tan fuerte que terminó bajándose. ¿Más allá del acuerdo hay aún una dificultad de la sociedad en incluir a los ex guerrilleros?

Se logró hacer el Acuerdo de Paz. En los años 2004 y 2005 también se había hecho la desmovilización paramilitar con acuerdos de distinto tipo. Dos procesos para que los grandes grupos se desmovilizaran. Los paramilitares en la década pasada también tuvieron acceso al Congreso, a una representación política. Y ahora las FARC en medio del acuerdo llegaron a esos consensos. Todavía hay una dificultad para que los colombianos entendamos que un hombre como Timochenko o cualquiera de los lideres de las FARC que acaba de dejar las armas pueda ser elegido de manera democrática para esa representación. Lo mismo pasaba con los paramilitares, había un sector del país que no estaba preparado emocionalmente, y menos políticamente, con que un hombre que estuvo en armas y que también hizo daño tuviera una representación. Hay una diferencia, y es que Timochenko aspiraba a la presidencia, eso para un sector del país es imposible. No hay en este momento recursos culturales y políticos para que de manera inmediata, casi con dos años de diferencia, la misma persona que era el Comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia sea elegido presidente. Es muy poco tiempo para que nosotros como comunidad política hagamos el proceso cultural que eso requiere. Por eso, firmar el acuerdo no quiere decir que el país, de hecho, va a asumirlo y seguir esos puntos que se suscribieron en Cartagena. Creo que eso necesita tiempo; además, Timochenko está enfermo físicamente, bastante grave. Y yo creo que todo eso y la presión de los medios y los opinadores hicieron que él decidiera retirarse.

“En el principio los grupos de defensa propia aparecían muy dispersos, pero el aliento que se les dio desde el gobierno nacional para que ellos suplieran el trabajo de las Fuerzas Armadas hizo que se tornara incontrolable.”


Se denota una necesidad muy importante en la gente de rezarles y darles una despedida espiritual a los cuerpos.

Uno podría decir “basta” y cumplir el mandato humano de darle sepultura a esos cuerpos y que quede constancia del documento en alguna parroquia cercana, por si algún día vienen a preguntar por él. Pero a eso se le agrega que a ese cuerpo se le adopta el alma y las personas hasta hace poco se inscribían en una lista que el sepulturero tenía para que después él los llamara cuando aparecía un NN. No era solo la prioridad de tomar el cuerpo y darle una sepultura – cristiana o la que fuere – sino de tratar de entablar un poder espiritual que el cuerpo contenía, una relación para buscar protección. Y esa es una de las características más especiales de esta historia, que se sepulta el cuerpo pero se retiene el alma. Se entierra, se cubre, se le ponen flores, pero el alma que está ahí me ayude. Es una transacción que el vivo hace con el muerto. En muchos otros lugares de Colombia, como el río San Juan o el Cauca, la gente hace lo mismo.

¿Es como una adopción?

Si, es una adopción. Entonces dicen: como es mío, lo voy a tener por un tiempo y le voy a poner un nombre. ¿Cómo me voy a relacionar espiritualmente con un ente? Le ponen un nombre que les guste mucho y junto a éste su propio apellido. Uno va al cementerio y ve las fotos y son nombre con apellidos. También resulta interesante que esa relación se mantiene por un tiempo, hasta que el que lo adopta lo deja ir. Eso pasa cuando ese espíritu, en la relación que tiene conmigo, ya me ha dado mucho: me sanó en necesidades, me ayudó en problemas, me acompañó en un período muy difícil de la vida; entonces lo dejan descansar. Hacen un último ritual religioso (como una misa) para que el alma pueda seguir su camino. Eso es lo que hace especial a esta historia.

¿Y los colores en el cementerio son para identificarlos?

Son como una marca territorial. Cada persona que va adoptando, va ocupando simbólicamente el espacio. Es especial ver cómo eso parece una escultura: ver a cada uno poner su color y su letra configura un altar, está haciendo una especie de escultura personal que imagino le da identidad a la relación que tiene con ese espíritu. Es un sentido de demarcación: “es mío”. Y le está diciendo a los demás que aquel que está pintado ya tiene pretendiente.

Patricia Nieto - Dante Fernández 2

¿Quiénes son los animeros?

El animero es un personaje de muchos pueblos como éste que se encarga de hacer un ritual en noviembre, que se considera el mes de las ánimas, en el que durante todo ese mes se les reza. Y durante las fechas más importantes que son el primero y el segundo de noviembre, donde empieza el proceso, el animero es el encargado de ir al cementerio y sacar las ánimas (vaciarlo) vestido de negro o de blanco.

¿Es un sacerdote pagano?

Es una persona del pueblo que se atribuye esa autoridad. Él va por el cementerio ante cada tumba y las saca. Recorre las calles principales del pueblo y la gente se le suma. Llevan velas, rezan y van cantando durante el recorrido. Luego él vuelve al cementerio y devuelve las ánimas, las deja nuevamente. Ese animero generalmente es alguien que recibe esa responsabilidad y la cumple a lo largo de su vida, sólo se retiran por viejos o por enfermos, y algunos cuando cometen errores como ciudadanos, errores de orden moral. Pero su cargo no es un cargo que la Iglesia les pague. Es una decisión voluntaria la de convertirse en animero. Los que cuidan y adoptan las almas son personas como nosotros: trabajan en una escuela, en una tienda, en una finca, son choferes. Y ejercen esa práctica religiosa de manera voluntaria. Ellos no son un grupo ni un gremio, tampoco se reúnen ni realizan eventos. Es una práctica libre.

En muchos pueblos del interior de Argentina existe un sentido espiritual profundo que incluye leyendas y vínculos metafísicos con los muertos, ¿se puede entender lo que pasa en Puerto Berrío con esa lógica de pequeño pueblo?

Puerto Berrío no es pequeño, al menos no es un pueblito: un caserío con una Iglesia y cuatro cuadras. Es una ciudad o pueblo grande que hasta tiene semáforos. Tiene una universidad y un instituto de formación técnica. Es una zona donde confluyen hacendados, un centro de comercio y encuentro entre gente que tiene tierras. En Medellín, por ejemplo, hay muchos santuarios, está la Virgen de los Sicarios, que congrega una gran cantidad de gente. Por eso, no se podría decir que tiene que ver con el campo o la ciudad, es una mentalidad que está en cualquier lugar del mundo, anclada a unos hombres para resolver los problemas y gestionar el destino, ligada a lo mítico o lo religioso.

¿En algún punto la violencia armada morigerada tras los acuerdos de paz se trasladó a otras formas, como el mercado y el sistema político?

Durante muchas décadas el conflicto protagonizado por las guerrillas, los paramilitares y las fuerzas del Estado ocupó un amplio espectro no solo de la información sino de la preocupación de la gente, pero ahora subyacen, sin cambios mayores, esas otras formas de violencia. Que los hijos no consigan trabajo tiene que ver con un sistema de precarización del empleo o la no generación del empleo para el sector rural o la falta de educación en una técnica para un muchacho que se queda sin opciones de estudio y de trabajo. Cuando la mujer pide que el dolor que tiene en la cabeza (su migraña) sea atendido pronto y se le quite está haciendo una denuncia sobre el sistema de salud. Y cuando una mujer pide, ruega, que el marido se vaya está tratando de solucionar un tema relacionado a la violencia o a un vínculo insatisfactorio para lo que no encuentran otra manera de solucionarlo. Entonces, muchos de los problemas que buscan solución a través de las ánimas, son problemas que debería resolver el Estado. Ellos necesitan creer en algo, aunque sea espiritualmente. Buscan soluciones concretas: que mi hijo gane el curso, que consiga trabajo; que mi marido se vaya. Y muchos escogen ese NN porque ellos tienen un familiar desaparecido, es una sustitución. Se reza por lo que llegó, se lo cuida, porque hay un hermano perdido que no se sabe dónde está o se sabe que fue asesinado pero no dónde puede estar. Se adopta en sustitución del cuerpo que no se ha podido velar. Ahí encuentro la contundencia del acto simbólico que ellos hacen. Están haciendo una denuncia no solo de los asesinatos clandestinos sino de la incapacidad del Estado para encontrar a esas personas que están perdidas, y si es que están vivas.

“Muchos escogen ese NN porque ellos tienen un familiar desaparecido, es una sustitución. Se adopta en sustitución del cuerpo que no se ha podido velar.”


¿Cuál ha sido el rol del Estado a lo largo de este escenario?

En Puerto Berrío funcionaba una fiscalía, como en todos los pueblos. Con más o menos capacidad de operar en la búsqueda de los desaparecidos. Después de la firma del acuerdo, uno de los puntos del mismo era la creación de la unidad para la búsqueda de las personas dadas como desaparecidas. A esa unidad se le dio presupuesto y toda una estructura. Pero no es nuevo, en 2005 se creó otra cuando se desmovilizaron los paramilitares. No es que la fiscalía colombiana empezó hace dos años a buscar a los desaparecidos. Hay una estructura de gobierno muy clara y con mucha tecnología para esa búsqueda. Es una tarea enorme, porque se está hablando de más de ochenta mil: en fosas comunes, en tierras, en ríos, seguramente en el mar, otros incinerados, otros quemados con ácido. Es un escenario que plantea un problema de unas dimensiones enormes y la función del Estado ha sido fortalecer esas instituciones para la búsqueda. Sin embargo, el tamaño del fenómeno y las dificultades de llegar a ciertas zonas del país (materialmente), donde las condiciones de paz todavía no están dadas, lo torna muy difícil.

¿El acuerdo de paz aún es insuficiente?

Estamos viviendo un momento de reacomodación de actores, de ocupación de los territorios que las FARC dejaron, de disputa por esos territorios. Estamos en un momento de pos acuerdo de mucha fragilidad, donde el acoso a muchos ex combatientes de las FARC es muy evidente, zonas en donde han asesinados a ex combatientes. En otro aspecto está la lucha de otros grupos por entrar a esa zona: terrenos muy importante para la minería y la construcción de megaobras o lugares donde se sale muy fácilmente al Pacífico o al Atlántico. Todos esos territorios que se dejaron están siendo disputados, porque tampoco fue que el gobierno pudiera decir de manera inmediata: cubrimos todo el territorio y dimos seguridad social y un Estado de bienestar a las personas que viven en esas tierras. Habría que decir que hay un pos acuerdo con las FARC pero que no hay un estado de paz.


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