El Pregonero

Contra el odio de Infobae

Foto: El Presidente Juan Domingo Perón hablando por LRA Radio Nacional. Archivo General de la Nación Argentina – Inventario 123768.


Editorial

El pasado 29 de septiembre el portal de desinformación Infobae sacó a relucir su odio de clase, el gorilismo exacerbado con el que nos tiene acostumbrados. La nota desde la categoría Sociedad hacía alusión al libro 1943 de la historiadora María Saenz Quesada, alumna impoluta de la Universidad del Salvador y acérrima antiperonista, que intentó, como tantas otras veces, relacionar al general Perón con Adolf Hitler y Benito Mussolini, tildándolo además de golpista por haber integrado el joven ejército del GOU.

El ataque no es casual. Se sitúa en el marco del último tramo de la campaña, la que tiene al presidente Mauricio Macri Blanco Villegas dando lástima en más de 30 ciudades alrededor del país con un esquema pueril, sin propuestas ni argumentos que puedan revalidar su mandato, solo un burdo slogan “obamista” repetido hasta el cansancio, el caricaturesco sísepuede. Y, en contraposición, al candidato Alberto Fernández cada vez más afianzado en su posición de líder de la unidad nacional y popular, dispuesta a sacar a la patria de la miseria sembrada por cuatro años de oligarquía.

Esto solo nos demuestra una cosa: que están en retirada. La bronca los carcome. Su ira es su incapacidad para gobernar, para convencer a las masas con el mismo relato de autoayuda ya vencido. Estos días serán complicados, desatarán una campaña sucia para asimilar al peronismo a los crímenes más violentos de la historia argentina; acusarán a los sindicatos de mafias; a las organizaciones sociales de terroristas; a la militancia de vagos y planeros. Intentarán atemorizar a la sociedad con la idea de la liberación en masa de los detenidos, con la avanzada del narcotráfico y su pacto con Cristina, con un Estado persecutor de periodistas y opositores.

Atravesamos tiempos de desamparo para el sector trabajador. Políticas de ajuste que intentan legitimarse conquistando el sentido común, en medios que ya empiezan a soltarle la mano, que avizoran un resultado irreversible. Promesas de un futuro irrisorio con un presente que se destruye cada día. Horas en que los más humildes son despojados de su laburo, del pan y de la leche familiar, de la dignidad que supieron alcanzar en los años de progreso y libertad. Pero hay que estar lo más tranquilos posible. De eso depende la victoria. Una victoria a pesar de todo. De las calumnias e infamias. De las detenciones ilegales. De las listas negras de los medios. Del olvido intencional de los avances sociales del movimiento. De la inmensa tarea llevada a cabo por Perón en la Secretaria de Trabajo y Previsión. De la admiración que ganó del pueblo trabajador. De los cientos de decretos que mejoraron la calidad de vida y generaron un ascenso social, como el 15.074 que creó la Secretaría de Trabajo. De la liberación de los sindicalistas detenidos. Del discurso que constantemente revalidó la agitación como método para que las masas obtuvieran la justicia ausente en esos años. También olvidan a la multitud unida en Plaza de Mayo el 17 de octubre para pedir su liberación, tras haber sido arrestado por su labor social comprometida con la clase trabajadora.

Pero más grave aún, olvidan los crímenes que se cometieron para quitar de en medio a un gobierno elegido popularmente en las elecciones de 1952. Pasan por alto los bombardeos que causaron más de 300 muertos civiles, tras haberlos reunido en la Plaza de Mayo para un supuesto desfile militar; la proscripción del peronismo que resquebrajó la democracia; la censura con las que se beneficiaron gobiernos radicales hoy mencionados como ejemplares e impolutos por actores de intelectualidad rancia. Ni Frondizi ni Illia hubiesen llegado al Sillón de Rivadavia de no ser por ese atropello a la voluntad popular, aplastada por las botas represivas que hoy apoyan a Macri en nombre de la República. Ya lo escribió Hans Magnus Enzensberger en su biografía de Durruti: “Cuanto más trascendentales son los valores que invoca una ideología, tanto más grande suele ser la falta de escrúpulos de sus defensores.”

No entienden nada.

Nunca supieron que el peronismo es más que un partido político, que es la silueta en que se encuadra el pueblo. Son las heridas y cicatrices, las fortalezas y virtudes de todos. El peronismo es la heroicidad del tipo que se le planta al patrón, también de los que combatieron a los genocidas en la dictadura. El peronismo es mitológico, es piel y carne, es política y justicia. Es la inmensidad de una nación, la crónica del pueblo empoderado. Es la proscripción normalizada, la gestión desde el exilio, los caídos y desaparecidos por defender la soberanía. El peronismo es el asombro del medio pelo, del tilingo enfadado con el cabecita negra que veranea en la costa. El peronismo es lo católico, lo ateo, lo liberal, lo comunista, lo popular, lo extranjero. Es más que la burguesía y el círculo militante esnobista. Más que el slogan barato contra el capitalismo. El peronismo es un proyecto por hacerse en una Argentina negada a su independencia económica. El peronismo es un líder, pero también una bestia obrera, un fondo sobre el que se construyen las esperanzas del laburante.

A la simpleza de pensar que solo se sale adelante superando al peronismo debemos contraponer la idea de que es un imposible, así como uno no pensaría en pedirle a un estadounidense que supere la dicotomía de los partidos republicanos y demócratas. Porque la idea de “superar” al peronismo, tal como plantean sus detractores, es eliminarlo, anular una parte de la voluntad popular en vez de asimilarlo a su salud democrática. Si se piensa a conciencia el planteo de “superación” del peronismo debemos ver que lo que quieren sus opositores es una vuelta a años llenos de ignominia, como los días de 1976, de 1966, de 1955 e inclusive anteriores en el tiempo, a los años en los que la oligarquía, cuando no le gustaba algo, simplemente lo eliminaba, como el gobierno de Irigoyen, como a los obreros de la Patagonia o inclusive a los laburantes de Buenos Aires durante la Semana Trágica de 1919.

El endosamiento superficial de la figura de Juan Domingo Perón al fascismo es simple, estúpido de pensamiento y peligroso. No pretendemos que Infobae lo entienda. Tampoco que lo haga una historiadora que se codea con el ala gorila comandada por Santiago Kovadloff y Juan José Sebreli.

Nos basta con que lo entienda el laburante. Nos basta con dar esta batalla honestamente. Nos basta con poner un grano de arena en la transformación de nuestros valores culturales bastardeados, hasta que podamos entender, a pesar de todo, que la patria siempre va a ser el otro.

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