Literaturas

Yamila Bêgné: “Quienes escribimos estamos insertos en diálogos con la tradición argentina y también con nuestrxs contemporánexs”

La escritora publicó en 2019 su cuarto libro, Cuplá, una novela que se corre de los géneros y desliza ribetes fantásticos: El protagonista, Epifanio, regresa a su pueblo natal para las fiestas y descubre un fenómeno extraño en el espacio-tiempo.


Por Marina Cavalletti. Fotos Umar Timol

Posar la mirada en los detalles, generar arquitecturas extrañas, mostrar las huellas que el amor deja en cualquier texto. De eso y más conversamos con Yamila Bêgné, narradora de descripciones empalagosas –como ella misma indica-, creadora de Cuplá, recientemente editada por Omnívora: una novela “sobre la condición irreal del espacio” donde la ciencia convive con la literatura y donde el paisaje está tan vivo como cada uno de sus personajes.

La autora explica además que le gusta “hacer un lugar para la intuición, para lo que cae por fuera del control” y habla de la endogamia al momento de leer y escribir: “eso nos pone en contacto, y los libros se enriquecen entre sí”, afirma.


La historia que trazás en tu última novela parece inicialmente simple, pero crece y se complejiza a partir de detalles casi imperceptibles. En este sentido ¿te atrae narrar desde las sutilezas o cómo describirías tu trabajo creativo?

Hay un valor formal en lo aparentemente menor. La literatura está hecha de detalles, de particularidad, y en ese sentido creo que lo mínimo, lo pequeño, se hace especialmente valioso para la escritura. Prefiero intentar escribir minuciosamente cómo desayuna un personaje, la tensión superficial en el disco de café, la taza sobre la mesa y después entre las manos, los picos de las tostadas, el ansia en la galleta de arroz. Prefiero eso que narrar a vuelo de pájaro arcos enteros de vida. No me parece del todo errado pensar que, cuando escribimos y leemos, un día puede ser más importante que una vida; una hora, más que un día, y un momento muy preciso, más que una hora completa.

En Cuplá se combinan elementos de cierto realismo, con investigaciones científicas y el universo de lo fantástico ¿Tal vez buscás escapar a la clasificación de los géneros, elegís habitar los híbridos?

Quizás estaría bien pensar que la clasificación genérica es una construcción que muchas veces se extiende a posteriori sobre los textos, desde la instancia de la lectura. Aunque también es muy cierto que, a la hora de escribir, contamos con los géneros como marcos cognitivos y que, queramos o no, estamos inscribiéndonos ahí, o desmarcándonos. En el caso de Cuplá, me interesaba pensar de qué modo discursos que muchas veces pensamos como alejados de lo literario, el discurso científico, por ejemplo, puede deslizarse hacia el fantástico, pero hacia una forma del fantástico que prefiere callar esa condición. El viejo truco de tratar lo fantástico con el verosímil de lo real, digamos.

La maleabilidad del tiempo y el espacio pareciera ser uno de los ejes del libro. ¿Solés preguntarte o poner en cuestión estas dimensiones en tu vida o en tu obra, la flexibilidad o no de lo espacial / temporal forma parte de tus obsesiones literarias?

Cuplá empezó a partir de una frase: “El espacio no existe”. Y la frase surgió de una sensación, una que, creo, todxs hemos tenido en algún momento: esa certeza cotidiana de la relatividad tanto del tiempo como del espacio. Cómo el primero se acorta o se elonga en relación a la experiencia, cómo el segundo se anula o se potencia. Entonces, no existen; o, más bien, son categorías abstractas que heredamos de la filosofía y de la ciencia, pero que llegaron a nuestra cotidianeidad un poco por azar: podrían haber sido otras las categorías inventadas, o ninguna, y el mundo concreto no cambiaría en mucho. Me interesaba, en Cuplá, buscar de qué modo esas sensaciones extrañadas se podían traducir a ficción, es decir, a personajes, a escenas, a diálogos, a locaciones concretas.

“Me interesaba pensar de qué modo discursos que muchas veces pensamos como alejados de lo literario, el discurso científico, por ejemplo, puede deslizarse hacia el fantástico, pero hacia una forma del fantástico que prefiere callar esa condición”.


La geografía de Cuplá -rara y encendida, como reza el tango –  es tan importante como la vida de sus personajes: el archivo, su extraña plaza, la historia de su fundación, el mote no inocente  de “capital nacional del vidrio”. ¿Cómo construiste las locaciones, sus detalles y coordenadas, la combinación entre lo verosímil y lo extraño? 

La primera imagen que escribí, o que imaginé, fue la de los árboles de la plaza, podados en cubos. Y si Cuplá iba a ser una novela sobre el espacio, necesitaba uno que pudiera hablar por todos. Y si iba a ser una novela sobre la condición irreal del espacio, necesitaba uno que, como decís, cayera en esa zona intermedia entre lo verosímil y lo extraño. Puedo tener dificultades para narrar; de hecho, trabajo muy a conciencia la arista verbal de los textos porque me cuesta movilizar a los personajes y porque tuve siempre cierta reticencia hacia los verbos, vaya a saber por qué. Inversamente, tiendo a abundar en la descripción. También en ese sentido tengo que corregir y reescribir con intensidad, para que las descripciones no se coman lo demás, o para que sólo lo coman cuando sea necesario. Creo que, en el caso de Cuplá, mi empalagosa inclinación descriptiva me ayudó mucho a configurar ese pueblo y sus formantes, pero si no hubiera recorregido y editado mucho, Cuplá bien podría haber terminado siendo una novela sobre el movimiento de los árboles podados. Lo que, de algún modo, todavía es también.

Epifanio, el protagonista, parece abúlico, pero es en realidad curioso, incomprendido. Cuando finalmente se ajusta a cierta normalidad su vida se modifica drásticamente. ¿Creés que en algún sentido la novela invita a reflexionar sobre las consecuencias de renunciar a la propia identidad, de “adaptarse al mundo”? 

No lo sé, no lo había pensado. Creo, pero es sólo una lectura más, que, más que adaptarse al mundo, Epifanio vive en esa zona gris entre lo que los otrxs quieren de unx y lo que unx quiere para sí mismx. Y que, de algún modo, a lo largo de la novela intuye que muchas veces salir no está tan mal, que es saliendo, al menos un poco, que los eventos se dan. Es decir: Epifanio encuentra el núcleo de Cuplá en algo del orden de lo interior, es cierto. Pero para saber un poco más tiene que salir.

En una entrevista afirmabas que investigás intensamente para generar cuentos o novelas. En Cuplá aparece la cuestión de saber mirar, de concentrarse en una forma de hacerlo. ¿Creés que allí radica la investigación, cómo transitás ese proceso y cuánto corregís hasta el cierre de una obra? Por otro lado, ¿tu formación académica te aportó un grado más específico de metodología o investigás desde la intuición?

Pizarnik lo explica perfectamente, creo:

una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos

Mi formación académica me aportó herramientas de investigación y de lectura, sí, pero no necesariamente herramientas concretas para la escritura de ficción. A mí me sirve, de nuevo, encontrar ese término medio entre el método y la intuición. Investigo mucho para escribir, y quizás pienso demasiado. Por eso me gusta también hacer un lugar para la intuición, para lo que cae por fuera del control. Me interesa mucho eso: cómo, aunque unx piense, planifique e investigue, el momento mismo de la escritura es el que termina resolviendo los asuntos, y, a la vez, no. Por un lado, todo texto, cualquier cuento, novela, ensayo, no sería lo que acabó imprimiéndose si, por ejemplo, se hubiera terminado de escribir el día siguiente o el día anterior. Pero por el otro, la importancia de esa materialidad concreta del momento de la escritura también es muy relativa, y hasta muy pobre; a veces, muchas veces en mi caso, se escribe en la ducha, o paseando al perrito, o mirando documentales. Creo que el hecho de la escritura no es cuantificable, por eso cualquier método, incluso uno intuitivo, queda corto.

En la actualidad, en Argentina, hay una nueva perspectiva de lo fantástico, con autoras como Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Gabriela Cabezón Cámara y Ariana Harwicz. ¿Te posicionás cerca de esas autoras, a su narrativa o con qué colegas sentís que dialogás hoy?

Pudor mediante, no me atrevería a decir que estoy cerca de ellas. Por supuesto he leído sus libros, los disfruto, los estudio. Creo que quienes escribimos acá estamos sí o sí insertos en diálogos con la tradición argentina, y también con nuestrxs contemporánexs. Somos endogámicos, tanto a la hora de escribir como a la hora de leer. Eso nos pone en contacto, y los libros se enriquecen entre sí.

Publicaste tres libros de cuentos entre 2014 y 2017. ¿En qué estás trabajando hoy?

Hace poco terminé de corregir dos nuevos libros de relatos. Y ahora sigo corrigiendo infinitamente una novela. Por suerte, la cuarentena me agarró en etapa de correcciones; no sé si hubiera podido avanzar con algo nuevo.

Tu estilo connota un gran cuidado por la palabra que, en ocasiones, se vuelve poético. ¿Escribiste o quieras hacer poesía en algún momento?

Escribí algunas pequeñas series de poemas, y leo poesía. Creo que probarse en varios géneros, y claro, leerlos, es fundamental para aprender cosas que, de quedarnos en un solo lugar, quizás no se harían del todo visibles. Ir a otro género aporta la capacidad de mirar tangencialmente lo que sea que consideremos como central. Y eso, me parece, siempre es bueno.

El ámbito de lo familiar, de lo transgeneracional,  es uno de los grande puntos de Cuplá, dedicada a tu abuela. ¿Hay algún elemento autorreferencial en ella?

No, no es lo mío la autorreferencia. Pero sí está, por supuesto, el amor. Y las huellas que el amor deja en cualquier texto que unx escriba: señales del amor en la elección de ciertos objetos, en los nombres de los personajes, en las comidas que comparten, en las formas de hablarse, de no entenderse, y de quererse incluso así.



Yamila Bêgné
Cuplá
Omnívora Editora

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