La Plaza de Mayo a partir del 17 de octubre pasó a representar el espacio donde se disputan los apoyos y las recriminaciones a las políticas públicas, el que marcó las victorias y derrotas del pueblo argentino a lo largo de la historia, y el lugar de disputa que fija el rumbo que los movimientos populares delimitan.
Por Nicolás Boaglio*.
* Historiador. Miembro de Formación de Espacio Político AIRES.
La expresión popular en el espacio público
Las semanas que anteceden al 17 de octubre del 45 marcan un tanto el clima de época que se olfateaba en la vida política de la nueva Argentina naciente. En este caso, a contramano de la reconocida frase gramsciana, lo nuevo estaba naciendo frente a lo viejo que acabaría muriendo. Lo viejo, la política puesta al servicio de la oligarquía, sus negocios externos a contramano del engranaje económico-social interno: el coloniaje propiamente como política de Estado. Decía Perón ante los trabajadores de la provincia de Salta, en los días finales de septiembre: “Los trabajadores del campo y las ciudades han de unirse para vencer a la oligarquía. (…) O cae la oligarquía o caemos nosotros. Ese es el dilema”.
El 19 de septiembre de 1945 una concentración de alrededor de 250.000 personas se hacía lugar en la Plaza de los Dos Congresos y marchaban hacia Plaza Francia, con carteles y consignas contra el gobierno que acompañaban el himno de ocasión que terminaba con “Libertad, Libertad, Constitución”. Pedían específicamente “la entrega del gobierno nacional a la Suprema Corte de Justicia”. Un discurso parecido al de algunos trasnochados nietos de esa casta por estos días, esperanzados en que la Corte decida el rumbo del Ejecutivo. Volviendo a la marcha, en el final esperaba el embajador norteamericano, Braden, sonriente y exultante. Acompañaba el frente Rodolfo Ghioldi, un personaje conocido en la militancia de izquierda, precisamente del Partido Socialista y varios de sus “camaradas”.1 Como una especie de prefacio a la cuestión que engloba el peronismo – antiperonismo.
Los primeros días de octubre traían la noticia de la renuncia del Coronel Perón a sus cargos, lo cual generaría algunas manifestaciones en las calles del centro de la ciudad, que serían frustradas por la policía. También se escuchaban noticias de manifestaciones que venían de La Plata, Rosario, Bahía Blanca. Se venía gestando el descontento popular ante las presiones de los grupos de poder. El 10 de octubre Perón se presentaba ante las oficinas de la C.G.T. y pronunciaba un discurso cargado de emotividad rodeado de aproximadamente 50.000 personas. Se dirigía directamente a los obreros y escribía frases significantes para el devenir histórico (“Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos”) y los anoticiaba del último decreto que había firmado donde garantizaba “el aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico, y la participación en las ganancias”. Pequeño consuelo para un conjunto laboral que estaba aplacado de obligaciones y gozaba de tan pocos derechos. La repercusión de la renuncia, como bien lo describe Fermín Chávez, tendría su contraste en el exterior, y las acciones de los títulos de Buenos Aires en dólares y de los ferrocarriles iban en alza en las bolsas foráneas. El capital internacional estaba a salvo sin Perón en el poder.
Pero la historia daría el giro inesperado, y hay cosas que ya apropiamos. Perón preso en la Isla Martín García y el subsuelo de la patria a punto de explotar. El representante de los trabajadores en una suerte de cuarentena preventiva, idea de Sarmiento para los inmigrantes y paso necesario para ingresar puros a la París del Río de La Plata. Perón, entonces, era como la peste para una línea histórica. Lo posterior también son sucesos que incorporamos: la C.G.T llama a una convocatoria para el 18 de octubre y el pueblo impaciente se adelanta a la hora de la historia.
La inflexión del curso normal se da con la particularidad de la toma del espacio público por parte de las masas populares. La chusma toma el espacio público y lo apropia ante las miradas incrédulas del conglomerado céntrico. Las patas en la fuente pasarán a ser la postal histórica y la brújula que pondrá a las expresiones populares en el sujeto político que va a disputar el rumbo de la patria.
“Las patas en la fuente pasaran a ser la postal histórica y la brújula que pondrá a las expresiones populares en el sujeto político que va a disputar el rumbo de la patria”.
A partir de entonces, la Plaza de Mayo representará el espacio donde se disputan los apoyos y las recriminaciones a las políticas públicas. El movimiento peronista cambiaría el enfoque para siempre, porque a partir de entonces, también otras postales quedarán en el imaginario histórico. Ese primer 17 le vuelve a asignar a la Plaza de Mayo el rótulo de escenario madre del país. La Casa Rosada y el Cabildo con la mirada puesta en la Pirámide de Mayo custodiada por los pañuelos de las madres, iconografía imborrable que ha resistido tibios ataques del anterior gobierno. El espacio marcará la felicidad del pueblo y también sus derrotas. Será la postal del bombardeo nefasto del 55, que también despertará otras conciencias. Así, un joven militante del Partido Comunista da cuenta que su sentimiento no estaba representado en los festejantes de la fusiladora, ni tampoco por su partido, y apela a su memoria para entender que su afiliación al partido tuvo el contexto de una confitería del barrio norte y llevaba una “grotesca estampa de Bernardino Rivadavia”2, y que el 16 de Septiembre lo encontraría escuchando el “ni vencedores ni vencidos” de Lonardi, con agrio sabor a Urquiza. Y que en un acto pasivo se fijó entonces sobre quienes lo rodeaban: no estaban los cabecitas. A estos los encontraría lejos del centro de la ciudad con miradas hoscas, recelosas, indignadas. Y para darle un sentido a su vivencia, finaliza reflexionando que El pueblo, el auténtico pueblo, vivía su derrota.
En la posteridad la Plaza volvería a albergar la felicidad popular en el retorno de Perón, acompañará en la lucha durante la primera ronda de las Madres, recuperará la luz en la vuelta de la democracia, gritará de alegría y se vengará de la colina en la gesta maradoniana, vibrará en consonancia con los festejos del bicentenario. Pero en el medio, de igual forma, se interrumpiría con la represión del gobierno radical que huye en helicóptero y que volvería con algunos de sus representantes el día posterior a la despedida multitudinaria de diciembre de 2015, con Lombardi y Bullrich como personajes caricaturescos de una vieja política que se resiste a morir. La plaza nos encontró hace menos de un año con un peronismo decidido a limar asperezas y encauzar el rumbo que se propone como movimiento con la finalidad del pueblo como bandera, teniendo en cuenta también los pilares de Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica. Cuestiones que se han desgastado en tan solo cuatro años, y que permitieron el júbilo nuevamente de los sectores poderosos ahora disfrazados bajo el poder de capitalismo financiero.
“La plaza nos encontró hace menos de un año con un peronismo decidido a limar asperezas y encauzar el rumbo que se propone como movimiento con la finalidad del pueblo como bandera, teniendo en cuenta también los pilares de Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica”.
Como refresca Ernesto Seman, “El antipopulismo ha sido la ancha avenida desde la que se reconstruyó el país moderno y sin plaza. Y lo que generó ha sido la coalición de derecha más formidable de la historia argentina, minoritaria pero robusta. Pero minoritaria. Pero robusta”3 . A no dejar afuera algo funtamental: muchas veces el espacio es la ancha avenida, en virtud de que también, la plaza no se llena como una editorial del diario La Nación un día domingo para contentar al vecino que tranquilo en su reposera iguala a su ex presidente. La plaza no se llena fácil y lo saben. Han querido impulsar que ganaban la calle y se envalentonan con el respaldo de saberse custodiados por el poder de la ciudad que nunca los pondrá al borde de la ley, como nos tuvo acostumbrados durante cuatro años, infiltrando en marchas y también en teléfonos y redes hasta de propios.
La historia nos pondrá en el lugar de volver a ganar los lugares que tenemos como propios una vez que el letargo del confinamiento llegue a su fin. Ahí, se pondrá nuevamente la verdad sobre la mesa, y se volverán a disputar los espacios públicos. Se trasladarán las mayorías a los festejos, a las aperturas de sesiones, al 24 de marzo, los 10 de diciembre y también nuestros 17 de Octubre.
Saben que también hay un otro que expuso en las urnas recientemente en primera vuelta el desastre que gestionaron. Y también conocen que desde el ’45 y para siempre, la plaza es nuestra. Y que como dice León, La Plaza es de los años y de las madres santas / que buscan a sus hijos y los seguirán buscando / Es parte de la Historia / Es parte de la sangre. Y también, para siempre, la plaza es de Perón.
1 – CHAVEZ, Fermín. Perón y el peronismo.
2 – ORTEGA PEÑA, Rodolfo. Prologo. En Hernandez Arregui, JJ. Imperialismo y Cultura.
3 – SEMAN, Ernesto. Negro sobre Negro. Revista Panamá. http://www.panamarevista.com/negro-sobre-negro/