El Pregonero

Píparo y la farsa del relato punitivista


Por Marvel Aguilera

La embestida de Carolina Píparo y su marido – que casi causa la muerte de Luis e Iván, dos laburantes que fueron arrastrados cuatro cuadras en su moto cuando se dirigían a la famosa quema de muñecos de La Plata- y la posterior falsa acusación de un delito (que existió pero que ellos no habían cometido) con la edición de las cámaras de seguridad de por medio, revela la trama clasista detrás de los intereses que dice defender la funcionaria macrista. Píparo es una otrora víctima hoy usada por la oposición para imponer su visión cultural sobre la criminalidad. La búsqueda de una justicia parcializada que solo agrande la brecha entre los “civilizados” capaces de acceder a una defensa de privilegio y los humildes, los chivos expiatorios empujados a un sistema punitivo que los usa de carne de cañón para justificar una legislación sobre la seguridad delimitada por el estrato social y la ideología de los implicados.


Así como Blumberg sirvió a la causa del “punitivismo popular” que se extendió incluso hasta sectores que debieron sufrir con esos estigmas, la figura de Píparo refuerza la idea de un Estado policial que esté “del lado de la gente y no de la delincuencia”; una división que lejos está de querer pensar las causas de la criminalidad y realizar acciones de prevención al respecto que puedan disminuir su propagación sino que busca el amarillismo efectista del castigo intransigente, tal como hiciera Patricia Bullrich en su gestión. La mano dura y el revanchismo que solo patea para adelante las problemáticas sociales y destila un odio generalizado entre los diferentes sectores sociales, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en el poder legislativo, y también en las calles.


Píparo elige tergiversar las propias cámaras de seguridad que ella inauguró junto al intendente de La Plata, Julio Garro, Píparo elige la chicana política por sobre la responsabilidad y representación de su cargo público, Píparo evade las normas por las que juró defender su posición. Lo hace porque su rol siempre fue otro, porque su discurso es mentira, porque su gestión no es más que la extensión de una lógica que supo implementar Cambiemos en sus cuatro años de gobierno: la del gatillo fácil, la de los Chocobares, la del enemigo interno que persiguió a las comunidades originarias y mató a Rafael Nahuel, la de los linchamientos, las de las violencias contra los militantes: contra las organizaciones sociales, contra las pibas feministas, contra los laburantes extranjeros de la Ciudad de Buenos Aires.


Salir del relato punitivista es también correrse de la polarización, de la disyuntiva del punitivismo contra el garantismo, del falso consenso entre sectores que nunca será posible sin una conciencia sincera de la conflictividad; de una disputa de realidades que origine poder establecer prioridades y desarrollos. Es también pensar la comunicación desde el trasfondo de los hechos, desde las precariedades sin culpables, desde las voces de los barrios que quieren ser silenciados por el poder económico pero encuentran su resquicio para gritar.

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