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La conducta de los pájaros: redescubriendo a los fantasmas revolucionarios

En su nuevo estreno en el Teatro Calibán, Norman Briski y Vicente Muleiro reunen a través de Litero, un intelectual contemporáneo, a Rosa Luxemburgo y Manuel Ugarte para pensar un presente alternativo a este mundo capitalista cada día más asfixiante. Hermandad o nada, esa parece ser la cuestión.


Por Pablo Pagés.

En 1820 por el barrio fabril de Pancoast, en un barcito, un barbudo llamado Marx empezaba en plena Revolución Industrial a realizar un trabajo de campo que iba a ser a posteriori la mejor disección del monstruo llamado capitalismo. Nada cambió hasta la fecha. A medida que la explotación de las textiles avanzaba por todo el mundo, bajo una tenebrosa división internacional del trabajo, lo hacían también los sindicatos y gremios.

Los comienzos del 1900 no fueron más que una cruenta lucha de los sectores de derecha o los dueños de los medios de producción y sus trabajadores.

Realmente, si hoy existe algún derecho laboral, en definitiva, absolutamente manipulable, se lo debemos a los fantasmas maximalistas que se esparcieron por todo el globo diseminando un ideario que, sin lugar a dudas, fue hijo del marxismo.

Y estos fantasmas volaban como los pájaros escapando de las crudas estaciones para llevar sus cantos primaverales a otras tierras.

Por el 1821, y gracias a los descubrimientos de James Watt, Inglaterra daba los primeros pasos en un mundo que ya no iba a ser el mismo.

Porque fue en esta isla donde se cruzaron los principios del progreso y la razón para dar forma a un nuevo imperio que más tarde se llamaría “capitalismo”. Pregonaron los acaudalados y los nobles, los ricos del comercio y los poderes absolutos como el dios que los miraba. Esta novedad de máquinas y cantidades producidas, de éxodos forzados por la soberbia de los nobles, de miles de oficios en los campos como los herreros, los que trabajaban el cuero, queseros, productores pequeños de granos, panaderos extraordinarios, criadores de animales de granja, y mucho más; desaparecieron de la noche a la mañana. Se borró una cultura del trabajo por hambrunas incomprensibles, jornadas de trabajos extensos y monótonos; era, aunque sujeta a modificaciones en función siempre de la renta extraordinaria, el nuevo mundo.

“Realmente, si hoy existe algún derecho laboral, en definitiva, absolutamente manipulable, se lo debemos a los fantasmas maximalistas que se esparcieron por todo el globo diseminando un ideario, que sin lugar a dudas, fue hijo del marxismo”.


Plusvaliendo

En ese bar de Pancoast, Marx le dio forma al concepto de plusvalía. El Capital, aunque los sociólogos nieguen su paternidad, es la obra por antonomasia que da el puntapié para que se construyan los modernas y fantásticas Ciencias Sociales.

Y Rosa amaba la obra de Marx. Amaba estar viviendo en las vísperas de un debate que se iba a continuar hasta el día de la fecha. Acá, Briski pone el dedo en la llaga sabiendo que todo este epistolario revolucionario que se genera a través de Litero, un recolector de basura con intereses filosóficos que reúne mediante internet a Rosa Luxemburgo y a Manuel Ugarte.

Y tal vez ellos también cayeron en la trampa del sistema. Manejarse con dos oposiciones para neutralizarlas en su combate intestino. Porque no era tan necesario el debate de las diferencias entre los discursos de una izquierda internacional y otra latinoamericanista. Recuerdo el título del tema de King Crimson “Tres para un par perfecto”. O cuatro o veinte. Nadie aún, ni el más “bolche”, se bancaba mucho la diferencia inexistente entre revolución y subvertir el orden social de los aparatos de poder.

Es verdad, reviven un debate que tiene, en principio, la importancia del sexo de los ángeles, pero contrastado con los devaneos existenciales de Litero vuelven a tomar cuerpo sobre la vastedad infinita de las luchas por las conquistas laborales. Así, Litero, sumergido en esta contemporaneidad, trae a través de su computadora e invoca los espíritus, uno de ellos, el de la compañera Rosa Luxemburgo.

La cuestión escénica toma todo por asalto. Estamos parapetados en una cuestión epocal, donde el mundo está sufriendo una serie de cambios en su estructura primitiva de organización. Esa modernidad que se retuerce entre los lamentos de una nobleza que se está terminando de constituir en la nueva manipuladora de los antojos de este capitalismo, aún en ciernes.

Digamos que el mundo moderno se mueve lisa y llanamente por correas, motores, mecanismos de tracción que muchas funcionan a sangre. En este punto me quiero quedar tratando de encontrar todas las posibles causas que llevaron a Briski a pensar los dispositivos donde la conversación de Rosa Luxemburgo y Ugarte se dirime atada a lo simbólico, y cómo este símbolo es otro elemento narrativo dentro de la obra.

Ella, tan apasionada y tan visceral, creyente revolucionaria de todas los principios marxistas y él, por otro lado, imaginando las naciones libres que despiertan en sus hábitos culturales y amasan cada uno sujeto a sus formas étnicas su revolución, que también no deja de ser un sueño eterno, pero necesario, para caminar hacia un sueño que se ve en el horizonte.

Ella pedaleando y él también. Moviendo estructuras distintas pero que dependen de sus puntos de vista. El vehículo universal y apasionado de Rosa moviendo al mundo, o lo que se piensa que debería ser del mismo, y él, entendiendo una complejidad más costosa y difícil, pero también generosa, fugaz, bella e imposible. Ambas ven a lo lejos, pero rozan el suelo de diferente manera, se apoyan sobre diferentes puntos y sienten sus pasos de manera distinta.

Un planteo escénico que incluye siempre maquinarias, que se desplazan para dar vida a una cosmogonía con las caras de diferentes pensadores, un triciclo, ascensores, cierta iluminación precisa desde todos los frentes. Sobre la mitad de la puesta piensa en la idea o la forma, anticuada pero metida a los golpes en el tiempo presente, me hace acordar a la primera Mad Max. El territorio que ha pasado por un sacudón infernal y busca en el del desierto nuevos sitios que habitar o alguna excusa para seguir moviendo las máquinas en otro contexto.

¡Terrible desafío el de Litero!

Y sí, esta puesta tiene un compromiso con la realidad y lo político, con la militancia y las utopías. Hace tiempo que no veía algo tan fastuoso en su verba que no me resulte un plomo. Pero claro, hablamos de Briski y Muleiro, que halagos de más y de menos, han estudiado un repertorio retórico sin precedentes. En el Calibán suceden estas cosas que emergen de las cenizas de las pasiones para volver a consumarse, y así, solo así, sucede.

Perpetum Mobile

A medida que pasa el tiempo puede entenderse que Briski lleva una línea cronológica en donde los compromisos políticos van girando entre la estética y la ética hacia una profundización en la búsqueda de eso que pasó y nos delimita. Porque es muy difícil entender este presente si no se conocen las vicisitudes del pasado. Esto sucede con La conducta de los pájaros.

¿Qué sería de este país sin directores como Briski? Solo con gente que busca tratar de generar cierta empatía con el público haciendo las piruetas más desopilantes en el off porteño. Cuidando su trasero en el momento de pronunciar un discurso que abarque lo político, como primera instancia, en el desarrollo de una trama. Plagando de metáforas la escena, poniendo objetitos que participen, derramando las palabras de los Shakespeare con un atrevimiento irresponsable. Muy arriesgado para cualquiera. Menos mal que tenemos a nuestro Norman, así como unos pocos contados con los dedos, que inventan maravillas apoyados en un colectivo de personas, que crearon sin chistar en los momentos más agrios de nuestro país. Quien si no como él que sabe muy bien poner las palabras y las cosas en nuestra escena nacional, sin preocuparse por los tildes que la prensa le pueda poner. La conducta de los pájaros es una enorme construcción escénica pero, y ante todo, un arriesgadísimo libreto que no da descanso, porque su prosa es una hilarante manifestación de los puntos más álgidos de las etapas, donde hablar de revolución era castigado con la muerte, sin embargo esos fantasmas nos dan una lección de heroicidad y valentía.

Como una afirmación de sus intenciones, la carta desplegable que se le ofrece a cada público, es un laburo ejemplar de lo que debería ser un panfleto:

“Meterse de lleno en el barro desde el comienzo disipa las dudas sobre lo que se está por presenciar”


La conducta de los pájaros. Dramaturgia: Norman Briski, Vicente Muleiro. Intérpretes: Romina Richi, Federico Rodríguez Moreno, Juan Washington Felice Astorga. Vestuario: Giselle Grieco Pesce. Escenografía: Alberto Bosio, Norman Briski, Guillermo Bechthold. Música: Fito Páez. Iluminación y dirección: Norman Briski. Sala: Calibán (México 1428, PB 5). Funciones: martes, a las 20. duración: 120 minutos.

Prensa: Caro Alfonso.

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