En su cuarta novela, el escritor y ensayista Gabriel Lerman traza una indagación de la historia argentina a través del cuadro San Martin, Rosas, Perón de Alfredo Bettanin.
Por Pablo Pagés.
El retiro del cuadro “San Martín, Rosas, Perón” de Alfredo Bettanin en el Museo del Bicentenario ante el cambio de gobierno, es el punto de partida para que el profesor Atilio Diez comience a hilvanar entre sus recuerdos y empiece a recorrer no sólo las causas del traslado de aquel óleo sino los acontecimientos históricos que marcaron a fuego esa tríada allí reflejada.
La cuarta novela de Gabriel Lerman, Fuera de Serie, se traduce en un tríptico que implica una relectura de los destinos de esta inexorable patria.
El primero de ellos lo ubicamos en el contexto de una Europa expansionista. La Revolución Industrial en Inglaterra estaba en su apogeo, y los ingleses encontraron en estas tierras remotas una gran productora de lanas y maderas duras y rojas, como la sangre. Todo el sistema ferroviario de nuestro país estuvo planificado y trabajado por los ingleses mientras San Martín liberaba América Latina de las fauces de la tentación del colonialismo europeo. Pero las distancias eran largas y sus propósitos eran inmensos como el mismo Simón Bolívar.
El segundo contexto está puesto de forma estrecha, teniendo en cuenta la cantidad de sucesos que se desarrollaron hasta dar pie al hecho histórico. Hablamos de Rosas. A su manera, comprendió que para no ser devorados económicamente por tierras europeas debíamos tener el control del Río de la Plata. Este inmenso río que se abre por arriba en otros ríos que de alguna manera recorren parte o gran parte del territorio argentino. Entonces, el “Brigadier” supo que debía tener el comando de la Provincia de Buenos Aires y desde allí manejar a las provincias restantes. Porque allí entraba y salía todo. La cabeza de Goliat, la del Hamlet, la propia del mismo Brigadier. Oscuridades que más o menos llevaron su poder a lugares controversiales, donde podríamos ponerlo al lado del general Kurtz de El Corazón de las Tinieblas de Conrad. Pero alguien tenía que regentear, alguien que defendiese la patria hecha por las manos del mismo San Martín.
Con Perón nos saltamos unos cuantos años, pero es mejor así. El mundo había cambiado su forma y una Europa de posguerra necesitaba ser alimentada. Perón llegó al gobierno, en un hecho construido por sus propias manos. Gobernó con un superávit y con un PBI inaudito para la Argentina. Tenía el poder político y también económico para hacer lo que quería, y así lo hizo hasta que Europa comenzó a recuperarse. Luego apareció Evita y todos conocemos el desenlace de la historia. Pero si hay algo que decir del General fue que él llevó a la realidad las leyes laborales que venían peleándose desde hace tiempo en figuras como Alfredo Palacios o Lisandro de la Torre.
El cuadro de Bettanin reproduce estas tres etapas con lujo de detalles, con colores pasteles y buena distribución del espacio, y nos deja la intriga de lo que seguirá a semejante impronta. Pero es que en el momento que lo retiran del Museo del Bicentenario, el neoliberalismo había llegado al poder y daba pie a cuatro años que significaron una pequeña historia universal de la infamia. Una infamia que cada tanto padecemos, montada sobre el odio de una clase media hacia el ascenso social, una clase media conformada hace setenta años por esa misma dinámica.
Gabriel Lerman mantiene un tono impecable, acerca la intriga a un conocimiento vasto de nuestra historia, de manera que los significados entre las diferentes etapas vayan modificándose hacia un acertijo que quizá no tenga resolución.
Las diferentes figuras históricas de las mujeres entre estos tres períodos nos dejan en claro el protagonismo que ellas tuvieron en contextos sociales excesivamente patriarcales, donde la figura masculina iba poniendo diferentes límites y siendo parte singular y protagónica de tragedias que, por el tiempo que les daba determinada forma cultural a las cosas, no se veían como tales.
Pero este fresco expone que su protagonismo fue cambiando y por más que los hombres aún sigan ocupando en su mayoría lugares de poder cruciales, ellas están caminando hacía poner un fin a tanta barbarie masculina.
De alguna manera esta patria es femenina en su resolución gramática y como una bomba de tiempo dentro de la lengua, puede estallar, en cualquier momento, como lo hizo de manera brillante Cristina Fernández.
“Gabriel Lerman mantiene un tono impecable, acerca la intriga a un conocimiento vasto de nuestra historia, de manera que los significados entre las diferentes etapas vayan modificándose hacia un acertijo que quizá no tenga resolución”.
Fuera de Serie da vueltas sobre los significados de este país, yendo y viniendo, entre los billetes que tenían la cara de nuestros próceres y los animales de nuestra fauna. Ese es el final y el acertijo. Una historia contada desde los diálogos, el manejo de la intriga y los posibles derroteros que reafirman en cada página el tono policial narrativo que empuja el relato. Y que, por momentos, recuerdan a los monólogos lacerantes del Farmer de Andrés Rivera que, de la misma forma que Lerman, entienden que la mejor manera de contar la historia es en clave literaria.
Una gran novela hecha por un historiador que se luce en un revisionismo, pero sin caer en solemnes volteretas por las inmediaciones del espanto canónico y el olor a mustios anaqueles y rutinas que juegan en primera línea a la hora de posicionarse en las instituciones de las “Ciencias Sociales”.
Gabriel Lerman
Fuera de Serie
Hasta Trilce
2021