Basada en los textos de Juano Villafañe, la obra dirigida por Gustavo Pardi despliega un recorrido circular entre la poesía y los vínculos personales, un viaje que evoca paisajes, obsesiones y pasiones desencontradas.
Por Pablo Pagés.
La conversación infinita o la poética melancólica de un amor que no se animó a serlo o los fragmentos de un discurso amoroso. O todo esto junto.
Por lo general, la dramaturgia es una pista de despegue para que los actores laburen, ensayo tras ensayo. Acá pasa algo muy distinto, es la poesía de Juano Villafañe la que se hace cuerpo entre una impactante puesta de Gustavo Pardi. Podríamos decir que Pardi materializa un discurso poético y lo hace protagonista de las imposibilidades de cierta neurosis del encuentro imposible.
Porque hay dos posibles amantes que fracasan constantemente, porque estos dos amantes se quedan patinando sobre unas bellas palabras que dejan a todo romance como un suspiro que se pierde entre las exigencias de las poesías puestas en prosa y en escena.
“Atemporal. Cíclica, y algo disociada se presenta la puesta donde las palabras ganan el territorio de una suerte de Hamlet que deambula por los pasillos inmateriales de la memoria”.
Pareciera que el amor es un ideal imposible cargado de bellas metáforas por las cuales se deja volar el tiempo necesario para ser solo eso, tiempo y verba. Encuentro y desconsuelo. Vida y muerte. Presencia y ausencia.
Los amorosos fragmentos de un discurso.
Atemporal. Cíclica, y algo disociada se presenta la puesta donde las palabras ganan el territorio de una suerte de Hamlet que deambula por los pasillos inmateriales de la memoria. Fragmentos cargados de lírica donde la cuestión del amor y sus desvaríos toman la forma de una prosa ecléctica. Porque él siempre recuerda a ella y nos sorprende de manera disruptiva, o más bien, más disruptiva cuando otra mujer sube del público al escenario y protagonizando una intervención musical potencia el coro subliminal de recuerdos. La poética de Juano se abre y ofrece una cantidad de interpretaciones como espectadores haya.
Él sufre los desafortunados recuerdos por una sensual ella que se puede sentir y ver pero nunca tocar. La aproximación los vuelve fascinantes por su gran necesidad de estarse y no poder. Así, de esta manera, el deseo puro se forma con elegantes y poéticas frases de un autor que conocemos y que es su dramaturgo, Juano Villafañe, quien parece interpretar la mística del deseo sobrevolando versos que van a la velocidad de un colibrí de flor en flor.
Un tiempo confuso.
No puede existir una linealidad entre la evolución de esta historia cargada de dramatismo. Porque es el cóctel obsesivo y sin tiempo lo que hace de nuestra relación una fausta necesidad de llegar hasta los límites más trágicos del desapego y la oportunidad perdida. A y B son en su descomposición temporal. Es la única manera.
La repetición como núcleo poético.
Si, a lo Andrés Rivera, los sucesivos párrafos se repiten remarcando cada uno su trascendencia. En la selección de estas repeticiones, se construye una forma de historia rayana en la angustia fatal que conlleva sentir que lo amado se va otra vez pero el deseo sigue intacto.
La trampa del infinito.
Será infinito porque no se consuma. Siempre padecemos las imágenes de las ruinas de la pasión. Un círculo vicioso donde las intenciones nunca se plasman. Solo se enamora él y ella de una posibilidad que se tiene que perder para que él y ella se vuelvan un destello que viaja sin destino y sin final. Somos presos de una trampa que se construye en los límites del habla y en este laberinto diletamos sin cansancio porque si él y ella logran ser ellos en su amor, otra vez muere la historia y la trama dislocada tiene un final preciso.
LA CONVERSACIÓN INFINITA | Sobre poemas de Juano Villafañe.
Elenco: Gustavo Pardi | Trinidad Vassia | Nicole Williams | Maria Sol Pacheco
Dramaturgia y Dirección: Gustavo Pardi.
Domingos 20 hs – Centro Cultural de la Cooperación. Av. Corrientes 1543 (CABA).
