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La débil mental | Un vínculo tan asfixiante como adictivo

La obra dirigida por Carmen Baliero profundiza el vínculo endogámico de una madre e hija, una relación simbiótica, indiscriminada, donde no hay un lugar para un tercero.


Por Pablo Pagés.

La débil mental, la obra basada en la novela de Ariana Harwicz, estrenó en junio en Área 623 con dirección de Carmen Baliero. Ingrid Pelicori y Claudia Cantero le ponen cuerpo a una relación enrevesada entre una madre y una hija. El encierro y la codependencia se unen en un relato tan desgarrador y vertiginoso como fascinante.

Es una apuesta interesante. Una que hace recordar lo buen padre que pudo haber sido Musolini, Franco o incluso Hitler. O un concepto de los vínculos que bien ha sido retratado a través de la literatura en obras como Psicópata Americano de Breat Easton Ellis o las indagaciones de Capote a los asesinos de la granja en su A sangre fría.

Baliero resalta que es muy complicado pasar de una literatura a una puesta en boca. “La palabra escrita está escrita en una tipografía determinada, en un libro, en una hoja, en un color de la hoja, en una forma de tipografía en la cual los puntos y las inflexiones son gramaticales”. Sí, está en lo cierto, ya que dando vueltas la fórmula podemos advertir la teoría de Batjin que afirma que conocemos a una persona a través de sus movimientos y no tanto de sus palabras. Bueno, parece que la historia del cine se fomenta en estas categorías indispensables.

“Alejadas y solas rebotan y resisten los embates de esta realidad que las ubica como cuestiones sociales al borde de la pobreza”.


Otra vez en el santuario del arte nos figura una forma de monstruo que se desprende de lo familiar. Sí, ahí está otra vez, lo familiar se enrarece y causa terror y risas, espanto y patetismo.

La obra gira en torno al deseo femenino y también los mandatos. Además, la maternidad que no puede concretarse porque la necesidad de afecto de uno de los amantes es mucho más fuerte que la imposibilidad de cerrar un vínculo amoroso para comenzar otro. Los fragmentos no siempre encajan en el discurso del amor.

Más que un monólogo a dos voces entre los personajes, son dos voces que alimentan un fuego en la soledad infinita del invierno. Alejadas del mundo, de sí, de sus miramientos. Nos sumergimos en esta siempre insondable relación. Una madre que no sabe, no puede y no quiere ser madre. Madre e hija encerradas en un vínculo tan asfixiante como adictivo. Una relación simbiótica, indiscriminada, donde no hay lugar para un tercero.

Un amor sin salida que no puede sino desembocar en la remota ausencia del universo. Los hombres se recuerdan como fantasmas metiendo más al fondo a este dúo madre e hija en una desesperada situación de precariedad económica y social.

El presente de una madre y una hija, pulsión sexual, el amor y la destrucción. Los límites obscenos del deseo se funden en esta taxonómica manera de decir ausencia.

Pero también es necesario hacer una mirada más política. Estas dos mujeres son parte de un entremado en donde el que tiene todas las fichas es el hombre. Construímos un mundo donde el patriarcado es la figura elemental. No hay iguales entre los sexos, no hay armonía ni contemplación cuando la cuestión de sobrevivir se trata de dinero.

Alejadas y solas, rebotan y resisten los embates de esta realidad que las ubica como cuestiones sociales al borde de la pobreza. Esto es la obra, esta es la apuesta, de cómo sobrevivir a la deriva en un capitalismo vetusto y pasado de moda, pero capitalismo al fin. La débil mental permite una mirada antropológica del asunto. Claro está que los logros de la directora son cuestión aparte tanto la puesta en escena y el trabajo con las actrices.

Pero al fin y al cabo de todos los rabos esta obra deriva de la literatura y es dirigida por una talentosa música, esto debe significar algo, ya que las cuestiones semánticas y gramaticales toman un acento en un espacio de comunicación y otro en otro. Un plano diferente de aquel marcado por Harwicz en la escritura que ahonda en el trabajo diario con el texto y los personajes desde otro sentido.

Los cuerpos deseantes de la madre y de la hija son endogámicos, perversos, terribles, y por sobre todo, el espejo fracturado de una sociedad que los pone en los bordes de la marginalidad, corrompidos por la pobreza. Puertas adentro, esta composición familiar que llega a los límites del discurso, luchando por mantenerse en pie y escupiendo con acidez los rastros de la miseria de su encierro.

Imagino la desesperación por sobrevivir, se podría llegar al paroxismo con tal de seguir respirando el aroma elemental de la brisa que mueve al mismo aire.

Punto y contrapunto sí. Baliero es una gran música. Muchos hemos podido disfrutar de sus trabajos. Y, en ese vaivén, que va de la ira al perdón del sexo al ocultismo, aparece en la obra una dinámica en escena que está muy bien lograda. Eso, dinámica. La obra transcurre impecable en su laconismo.

La débil mental nos recuerda que seguimos viviendo en un mundo de mierda, atiborrados como conejos o palomas enjauladas, pagando impuestos y recibiendo día a día información del exterior que nos pone al límite de nuestra existencia.

El hombre es un lobo para el hombre siempre y cuando no podamos superar esta infancia afectiva de nuestro desarrollo humano.

Esta obra nos mira, es probable, con una mirada hiperbolizada del tema en partes minúsculas y mayúsculas de nuestra realidad. Nos familiariza con eso y eso quizá y seguro nos cause atención, porque somos nosotros los protagonistas.

Con un final trágico sí, como todos los finales que según el 18 Brumario de Marx luego se vuelven comedia.

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Idea: Cristina Banegas
Adaptación: Cristina Banegas, Claudia Cantero, Ingrid Pelicori
Actúan: Claudia Cantero, Ingrid Pelicori
Vestuario: Pia Drugueri
Escenografía: Pia Drugueri
Peinados: Luar Pepe
Diseño sonoro: Carmen Baliero
Redes Sociales: D&D
Diseño De Iluminación: Fernanda Balcells, Eli Sirlin
Fotografía: Alejandra Lopez
Diseño gráfico: Laura “chichi” Rosemberg
Entrenamiento vocal: Carmen Baliero
Asesoramiento de maquillaje: Luar Pepe
Asistencia de dirección: Ana Kowalczuk
Producción ejecutiva: Rosalía Celentano, Valentina Varela
Coreografía: Quillen Mut
Dirección: Carmen Baliero

Área 623Pasco 623, CABA.

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