La obra de Sonia Novello discurre alrededor de una pareja que vive su madurez a través de un vínculo sincero con el tiempo y la naturaleza, donde los recuerdos funcionan como disparadores del presente, y la aparición de un adolescente despertará la esencia más íntima de sus existencias.
Por Marvel Aguilera.
Si bien los medievales creían que la belleza era una propiedad trascendental del ser, la modernidad se ocupó de reducirla a un bien escaso, apenas presente en ciertos aspectos del arte. Opacada, casi como si no dependiera de nosotros alcanzarla. San Agustín, en su obra Ciudad de Dios, pensaba que todas las cosas creadas por la divinidad guardaban una belleza a través de la armonía que conformaba sus partes. Por lo tanto, la diferencia entre ser un humano de la ciudad y uno del cosmos, dependía de la capacidad de los seres de integrarse a la naturaleza. La música y las letras, entre otras artes, adquirían un nuevo sentido cuando eran tomadas como vías hacia un fin más alto, una sabiduría suprema. Comprender las implicancias del mundo era, por consecuencia, saber que el cosmos respondía en última instancia a un orden armónico que escapaba de nosotros.
En Más bello que la muerte de Sonia Novello, dirigida por Claudia Mac Auliffe, una pareja que vive afuera de la gran ciudad atraviesa sus años de vejez conectados con el esplendor de la cotidianidad: las pequeñas manifestaciones de la naturaleza que observan en su patio, el vínculo con un joven repartidor con ánimos de conocer, y los gestos simbólicos de un presente que evidencia el derrotero de sus caminos existenciales, donde la muerte es solo el suspiro final de ese aliento que supieron sostener entre brumas, deseos y lenguajes.
Axel (Alejandro Vizzotti) y Arminda (Sonia Novello) pasan las horas en el jardín de su casa, entreverados entre el follaje, el vuelo de las aves y la escritura latente que confluye en su interior. Él está enfermo y con poco tiempo de vida. Sus años transcurridos en la academia lo permearon para bien y para mal, como un hombre de pensamiento, de bases sólidas, pero cuyo hastío ha diluido su capacidad creativa. Ella lo acompaña desde la ternura pero abierta a un final irremediable. La llegada de James (Osqui Ferrero), un repartidor de carne que empieza a tener tímidamente un vínculo con ellos, será el puntapié de un contrapunto más profundo: la inyección de un lazo silvestre con la vida, donde la cadencia del presente se haga más lenta y las pequeñas acciones vuelvan a enlazarlos con la eternidad del espíritu.
“Una obra que apuesta por el ejercicio sensorial más íntimo, uno que nos muestra la armonía que hay detrás de cada gesto, de cada mirada, de cada vuelo de un pájaro”.
Los recuerdos aparecen en la pareja como fotografías almacenadas en la memoria identitaria. Nexos con una vida en pausa que afloran mediante flashbacks a partir de la llegada de James y la proximidad con una muerte que acecha sin premuras.
Es que lo que somos es también lo que no fuimos. Los hijos que no tuvimos, los libros que no escribimos, los viajes que no hicimos, las palabras que no dijimos. Y buena parte de nuestra percepción de la belleza en la vida es entender esa finitud: lo inacabado, lo imperfecto; en un mundo donde el capitalismo subyuga permanentemente una filosofía de la eficiencia.
Más bello que la muerte es una guía sobre la sensibilidad humana. Una obra que apuesta por el ejercicio sensorial más íntimo, uno que nos muestra la armonía que hay detrás de cada gesto, de cada mirada, de cada vuelo de un pájaro. Porque lo bello es un instante, pero a su vez es infinito, como la vida misma en la memoria de los que todavía nos recuerdan.
Vizzoti y Novello convergen en un dúo que juega muy bien con los ritmos y las pausas, que traducen en lo corpóreo muchas de las sensaciones no dichas: la dulzura y la pesadumbre, la magnitud y lo efímero. Por otro lado, Ferrero sintetiza esa frescura del devenir, de la sencilla forma de vivir sin la espera de retribuciones, como una deriva cálida donde todo está por hacerse.
Con una puesta escenográfica que conjuga con la armonía del texto, donde las luces también dan los tonos anímicos de los personajes, Más bello que la muerte crece desde el rumbo poético de su puesta, que resignifica lo sentenciado como ordinario para enhebrarlo en el mapa de lo atemporal, de la poesía como puente con lo sagrado.
Más bello que la muerte no es una pieza que hable de la pérdida, sino de la necesidad de asir lo más elemental de la vida para sostener a los nuestros. Una oda al transcurrir del tiempo a partir de los sentidos, de los detalles que hacen a la grandeza insondable de una naturaleza que nos permite momentáneamente habitarla.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Sonia Novello
Actúan: Osqui Ferrero, Sonia Novello, Alejandro Vizzotti
Iluminación: Mariano Dobrysz
Diseño de arte: Gabriella Gerdelics
Diseño De Sonido: ZYPCE
Operación de luces: Manuel Mazza
Fotografía: Pablo Garber
Diseño gráfico: Horacio Petre
Asesoramiento coreográfico: Debora Zanolli
Colaboración artística: Marco Riccobene
Dirección: Claudia Mac Auliffe
Compañía: De Carencia Virtú
Teatro El Extranjero – Valentín Gómez 3378 , CABA.
Funciones: Domingo – 20:00 hs.