El Pregonero

Rearmar el peronismo | La salida tiene que ser popular


Por Marvel Aguilera.

La decisión de Cristina de no competir en las próximas elecciones puede que sea vista como una frustración popular. Es probable. Un llanto ahogado de millones de almas que se quedan a tientas. Desorientadas por la necesidad visceral que va a contraluz de una voluntad que exige reflexionar. De una líder que soportó las peores bajezas del sistema judicial y sus adalides para derrumbarla.

Sin embargo, las oportunidades están para ser creadas, incluso a contramarcha del deseo de las mayorías. Porque un conductor siempre debe de pensar por encima de sus intereses, más aún cuando lo que está en juego lo trasciende, e implica el camino de reconstrucción del movimiento histórico peronista.

Porque, como bien dijo Cristina en su anuncio, la amenaza latente representa algo más que su mera proscripción, atenta contra el peronismo en toda su magnitud. Y eso no es exagerado pensarlo si analizamos el contexto en el que estamos inmersos. Es que la fatal crisis económica y política no hace más que agudizar el dolor de los más humildes, la indignación de los que viven laburando para llegar a fin de mes, el odio de aquellos que saben moverse entre bambalinas para desatar el caos social.

Lo que se avecina es oscuro. Es necesario no callarlo. Hablamos de la posibilidad de una era pre peronista, donde el movimiento sea borrado de la historia. Un presente en que la memoria sea despojada del orgullo popular más ilustre para perpetrarse en abyectos relatos contra el ejercicio político. Una nación a la deriva que solo atine a ser empujada por la inercia mercantil y el sufrimiento de quienes ven destruido el ascenso social que tanto nos supo moldear como patria.

“Porque un conductor siempre debe de pensar por encima de sus intereses, más aún cuando lo que está en juego lo trasciende, e implica el camino de reconstrucción del movimiento histórico peronista”.


Ya pasaron cuatro años del anuncio que llevó a Alberto Fernández al gobierno. Un presidente que no supo representar ni al movimiento peronista ni a los argentinos que pensaron hallar en él un equilibrio ideológico. Un mandatario repleto de necedad que eligió ensimismarse en caprichos, miserias y delirios para terminar alejando definitivamente al pueblo laburante de la identificación con el Estado y la gestión gubernamental.

El planteo de una unidad no es posible cuando la mayoría de los trabajadores quedan del lado de afuera. Cuando los que deciden siempre son unos pocos que dejan a la merced del ajuste a los laburantes que dicen representar.

Por eso la necesidad de retomar un programa peronista debe ser urgente. Pero no sólo para enamorar a los argentinos y argentinas, como señala Cristina, sino porque tener un proyecto nacional es inherente a la identidad de su historia. Un proyecto que tenga una lectura clara y aguda de la crisis que los sectores más humildes, y medios, vienen soportando sobre sus espaldas.

Para que exista un proyecto necesitamos representantes que conozcan los territorios, que hayan naufragado en el fragor de la militancia. Porque ningún programa sale de papers de académicos de bazar o consultoras que arman webs con tópicos progresistas para la gilada, sino del abordaje profundo de la realidad económica de nuestra patria, de abajo para arriba.

No puede haber un peronismo que no discuta acerca de sus recursos y la soberanía de su territorio. Es inaceptable. Y eso no se soluciona bajando línea a bases imaginarias, sino tomando real conciencia del deterioro económico y social del pueblo trabajador. Necesitamos volver a reconstruir una política de bases sociales que sean parte sustancial del proyecto.

Porque el peronismo es ante todo del pueblo, no es ni de genuflexos del statu quo ni tibixs de cuello abierto que repiten frases de Evita y se adaptan como camaleones al sistema político de turno para sostener su estilo de vida. El peronismo no es de izquierda ni de derecha, ni liberal ni progresista, ni radical ni socialdemócrata. Siempre es y será nacional y popular.

La Argentina la hacen los argentinos que laburan, los que educan a sus hijos, los que sueñan con progresar y ver, a su vez, al prójimo mejorar su calidad de vida. Y está en ellos poder animarse a transformar esa sutil privatización de la política que se gesta poco a poco.

Esa que ofrece alternativas similares, discursos narrados por escribas del poder, progresos institucionales ficticios que nos acercan cada vez más a una democracia de bajo rango. Un país manejado por hilos, cada vez más a la vista, del poder concentrado de siempre.

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