Vértices

Alejandro Vaccaro: “El acceso a todo tipo de literatura hace al crecimiento de una nación”

El Presidente de la SADE y la Fundación El Libro analiza la puesta de la Feria del Libro 2024 que dará comienzo el próximo 24 de abril, en un contexto de crisis de la industria e interrogantes abiertos respecto al destino cultural de la Argentina.


Por Marvel Aguilera y Pablo Pagés. Fotos: Eloy Rodríguez Tale.

Más de un millón de personas. Cerca de mil quinientos actos. Personalidades del mundo literario. La Feria del Libro es uno de los eventos culturales más significativos de la Argentina. Un espacio capaz de generar una confluencia de capas sociales y estratos económicos, por demás significativo. Lo popular y lo intelectual son parte de una premisa que confluye a lo largo de los 19 días en que la Feria abre sus puertas alrededor del predio de La Rural, en Palermo. Sin embargo, la inestabilidad económica, política y social que viene en ascenso durante el presente año configura un panorama singular. Un interrogante abierto respecto de las posibilidades de sostener una cadena del libro visiblemente afectada por las políticas pro mercado del Gobierno Nacional. Los embates desregulatorios, la caída en las ventas y la amenaza directa contra muchas de las bases de la industria cultural, ponen en alerta algo todavía más profundo: la destrucción de las formas de comunidad que los eventos culturales representan para miles de personas a lo largo de nuestro territorio.

¿Cuán relevante es deteriorar la capacidad de lectura de una sociedad? ¿Cómo podemos impulsar a las nuevas generaciones cuando el pensamiento crítico es el blanco ideal del discurso oficial? ¿Hay posibilidad de cultura cuando la cultura misma intenta ser vaciada? Alejandro Vaccaro es presidente de la Fundación El Libro y de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Un hombre que desde el rol organizacional, y en su carácter de escritor, conoce mejor que nadie el fenómeno de multitudes que representa la feria a nivel local y regional. Defensor acérrimo del concepto de bibliodiversidad, especialista en Jorge Luis Borges, y conocedor de los engranajes alrededor de la producción literaria, Vaccaro analiza un clima de época donde el ejercicio lector se enfrenta al desafío tecnológico, los cambio de comportamientos en la juventud, y el avance brutal de un capitalismo que mercantiliza toda forma de conexión cultural en aras de una rentabilidad mayor.

Revista ruda


Como representante de la SADE, ¿qué análisis se puede hacer del sector, de los contrastes que hubo con pandemia de por medio, y la crisis económica que hoy parece no tener techo?

El libro no se puede soslayar de lo que ocurre en el país. Es una industria más dentro de las muchas que tiene nuestro país, y desde luego todo lo que se mueve mal o bien en la economía, sacude a la industria del libro. En el mes de enero, más o menos, se registra una caída del 30% en la venta de libros. Un hecho realmente tremendo.

Yo soy escritor y soy presidente de la SADE, pero somos escritores comprometidos con la industria del libro; nos importa todo lo que pasa. No es el mero hecho de escribir un libro. Nos importa que los libros se vendan, nos importa que se exhiban. Soy además en este momento presidente de la Fundación El Libro, que es la que organiza la Feria del Libro, y es una de las vidrieras culturales más importantes de Latinoamérica. Y la verdad que estamos realmente muy preocupados.

Tenemos una experiencia nefasta reciente. En el año 2015 se produjeron en la Argentina 129 millones de libros. En el año 2018, ya en el gobierno de Macri, esos 129 millones de libros bajaron a 26 millones. Se produjeron 100 millones de libros menos, y eso es una catástrofe. Porque no es solo desde el punto de vista económico, porque si se venden menos zapatos uno dice “todos los tipos que colaboran con la industria del zapato pierden el laburo y no tienen como darle de comer a sus hijos”, y todo lo que eso implica. En la industria del libro es peor todavía, porque esto afecta a la cultura de un país. Pensemos que en cinco años se produjeron 100 millones menos de libros por año y supongamos que el 10% se hubieran leído, por decir una cifra. Son 50 millones de libros menos a los cuales nuestra juventud no pudo tener acceso y no pudieron ser leídos. Eso es una catástrofe.

Lo de la economía, se recuperará o no. Nosotros vamos ahora a una Feria muy complicada. Además, estas cifras que tenemos de enero, en febrero se intensificaron, y en marzo más. En abril se espera que la crisis esté en su pico más alto. Y en la Feria el capital más importante que nosotros tenemos es la gente que va. Metimos en las últimas dos ferias más o menos un millón 300.000 personas en cada una.

Y no todos van a comprar libros, porque no pueden. No todo el mundo puede gastar hoy alrededor de 15 lucas, pero mucha gente va porque vive en la Feria, porque les gusta, porque es una actividad cultural. Van con sus hijos o su familia. Es un lugar de paseo. Nosotros hacemos, durante los 19 días que la Feria está abierta al público, 1500 actos culturales. Y hay de todo. Una de las características esenciales de nuestra Feria es la pluralidad. Ahí están todas las ideas políticas. Nuestro único límite -como decimos siempre- es el negacionismo del terrorismo de Estado y la apología del delito, pero después hemos tenido en una sala a [Javier] Milei y a 30 metros al Pepe Mujica, y en otra a Victor Hugo con [Eugenio] Zaffaroni.

Conviven distintas ideologías y maneras de entender la vida. Y eso es una cosa importante. Por eso nosotros lo único que queremos para esta Feria es tratar de que la gente venga. Si no pueden comprar, vamos a tener promociones, vamos a tratar por todos los medios de que la gente pueda acceder a un libro. No importa que no puedan comprar, porque la economía se va a recuperar, pero si la gente no viene a la Feria, es muy difícil traerla de nuevo, y esto no es un tema menor.

¿Y crees que se va a jugar también un escenario de debate y de discusión sobre la realidad actual que nos toca atravesar?

Siempre lo fue y lo va a seguir siendo. Siempre la Feria casualmente es eso, es debate. Ha habido inauguraciones de feria con fuertes debates de ministros de la Ciudad de un signo con ministros de la Nación de otro y eso nosotros lo alentamos. Nos interesa el debate. No que se rompan sillas en la cabeza, desde luego, pero sí que haya intercambio de ideas, pluralismo. Pero la verdad es que no sé cómo vamos a llegar a abril, no lo sé, es muy difícil saber qué va a pasar. La Feria se inaugura el 25 de abril, y es impredecible lo que pueda pasar, pero lo que sí, siempre van a estar las puertas abiertas para el debate y la discusión. Eso es fundamental porque es el mundo de las ideas, sino debatimos ahí, estamos muertos.

Hay muchos estudios que marcan que los jovenes pasan entre 7 a 9 horas en redes sociales, un consumo que en otro tiempo podía llegar a ocupar el deporte, el arte y puntualmente la lectura. ¿Es un factor relevante a la hora de analizar la lógica mercantil que hoy atraviesa a las nuevas generaciones y su falta de conexión con la identidad histórica y cultural de nuestra patria?

Sí, no hay duda. Es una competencia desleal. Es muy difícil competir con un aparatito que tiene 20.000 aplicaciones, donde podés hacer de todo, cualquier cosa, como mirar películas o ver qué está sucediendo. Lo sabemos. Entonces es muy difícil. Un libro sigue siendo un libro. Y los jóvenes de hoy quieren otras cosas. Realmente pienso que de esto vamos a salir en algún momento, de esta locura de las redes sociales, pero hoy estamos metidos todos adentro. Por ejemplo Milei, ¿qué campaña hizo previa a las elecciones? No había afiches por la calle, no había nada. Lo único que le interesaba eran las redes sociales. Y la mayoría de sus votantes son jóvenes de hasta 35 años, que son los que lo consumen.

¿Pero no te llama la atención que tanta juventud criada durante años peronistas, salvo el gobierno de Macri, hoy esté tan ligada al liberalismo? ¿No hay una problemática ligada a la sociologia?

Para mí es un tema tecnológico. Mi hijo a los 11 años quería tener un iphone, ¿por qué? Porque todos los compañeros del colegio lo tenían, y uno qué puede hacer, ¿hacerlo sentir un bicho raro o incorporarlo a ese mundo? La tecnología no se pudo parar, y además está alentada por un capitalismo salvaje, que lo único que le importa es vender, vender y vender. Y no le interesan las consecuencias. Entonces, más cosas que hagan estos aparatos no se puede: podés filmar, grabar vídeos, hablar de acá a la China en dos minutos; más cosas que te ofrezca parece imposible, entonces es muy atractivo. Y cómo le decís a un pibe de 20 años “sentate a leer Guerra y Paz de Tolstoi”, en vez de que se meta a una aplicación para jugar.

Hay un libro viejo de Umberto Eco que se llama La estrategia de la ilusión, donde él ya proyectaba todo esto. Y hablaba de cómo las imágenes intervenían en el cine y en la televisión, el cuarto poder. Me refiero a que el libro en sí permite otro tipo de pensamiento: podés entender los silencios, tenés lecturas intermedias, comprendés los géneros. Con esto se entiende que la subjetividad del lector es mucho más enriquecedora que la del televidente o el consumidor de pantallas.

Tengo tres hijos y estaba cenando con ellos cuando salió el tema de Víctor Hugo y de Los Miserables. Entonces yo les digo “bueno, hay un personaje Jean Valjean, que es muy atractivo”, y mi hija del medio me dice, “sí, claro” y me cuenta del tipo. Le digo “que lindo, leíste Los Miserables”, “no papá, vi una miniserie”. Sabía más que yo del libro, pero no había leído ni una línea, lo sabía porque lo vio en el teléfono, y así podemos hablar de 20 cosas. La imagen puede más que todo, las imágenes son muy fuertes.

Volvamos un poco a la industria del libro, si bien cayó la “Ley Ómnibus”, que provocó mucho escozor en los diferentes sectores del libro, todavía hay una amenaza de que esa derogación pueda salir de forma individual, ¿qué implicaría el hecho de que no haya ningún tipo de regulación por parte de del Estado y que el gobierno tampoco tenga ninguna tipo de injerencia en el sector?

El proyecto de Ley Ómnibus intentaba derogar la Ley de Protección de la Venta a través de librerías. Esa ley establece que el editor fija un precio (PVP) de venta al público, y que todas las librerías de todo el país tienen que respetar, y da algunas posibilidades como que en una feria se pueda vender a un 10% menos. Eso hace que haya una competencia más o menos pareja. Es muy importante. Ellos querían derogar esa ley, y la derogación nos puede llevar a una “ley de la selva”. Las mismas editoriales van a salir a saldar libros a precios muy por debajo, y eso va a destruir la industria del libro.

Ahora, tampoco estamos a favor de las regulaciones, no es que hay que regular todo, eso bajo ningún punto de vista, pero en este caso hubiera sido un error; y sería hacerlo en el futuro, que se cambie esa ley, que se derogue. Después están las políticas públicas de compra de libros, nosotros por supuesto estamos totalmente a favor, porque el año pasado hubo una importante compra de libros por parte del Estado. Además, que no solo favorecen a la industria del libro, las compras se hacen a través de un comité, que no se compra cualquier libro a cualquier editorial, sino que hay estudios previos y fundamentalmente esos libros llegan a los chicos. No a las bibliotecas de los colegios, sino al chico, a la biblioteca del chico y eso nos parece muy importante. Varios millones de ejemplares de libros compró el Estado el año pasado, y eso es muy bueno,

Dejar la industria del libro liberado a la oferta y la demanda, y la demanda sin ninguna posibilidad de regulación del Estado, ¿cómo lo pensás vos?

Me parece una locura todo eso. La Ley Ómnibus parece hecha por un loco. No es la manera ni de hacer política ni de forzar cambios. En todos los actos de la vida uno siempre tiene que tener un poco de locura. Cuántas cosas he hecho y pensé “tuve que estar algo loco”, es cierto, pero eso tiene que estar acompañado por una racionalidad que permita que los hechos sucedan. La política es el arte de la negociación, no negociar es cerrar las puertas de la política. Es ceder, seguir, avanzar, retroceder. Esa es la política. Este tipo se niega a todo.

Para mí, él es la antipolítica, pero no la antipolítica cómo se podría interpretar a partir de que hay una una política anterior que tuvo muchos problemas. Uno piensa en un tipo como [Martín] Insaurraulde por ejemplo, un canalla, un cretino que viajó con una mina a Ibiza y se sacó fotos de los más groseras posibles. Ese tipo te mata a la política, porque la gente dice “estos son unos hijos de puta, son unos chorros de mierda y encima la muestran”. No solo te afanan, sino que te la pasan por la cara. Yo creo que eso hay que combatirlo, pero no como este tipo lo hace.

Muchas de las cosas que se buscó atacar por parte de este gobierno están vinculadas a la cultura, como derogar el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto del Teatro, bueno, está derogación de la Ley de Defensa de la actividad librera. ¿Eso te hace pensar que quizás la cultura puede ser uno de los nexos para volver a generar una vida en comunidad que contrarreste ciertas prácticas individuales que hoy merman a la sociedad?

Sin duda, la cultura es un verdadero motor, primero de la economía. Por ejemplo, España en el año ’92 creó el Instituto Cervantes que hoy está en 44 países de todo el mundo. En países donde no se habla español, enseñan en español. Entonces ellos llegan primero con el Cervantes, con la cultura, con el Quijote, y atrás de todo eso vienen los negocios. Cuando vos conocés ciertas cosas de ciertas sociedades, te sentís atraído por otro tipo de ofertas que te puedan hacer, qué es lo que han hecho los americanos. La Coca-Cola acá es el mejor ejemplo, ellos vienen con todo, vienen con la lengua. Nosotros vivimos con un habla que está llena de palabras en inglés, de formaciones. La penetración que han hecho con la televisión, con las series, con el cine, con todo. Acá la gente está más pendiente de las películas que ganan el Oscar que de otra cosa.

En el comunicado que en su momento habían sacado desde la SADE rechazando la Ley Ómnibus se habla del concepto de sostener la “bibliodiversidad”, ¿podés explicar de qué trata y por qué es tan relevante como para que lo mencionen desde la entidad?

La bibliodiversidad es importante. Es uno de los ejes de la Feria. Nosotros realizamos seis ferias el año pasado, no solo la Feria grande, sino que hicimos la Feria Infantil y Juvenil, la feria de Merlo, la de Malvinas Argentinas, la de Rosario, y la de Santiago del Estero. Y nosotros cuando hablamos con los dirigentes de los municipios o de las gobernaciones para organizar cada feria, una de las propuestas que llevamos es la bibliodiversidad, o sea, nosotros llevamos diferentes editoriales que ofrecen una variedad de libros de distinto tipo: científicos, políticos, religiosos, todo tipo de cosas; eso nos parece fundamental, es uno de los ejes fundamentales de la Feria del Libro.

No estamos encasillados con la novela o el cuento, hay de todo. Porque un libro es un libro, que puede ser entretenimiento, puede ser conocimiento, puede y debe ser memoria. Un libro es muchas cosas y y yo creo que la diversidad en el pluralismo está en garantizar que todos los actores de la ciudadanía participen de eso. Nuestro país es uno de los países con más librerías per cápita del mundo. Estamos entre los cinco o seis países que tienen mayor cantidad de librerías. En la Argentina hay un poco más de 1000 librerías en todo el país. Después tenemos alrededor de 400, 450 y 500 editoriales, que son pequeñas y medianas empresas. Y son muy importantes, porque esas sí tienen nichos, ocupan lugares. De golpe tenés por ahí una editorial pequeña que se dedica a libros que tienen que ver con la gastronomía y ahí tenés una variedad de cómo hacer un asado hasta qué sé yo. Y lo mismo pasa con las religiones, con los temas específicos, la física, las distintas formas la filosofía. Eso hace al crecimiento de una nación, el poder tener acceso a todo tipo de bibliografía. Y Argentina es un país que, en ese sentido, tiene muchas librerías, muchas editoriales. Después están las multinacionales, por supuesto, cadenas de librerías que, bueno, no es lo mejor que nos puede pasar. Lo digo como escritor porque a veces un escritor escribe un libro y no tiene la posibilidad de exhibirlo, porque ninguna librería se lo toma. Pero en ese sentido la Argentina es un país importante. En Brasil no se ve, vos vas a Río de Janeiro o a San Pablo y no hay libros. Acá hay librerías por todos lados, hay en el interior. Vas al pueblito por ahí más chiquito y hay una librería. Hay ejemplos de escritores que han nacido en el interior, en ciudades chicas, y han podido leer gracias a esas librerías.

También tenemos otra ventaja muy fuerte que son las bibliotecas populares que están en la CONABIP, en la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares. A la Feria nuestra vienen más o menos 1.000 bibliotecas, pero vienen a la feria a comprar libros: 1500 representantes de bibliotecas, y nosotros les damos a ellos un día específico, a la mañana, en que se abre la feria solo para ellos, donde pueden comprar por un sistema que se llama “libro por ciento”, donde compran libros con el 50% de descuento. Un libro que vale 20 lucas, lo pagan 10. Una cosa extraordinaria. Y además para los que compran libros, los bibliotecarios, tenemos ahí una oficina del correo y se despacha a la ciudad de donde son, hasta 150 kilos en forma gratuita de los libros que compraron. Le regalamos un carrito y ellos van con el carrito, van comprando los libros y los ponen en cajas que van al correo. Ahí se cierran, y se organizan para despacharlos. Se entregan y los tenés en tu ciudad. Cargar libros es horrible. Yo soy un tipo que toda la vida estuve cargando libros, no hay ciudad del mundo donde no haya comprado libros, pero son pesados, entonces imagínate si yo en cada lugar del mundo que estuve hubiera tenido la posibilidad de recorrer y comprar los libros que hubiera; una oficina del Correo adentro mismo de la feria y despachar los libros para luego tenerlos en la puerta de tu casa o en la oficina de correos de tu ciudad a disposición. Es divino, y eso no existe en otros países de Latinoamérica.

En el mundo en general también cambiaron algunos sistemas. Se dio con Amazon en Estados Unidos. Ahí vos comprás un libro y lo tenés a las 24 horas en la puerta de tu casa, vivas donde vivas, estés donde estés. Eso es fantástico también, me encantaría tenerlo, pero sería matar a las librerías.

Uno cuando piensa en la cultura, la mayoría de la gente siempre ve al referente artístico, el cuadrito de aquel, el librito que sacó aquel en Planeta, etc. Y la cultura es mucho más, tiene que ver con una cultura política, una cultura de los oficios, el ser de una nación tiene que ver con formas culturales.

Por eso también son muy importantes las ferias, porque en general la literatura no concita multitudes. A una conferencia van 100 personas. Si les regalás sanguchitos y la copa de vino van 100 personas, sino van 50. No así la música, un espectáculo de música te mete 5.000 tipos en un teatro. La literatura no, pero las ferias sí son multitudinarias. A la feria va mucha gente. El año pasado con las seis ferias que hicimos metimos 3 millones y medio de tipos adentro de un espacio donde hay libros. Y ahí tenés eso que vos decís, de golpe uno quiere comprar un libro de pintura, de cómo son las tonalidades de los colores; el calor que hay que darle para un ceramista; de gastronomía; tenés humor. Es divino. Para mí estar en la Feria es el mejor momento del año. Cuando empieza la Feria y empiezo a caminar -yo estoy todo el día ahí por razones de laburo- la vivo, me encanta. Los actos culturales que hay, pasar por los stands y decir “tengo que venir acá, que quiero ver tal libro”. Eso realmente es bárbaro.

Uno es un mero instrumento. La Fundación El Libro el año que viene cumple 50 años y eso fue el acierto de instituciones como la SADE, las cámaras de los libreros y de los gráficos, que se juntaron en el año ’74 y lograron que en el ’75 se hiciera la primera Feria del Libro con el formato este. El mérito de tipos que vieron algo y nosotros lo único que hacemos es tratar de representarlo.

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