
Por Marvel Aguilera. Fotos: Laura Pirraglia (Revista Resistencias)
Saqueo, corrupción, colonialismo y represión. El modelo destructivo nacional que implica la aprobación de la Ley Bases es el puntapié para la desaparición de todo cimiento soberano. Gran parte de la sociedad argentina ha elegido -y sigue sosteniendo- el flagelo como forma de vida: la destrucción de la pequeña y mediana industria, el desamparo de los sectores populares, la violencia institucional como mecanismo de orden, la entrega de nuestros recursos a las trasnacionales, el desmembramiento de toda contención institucional. Lo que trasluce, más allá del simulacro que ocurre en el Poder Legislativo, es la victoria del caos planificado como método de fuga y vaciamiento. Un robo a plena luz del día, ante la zozobra de un pueblo carente de representación, participación y formación política.
La patria camina rumbo a un Estado de excepción que habilita el reino de los evasores, del narcotráfico y la sumisión a los intereses expansivos de la OTAN. Milei triunfa ante el vacío opositor, repleto de canallas, burócratas, parásitos de palacio, y nostálgicos sobre-ideologizados. Mientras el pueblo se muere de hambre por la falta de alimentos, muchos siguen viendo cómo engrosar los intereses de su propio nicho político, haciendo alarde de rebeldía y épica pour la galerie. Lo cierto es que, en el fondo, anida una fuerte despreocupación por el bienestar ajeno. Todos los funcionarios buscan salvar su propio culo.
La política “moderada” es la forma encubierta de una neoliberalización de todo el sistema, y La Libertad Avanza ha sabido verlo bien, y de primera mano, gestando una batalla actuada desde la ruptura y trasgresión de los límites falaces de esta democracia liberal. El pueblo, derrumbado en sentido comunes pergeñados por los aparatos comunicacionales que irradian a toda hora con el consumo, con la ganancia y la indignación como patrones de vida, es víctima y victimario de un vaciamiento paulatino, a puchos, pero irreversible.

“La política “moderada” es la forma encubierta de una neoliberalización de todo el sistema, y La Libertad Avanza ha sabido verlo bien, y de primera mano, gestando una batalla actuada desde la ruptura y trasgresión de los límites falaces de esta democracia liberal”.
Pensar en romanticismos tales como la solidaridad y el bienestar colectivo ubican a los sectores populares en un posicionamiento pasivo, cómodo para el poder real. Ellos nos quieren dando luchas pírricas hasta agotarnos. La dinámica de sostener un modelo que pretende naturalizar las condiciones de pauperización económica, usura y desigualdad estructural. Esclavos que luchen por la sobrevivencia de los suyos a costa de un modelo de 80/20. Eso es la Ley Bases.
Porque más allá de la miserabilidad de los restos putrefactos de la Unión Cívica Radical, el periodismo ensobrado carente de todo prurito, y los “hombres de Estado” que rosquean sin escrúpulos, lo que adolece es la crisis profunda del movimiento peronista y el pensamiento nacional. Una militancia perdida en la lógica de contratos, prebendas y subterfugios estatales. Abstraída de la memoria, de la historia de luchas populares, y de las identidades que forjaron el desarrollo de un pueblo consciente y soberano.

No hay posibilidad de enfrentamiento alguno contra los tentáculos de la oligarquía y sus satélites globales cuando los supuestos líderes del espacio nacional y popular eligen especular y hacer pagar el costo político al gobierno de turno, a costa de la muerte de miles de compañeros que no reciben sus medicamentos, que son arrastrados a vivir en la calle, que deben suprimir una de las comidas del día; empujados a una vida nula, sin esperanza, salud y felicidad.
El Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) y la depredación de la economía argentina son consecuencia de un inmenso desmembramiento de la cultura de nuestra sociedad, el cual penetra en lo más profundo de los sentidos comunes: en el sueño del dólar, en la rentabilidad como palanca de ascenso social inmediato. El neoliberalismo en sus variantes ortodoxas, anarquistas y progresistas ha pergeñado una nueva dicotomía de “civilización y barbarie” que tiene como objetivo a los grandes sectores populares, sumidos en la pasividad de las normas que el propio liberalismo ha impuesto bajo el sistema democrático y sus instituciones rancias.

“Este colonialismo mercantil solo puede ser contrastado con una nueva confluencia de militancias silvestres, postergadas por los cuadros a dedo de la politiquería, que abran la participación a las bases reales de los territorios. Ahí donde lo plebeyo y el conflicto no son una fachada, sino una condición de lucha por los sentidos ganados por Milei y su ejército comunicacional”.
Este colonialismo mercantil solo puede ser contrastado con una nueva confluencia de militancias silvestres, postergadas por los cuadros a dedo de la politiquería, que abran la participación a las bases reales de los territorios. Ahí donde lo plebeyo y el conflicto no son una fachada, sino una condición de lucha por los sentidos ganados por Milei y su ejército comunicacional. Porque para confrontar al poder hay que estar dispuesto a correr los límites que el propio poder dispone, embarrar la cancha, salpicar con tierra y sudor los pasillos de la política.
Hace falta un nuevo lenguaje, quizás desde las ruinas, tal vez desde el vacío al que la desmemoria nos está llevando, que pueda interpelar a las mayorías argentinas en lo sagrado, en lo espiritual y en lo moral. Es que si Milei pretende refundar estas tierras, hay que tomar la iniciativa de que las bases, más que la apertura a los grandes negociados internacionales, sean los cimientos de la gesta de un pueblo emancipado y dispuesto a dar la pelea por su destino colectivo.