El periodista, conductor y autor de libros como Papel Prensa, El rebenque del diablo y el más reciente La casta de la crueldad, reflexiona acerca de los poderes detrás del actual gobierno: las resonancias mediáticas, las violencias naturalizadas, la patria financiera, y la necesidad de aunar sensibilidades desde el campo popular.
Por Marvel Aguilera y Pablo Pagés. Fotos: Eloy Rodríguez Tale.
En el prólogo de Operación Masacre, Rodolfo Walsh cuenta en primera persona la historia de un hombre que, de manera casual, tras escuchar las escaramuzas desde un café de La Plata donde jugaba al ajedrez, se topa con una revuelta que terminaría en tragedia: el levantamiento del General Valle en el departamento de policía de la ciudad platense, que seis meses después culminaría en los fusilamientos de José León Suarez. El periodista cuenta, desde ese lugar de testigo y narrador, que ese acontecimiento le causó un escozor tal que pensó en olvidarlo. Sin embargo, esa historia empezó a calar hondo en su sentir, una moral que lo empujaba a hacerse cargo del saber encontrado, de una verdad que necesita ser develada, puesta al servicio del pueblo, y que debía estar por encima de cualquier conformismo personal.
El camino de Víctor Hugo Morales es aquel que, lejos de quedarse con los laureles que supo conseguir como célebre relator, conductor televisivo y referente del espacio radiofónico durante décadas, ha elegido el sendero del inconformismo para plantear una discusión central frente a los poderes concentrados, las élites económicas y los medios hegemónicos de comunicación que permean el sentido común de miles de personas con el fin de sostener un modelo de país desigual y despolitizado. Con libros como Papel Prensa, Mentir a diario y La batalla cultural, entre otros, y las editoriales comprometidas que lleva adelante en el ya clásico La Mañana (Am750), Morales devela los hilos de un poder real que tiene asidero en la historia trágica de nuestra patria, en los negocios espurios del establishment económico para sostener su posición dominante, en la colonización de la subjetividad que llevan adelante los periodistas de medios masivos para sembrar el neoliberalismo en el pueblo trabajador. En Casta de la crueldad (Colihue), su último libro, se permite indagar, a través de diferentes disparadores, en los resortes detrás del gobierno de Javier Milei. En una mixtura de lenguajes entre la poesía y la política, Víctor Hugo profundiza en el poder, la geopolítica, el mecanismo de la deuda, la soberanía, el eterno retorno neoliberal, la complicidad mediática, entre otros temas; para poner en discusión los malestares de una sociedad que, desde la hegemonía de la rentabilidad como forma de vida, busca debilitarnos hasta borrar esa potencialidad que en la organización, la conciencia crítica y el bien común nos hermana como patria soberana.
Sentado en el living de su hogar, en una tarde donde el sol todavía aflora por los ventanales, Víctor Hugo responde con la sapiencia de quien sabe combinar el fervor de posiciones y el equilibrio de las ideas. En medio de la zozobra social y política que lleva a diario el gobierno en su plan de vaciamiento del Estado, destrucción del aparato productivo, licuación de los ingresos y persecución de las formas políticas que tienden al bien común, los interrogantes que aparecen en el diálogo nos llevan a pensar en los cimientos morales derruidos, en las responsabilidades sociales, el rol de la comunicación como un factor central de influencia en los destinos de la mayoría, y en la necesidad de reforzar las convicciones como modo de resistencia y disputa frente al paradigma del individuo meritocrático. Especialmente en esa convicción que abra la puerta a un desafío mayor de batallar por las ideas que vuelvan a tranformanos en un pueblo guiado por la moral del corazón, la solidaridad y el bienestar colectivo.
¿Dónde pensás que radica el comienzo de este corrimiento de los límites democráticos, culturales e incluso morales que nos ha llevado a esta situación de absoluta incertidumbre sobre nuestro destino colectivo?
Hay que recurrir a una moral que nosotros tenemos en nuestro corazón, la moral de todos nuestros aprendizajes, de todas nuestras hambrunas éticas, de todos los cuestionamientos morales que nos hemos planteado para que sea la moral del corazón la que sustituya la moral ausente en muchas manifestaciones de la vida: en el periodismo, donde estamos en bancarrota moral; en la política, donde no todos consiguen hacer pie en la cuestión moral; y en la ciudadanía. Hay una multitud peligrosa para sí misma por todo lo que nos ha pasado estos años. Por una victoria atroz en la batalla cultural de los valores de la derecha que no propugna cuestiones morales, que no es propensa a una discusión de esa naturaleza, y esto ha debilitado muchísimo lo que llamamos “la moral”. Por eso entiendo que hay que recurrir fuertemente a una moral que cada uno de nosotros tiene. No es la misma la tuya que la mía, pero seguramente se parecen, seguramente hay una fuerza espiritual. Un conjunto de valores a los que podemos apelar para fortalecernos frente a esa caída general que se da en distintos ámbitos de la sociedad.
Hay latente un discurso que incita al odio hacia los sectores más postergados y que adula a los centros de poder como si fueran héroes del sostenimiento económico. ¿Cuál creés que es el mecanismo por el cual se invirtieron estos valores?
El capitalismo es un gran triunfo cultural. La imposición de la idea capitalista necesitó de los medios de comunicación, de todo su poder comunicacional en general: de los medios, de los libros, de los canales de televisión. Si uno hace un análisis, para nada malicioso, es indudable que todos los medios son neoliberales. Sus dueños marcan una agenda neoliberal, porque ellos son neoliberales, porque necesitan del neoliberalismo y de una sociedad que piensa de esa forma. Entonces, hay una estigmatización profunda, constante, muy persistente del Estado. El Estado somos todos, es el colectivismo. Si vos no crees en el Estado, si el Estado es convertido en tu enemigo, ellos están mucho más cómodos. Con un Estado que simplemente sea un lugar donde refrendar las conquistas que ellos han logrado a través del capitalismo.
Dicho esto, estamos muy apabullados, al mismo tiempo lúcidos. Lo que nos queda siempre es la lucidez de los cuestionamientos que podemos hacer. Sabemos que tenemos razón porque no puede ser que el Estado sea el malo y los privados sean los buenos. Es imposible imaginar que colectivamente somos inferiores a una élite dominante y avara, egoísta, egocentrista, que tiene como valor fundamental el beneficio. Yo creo que hay algo antes que el beneficio, o en paralelo con el beneficio. El beneficio no puede devorárselo todo, y esta es la forma en la cual ellos han actuado durante muchos años, históricamente. Esto viene del fondo de los tiempos. Los medios de comunicación son todos de origen liberal, nacieron junto con la conformación de los códigos, de las sociedades, etcétera, pero era un liberalismo que tenía tendencia a un capitalismo que no llegara al salvajismo, que hoy día implican cualquier parte del mundo, no solamente en la Argentina. Profundizaron su ataque contra palabras como “populismo”, todo lo que sea “ismo”, pero que no sea de la derecha, que no sea neoliberalismo, está perseguido y hostigado. Y con tantos medios como los que tienen vos mirás, haces un paneo de lo que pasa en la Argentina, y casi que no rescatas, salvo pequeñas minorías, la defensa de los valores del Estado, del colectivismo, de la solidaridad, de aquello que puede hacernos mejores. Es decir, tienen que convertirnos en personas que decaigan en sus valores para poder dominarnos mejor, para conseguir incluso una forma de sometimiento no clarificada en los hechos. Un sometimiento sutil. En ese sometimiento tan invisible, ellos consiguen imponer constantemente sus valores.
Decadencia, por un lado, de los aspectos morales y éticos que rigen la vida. En los cuales puede estar ausente la solidaridad, puede estar ausente el otro, y triunfo de la meritocracia, del individualismo. Justificación del egoísmo a través de la meritocracia. Y esto va generando -quizás recién ahora voy a la respuesta- un desprecio muy grande de clase del que participa la élite y sectores de la clase agredida que, por una cuestión aspiracional o por una cuestión de conveniencias transitorias que se dan, también va contra los sectores que siente que están más abajo, hasta llegar a una forma de aporofobia, que es el desprecio final por el pobre. Aquellas persecuciones que fueron contra los negros, los judíos, los extranjeros, se han convertido en una persecución directa al pobre. Es decir, el pobre es todo aquello que fue estigmatizado y perseguido, despreciado, devaluado y convertido en una flagrante molestia para quienes ven el mundo, lo sienten en sus manos, y ven que está muy bien en sus manos.
¿Pensás que el llamado campo nacional y popular abandonó el discurso revolucionario por uno meramente reformista y eso llevó a que se desencadenara por derecha esa ilusión revolucionaria?
No es fácil sostenerlo, porque a cada rato tenemos manifestaciones muy elocuentes de resistencia. Lo que pasa es que la resistencia no tiene la continuidad y sobre todo no tiene el éxito que en algunos momentos ha tenido.Habrá que esperar, yo no me jugaría a que los valores de lo que llamamos “movimientos populares” esté hundido. Ha declinado, porque la fuerza que tienen del otro lado es sumamente grande. Una de las tendencias que se ha dado entre los que vemos el mundo de una manera bastante parecida es de todas las maneras buscar la autocrítica. Hay una búsqueda desesperada de la autocrítica, y ese es otro triunfo de la derecha. Porque enfrentando cualesquiera de nosotros a Tyson, naturalmente perdés por paliza, y luego al otro día el crítico de boxeo te dice “no, lo que pasa es que caminó mal el ring, no sacó la mano izquierda”. A vos te destrozó un poder fenomenal contra el que no podés hacer nada, encima tenés que ponerte a buscar tus culpas. ¿Cuáles podrían ser? ¿Creer ciegamente en el Estado? ¿Creer en la solidaridad? ¿Propender a que haya más justicia social, a que encontremos alguna forma o camino hacia la igualdad?
En los años anteriores a 2015, cuando para mí se dio el Estado de Bienestar en la Argentina, mientras Estados Unidos corría el Gini (el índice) hacia el uno, la Argentina lo corría hacia el cero. Fueron años en los cuales arrancamos con 0.53; 0,54 y habíamos llegado a 0.46, que es muchísimo. Son 8 décimas, pero moviéndonos dentro de un solo número, de 0 a 1. ¿Eso qué marcaba? Que se tendía claramente a la igualdad. Se triplicó la clase media, reconocido por el Banco Mundial, se le dio una calidad de vida a la gente y conquista de derechos continuada.
Eso marcó una tendencia que hizo la vida mucho más apacible, mucho más grata, sobre todo para el sector medio y ni hablar para los vulnerables. Nunca estuvieron como en ese momento. Vos pensás que con todo lo que han perseguido a la izquierda popular, con todo lo que la han herido y todo lo que se ha mentido sobre los comportamientos de sus dirigentes, se perdió la elección por dos puntos y medio. Es decir, estuvimos a dos puntos y medio de tener una sociedad completamente distinta a la que propone el gobierno neoliberal de Milei.
Esto marca que hubo una resistencia, y esto se consiguió con un candidato que a mí no me gustaba, pero que era coyunturalmente una forma de salir mejor que lo que estamos ahora. Y que era el ministro de Economía de una inflación pavorosa. Y pese a todos los valores que propugnan algunos sectores, estuvimos a dos puntos y medio de ganar. El país no sería, de diciembre a marzo, la aberración de injusticia que tenemos cotidianamente que afrontar. Quiero decir que no es fácil decir “está todo perdido”. Yo mismo soy medio escéptico de vez en cuando, caigo en la trampa de la desolación que te provoca todo lo que nos pasa, lo que nos golpean, todo lo que mienten. Pero de repente hago este análisis, muy sinceramente, de cómo las cosas pudieron ser distintas y cómo van a ser otra vez, porque estoy seguro que va a haber democráticamente -si se hacen las cosas relativamente bien- una reacción muy interesante para la próxima elección, no sé si la de término medio.
Pero cuando tengan que rendir cuentas por estos cuatro años, es muy probable que otra vez esto sea insostenible para la derecha, como sucedió en los tiempos de Macri, que terminó perdiendo las PASO por 20 puntos. Cuatro años de gobierno haciendo lo que se les antojó, porque ellos sí ejecutan el poder, porque tienen el poder real detrás. Lo que está ejecutando Milei es, ni más ni menos, lo que dijo que había que hacer la Asociación Empresarial Argentina. Invito a los lectores a que simplemente trabajen de ciudadano poniendo “12 de septiembre de 2023, AEA”, van a ver una fotografía de los grandes empresarios todos reunidos, capitaneados por dos o tres popes del capitalismo local, diciendo punto por punto qué era lo que había que hacer, que coincide con lo que está haciendo Milei. El verdadero gobierno es el poder real. El que ejecuta a nombre del poder real, el gobierno, está más cómodo que aquel que intenta desde el poder político luchar contra el poder real. La confrontación más brutal que existe es poder político versus poder real.
El poder político es el que democráticamente yo creo que vamos a reconquistar.
“Hay una estigmatización profunda, constante, muy persistente del Estado. El Estado somos todos, es el colectivismo. Si vos no crees en el Estado, si el Estado es convertido en tu enemigo, ellos están mucho más cómodos. Con un Estado que simplemente sea un lugar donde refrendar las conquistas que ellos han logrado a través del capitalismo”.
El periodismo en este último tiempo es un víctima preferida del gobierno y tiene como efecto más cruel el cierre de la agencia Télam. ¿Podemos construir una alternativa comunicacional frente al vaciamiento o hay una degradación tal de la institución periodística que hace difícil poder revalorizarla aun desde los márgenes?
El periodismo es en este momento el más grave problema que tenemos, porque aplica lo moral, lo ético y lo político. Un periodismo con intereses de defender a sus patrones está condenado a una obediencia de la inmensa mayoría de los medios poderosos a esos designios, entonces eso está perdido. El periodismo que puede refutarlo es muy débil, somos pocos. Es una contienda dispareja, pero no hay que desertar. Me parece que mientras uno tenga una herramienta a su alcance, tendrá que escribir y decir lo que siente desde esa moral del corazón, desde su convicción política. Por lo tanto, la respuesta es que sí, estamos en una situación muy triste del periodismo y hay focos de resistencia, llamitas que para crecer quizás necesitan de la implosión que ocurre en la credibilidad de los medios dominantes. El único enemigo posible para esos medios son ellos mismos: sus mentiras, sus intereses, que no toda la gente conoce. Si vos salís a la calle y le preguntás a diez personas -ejercicio que los invito a hacer- de quién es Telecom, yo creo que de diez, ocho mínimamente ignoran que Telecom es de Clarín, ignoran muchas cosas.
Cuando vos ves un título en los diarios señalando que las prepagas entraron en un abuso descomunal en este tiempo, lo estás leyendo de quienes también están abusando de las tarifas de una manera brutal, pero no lo pueden decir. No lo pueden enseñar porque son sus propios dueños los dueños de esos intereses. Lo grave del periodismo en la Argentina es que es el único caso en el mundo donde los medios de comunicación son además de funcionales políticamente a sus convicciones, lo cual no sería grave o tan grave, también responden a intereses muy directos: apetencias que no tienen nada que ver con el periodismo.
El New York Times no tiene 300 canales distribuidos en el país, el New York Times vos lo lees a las seis de la mañana, pero después todo el espectro periodístico tendrá parecidos, será neoliberal, será liberal, pero no es el mismo interés porque no está detrás de ser el dueño del fútbol, de la NBA, de las redes telefónicas, de las redes eléctricas, y hasta del arroz, como sucede en la Argentina. Entonces, esto hace inviable la posibilidad periodística.Vos fíjate que los Panamá Papers empezaron siendo perseguidos como una cosa horrenda del comportamiento económico de los empresarios, pero cuando saltó que ellos también estaban metidos, empezaron a debilitar la impresión que teníamos de los Panamá Papers. Eran graves si los tenían determinados líderes políticos (que no los tenían), y en la búsqueda que se hizo por un consorcio internacional aparecieron ellos como dueños de todo esto ¿Cuál fue el mecanismo que utilizaron? Hacer ver que los Panamá Papers no eran una cosa tan grave, hasta llegar al ministro actual de Economía, que cuando era ministro la otra vez, dijo “bueno los Panamá Papers vienen a ser como si tuviéramos una caja de seguridad de nuestra casa”. Lo minimizó. Ahora, para que él pudiera decir este disparate, esta tomadura de pelo, era necesario toda una cuestión cultural de dos, tres o cuatro años en los que continuamente se habló de los Panamá Papers cada vez con mayor debilidad, menos agresivamente, porque estaban ellos metidos, entonces el manejo del interés que no es directamente periodístico los hace muy falibles, los convierte en algo no creíble, porque la gente no sabe qué es lo que están defendiendo y qué es lo que defienden atacando a otros valores y a otras personas; ¿qué es lo que defienden cuando atacan el Estado? Sus negocios; ¿qué es lo que defienden cuando atacan a políticos estigmatizándolos supuestamente por corruptos? Que la política decaiga y que los políticos que son los que tienen que aparecer para construir poder político que confronte con el poder real sean cada vez más débiles o cada vez más adaptados a lo que ellos quieren.
Entonces, consiguen políticos que terminan siendo sus empleados en el Congreso, que funcionan como tales, y políticos cuyo poder político está debilitado por el ataque del que nunca pueden salir. Vos no podés estar defendiéndote de la corrupción y que sea mentira, e imponer tus criterios políticos. Y mucho más difícil se hace ganar una elección, porque cuando ganás una elección no tenés poder en el Congreso, porque el Congreso como la Justicia han sido coptados por esos medios de comunicación.
En ese sentido, ¿qué rol ves que está jugando Clarín en estos momento, donde incluso aparece como blanco de ciertas críticas?
Es que ahora viene un tiempo parecido al progresismo, entre comillas, de los años noventa. En los años noventa hubo progresismo de esos diarios también, porque Milei es ideal, les hace todo lo que ellos quieren, toda la basura que ellos conscienten: DNU, Ley de Bases, desregulación, devaluación. Todo lo que ellos querían, se hizo. Pero Milei al mismo tiempo es un personaje inviable, hasta por una cuestión de pudor. Y están en una posición comodísima: el tipo hace lo que ellos quieren, y cuando el tipo no lo pueda hacer más porque o pierda el gobierno en las elecciones o su propio movimiento lo eyecte para poner otra gente, fortalezca ese mundo de negocios que ellos defienden. Tienen la ventaja de que el tipo es arbitrario, es muy “raro” para decirlo de una manera delicada. Es un tipo que no está en su centro, es un provocador, es un insultador, es un hombre inestable desde el punto de vista del vocabulario, sumamente innegable, que parece que da trompadas a ciegas. Aquella imagen de él pegándole a una piñata, ese es Milei.
Por consiguiente, están en una posición muy cómoda, hace Milei lo que ellos quieren, se los deja hecho como Macri les dejó hecho a la Corte Suprema de Justicia, desde la que dominan prácticamente todo el país, porque cuando la Corte quiere se convierte en el mayor poder político al servicio del poder real. Consiguen todo eso y al mismo tiempo se permiten el lujo de ser críticos del que les está dando todos los beneficios que ellos pidieron y reclamaron dos veces, una el 12 de septiembre, la otra cuando ya estaba Milei y salieron a respaldar lo que Milei quería para el país por los cambios que implicaba y la famosa zanahoria del “déficit cero”. Milei les está haciendo un trabajo estupendo.
Estamos hablando en el día que ha echado para atrás los aumentos de las prepagas, lo cual muestra la debilidad conceptual, porque no lo puede sostener. Muestra la irregularidad absoluta y arbitraria de sus procedimientos. Con lo cual lo convierte en un personaje vulnerable a la mirada de cualquier periodista. Es decir, ningún periodista puede sostener algo argumentativo a favor de Milei. Lo que hay argumentativo a favor de Milei es el criterio neoliberal. Esto es lo que defienden los periodistas que trabajan para esos medios.
“El verdadero gobierno es el poder real. El que ejecuta a nombre del poder real, el gobierno, está más cómodo que aquel que intenta desde el poder político luchar contra el poder real. La confrontación más brutal que existe es poder político versus poder real”.
¿Crees que la noción de patria en la Argentina está en crisis? ¿Y que ese tal vez sea el filtro por el cual la aspiración colonialista emerge en muchos sectores de la sociedad legitimando el discurso de Milei?
Ellos consiguen ver una patria que es la de ellos. Una patria financiera. Es una patria que no tiene territorio, una patria de bancos, de bonos de Wall Street, de intereses internacionales. Por lo tanto, la patria está cómoda como parte de ese interés trasnacional que a ellos, a la élite, la beneficia. Por eso la moral del corazón. Nosotros, en nuestro corazón, tenemos un criterio de patria, que no es ese. Por lo menos amplios sectores de la población conciben la patria como una asociación para el bien común, el bien común que incluye a todos.
Y que lleva consigo la idea, por ejemplo, de propugnar hacia la igualdad, cosa imposible de alcanzar con el capitalismo pero que (como intenté decir antes) a veces te aproxima. Cuando yo te hablo del índice de los tiempos del Estado de Bienestar, había una tendencia a que la patria fueran todos. Era el sentimiento que prevalecía en el Bicentenario, ahora ese valor de “patria” fue destruido en el intento de corromper a quienes propugnaban ese valor de patria como algo que nos pertenece a todos.
Destruido esto, lo que predomina es el sentido de patria en términos de libertad económica, en términos de asociación con aquellos países como Estados Unidos que son forjadores de ese tipo de ideas y que, para lamentarlo todavía más, están mucho más agresivos que en otros tiempos. Han tenido épocas muy agresivas para instalar sus ideas, recurrían al golpe de Estado, pero el golpe de Estado siempre marcaba una defensa en el corazón de la gente.
En cambio, cuando se hace en democracia exactamente lo mismo en sentido económico, la defensa es más débil, porque finalmente es algo que votó la mayoría y eso es la democracia. Para conseguirlo, por supuesto, debilitaron la democracia. ¿De qué manera? Con la poca calidad de la información, con la mentira, y con la idea de que esa patria finalmente dañaba a todos, porque los hacía más infelices y lo que vale es la idea de patria de una élite. Incorporarse a una patria trasnacional, que es la pensante y capaz de alentar el progreso que algún día se derramará hacia todos. Cosa que ya sabemos no va a ocurrir nunca, porque no ha sucedido en ninguna parte del mundo.
En un momento empezaste a hablar del poder real como de una élite perteneciente a Argentina, pero hay una intención ahora de otros actores mucho más pesados, como BlackRock, involucrado en el financiamiento de Ucrania, que van a ser mucho más difíciles de desarticular a nivel social con la promesa de que todos ganemos en dólares. Desde nuestro lugar en la comunicación, ¿cómo podemos hacerle frente a esto cuando Clarín es el que pone la Corte Suprema y cuando los intereses detrás incluyen intenciones geopolíticas vinculadas a nuestros recursos naturales?
No desertar. Lo que más quiero es fortalecer las convicciones de los que ya piensan como yo. Sé que a los que les hablo cada mañana en mis editoriales o los que lean esta información y estén muy fuertemente del lado de la derecha, no van a comprar esas ideas, pero yo quiero fortalecer la convicción de aquellos que tienen un parecido y una sensibilidad común en el pensamiento político. Estar fuertes, que no nos debiliten, que no consigan más adherentes desde el campo popular. El campo popular ayudó a esto. Del campo popular salieron algunos millones de votos que determinaron cuál sería el resultado de la elección. Bueno, yo insistiré siempre en darle argumentos y elementos para pensar, recurrir a quienes piensan mejor que yo y leerlos. Entrevistarlos. Yo mismo decir muchas veces quizás lo mismo, pero como una manera de afirmarnos, de no dejar que nos penetren todavía más. Eso como primera medida, fortalecer el pensamiento común en el que yo creo y en el que millones creen.
Uno es una partícula tan solo y hay sectores fluctuantes en el mundo de la política. Milei debe tener un 20% de votantes que fluctúa, que lo hacen en función de su bolsillo más que nada, de un interés directo, porque no tienen una formación política, porque no les interesa la política, porque le han hecho no interesarse por la política, y porque ven en la política lo que la derecha quiere que veamos para que no se crea en ella. Mientras hacemos el intento de reforzar las convicciones de un sector, estamos tratando de avanzar sobre el campo de ellos, es una batalla campal en lo cultural, una batalla fuerte que hay que dar permanentemente.
Algunos en algún momento pueden, como ha sucedido, cambiar el carácter de su voto, aunque sea de su voto, más allá de profundizar en las convicciones. Y eso determinará el retorno democrático de lo que nosotros creemos y el mundo será distinto. Fue muy distinto el país hasta el 2015, una estafa colosal cometida a través de los medios de comunicación, envenenando a la población, cosa en la que todavía están. Hizo que cambiáramos lo que estaba bien, lo que era bueno para la inmensa mayoría de la gente, por algo que estuvo muy mal para esa inmensa mayoría de la gente a partir de Macri. El primer día de Macri, el país cambió.
El primer día que hubiera estado Massa (que es un candidato, insisto, que a mí no me resulta para nada entusiasmante) no sería de ninguna forma el gobierno que tenemos ahora, sería un gobierno mucho más cuidadoso del hombre común, del sector medio y del vulnerable, de esto no tengo ningún tipo de duda. Y te estoy hablando no de lo que gobernó el país desde el 2015, sino una decisión que hubo en el 2015 y que hizo muchísimo daño para la elección, que se terminó perdiendo por un punto. Es verdad, a veces nos parece que ya no hay nada para hacer, y que estás completamente derrotado, que estás en la lona para siempre, y a veces te parece que te estás poniendo de pie.Y a veces podríamos estar bastante de pie, un poco tambaleante, pero de pie, si la elección no se hubiera perdido por 2 puntos y medio como sucedió en noviembre.
Un 44 y pico por ciento votaron a un ministro de una inflación enorme, quiénes lo votaron: los melancólicos (que por suerte los hay muchísimos) de lo que teníamos hasta el 2015. Y los que viendo que con esa extracción política se podía ganar, asumieron un candidato que iba a estar necesitado de responder a lo que llamamos el “peronismo”. Que es muy amplio como término, porque hay peronismo de izquierda y peronismo de derecha, pero hay un resorte moral general. De hecho, el gobierno de Alberto Fernández ha sido mucho mejor que el gobierno de Milei. Con todo lo que tenemos para ser críticos: comparás número por número, mes contra mes, y hasta la inflación, y sigue siendo mejor el gobierno de Alberto Fernández. Las prepagas no hicieron esta salvajada a la que ellos ahora tuvieron que ponerle -vamos a ver hasta qué punto- un final, porque estuvieron contenidos, porque querían aumentar de esta manera y no se lo permitían. Es decir, mientras nosotros estábamos disconformes con razón por muchas cosas, igual había un gobierno que tenía que sustentar un tipo de valores que defiende mejor al ciudadano, de los sectores medios y hasta de los vulnerables. No hubo carencia de remedios. No hubo carencia de alimentos. Hubo problemas sociales, hubo problemas de salario, todo lo que quieras, pero era todavía un país mejor que este que derrumbó Milei en dos pinceladas.
“Fue muy distinto el país hasta el 2015, una estafa colosal cometida a través de los medios de comunicación, envenenando a la población, cosa en la que todavía están. Hizo que cambiáramos lo que estaba bien, lo que era bueno para la inmensa mayoría de la gente, por algo que estuvo muy mal para esa inmensa mayoría de la gente a partir de Macri. El primer día de Macri, el país cambió”.
Seguramente habrás visto en estas últimas semanas un montón de internas de discusiones al interior del peronismo, que pueden ser positivas en términos de discutir el programa de gobierno que debe tener el peronismo, pero ¿vos observas todavía una latencia de lo que nosotros conocimos como kirchnerismo, que todavía puede ejercer el poder de la manera en que lo hizo, o necesariamente todo esto que estamos viviendo nos tiene que llevar a quizás repensar en un espacio más amplio del peronismo o el campo nacional y popular?
Creo en el purismo, los espacios más amplios implican una negociación con quienes no están demasiado con ese purismo. Lucharía por un tipo de valores que estén muy claros, puestos sobre la mesa de la negociación con otros sectores, que es políticamente necesario para la coyuntura de la elección. No te podés apartar de eso si querés que la idea purista esté dentro de los ganadores, y después tenés que luchar: entre el purismo y Alberto Fernández, entre el purismo y Massa, entre el purismo y lo que hubiera sido Scioli. Esta vez perdió el purismo con Alberto Fernández, pero no siempre esto tendría que ocurrir. Yo creo que se podría interpretar perfectamente ese purismo ideológico y convertirlo en algo que consiga las alianzas necesarias para ganar la elección, pero sin traicionar lo que son las ideas más puras de un movimiento que cree en la igualdad, en la igualdad de oportunidades, en la educación, en la salud como valores inextinguibles.
Creo que hay algunos valores, y algún otro también puede aparecer, que sume a tener un discurso que sea penetrante desde ese tipo de valores que nosotros tenemos, por así decirlo, en nuestro corazón. Desde ya que Kiciloff me parece hasta el día de hoy un hombre confiable en cuanto al purismo de sus ideas y confiable políticamente, porque además el ejercicio de gobernar la provincia de Buenos Aires lo coloca en una situación muy interesante de manejo, de conocer el Estado. Lo que a Massa lo hacía un candidato potable era su evidente conocimiento del Estado, alguien que tiene un link instantáneo de todo lo que pasa en el Estado. Vos decís ANSES y tenés que tener la posibilidad inmediatamente de tener todos los links que van al tema de ANSES , yo creo que Massa los tenía.
Dudaba de su resistencia a la pertenencia que tiene con los factores económicos más dominantes, es decir, cuánto lo podían hostigar, cuánto podía enfrentarlos, porque sin enfrentarlos no hay camino. El purismo incluye una lucha contra el poder real y no una transacción con el poder real. El purismo es luchar por ideas igualitarias. Ellos no lo quieren el purismo. Es luchar por el Estado, es luchar por una educación pública que esté cerca de la gente, que le dé oportunidades y herramientas para estudiar.
Entonces, que Kiciloff sostenga estas ideas en su manejo de la provincia de Buenos Aires, en su discurso, y en la confiabilidad de su fidelidad a esa idea de purismo, que él mismo recorrió como parte del gobierno hasta el 2015, a mí me dan muchísimas posibilidades. Es decir, como candidato es el que ejecuta gobierno, conoce el gobierno, conoce el Estado. Porque yo por mejor que pudiera pensar, no podría manejar un kiosco, mucho menos imaginar que se puede manejar un país. No basta con las intenciones, hay que tener ejercicio, conocimiento, saber hasta cómo se redacta un papel cuando vos hacés un comunicado, cuando vos querés dar a conocimiento una idea de gobierno.
Es saber. No cualquiera puede saber. Entonces vos tenés que conseguir alguien que domine la cuestión del poder político, y que no traicione nunca ese poder político. Que no entre en el juego de temores, debilidades, que lamentablemente se recorrió los últimos cuatro años, aun con los aspectos positivos. Uno puede encontrar que hasta el 2019 fuimos muy duros, porque estábamos muy desilusionados de los aspectos que estábamos esperando que se hicieran, pero ahora con estas otras cartas sobre la mesa la situación es distinta. Quiero insistir en esto, subrayarlo, las prepagas no hubieran hecho lo que hicieron, el transporte no costaría lo que está costando, seguiríamos discutiendo en términos de favorecer las paritarias sin ningún tipo de duda. Habría una consistencia mucho mayor. El poder político se construye con credibilidad y con acción, credibilidad hubo y acción hubo hasta el 2015. Por eso la Presidenta entonces se pudo despedir de la manera que lo hizo en la plaza. Por eso se permitió decir: dejo un país incómodo para los dirigentes, pero no para la gente.