En su segundo libro, la escritora y periodista salvadoreña Michelle Recinos narra en una serie de cuentos las violencias institucionalizadas de la región que se filtran en nuestra cotidianidad, generando un clima de silencio, temor y desamparo colectivo.
Por Claudia Sobico.
*Foto de Portada: Kevin Frank (Fundación Paiz)
Sustancia de hígado, el segundo libro de Michelle Recinos, demuestra que la literatura aún conserva la capacidad de retratar la realidad, y más aún, denunciarla.
Nueve títulos componen la antología de cuentos de esta escritora y periodista de investigación salvadoreña de apenas 26 años, publicada en noviembre de 2023 simultáneamente en España y Argentina por la editorial Altamarea. Cada una de las historias relata distintos tipos de violencias experimentadas en su región, esas violencias que aparentan ser pequeñas y aisladas, pero resultan estructurales e institucionalizadas. Todas esas formas de la violencia comparten un denominador común: la cotidianidad, una costumbre que por repetida deja de sorprender, pasa desapercibida, y, por tanto, es aceptada con sumisión.
Desde una crítica cultural, escribe Layla Martínez en el prólogo, podríamos asociar este comportamiento de la sociedad como una consecuencia de la espectacularización de la violencia que vivimos hace décadas, convirtiéndola en objeto de exhibición y consumo hasta los límites de la indiferencia:
“Nos hemos acostumbrado tanto a las descripciones pormenorizadas de masacres y descuartizamientos que nos aburren un poco”.
Me pregunto, además, si esta falta de reacción que cuestiona la escritora se deba también a las medidas represivas extremas que toman algunos gobiernos de Centroamérica con el objetivo de aleccionar y callar al resto de los ciudadanos y ciudadanas.
“Cada una de las historias relata distintos tipos de violencias experimentadas en su región, esas violencias que aparentan ser pequeñas y aisladas, pero resultan estructurales e institucionalizadas”.
En “Encargo”, una conversación telefónica entre una clienta y un carpintero expone la lejanía entre dos mundos absolutamente ajenos entre sí dentro de los paradigmas propuestos por un modelo capitalista agudo. Ella exige, desde su casa con seguridad privada, rodeada de frutos deliciosos y preocupada por la prolijidad de sus uñas. Él acepta, siempre educado, calmo y aparentemente inmutable, mientras que en ese mismo momento “la gloriosa Fuerza Armada” se lleva detenido a su hijo, también carpintero, a los golpes. Se lo acusa de “andar protestando”. La clienta, a su vez, enciende el televisor y ve el “peligroso operativo” que, según relata el periodista, se encarga de “capturar criminales que atentan en contra de la integridad de los ciudadanos de buena fe”.
Otros relatos evidencian los abusos que, dentro del sistema patriarcal y capitalista, son sufridos por las mujeres en particular. En “Casting” un grupo de empresarias compran un bebé a una mujer pobre. Buscan una imagen angelical para convertirla en ícono publicitario. En “Andrés 3000” las imágenes compradas serán las que muestren, a todo color, las flagelaciones ejecutadas por un ex a una mujer. La violencia patriarcal institucionalizada e invisibilizada también está presente en “Daisy Miller” con una naturalidad y cotidianidad escalofriantes. Una abuela denuncia en la estación de policía de su barrio que publicaron una fotografía de su nieta menor desaparecida hace nueve meses en la página central de una revista de chicas desnudas. Los policías se miran, sonríen. La abuela debe conservar la calma y rogarle a algún dios, si es que aún tiene alguno a mano, para que se ocupen de buscarla, entre tantas otras chicas desaparecidas cuyas fotografías cuelgan en la pizarra de la estación de policía.
“Una gris fotografía ocupa la totalidad de dos páginas al final del libro, muestra una enorme oficina open plan, con más de cincuenta boxes, cada uno con una computadora y un operador/a, uno al lado del otro. No se escucha el murmullo monótono y contenido, ni la repetición de un guion estudiado y obligatorio, como un rezo, pero se puede intuir el temor compartido a una autoridad divina, lejana y desconocida, temor a ese poder infranqueable y a su represalia”.
Otro de los temas que se despliega en varios relatos es la explotación del trabajo de telemarketer ofrecido por empresas multinacionales. Ese que se terceriza en este sistema globalizado donde es más rentable emplear ciudadanos de países en situaciones socioeconómicas desfavorables (¿o debería decir desesperantes?) y así ofrecer condiciones de trabajo esclavo. Una persona en Centroamérica responde las llamadas de soporte técnico en Estados Unidos y que ¡Por favor no se le note que es mexicano! ¡Que por favor el cliente no se queje! ¡Que por favor no pida hablar con el supervisor! Una gris fotografía ocupa la totalidad de dos páginas al final del libro, muestra una enorme oficina open plan, con más de cincuenta boxes, cada uno con una computadora y un operador/a, uno al lado del otro. No se escucha el murmullo monótono y contenido, ni la repetición de un guion estudiado y obligatorio, como un rezo, pero se puede intuir el temor compartido a una autoridad divina, lejana y desconocida, temor a ese poder infranqueable y a su represalia.
El régimen de Nayib Bukele en El Salvador y las consecuencias padecidas por su población son sin duda el material de escritura para Michelle Recinos que, por un lado, fue premiada en España en dos oportunidades por su literatura y, por el otro, censurada por su gobierno.
La literatura de Michelle Recinos, a diferencia de las traducciones de Anagrama ofrecidas en su región, casi como única opción de lectura, intenta y logra construir una voz con color local que narra su propia realidad, que provoca cierta identificación en sus lectores y les invita a hacerse preguntas.
La escritora cuenta que el lenguaje periodístico no le alcanza para contar la realidad que está viviendo porque este exige notas cortas y urgentes. La escritura literaria le da (nos da) la posibilidad de detenernos y pensar(nos).
Ojalá Sustancia de hígado se convierta en un relato que actúe sobre sus lectores como la misma bilis. Una sustancia indispensable que descomponga y elimine, a modo de secreción, lo negativo de la humanidad en inminente estado de descomposición.
Michelle Recinos
Sustancia de hígado
Altamarea
2023