En su reciente libro, Escribir la noche (Bitácora de sueños), la poeta argentina se sumerge en el mundo de los sueños y las derivas de la nocturnidad para construir un relato reflexivo sobre lo onírico y las lecturas que supieron abordarlo.
Por Laura Bravo. Foto de portada: Leandro Surce
“¿Debemos realmente arriesgar la tentativa de comparar al poeta con el hombre “que sueña despierto”
y compara sus creaciones con los sueños diurnos?”
Sigmund Freud
“Un sueño es una crisálida. Un capullo que pende de una morera”
Bárbara Alí
Desde antaño, los sueños generan curiosidad, despiertan afanes interpretativos y constituyen una innegable materia prima de creación artística. Los libros sagrados, el psicoanálisis y el surrealismo abrevan de sus fuentes al tiempo que ofrecen claves para decodificarlos o reelaborarlos.
Conocedora de buena parte de esta tradición, Bárbara Alí, en su poemario Escribir la noche (Bitácora de sueños), pone en juego un campo semántico colindante a las derivas de la nocturnidad para describir nuestra incertidumbre frente a este enigma: “Tanteo como ciega ante la bruma”, asegura la escritora.
Un istmo de intuiciones conecta una trama de microprosas. La vigilia, las pesadillas, las ensoñaciones, los ruidos que escuchamos cuando todo se silencia, esas experiencias habituales producen identificación, afinidad, perplejidad compartida, quizás porque como explica Alí: “El sueño implica una entrega, una confianza temporaria en la muerte”.
El adivino Tiresias, Giorgio de Chirico, Sigmund Freud, entre otros, transitan el poemario como exégetas naturales de esas zonas grises. Las ideas y las elecciones, tanto teóricas como estéticas, acompañan a la poeta por limbos tan desconcertantes como deliciosos.
A propósito de la reciente edición de Escribir la noche (Mandrágora), conversamos con la autora para conocer algunos pormenores del proceso de escritura.
Empecemos por un lugar común, ¿cómo surge el libro? Lo pregunto porque es frecuente pensar en escribir los sueños por la circunstancia que fuera: terapéutica, rutina personal, entre otras; sin embargo, pocas veces esa expectativa se concreta.
La idea original era hacer un registro de mis sueños intentando encontrar una lógica, algo que los una y me permita construir un relato o una red de significación: Lo que ocurrió es que, la mayor parte de las veces, no recordé mis sueños, entonces me empecé a hacer preguntas en relación con la actividad del sueño, qué pasa cuando soñamos, quiénes somos del otro lado del sueño. Pensé en el paso del sueño a la vigilia como un acto de traducción, contar un sueño también es un acto de traducción. Luego empezaron a surgir preguntas del orden de lo reflexivo-filosófico en torno al sueño y me puse en contacto con lecturas, me empecé a sumergir en ese universo. Finalmente, lo que quedó, es más una reflexión sobre el mundo onírico y la noche que un diario de sueños.
El libro contiene numerosas referencias, ¿cómo seleccionaste ese corpus?
El corpus de referencias que aparece en Escribir la noche responde a esta búsqueda que tiene un componente azaroso. Me estaba haciendo preguntas y empecé a leer diferentes materiales, un libro que me iluminó fue La inteligencia del sueño de Anne Dufourmantelle. Además, La noche de Al Álvarez; El alma romántica y el sueño de Albert Béguin. También Insomnio de Marina Benjamín, poesía de Mary Oliver, de Susana Villalba, materiales que, en algún punto, ya venía recorriendo. Quizás el libro se haya empezado a escribir cuando las lecturas dejaron una especie de huella en mi percepción.
También aparece Bachelard.
Bachelard fue relevante en el tiempo en que se engendraron estos textos. El aire y los sueños y El derecho de soñar fueron dos libros que me contagiaron la inquietud por lo onírico como espacio/tiempo donde aparece un lenguaje que intenté traducir al universo de estas prosas. Por otra parte, algo de ese tono tan poético que aparece en su escritura alimentó la mía.
Encuentro una alusión al Triángulo de las Bermudas en Memoria Fantasma y en este poemario. Ambas parecen parte de una misma búsqueda o de un modo de nombrar lo inexplicable. ¿Qué implica para vos esa metáfora?
La alusión al Triángulo de las Bermudas no es para nada consciente. De hecho, me acabo de dar cuenta de la presencia de ese elemento en Memoria Fantasma y en Escribir la noche. Pienso que lo bueno de las lecturas es que nos devuelven algo que no sabemos del todo porque, de alguna manera, toda lectura implica un acto de reescritura del texto. Y, como no es del todo consciente, no sé muy bien qué simboliza o qué implica ese elemento, pero tal vez tiene que ver con una especie de punto ciego del lenguaje, con lo inefable. O bien, con lo que queda por fuera de la voluntad de decir, aunque esa forma de decir exista como un deseo de agotar algo vinculado al significado, siempre hay un resto que no se puede asir. Creo que encontré esa metáfora para dar cuenta de ese punto ciego, de algo que desaparece de golpe, de manera inexplicable y para lo cual no alcanzan las palabras.
¿Por qué optaste por la prosa, a veces híbrida, en esta oportunidad?
La elección de la prosa se vincula al deseo de registro inicial de los sueños, que luego se fue transformando en dejar constancia de los distintos pensamientos o las diferentes reflexiones en relación con la experiencia del sueño y las lecturas sobre ese universo. La elección de la prosa tiene que ver con que hay, por un lado, una voluntad de reflexión vinculada con el ensayo y, por otro, está el registro de los sueños en el devenir del tiempo, similar al formato del diario.
Salió tu primera novela hace poco. ¿Cómo viviste el pasaje de género? ¿Influyó la trayectoria que tenés en la poesía o fue una experiencia absolutamente novedosa?
Con El mar dentro del cuerpo (Editorial Golosina) viré un poco hacia el lado de la narrativa. Digo un poco porque es una novela absolutamente poética, me gusta pensar que es la novela de una poeta. Esa elección tiene que ver con que el formato poema, más cuidado y más minimalista, no era del todo apto para recepcionar algo que, inconscientemente, se daba de un modo más desbordado y que necesitaba salir así. Entonces, recurrí a la escritura de narrativa que pudo dar cuenta de todo ese impulso y que después, por supuesto, se fue transformando a partir de las sucesivas correcciones. En ese momento, la escritura narrativa me daba más libertad.
Dos libros en un corto tiempo. Sin dudas hay un gran trabajo detrás. No obstante, es un momento en que la baja venta de libros por la recesión y la ausencia de políticas culturales que acompañen a los pequeños emprendimientos editoriales genera preocupación.
Estamos en un momento complejo porque la cultura, entre otras cuestiones como la salud o la educación, está siendo atacada terriblemente. No hay que resignarse, porque es justamente eso lo que busca este gobierno nefasto, hay que armar alianzas y redes, sostener espacios de resistencia y lucha.
Bárbara Alí
Escribir la noche (Bitácora de sueños)
Mandrágora
2024