Por Marvel Aguilera. Fotos Eloy Rodríguez Tale.
Vienen por todo, también por nuestros viejos. El avance de la aniquilación oligarca siempre es con represión, muerte y ruinas. Las advertencias pasaron a las normas de violencias institucionalizadas defendidas por el mercado y sus adictos mediáticos.
El gobierno de Javier Milei es un gobierno salvaje, cobarde y perverso, cuyo único fin es terminar de instalar la lógica transnacional y el saqueo sistemático de los recursos en cada uno de los sectores claves de nuestra producción.
La fanfarria represiva hoy llevada adelante contra los jubilados y los trabajadores que acompañan su lucha por un mísero aumento, negado por el aparato de gobierno y los mercenarios útiles del radicalismo, es el intento repetido de Santiago Caputo y la mesa chica libertaria de estigmatizar la política como herramienta de transformación democrática. La negativa del aumento y la resistencia al famoso déficit cero es solo una puesta en escena más de su gobernabilidad simulada.
“Sin medicamentos, sin movilidad jubilatoria, sin atención pública, sin vacunas, sin subsidios, los viejos se ven obligados a ser la punta de lanza, una vez más, como en el 2001, de una lucha popular por sostener lo poco que queda de una Argentina devastada”.
En medio del “ajuste más grande del mundo”, el cual llevará en lo inmediato a nuestros sectores populares al colapso, gran parte de la oposición política sigue envuelta en discusiones palaciegas sin un atisbo de horizonte para salir de una situación desesperante y crítica para los trabajadores.
Javier Milei aborrece la envestidura presidencial y sigue buscando construir una identidad externa internacional que sostenga las endebles improvisaciones económicas de Toto Caputo y un plan que avanza drásticamente hacia un congelamiento de los salarios y aumentos sin límites de las tarifas de servicios. El terreno está preparado, y los jubilados sobran en la lógica liberal.
Sin medicamentos, sin movilidad jubilatoria, sin atención pública, sin vacunas, sin subsidios, los viejos se ven obligados a ser la punta de lanza, una vez más, como en el 2001, de una lucha popular por sostener lo poco que queda de una Argentina devastada.
La patria y el pueblo trabajador han entrado en un declive lesivo y doloroso que escapa de hechos puntuales para transformarse en una condición, un mal conocido que no permite hacer resurgir ni nuevas militancias ni organizaciones masivas que permitan transitar las injusticias mayoritarias que nos atraviesan.
La frustración de la política ha fortalecido una Argentina mentalmente liberal y conservadora, dónde la represión se conjuga con el cipayismo más recalcitrante. Las ideologías reprimidas por los palos y el cotidiano bombardeo mediático reviran en términos de discursos neofacistas apartidarios, en reyertas simbólicas administradas por el odio, el racismo y el individualismo.
En ese contexto, el peronismo y el movimiento trabajador deberán luchar no solo por sus derechos amenazados, sino para poner en jaque una democracia liberal y ficticia en donde el sistema político es rehén y cómplice de las necesidades oligarcas. Sin organización y sin dar la cara masivamente por los jubilados, será difícil dar ese paso.