
La poeta argentina radicada en Chile publicó su primer libro de cuentos, Niñas Pirómanas, por Hasta Trilce. Una serie de relatos donde las intervenciones de la realidad configuran una ficción que soslaya la penumbra de los miedos más íntimos de nuestra cotidianidad.
Por Laura Bravo.
Mis posibilidades en la vida: soy pobre, tengo un cuerpo común, la piel tostada por el sol y el viento caliente, el pelo chuzo y la cara de gata asustada. Siempre mugiendo. Cara de india, cara de limpiar la mugre de gente rica. No tengo fuerza en la musculatura para mover balanzas. A duras penas pude besar un cuerpo tibio, tocarlo con la punta de la lengua y quedé exhausta.
Dana Lima – Niñas pirómanas
Lo raro, lo hostil, se abre paso con naturalidad en Niñas pirómanas, el libro de cuentos de Dana Lima editado por Hasta Trilce. Los límites de la lógica dejan al descubierto resquicios por donde gotea la oscuridad e irrumpe una violencia morosa aunque persistente. Estamos ante una literatura inclasificable (por ende incómoda) que se manifiesta, entre otras tantas maneras, en relatos interceptados por notas, guiones y artefactos del mundo online que proponen diálogos e interactividades nuevas.
Por fuera de los racionalismos tradicionales, apelando a una sólida construcción de atmósferas, la autora nos habla con voz contemporánea de situaciones complejas como los vínculos, la salud mental, la muerte. La voz narrativa de Lima transmite, a lo largo de los ocho cuentos que componen la obra, la inocencia, el desconcierto y el pavor que nos conectan con los miedos nocturnos, los animales extraños, los fuegos.
Los relatos de Niñas pirómanas interpelan nuestras representaciones de la realidad, lo hacen desde el filo de escenarios cotidianos, desde los márgenes de lo que interpretamos como vida estándar. Esta operación permite la exploración de retos existenciales o angustias inenarrables por medio de eventos que ocurren en el soslayo o bien acechan agazapados en los haceres automáticos.

Sos poeta. ¿Cómo fue el pasaje de la poesía a la prosa? ¿Hubo una transición? ¿O escribías prosa y poesía al mismo tiempo y, recién en este periodo, surgió la oportunidad de editar cuentos?
El pasaje de la poesía a la prosa fue medio forzado. En algún momento quise empezar a explorar otros géneros para buscar procedimientos que me sirvieran en mi escritura poética. Estoy viviendo en Chile, hay un taller famoso, como el taller de Liliana Heker en Argentina, es el de Pablo Simonetti, todos los autores de narrativa que publican, que son reconocidos en la actualidad, pasaron por ese taller. En 2017, en una convocatoria, la propuesta era postularse con un cuento, no se pagaba, Simonetti te elegía. Quise intentarlo, nunca había escrito narrativa, escribí un cuento, lo envié y quedé seleccionada. Lo bueno de entrar a ese taller es que me vi obligada a mantener el ritmo de escritura porque siempre tenía que presentar material. Muchos de los cuentos que publiqué en Niñas pirómanas están escritos en ese lapso, los dos años y medio que estuve en el taller. Fue brusco el cambio. Lo que más me costó, cuando tuve que pensar en narrativa, es que estaba acostumbrada a escribir de forma más sintética: Cuando una escribe poesía piensa más en imágenes, en la narrativa hablábamos de desarrollar un personaje con sus conflictos, de tramas, de cerrar círculos, de que no quedaran tantos cabos sueltos. Ese taller me ayudó muchísimo porque se trabajaba con retroalimentación del escritor y de los compañeros. También la lectura, creo que leer es el eje de cualquier escritor, ahí se aprenden los procedimientos de escritura a través de lo que escribieron otros.
Aparecen algunas citas y menciones diseminadas en al libro, ¿cuáles son tus referentes en la literatura?
Muchos, voy a nombrar los que me inspiraron durante la escritura de este libro porque me ayudaron a encontrar el norte de lo que estaba haciendo. Una es Banana Yoshimoto, una autora japonesa que me encanta, también leí a Mónica Ojeda, Las voladoras es un libro bellísimo, además de Julia Armfield y Shirley Jackson. Cuando estaba terminando el libro, leí Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez. Leí bastante poesía de género, poesía orientada al terror, Luis Felipe Fabre también fue una ayuda, un libro que se llama Poemas de terror y misterio.
¿Algo más que te haya rondado en ese tiempo?
Sí, leí a Nona Fernández, una escritora chilena, a María Luisa Bombal, siento que ella influenció muchísimo mi escritura narrativa. Me quedo ahí, creo que podría seguir la lista. Respecto a las citas, una es de María Negroni y la otra de Roland Barthes, justo en el momento en que estaba escribiendo el libro leí ese poema de Negroni [Diálogo con Gabriel III (inframundos)] y me hizo mucho sentido porque siento que mis personajes son pasivos, son más de estar observando lo que sucede que de intervenir en las situaciones, se repliegan en sí mismos, dije “sí, es esto”, todos tienen esta característica, no son tan activos a la hora de enfrentar sus propios conflictos o los conflictos externos.

¿De dónde surgen tus historias?, ¿de narrativas circulantes?, ¿de la imaginación?, ¿de vivencias? Pregunto porque en los agradecimientos aparece tu papá como eventual fuente de argumentos.
El protagonista de Luci existió; ese hombre tenía una alpaca y pidió ser cremado con el animal. Eso generó todo un revuelo en la familia porque, claro, es carísimo cremar un cuerpo, imaginate dos. Así que cuando papá me lo contó dije “esto merece ser escrito”, no tuve la oportunidad de conocer al hombre, aunque creo que le hice un tributo en ese cuento. Con el resto de las historias generalmente sigo pensando como en mi escritura poética, vienen imágenes, leo muchas noticias random, leo blogs. Me pasó, por ejemplo, con el cuento Melodrama, leí una noticia acerca de una casa que se había prendido fuego, una persona sacó a otras dos que estaban adentro pero se ahogó y falleció, no era tanto la anécdota sino la foto que habían tomado de la casa quemada, esa casa se me vino a la cabeza y empecé a tirar el hilo de ahí.

“Cuando una escribe poesía piensa más en imágenes, en la narrativa hablábamos de desarrollar un personaje con sus conflictos, de tramas, de cerrar círculos, de que no quedaran tantos cabos sueltos”.
Múltiples disparadores entonces.
Sí. Las historias surgen de cualquier lado, de cosas que se me ocurren, de cosas que escucho. En el caso del cuento Ross, me vino a la mente la obra, la vi hace muchos años en el Malba, ese cuento nace de una pregunta en una conversación con un amigo: “¿conocés la obra de Félix Torres Gómez?”
¿Cómo tomaste la decisión de incluir diferentes géneros o formatos? Pienso, por ejemplo, en las descripciones curatoriales.
Me gusta la experimentación, es algo que traigo de la poesía. No puedo decir que mi poesía sea experimental, pero me gusta jugar con otros géneros en la escritura poética. Cuando tomé la decisión de escribir narrativa quise conservar eso. Cada género aporta algo que no puede ser replicado en otro género, quise seguir trabajando esa dinámica, usar diferentes elementos, me gusta la hibridez, me gusta la textura que tienen las palabras, quise mantener ese ritmo de trabajo también en la narrativa. Ojalá lo pueda hacer algún día cuando escriba una novela, pero bueno, esos son anhelos más que realidades.
¿Cuáles son tus prácticas de escritura? ¿Escribís sola y corregís sola? ¿Lo leés antes con amigos o en algún colectivo?
No soy disciplinada, para nada, no tengo una agenda o un horario. Me ayuda la obsesión, de repente me viene una idea a la cabeza, empiezo a trabajar y puedo estar meses trabajando en eso. Después pueden pasar etapas en las que no escribo, estuve seis meses sin escribir ni una palabra. No tengo un patrón de escritura, escribo sola, reescribo bastante. Tengo un par de amigos con los que nos pasamos textos y nos leemos, nos vamos dando devoluciones. Nos juntamos, por ejemplo, una vez al año, somos como cinco, cada uno presenta lo que tiene, dentro de ese grupo algunos son editores, otros son escritores que publicaron bastante y otros que no publicaron, un mix de personas, pero todos compartimos el gusto por leer y escribir. Así que trabajo en soledad y después paso al colectivo.
¿De dónde surge el interés por las irrupciones de lo extraño que aparece en Niñas pirómanas?
La vida es extraña, creo que la realidad supera la ficción, hay cosas que el cuerpo no puede explicar, capaz que la mente lo racionaliza pero el cuerpo no siempre tiene la misma experiencia. Entonces, en este sentido, Niñas pirómanas es más una experiencia corporal que mental, es ese no entender, no conectar el cerebro con el corazón, me parece que la ficción extraña trata de tomar el territorio de lo que es difícil de explicar, de lo que no podemos asimilar, porque si lo asimiláramos sería terrible. Ahí viene la ficción extraña a llenar ese vacío, lo que las respuestas reales no llegan a responder.

Dana Lima
Niñas pirómanas
Hasta Trilce
2024