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Walter Rosenzwit: “En este tiempo tan virtual, el teatro es un fenómeno de resistencia”

El actor, dramaturgo, artista plástico y docente estrenó este año la obra Madres, trayendo rebeldía, originalidad y un lugar para que habite la reconciliación a ese espacio inconmensurable que es la escena.


Por Sofía Gómez Pisa. Fotos: Eloy Rodríguez Tale.

En Madres, dos hijos habitan la escena listos para emprender un viaje que implica la vida misma desentrañar.
Una búsqueda experimental que deja que la escena hable a través de los silencios, el desconcierto, los juegos y la emoción misma.

Revista ruda


¿Por qué el teatro? 

Hoy te diría que el teatro básicamente porque es un fenómeno vivo, donde lo que prima es la existencia de los cuerpos. En este tiempo tan de sin cuerpos, de mensajes, de la virtualidad, me parece que el teatro no es solamente es una expresión artística, sino un fenómeno de resistencia. Un fenómeno que demuestra que todavía seguimos vivos. 

Actuar el Padre es una obra que se podría pensar como meta textual o extra teatral, porque excede al diálogo, que es el nombre del libro en el que se enmarca. ¿Por qué escribimos sobre lo que vivimos? 

En mi caso particular, me uso para ficcionar todo el tiempo. Entonces, lo que vivo y lo que ficciono muchas veces está un poco diluido. Quiero decir, cuando ficciono no soy muy consciente que estoy contando cosas que viví. Y a veces cuando vivo tampoco soy muy consciente si eso es verdad o ficción. O sea, hay una alternancia entre la realidad y la ficción, como pasa en la literatura quizás. 

¿Eso te pasa específicamente con la dramaturgia o con todas las artes? 

Yo diría que es como mi punto de partida de la creación. No como un acto consciente al inicio. Ahora, ya con los años que tengo, sí. También percibo que tanto Actuar el Padre o Madres para mí son territorios de la reconciliación. Lugar que me sirve para reconciliarme con ciertas temáticas, con ciertas vivencias y hasta con ciertos padres y madres. 

¿Cómo se va de Actuar el padre a Madres? ¿Qué pasó en ese proceso? 

En Madres, siendo un poco referencial. Mi madre, cuando vio Actuar el Padre, me dijo: “no se te ocurra escribir una obra sobre mí”. Y en verdad, traté de cumplir con ese mandato, con ese pedido. Mi madre falleció y traté de ser fiel a ese pedido. Pero viste que a veces uno se traiciona. Y el arte es un poco eso, ¿no?…

¿El arte es traición?

Sí, podemos decir que sí. Traición en el buen sentido del término. Traición como sublevación, ir contra los mandatos ¿Cómo te puedo decir? Perder el límite. Ese límite era: “esto no lo hagas, te pido que no lo hagas”. Y ya que decimos que el teatro también tiene tanto de la infancia, bueno, en ese periodo que mi mamá, me decía, “esto no lo hagas” … Yo, sin embargo, lo hice. 

¿Qué significado tiene el cuidado en la obra?

Cuando vamos a ver Madres, en un momento parte del diálogo que se construye está relacionado con los cuidados. Las palabras tratan de atrapar lo inatrapable. Y a su vez las palabras también se nos van de las manos y empiezan a tener más de un sentido. El cuidado es “cuidate” o “cuidala”. Cuando uno es chico, todo el tiempo te dicen: “Cuidado, cuidado, cuidado, mirá que está caliente, cuidado, no toques, cuidado cuando cruzas; cuidado cuando hables con este”. Cuando sos grande, el “cuidado” termina siendo “cuidate”. “Cuidate de esto, cuidate de lo otro”. Me parece que por ahí viene…

En torno a esto del cuidado, ¿un artista es siempre vulnerable?

Sí. No solamente que es siempre vulnerable, es que trabaja con su vulnerabilidad. En la medida que más nos protegemos, menos podemos conectarnos con ese espacio artístico. Siempre suena un poco grandilocuente la palabra artista, pero el arte trabaja sobre la materia de lo blando. El arte toma una piedra y la convierte en una forma escultórica, dándole forma a partir de los golpes, pero haciéndola blanda. Ya no ves una piedra, sino que ves otra cosa. Entonces me parece que solamente animándonos a la vulnerabilidad, animándonos al tajo, es que fluye lo que no podemos contener. 

“El arte trabaja sobre la materia de lo blando. El arte toma una piedra y la convierte en una forma escultórica, dándole forma a partir de los golpes, pero haciéndola blanda”

Hay algo que es verdad y es que en la incomodidad de la falta donde habitan tus personajes y tu dramaturgia parece entrar la política…

Una de las funciones de Madres fue justo el 25 de mayo. Y si bien yo a la obra nunca la pensé como la patria, me di cuenta que hacer Madres y su temática, uno podría leerla tranquilamente como la patria. Como el significante patrio.

¿Qué tiene el teatro que no tengan otras formas artísticas? Además de la cuestión de la corporalidad. ¿Qué tipo de transformaciones se dan en el teatro que solo pueden darse ahí?

El teatro lo que tiene es la obligación del espectador. No hay teatro sin espectadores. Se puede escribir teatro, pero no se puede hacer una obra de teatro si no te viene a ver nadie. Entonces se produce un fenómeno bastante raro donde uno hace algo y también hay un fenómeno que en la escena es dependiente del que está ahí, pero por el otro lado no es dependiente porque uno suelta en ese instante y a veces lo incorporás y a veces no lo incorporás. Pero básicamente, para mí lo que tiene el teatro es comunión. Otras artes pueden soportar el tiempo. El teatro, no, el teatro es presente. Se degluta de sí mismo, muere en el acto de hacerse. Es la metáfora más clara de la vida.

“Para mí lo que tiene el teatro es comunión. Otras artes pueden soportar el tiempo. El teatro, no, el teatro es presente. Se degluta de sí mismo, muere en el acto de hacerse. Es la metáfora más clara de la vida”.

¿Adquiriste un conocimiento ulterior sobre tu vida en este proceso de actuar, dirigir y escribir Madres

Sí. Todos estos procesos no tienen una finalidad esencialmente comercial. No es que yo escribo para los medios. Escribo para conocerme, hago para conocerme. En el hacer trabajo mucho con una zona de soltar. Es decir, no sé bien lo que voy a escribir, no sé bien lo que voy a actuar. En ese soltar, bueno, aprendés. Aprendés de lo que no sabés que hay adentro tuyo. Hay una transformación. Sí.

 ¿Qué carácter tiene esa transformación?

 Y muchas veces es angustiosa. Muchas veces… Esa angustia del actuar y del hacer teatro que te permite reírte de vos mismo y darte cuenta que no sos tan importante. No hay otra manera de hacer teatro, como seguramente muchas otras cosas, si no te empezás a dar cuenta que tenés que reírte de vos y que no sos tan importante. 

¿Recordás cuál fue el momento en el que dijiste: es el teatro? 

En verdad arranqué por la ingeniería. Hice el industrial. Mi padre era ingeniero. Mi camino me llevaba hacia la ingeniería. En la medida que ingresé a la facultad, cada vez esas zonas se me fueron haciendo más borrosas. Entendía cada vez menos lo que había en el pizarrón, entendía menos a mis compañeros, y empecé a sentir que lo que me interesaba era el cine. En esa época hacer cine no era tan fácil como ahora, no había digital, no había casi escuelas de cine. Así y todo, abandoné ingeniería y empecé a hacer cine. Yo siempre me imaginé del otro lado, digamos, siempre me imaginé del lado de la dirección, nunca me imaginé del lado del actor, del lado del micrófono, del otro lado de la cámara. En algún momento empecé a estudiar, a buscar, a estudiar dirección de actores, y eso me llevó a estudiar teatro, con Laura Yusem y con Agustin Alezzo. Ellos me propusieron actuar para darme cuenta lo que le pasa al actor, y a partir de eso, en algún momento, Laura me convocó para ser asistente de dirección de una obra, que se llamó Pablo. Estaba dirigida por Laura Yusem y trabajaba Tato Pavlovsky, Ricardo Bartís y Elvira Onetto, y percibí, digamos – independientemente del proceso de ensayo- lo que pasó en el día del estreno, esa energía explosiva que se generaba en la escena, y con el público, y todo lo que pasaba en ese instante… Ese fue mi momento. En el momento que dije “no, no es el cine, es por acá”. Cuando vi la energía que se generaba. Esa explosión.

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