La poeta, ganadora del premio Aguacero de poesía joven 2024, publicó su primer libro, Tierras Raras. Un poemario sumergido en el vínculo entre la naturaleza y la humanidad que, desde el lenguaje, bordea los límites de nuestra construcción identitaria.
Por Claudia Sobico. Foto: @retratosprofesionales
En una entrevista del programa “Obra en construcción”, la poeta Juana Bignozzi dice acerca de la poesía: “Creo en la mirada del poeta. Creo que el poeta tiene una mirada que no tiene el que no es poeta. Es lo más cercano que se me ocurre a la inspiración. Eso es muy lindo y me pregunto, ¿cómo se le ocurrió cruzar esas dos cosas? Ahí está el poema, en ese cruce único”.
Tierras raras, el primer libro de Agustina Villarejo (premio Aguacero de poesía joven 2024) es un poemario acerca de la complejísima relación naturaleza-humanidad. Respecto a ese cruce, la relación naturaleza-humanidad, y respecto a la mirada, dice el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty: “La percepción es la manera en que el cuerpo se encuentra con el mundo, y el mundo se encuentra con el cuerpo. La percepción es, ante todo, una experiencia vivida, no una mera recepción de datos.” La poesía de Villarejo pareciera surgir desde la percepción, mirada incluida, y además, definirla. Una experiencia encarnada que trasciende lo puramente intelectual:
Lo primero fue el ojo
un agujero con intención
una flecha,
un vector diseñado por la ingeniería de
mirar para arriba hacia el sol o la luna.
La mirada, además, excede la simple percepción visual, abarca aspectos éticos, políticos y de construcción identitaria. El yo se construye con y en el entorno, con y en el poema:
Sé que existe un tejido de información milenaria y casualmente tengo el don de ser una con los arquetipos de penas y miserias heredadas
En otro poema;
Nadie me dijo sonría
Y es de noche ya muy tarde, armo posiciones imposibles, estoy
hecha de una materia maleable. Me elevo o me derrito, y no es la
noche calurosa, no.
Es mi afán de fundirme.
Nunca nadie me dijo que sería pobre
y unos versos más abajo:
Nunca nadie me dijo que sería sola.
Hay, además, en Tierras raras, una búsqueda de sentido casi científica o, mejor dicho, poética, una necesidad de encontrarle nombre a las cosas. Nuevos nombres o nuevas definiciones que den cuenta de la transformación continua de las cosas, el movimiento:
Creciente: que tiene el don de barrer y devolver lo alguna vez descartado
Crisis: sustancia adictiva; espécimen propenso al desmán; embrague del alma
Cruel: dícese del que practica la odontología; masitas con amigas
Ya desde el título del poemario, la autora se detiene justo ahí, en los límites del lenguaje, en ese bajar los brazos en el intento de querer clasificarlo todo. Las tierras raras son un grupo de componentes químicos presentes en la naturaleza que han sido denominados, le gusta pensar a la autora, a desgano o con cierto grado de imposibilidad.
Asimismo, conforme avanza el poema se construye, además, el amor:
Cuando te conocí tomamos cerveza en el bar de adentro
del parque las mesas eran toneles, tachos grandes,
los besos, justos, la piel, fresca,
tus pecas también sobre los labios y pensé
-si te dibujara-
me gustaría darte cierto aspecto de leopardo.
Y se construye también el deseo. Deseo, tal vez, de habitar la intersección entre dos lenguajes o más aún, dos formas de la existencia: la científica y la poética:
Suena el timbre,
¿cómo puede ser si luz no hay?
Bajo. Es la razón vestida de gala
para la fiesta a la que siempre la invitamos.
También acá busca su reino.
Pero denuncio el absurdo
y develo una pulsión secreta.
Prefiero morar en la casa oscura
regada de fantasmas
tierras raras
toda mi cantera mi deseo de entablar comunicación.
Por otro lado, o como consecuencia de ese devenir, ese intento de construir y asir el borde de las formas, se irá deconstruyendo la lengua y sus reglas:
miró con los ojos del animal que fue
desenterró las partes
pendían más allá del pabellón de los suspiros
El poemario Tierras raras (Aguacero Ediciones) se presentó en junio en el contexto de la Feria del libro de Tucumán. En la reciente presentación en Buenos Aires (Cooperativa Café Artigas), conversamos con la autora:
En tu poemario tenés una mirada que podríamos decir surge de la ciencia. ¿Por qué? ¿Qué background subyace ahí?
Supongo que surge de varios lados: una curiosidad que me habita desde siempre por las cuestiones de la biología, la física y mi propia formación, que si bien vengo de Puán, de Antropología, trabajo hace ya mucho tiempo en hospitales, centros de salud, etc. Y también debe tener que ver con la casa de donde vengo, mis viejos son médicos, muy científicos los dos, yo era chiquita y mi mamá miraba el microscopio… Supongo que es un universo que mamo desde pequeña, que busco tratar de entender hace tiempo para explicarme el misterio de mi familia…
¿Qué tareas desempeñás o desempeñaste en hospitales?
Hace muchos años trabajé en el Roffo. Ahí hice miles de tareas, desde procesar la estadística del hospital, pensar circuitos de atención, participar de discusiones éticas, atender problemáticas de las personas que no conseguían sus medicamentos oncológicos hasta participar de proyectos de investigación, haciendo entrevistas a la gente que venía de distintas provincias. Después trabajé en el Ministerio de Salud de Ciudad, recorriendo centros de atención primaria en varios lugares de la ciudad. Y por último tuve una beca que me permitió hacer una investigación larga dentro de un servicio de un hospital, observando y entrevistando a pacientes, familias y equipos de salud.
¿Este poemario nace de esa investigación y la consecuente escritura de la tesis?
Puede ser, creo que hay cierta tensión entre algo más asociado a lo expositivo, al ensayo y lo sensible, el cuerpo. Tal vez necesitaba expresar algunas cuestiones que no entran dentro del formato científico. Y a la tesis todavía no la terminé.
¿Cuál es tu experiencia con la poesía visual?
Ah, de eso no sé mucho. Incluí en este poemario algunos collages que hice con el artista Eduardo Stupía en la Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF.
¿Las palabras alcanzan?
Nunca.
Por último, en el cruce que realiza Agustina Villarejo entre cuerpo, percepción, naturaleza y lenguaje, encuentro, como tan simplemente describiera la poeta Juana Bignozzi, la sorpresa y la belleza:
hay un punto caramelo de las cosas
recorro monumentos de la Historia esculturas
negras y brillantes me precipito
hay un punto suspensivo de las cosas
terrenos lindantes
Agustina Villarejo
Tierras raras
Aguacero Ediciones
2024