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Nicolás Savignone: “Esa cuestión heroica de sacrificio, de dar la vida por un ideal, es completamente fantasmática”

El director de Ni héroe ni traidor, es cineasta y médico psiquiatra. Ante la salida de su tercer largometraje, habló sobre este film ambientado en los ’80, sobre la función sanadora del arte y sobre su vocación hacia los marginados.


Por Marina Cavalletti. Fotos Gisele Velázquez

El arte, desde sus orígenes y hasta hoy, tiende a revisar su historia, y el cine argentino no es la excepción. Ayer se estrenó Ni héroe ni traidor, de Nicolás Savignone. El film, protagonizado por Juan Grandinetti, Inés Estévez y Rafael Spregelburd, retrata la historia de Matías, un adolescente que acaba de terminar la colimba y sueña con irse a estudiar música a Europa. Todo cambia cuando se declara la guerra de Malvinas y es convocado junto a sus amigos para acudir a las Islas.


En tus notas para presentar la película te preguntabas qué condiciones políticas, económicas y sociales llevaron a semejante aberración, ¿este film fue una manera de dar respuesta? 

Sí, yo creo que meterme en la temática, estudiar, escribirlo desde una primera persona (porque el personaje se construye con muchas notas autobiográficas) me permite entender algo y, de algún modo, comprender la complejidad del momento. También hay una pregunta, que es cómo montarse a ciertos ideales sociales que llevan al sacrificio de toda una generación. 

¿Se puede hablar de un ideal en un contexto de dictadura? 

Quizás lo pienso más como un mandato moral sobre cómo se monta una idea de patria, de Patriotismo, de Nación. Y a partir de ahí se construye un fantasma, un deber ser, esa cuestión heroica de sacrificio, de dar la vida por un ideal que es completamente fantasmático. Y esto de construir el poder, si pensamos en una dictadura, construido desde una moral sádica, un autoritarismo, porque es pura imposición. Esta película trabaja sobre cómo la imposición se va articulando con ciertos sectores de la sociedad y cómo ciertos sectores de la sociedad se van montando sobre lo que se propone. En ese momento la dictadura estaba en su fin, es una especie de acto para “salvar”… Es decir, dos días antes había habido una manifestación en contra de Galtieri y dos días después parte de la misma sociedad estaba vitoreándolo. 

“Esta película trabaja sobre cómo la imposición se va articulando con ciertos sectores de la sociedad y cómo ciertos sectores de la sociedad se van montando sobre lo que se propone”.


Eras un niño cuando sucedió la guerra de Malvinas ¿por qué elegiste que el personaje fuera un adolescente y centrarte en el desertor, aunque desde el título no emitís un juicio de valor? 

No colocarse ni del lado del traidor ni del lado del héroe es una posición que, de algún modo, alivia la existencia. Como yo construyo este personaje a partir de notas autobiográficas, mi punto de vista en la película está en la relación padre e hijo, tiene mucho de mi historia. En un momento me ubico yo como un niño. Hay una escena en la que Matías se encuentra con Pablo en la cochera. Ahí hay un niño que pregunta qué está pasando, desconcertado. Y Pablo le dice” andate Nicolás” . Entonces ahí yo ubicó mi perspectiva, de este niño que está desorientado. 

Y además tiene tu nombre…

Sí. Y es mi hijo el actor. Ese niño desconcertado mirando todo está para fijar mi punto de vista. Yo creo que a partir de notas autobiográficas traté de contar cierta verdad. Me resultaba todo un desafío ubicarme. Y no desde un anacronismo, ubicarme desde una verdad que yo pudiera contar. Por eso decido desde ese niño proyectarme al adolescente que yo soñaba ser, no tanto como yo en esa época me pensaba como adolescente. También tiene cosas de la infancia, el partido de fútbol en el barrio. Además me permite centrarme en ese núcleo familiar,  en esos alrededores, en las amistades, que tienen que ver con cierta idiosincrasia del barrio. Creo que lo político se toca desde ese lugar cotidiano y hay una lectura donde no hay ni buenos ni malos. Hay personas, complejas, humanas. Veo el accionar de los personajes y hacen lo que pueden en ese contexto de adversidad, complejo, de locura, no siempre de un modo heroico o de un modo de traición, sino que van armando su cotidianeidad del modo en que ellos lo pueden hacer. El punto de vista que elijo es para poder contar con verdad esto que estaba sucediendo en ese momento. Y también cuidándome del anacronismo. La reflexión posterior a los hechos era mucho más fácil. En ese momento tenía otra complejidad. 

En esta intimidad, donde aparecen diferentes familias, con diversas opiniones y oficios ¿se reactualiza la grieta?

Sí, esa locura que se vivía en esos tiempos se puede trasladar a algo de lo que sucede hoy en día, en donde ves que muchas veces es difícil lidiar con estas contradicciones, con estas grietas, estos puntos de vista tan diferentes, a veces irreconciliables. Estilos de vida, modos de pensar donde uno se pone de un lado y el otro, del otro. Y no hay diálogo, porque hay un sesgo muy grande. Entonces sí se puede leer eso rápidamente. Y esto es paradójico porque a mí la película también me ubica de un lado de la grieta. En las redes sociales me están ubicando en un sector de la grieta al estar nombrando al personaje como “ni héroe ni traidor”. Lo que vuelve de esto es la imposibilidad de pensar. Cuando yo ubico rápidamente a alguien en un sector y lo califico y lo prejuzgo, inmediatamente lo que se anula es la posibilidad de seguir pensando. 

Afirmaste que la película era un intento de sutura, personal y social. En este sentido ¿considerás que el arte general tiene algún tipo de función más allá del entretenimiento? 

Yo soy médico psiquiatra, con lo cual para mí la función sanadora del arte es fundamental. La uso en mis terapias. Trabajo en el hospital Álvarez dirigiendo un taller de cine, de música. Mi primera película, Hospital de día, es un taller de cine dentro de un dispositivo terapéutico. Los desechables, mi segunda película, también trata de abordar ciertos conflictos. Y un documental que estoy terminando ahora, sobre asociación ilegal y robo de niños en la década del ’50, es la historia de mi madre. Con lo cual también es un intento de sutura, es contar una historia para, a través del arte, reconciliarse con la vida. Creo mucho en la posibilidad del arte de crear momentos, brindar a quien ve y a quien puede reflexionar sobre una obra, puntos de vista diferentes que le aporten un relato o una historia que acompañe su existencia, para poder hacer que sea un poco más amigable. Una de las posibilidades del arte puede llegar a ser esa y yo investigo sobre la posibilidad de que el arte puede generar suturas, algún tipo de alivio. 

Recorriendo tu obra ¿podría decirse que te interesan los personajes marginales, aquello de lo que no suele hablarse? 

Sí, toda mi línea de trabajo va por ahí, desde lo cotidiano en el día a día. Trabajar en un hospital público es una decisión y lo que me motiva es poder hacer que las personas que visitan un hospital público con problemas de salud mental puedan, de alguna manera, reconciliarse con la sociedad. Eso es muy complejo igualmente, porque ¿qué sería eso de reconciliarse con la sociedad? Es muy fuerte enunciarlo de esa manera porque pareciera que la sociedad es el lugar de la normalidad. Entonces es bien compleja la problemática. Pero sí, mi vocación pasa por ahí. Hospital de día tiene esta vocación. Y mi trabajo va por la rehabilitación, por la reinserción social, por encontrar en estas personas su potencial para luego salir a la sociedad. Es complejo porque la sociedad es difícil, porque las paredes son gruesas. Pero mi trabajo apunta a eso. 

Creés que desde los climas, más allá de los estilos que son diversos, tu cine puede vincularse con el de Subiela en Hombre mirando al sudeste o el Favio de Crónica de un niño solo?

Yo me identifico más con Favio que con Subiela, por de dónde vengo, mis orígenes en el barrio de la carne de Rosario; [me identifico] ideológicamente, sus pensamientos. Igual es una aspiración muy grande para mí, pero si tuviera que elegir entre uno y otro dentro de mis referencias cinematográficas, elijo a Favio.



Ni héroe ni traidor
75 min
Nicolás Savignone
Elenco: Juan Grandinetti, Inés Estévez, Rafael Spregelburd
Salas: Cinépolis Recoleta, Cinemark Caballito, Hoyts Abasto, Cosmos, Atlas Flores.

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