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Algo viejo, algo nuevo, algo prestado | El juego o la vida

La nueva película de Hernán Rosselli navega por los subterfugios del juego clandestino a través de un híbrido muy fino entre la realidad y la ficción. Un largometraje sobre la familia, el dinero y lo que se está dispuesto a hacer para obtenerlo.


Por Marvel Aguilera.

Levantar quiniela es parte de un imaginario que, para los que venimos del conurbano bonaerense, nos retrata los finos bordes de toda una pulsión de vida. El juego y el azar mandan cuando las posibilidades se reducen, los cuerpos se desgastan y las ilusiones de ascenso merman la estabilidad desde hace décadas. Los números, en ese sentido, ofician de oráculo de una sociedad en llamas que busca en los márgenes un destino alternativo. Borges decía que lo desconocido es inagotable. En eso que se vislumbra pero no termina de verse hay un mundo infinito. Subterfugios de moral, comunidad y competencia, donde pegarle a un número es más que un mero acierto.

En Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, la película de Hernán Rosselli, las tramas del juego clandestino se entreveran en los misterios familiares para dar pie a un largometraje híbrido, cimentado en las experiencias personales, los archivos audiovisuales y un clima onírico donde lo real y lo ficticio es parte de una misma puesta cinematográfica.

El padre de la familia Felpeto murió y los acontecimientos no parecen tan claros. En una búsqueda personal, cruzada por la guita en negro, los agites por los territorios, los engaños y la sensación de estallido permanente, la historia nos narra una pérdida desde una memoria fragmentada. Una hija que busca hilar los recortes fílmicos, los recuerdos y los relatos de amigos y familiares que, como si jugaran al truco, especulan con lo vivido y lo que no se puede contar.

“Las tramas del juego clandestino se entreveran en los misterios familiares para dar pie a un largometraje híbrido, cimentado en las experiencias personales, los archivos audiovisuales y un clima onírico donde lo real y lo ficticio es parte de una misma puesta cinematográfica”.


Con un montaje donde el tiempo circular marca el desarrollo de la trama, el film de Rosselli bucea en las espesas aguas de un sur bonaerense atravesado por las reyertas políticas, la necesidad de sobrevivir en medio de la crisis social y las oscuridades de un negocio donde las lealtades se cuentan con los dedos de la mano.

La familia es el centro de la escena. Los amores, los deseos, los sacrificios, las angustias, las ambiciones. Cada emoción convive con un pasado cercano, que es parte de lo que fue pero a su vez sigue siendo. Se traslada generacionalmente, se hereda como la genética. Al mejor estilo de Los Soprano, las familias construyen su poder en las sombras, pero al mismo tiempo ejerciendo la autoridad en los barrios. Son amos, señores, y al mismo tiempo esclavos de lo que deben sostener: trazando lazos con la policía, apretando a quienes se descarrilan y defendiendo el negocio.

Una de las cosas más relevantes de la puesta del largometraje es la performance real de la familia Felpeto, quienes no solo interpretan sus papeles con la fidelidad del guion, sino también con el aura íntima de sus vínculos en la realidad. Asimismo, los VHS que conforman buena parte de los disparadores de la película ofician de nexos con el clima de época: de la vuelta a la democracia, repleta de vicios que rebotan y persisten de los años más oscuros del país; al surgimiento del menemismo y la “plata dulce” que reflota como anhelo de ascenso social vertiginoso.

Algo viejo, algo nuevo, algo prestado es una obra que emana una autenticidad sincera. Allí donde se amontonan los lugares comunes alrededor del delito en el conurbano, Rosselli contrapone una obra con peso real, en que las emociones se impregnan y los límites entre nobles y villanos son grises. Nadie está a salvo de pecar ni tampoco de ser señalado. Esa sensación es bien impulsada por una suerte de reyerta detectivesca en que los detalles nos irán guiando hacia la verdad. Una verdad que se escurre, sin exuberancias ni solemnidad. Que se corre hasta toparse de cara con lo inevitable.

En una Lomas de Zamora de colores apagados, donde la noche abre el juego para entrar al mundo de la violencia cotidiana que alimenta a un sistema desigual y fragmentado, esta película de Rosselli nos hace preguntar si acaso el dinero no sigue siendo el único dios de aquellos que dejaron de creer en todo.

FICHA TÉCNICA

Dirección & Guión Hernán Rosselli Casas productoras 36 caballos, Un Resentimiento de provincia, Protón Cine, Zebra Cine, Arde Cine, Jaibo Films, Oublaum Filmes Producción Juan Segundo Alamos, Mariana Luconi, Hernán Rosselli, Alejandro Rath, Miguel Molina, Adán Aliaga Dirección de Fotografía Joaquín Neira Montaje Hernán Rosselli, Federico Rotstein, Jimena García Molt Distribución Santa Cine Prensa: Erica Denmon, Julieta Bilik

Malba Cine – CABA
Sábados de diciembre a las 20:00hs.

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