Literaturas

María Insúa: “Entendimos que tenemos un lenguaje diferente al patriarcal, a la lógica judicial que pide tantas explicaciones”

En 2019 Paisanita Editora publicó Bicho taladro, novela de María Insúa. María es escritora, docente e investigadora en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. En 2018 participó de Martes Verde, compilación de poemas de poetas por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.


Por Laura Bravo. Fotos Dante Fernández

Demasiado sol en Avellaneda. La última charla demorada y amable previa al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Tarde enrarecida por la incertidumbre. Con Dante, el fotógrafo, llegamos antes y deambulamos, sin saberlo, por calles opuestas. Miro el registro de whatsapp, los mensajes se interceptan en diferentes tiempos. María nos recibe, comentamos las noticias con escepticismo durante el viaje en ascensor. Buen presagio, en el living espera la biblioteca y el mismo sillón que aparece en la tapa de su libro.


Cuando leí Bicho taladro tuve la sensación de que también pudo haber sido un flujo de conciencia. ¿Cómo decidiste la forma?

Lo escribí fragmentado. Lo único que se editó fueron descripciones, se sacaron por sugerencia de Gabriela Luzzi, la editora. A veces uno se engancha con ciertas situaciones pero la descripción dice más de la cuenta, no tiene que ver con el registro de la novela que es súper austero. Quedó mejor después del trabajo de Gaby.

¿Cómo fue el proceso de escritura?

Larguito, dos años y pico. Estaba pasando una situación en casa, con la vecina que nombro, maltrataba al hijo. Tenía mi biblioteca en el piso de arriba, mi ventana daba a su ventana, era un piso alto, los gritos eran permanentes, tanto del niñe como de ella. Era perturbador, me encontré en una situación en la que dije: bueno, ¿hago una denuncia, intento hablarle, cómo me acerco? Entonces, empecé a escribirlo. Lo que separaba las ventanas era un jacarandá, allá, en la casa de Quilmes. Estaba escribiendo otra novela que está inédita, empezaron a surgir fragmentos, los empecé a postear en Facebook. Las devoluciones me hicieron pensar que enganchaba, algunas personas comentaban: esto puede ser un libro. Me entusiasmé. No soy de esas escritoras que mientras escriben no piensan en los lectores, me interesa la devolución, me hace bien dar a leer, escribir con amigues, tener un grupo donde mandar un texto y recibir una respuesta. Mis amigos y amigas son impresionantes escritores y escritoras. Le mandé el proyecto a la editora, me dijo: dale con todo porque quiero ese libro. Eso sucedió en noviembre de 2018, enero y febrero de 2019 no fui de vacaciones, no salí de casa, lo único que hacía era ir a la verdulería. Fue fructífero, lo escribía con los gritos del chico y de la madre, también con lo que me pasaba a mí. Construí una protagonista, alguien que tiene una vida diferente a la mía. Al principio eran recortes, de a poco, aunque no lo sabía, se fue armando la novela.

“En el siglo XXI (…) se escribe y se lee en compañía. Algunas personas preguntan: ¿por qué tantos ciclos de lectura? Porque buscamos compartir, no hacemos literatura para ganar dinero, ni para que nos publique Planeta.”


Está muy bien utilizado el lenguaje inclusivo, es espontáneo, se lee con naturalidad, no siempre sucede.

En realidad, lo probé mucho. Cuando empezó a usarse el lenguaje inclusivo, me salió naturalmente porque milito en el feminismo, milito por el aborto legal. Soy docente, lo tenía incorporado en el aula. Me pregunté, ¿lo tengo que usar en todo? Cuando lo hice, molestaba, se desdibujaba la historia, quedaba prendada del lenguaje inclusivo. Entonces me planteé buscar un término medio. Necesitaba que se viera la ideología pero no podía ser permanente porque entorpece todo, por eso fui administrándolo en los plurales.

¿Cómo buscás o encontrás el libro a partir de esos fragmentos?

En realidad, era peor, escribía todos los fragmentos en un mismo párrafo. Necesitaba escribirlo en una continuidad fragmentaria. Hay novelas que son para expandir, uno puede prolongar las historias de los personajes secundarios. En este caso no, tenía que ser así porque la protagonista tiene ese ritmo. Ella no está actuando sino observando. Está ante la muerte, la enfermedad, la vecina, ante lo que le va sucediendo. En una licencia psiquiátrica obligada porque denuncia cuestiones que pasan en la institución médica donde trabaja. Durante esa licencia, la madre se muere, en paralelo a esa agonía está rompiendo con la institución familiar. Un cuerpo en espera. El lenguaje tiene que ver con eso. Las oraciones son breves, cortas, algo punks, con cortes, ritmo seco, brutal. Había cuestiones brutales detrás de eso.

A cada instante reaparece lo plural, lo colectivo, ¿te gusta trabajar de esa manera?

Sí, la escritura en el siglo XXI no puede ser de otra forma. No podemos volver a la escritora o al escritor del siglo XX que estaba solo, terminaba un libro, tenía por lector a un amigo o una amiga y después lo entregaba a una editorial. En el siglo XXI eso cambió, se escribe y se lee en compañía. Algunas personas preguntan: ¿por qué tantos ciclos de lectura? Porque buscamos compartir, no hacemos literatura para ganar dinero, ni para que nos publique Planeta. Por eso la Feria de Editores nos hace felices, nos encontramos, tomamos cerveza, charlamos, conocemos más literatura. Cada uno de tus amigues, cada una de las editoriales independientes, te acerca a libros a los que sería imposible llegar por vos misma porque tendemos a recorrer caminos trazados por conocimientos previos. En cambio, cuando te reunís con gente a leer, se abren un montón de intertextualidades. Este es el séptimo año que voy a un taller de lectura, te enterás de libros, de películas, después te reunís con esos diez amigues a comentarlo. Además, cuando escribís no es lo mismo que torturarte sola y preguntar: ¿esto servirá para algo?

Es confiar en tus amigues lectores o en el algoritmo

Absolutamente. Es como un micromundo que uno construye, ¿no? Obviamente, en mi Facebook, en mi Instagram, en mis redes, todo se orienta a la literatura. De repente, qué sé yo… cuando Salvador Biedma tenía la librería Colastiné me enteraba de algunas novedades por él y me iba hasta Belgrano. O por Julieta Lopérgolo, todo el tiempo estoy conociendo poesía o narrativa, lo que fuera, a través de otros. Cuando estaba en el programa de radio de la universidad, tenía un micro de literatura, siempre estaba recomendando. En la escritura también, si un amigo te comparte lo que escribió es el disfrute total.

¿A qué taller de lectura asistís?

Es el séptimo año que voy al taller de lectura de Ariel Bermani. Respecto a talleres de escritura, solo fui al de Liliana Bodoc durante un año. Éramos un grupo de diez personas, le presentabas un proyecto de obra para que ella seleccionara quiénes entraban o no. Nos reuníamos una vez al mes, eran encuentros de cuatro o cinco horas, con guiso de lentejas de por medio. Ahí escribí la novela que tengo inédita. Pensé que era un cuento; cuando empecé a leerlo Liliana dijo: eso es una novela. Ahí aprendí de narradores, pese a que tengo formación académica y teórica, aprendí a leer y escribir con escritores y escritoras. Me fui deconstruyendo, me estoy deconstruyendo todavía, pero ya soy más escritora que docente. A Bermani lo conocí cuando fue a unas jornadas en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, me gustaron las cosas que dijo, le pregunté si hacía talleres y me respondió que iba a empezar uno de lectura. La primera vez que fui, en dos horas leímos un párrafo, lo desmenuzamos por completo. Llegué a casa, mis hijos todavía vivían conmigo, recuerdo que les dije: hoy aprendí a leer. Así hasta la actualidad, sigo aprendiendo a leer y aprendiendo a escribir.

¿Y tu vida académica?

Casi toda mi carrera docente fue en secundario como profesora de Lengua, de Literatura, distintos nombres según los planes educativos. Después, en 2010, entré a la Universidad Jauretche en Florencio Varela, vivía a quince cuadras. Estaba haciendo la Maestría de Lengua y Literatura en la Universidad de Rosario, pidieron gente, me recomendaron y entré, después concursé. A partir de esa instancia empecé a tener un contacto más profundo con la literatura, con la crítica literaria. Soy una incluida de la universidad pública. Se habla de inclusión, como si la universidad pública incluyera solo a les estudiantes y, en realidad, también nos incluye a docentes que no tendríamos posibilidad de ingresar a la UBA o a la Universidad de La Plata. Las universidades nacionales del conurbano son diferentes, los concursos también.

“Soy una incluida de la universidad pública. Se habla de inclusión, como si la universidad pública incluyera solo a les estudiantes y, en realidad, también nos incluye a docentes que no tendríamos posibilidad de ingresar a la UBA o a la Universidad de La Plata”.


Enfatizaste la cuestión de la militancia. ¿Cómo empezó?

Casi por casualidad. Hacía mucho tiempo que yo ya era una mujer pero dentro mío había una niña que buscaba un espacio que nunca tuvo, que estaba fuera de lugar, que buscaba una justicia que no encontraba. No me acompañaba mi familia, no me acompañaba nadie en ese reclamo. Entre marzo y abril de 2018, me convocaron para Poetas por el Derecho al Aborto Legal. La poeta Romina Freschi, compañera en la UNAJ, me contactó con Juana Roggero. La colectiva recién se estaba formando. De inmediato dije que sí, a la semana siguiente estaba subida al escenario en la calle Rivadavia, leyendo poesía y arengando en el micrófono. Me encontré con poetas a las que conocía de otros eventos, empezamos a hablar, antes de subir nos abrazamos. Supe que había encontrado personas que me entendían, que no tenía que explicar nada. Era un día frío, martes, Martes Verde, por eso el título del libro. Fuimos a un bar a tomar un café, una pibita, en ese momento tenía dieciocho años, contó una situación que le pasaba en la casa. Cada una contó una situación en la que se sintió violentada, se sintió abusada. Yo conté una con un médico, de violencia, de abuso cuando estuve internada de chiquita. No era la situación de abuso más importante que experimenté. Se creó un clima especial, pensé: de esta militancia, de esta colectiva, no me voy más. Todas entendíamos, que teníamos un lenguaje diferente al patriarcal, al machismo, a la lógica de las instituciones, a la lógica judicial que pide tantas explicaciones, que pide coherencia: qué confusa esta chica, no se explica bien, no se entiende bien lo que dice. Bueno, nosotras nos entendemos, si alguna no puede explicarlo es porque no tiene las palabras suficientes, no importa, bancamos los trapos sucios y la entendemos. Eso que había buscado toda la vida, apareció ahí. Empecé a ir a las asambleas, a las plazas, a todo: es mi militancia. Yo tenía formación política pero esto iba más allá de la política. Es una revolución que se transita en colectivo, se obliteran las jerarquías, todas las voces se escuchan, no importa si una es una re poeta como Andi Nachon, y la otra soy yo, que escribo alguna poesía pero no me puedo llamar poeta. Eso fue importante para mí como persona, me hice más flexible, más feliz, aunque esa palabra en Argentina es difícil de decir. Cada vez la uso más, no es que una sea feliz con una felicidad tonta sino que tiene momentos felices o personas con las que es feliz. Cuando estamos juntas, somos felices.

Mucha actividad, la universidad pública en el conurbano, la militancia, la escritura. ¿Qué te gusta leer?

Bueno, a mí me gusta leer narrativa pero todo el tiempo leo poesía. La poesía me ordena, me distiende, me da vuelo para escribir. Sharon Olds, Mariela Gouiric, Un método del mundo tendría que ser un libro obligatorio. Me gusta Gabriela Luzzi por sus elipsis. Idea Vilariño es imprescindible, su poesía completa es una Biblia, me pasa algo perturbador con ese libro, lo ojeo y sé que algo voy a encontrar. Alejandra Pizarnik, obviamente, pero no soy una viuda de Pizarnik. Me gusta leer escritoras contemporáneas, chicas más jóvenes. De los escritores me encanta la poesía de Fabián Casas, la de Carver. Voy fluctuando, leo narrativa de mis amigues, de Ariel Bermani, es trabajoso llegar a semejante sencillez. El año pasado, me encantó la novela Fuimos de Daniel Tevini, editada por Conejos. También La cloaca de Guillermo Ferreyro, él ganó un premio en Bolivia por la novela Maltrato, espero con ansias que se edite acá, está narrada en segunda persona, la protagonista es una mujer que experimenta situaciones tremendas. Me pegó fuerte el final de esa novela.

Hay un poema de Mary Oliver en Bicho Taladro. ¿Sos de leer durante el proceso de escritura? Algunos escritores aseguran que evitan leer mientras escriben.

Permanentemente, esto de escribir con otres significa escribir con la biblioteca. Es un diálogo, acá están Mary Oliver, Mariela Gouiric, Fogwill que es uno de mis escritores faro, ni hablar de Onetti para citar otras generaciones. A Borges le tengo mucho respeto, todavía no lo puse en ninguno de mis relatos pero me fascina. También hay un verso de Idea Vilariño. Es el consejo de Stephen King, en Mientras escribo, vaya a la biblioteca, agarre al azar cualquier libro, fíjese qué pasa con el lenguaje, qué pasa con ese párrafo, después lo podés tomar o no. Lo hago desde siempre, a veces no voy al libro sino que lo tengo en la cabeza y pienso: qué bueno el verso tal, entonces lo busco y lo pongo. Algunas personas dicen que son robos, no, son diálogos. La literatura es un diálogo con otras literaturas.

¿Cuándo empezaste a escribir?

Empecé muy chica, se cortó el proceso en la adolescencia porque tuve un abuso intrafamiliar. Eso hizo que no pudiera escribir hasta los cuarenta años, tengo cincuenta y cuatro. Eso que se dice: ¿ahora recién lo cuenta? El abuso no pasa nunca, permanece en el cuerpo, quedé con una amnesia de la que recién salí cuando volvió a aparecer el abusador, en ese momento pude recordar. Estoy contenta de poder escribir libremente, porque durante tanto tiempo no pude hacerlo.

¿De qué trata tu novela inédita?

Se llama Amasijo, es una novela extensa, trata de un señor de derecha, está narrada en segunda persona. Este señor tiene un campo, se fue apropiando de campos ajenos. Un día, su hijo se sube a un tren que va hacia la plaza a encontrarse con Perón en aquel 17 de octubre. Descubre que quiere estar con esa gente y en esos lugares. También su hija está en una búsqueda. Es una novela que trata de esa familia, de este tipo al que Perón deja sin negros para trabajar, según su lectura. Lo que sucede es la política, cómo el peronismo atraviesa esa familia.

¿El peronismo los atravesó a vos y a tu familia en algún momento? Desde cualquier vereda el peronismo nos atravesó a todos los argentinos, ¿no?

Bueno, mi papá estudió en La Plata la carrera de ingeniero agrónomo y empezó a militar en el peronismo. Después fue concejal peronista, lo sacaron los milicos con silla y todo. Peronismo tradicional, ese peronismo de derecha. Mi mamá venía de una familia de mucho dinero, era de la Acción Católica, ultra practicante. Mamá era de Buenos Aires, papá siempre vivió en La Plata. Los unió el cine nortemericano de aquella época donde el amor lo superaba todo. Se fueron al campo, hicieron una quinta de verduras en Florencio Varela, donde yo nací. Quisieron construir una vida distinta, un paraíso, pero se encontraron con que no había paraíso. Murieron, cada uno con su ideología bien plantada, en ningún momento cedió ninguno de los dos. Fue violento, mi mamá se fue de esa casa ya grande, nosotros no estábamos. Era permanente la discusión ideológica, todo pasaba por la ideología. Así que sí, el peronismo me atravesó completamente, nunca fui peronista, tampoco antiperonista. En la época de Allende, del Partido Intransigente, estaba cerca de esa mirada, siempre fui más por la izquierda, entendía más la izquierda que al peronismo. Incluso hoy, entiendo más la izquierda que el peronismo. De todos modos, me alegra cuando gana el peronismo, está más asociado a una idea de justicia social: más reparto, menos sufrimiento.

¿Cuáles son tus proyectos literarios a futuro? ¿Amasijo está terminada?

Sí. La mandé a diferentes concursos afuera, vamos a ver qué pasa, si no veré alguna editorial. Ahora estoy escribiendo dos proyectos al mismo tiempo, unos relatos que se conectan unos a otros pero se pueden leer por separado, tienen ritmo, transcurren en un gimnasio, con actividades físicas, tiene ese movimiento, los personajes usan un lenguaje parecido al de los gimnasios. Por otro lado, una novela que tiene que ver con un colocador de membranas, se muere porque explota una garrafa, en el velorio comienza la historia. Le empiezan a reclamar por qué no dejó de poner membranas en una casa que ya tenía membranas.

¿Te divertís cuándo escribís?

Me divierto mucho al principio. Después, cuando empiezan las re lecturas digo: esto no, empiezo a sacar, a agregar, saco más de lo que agrego. Sí, me divierte mucho el sarcasmo.

¿Algún plan en torno a la crítica literaria o lo académico?

De lo académico estoy alejada, me interesan otras cosas. Ahora, por ejemplo, escribí con placer el prólogo del próximo libro de poemas de Ariel Bermani. Transité mucho el texto académico, carreras, tesis, concursos, congresos. Hay gente que se apasiona por la investigación y es allí donde debe estar. Mi lugar es la literatura, si quisiera hacer algo de crítica, lo haría sobre textos que me interesan, los de mis amigues.


El sol insiste en el balcón de María, también en la vereda, en los escolares que caminan por las calles. Todavía es posible ver pequeñas juntadas, pequeñas cofradías vivas, inquietas y felices como las que le gustan a María.



María Insúa
Bicho taladro
Paisanita editora
2019

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