Poéticas

Gustavo Yuste: “La literatura está en los detalles y el desafío es encontrarlos y traducirlo a algo estético”

Gustavo Yuste - Dante Fernández

El 16 de Junio de 2019 amanecimos con la noticia de un apagón eléctrico general en Argentina, Paraguay y Uruguay. El poema de un autor de la Ciudad de Buenos aires, cuyo título era justamente Apagón, se viralizaba por las redes sociales. El mismo autor ha sido estampado en frases de remeras, en cortos audiovisuales, ha sido distinguido en la Bienal de Arte Joven y publicado en España. Gustavo Yuste es escritor, periodista, comunicador y organizador de encuentros de lectura de poesía.


Por Mercurio Sosa. Fotos Dante Fernández

Venimos saliendo de un año muy extraño, este 2020 de aislamiento nos obligó a replantearnos nuestra forma de vincularnos. Y en medio de la pandemia salió a la luz La felicidad no es un lugar. ¿Qué diferencias (o evolución) le encontras en relación con Las canciones de los boliches, Lo que uso y no recomiendo o Personas que lloran en sus cumpleaños?

Es curioso porque varios lectores y lectoras le encontraron algún tipo de efecto premonitorio a La felicidad no es un lugar en relación a la distancia entre las personas, la imposibilidad de comunicarse, de encontrarse. El libro salió la segunda semana de marzo, es decir, días antes de la cuarentena más estricta: me acuerdo de viajar en colectivo a buscar algunos ejemplares a la librería La Coop y seguramente haya sido el último viaje en colectivo que hice por meses… Después, en relación a las diferencias o evolución, creo que respecto a los libros de poesía (Las canciones… y Lo que uso…) pude encontrar una forma de sintetizar varias de mis obsesiones en una forma en la que me sienta cómodo y me inquiete al mismo tiempo: poemas más extensos, así como también poemas muy breves, formas de expresión que remitan a cierta oralidad sin que caigan, como dice Diana Bellessi, en la “plusvalía de la fácil comunicabilidad” (o al menos eso me gustaría creer). Después, respecto a la novela Personas que lloran en sus cumpleaños, creo que se repite a grandes rasgos el tópico: la idea de la felicidad programada como una obligación a cumplir siguiendo determinados pasos que se determinan por tu edad, generación, género, clase social, etc. Correrse voluntaria o involuntariamente de eso abre grietas que nunca se cierran.

¿Cuándo fue que descubriste que la melancolía iba a ser tu principal motor de creación?

Un poco en relación con lo que te comentaba antes, creo que al darte cuenta que hay algo en lo que se espera de uno que no te conforma –lo cual también aplica a la vida sexoafectiva-, la melancolía se convierte en un arma de doble filo: te defiende de ciertos embates y, si te pasás de rosca, se convierte en nostalgia. Ahí, como canta Charly, uno está “como viviendo en el pasado” y todo se hace cuesta arriba. Poder moverse dentro de ese riesgo que es la melancolía es lo que me permite muchas veces encontrar material para escribir. Además, después de una adolescencia queriendo luchar contra ella, mejor aprender a convivir con eso y ver qué se puede hacer.

“La poesía: un género literario que provoque alguna incomodidad en quien la lea, lejos de los textos pensados como contenido o producto, sino como un “objeto inútil y perturbador”, como también definió de manera precisa Bellessi. Creo que en esta respuesta me guiaron tanto ella como Hebe Uhart.”


Por lo que he podido ver en tu escritura, incluyendo tu novela o tus postales desde Cuba, tenés la capacidad de encontrar un detalle y convertirlo en una reflexión. ¿Cómo nutrió la pandemia tu escritura? Publicaste 3 libros este año, por lo que veo no fue un año perdido.

Hay algo en la epifanía que me produce una cierta electricidad para escribir: poder ver algo que siempre estuvo ahí, pero lo que cambia es la mirada. Siempre digo que es en lo cotidiano donde yo encuentro lo fantástico, así como otros autores y autoras aseguran que lo fantástico es su cotidianidad. La literatura está en los detalles y el desafío es poder encontrarlos y traducirlo a algo estético, que es en definitiva lo que es la poesía: un género literario que provoque alguna incomodidad en quien la lea, lejos de los textos pensados como contenido o producto, sino como un “objeto inútil y perturbador”, como también definió de manera precisa Bellessi. Creo que en esta respuesta me guiaron tanto ella como Hebe Uhart. Por supuesto que con la pandemia eso se resignificó, porque la vida cotidiana se redujo significativamente, lo que en mi caso me empujó a mirar en el pasado y en una idea de futuro con más detenimiento, además de intentar alterar la mirada para un presente que no esperaba. Después, respecto a los libros, en realidad fueron escritos antes de la pandemia: La felicidad no es un lugar, como te decía, salió antes; El viento trae noticias surgió de un viaje a Cuba a fines de 2019 y en la pandemia lo único que hice fue editarlo y ordenarlo; y Electricidad reúne mis dos primeros libros, que ya no se podían conseguir prácticamente. Creo que la productividad aparente en realidad fue azar editorial.

Por lo que vi en redes, acabás de publicar un libro en Sudestada y también se viene un nuevo libro de Santos Locos. ¿La aproximación a la escritura es la misma que en los libros anteriores? ¿Qué podemos esperar de lo que viene? ¿Hay un trabajo de poner la mirada en otro lugar o la intención es la de profundizar lo ya logrado?

Sí, en marzo si todo sale bien llega Accidentes del ánimo, un libro que contiene un texto inédito, Boleros accidentados, y recopila Las canciones de los boliches, Lo que uso y no recomiendo junto a algunas cosas más. Fue una propuesta que me hizo Marcos Gras, el editor de Santos Locos, y que me gustó porque esos títulos también eran difíciles de conseguir últimamente y porque el nuevo volumen de poemas continúa un poco la línea de esos trabajos previos. Si Electricidad recopila mis dos primeros libros de poesía, en donde tenía un interés particular en las nuevas tecnologías y cómo nos afectan en lo vincular, en Accidentes del ánimo me centro en mi otra obsesión, que es cómo se acercan y se alejan las personas entre sí, sin que se sepa nunca bien por qué. Si bien exploro en nuevas formas, como una predominancia de poemas extensos, creo que es una continuidad de los últimos años, en donde la melancolía está muy presente.

Foto: Dante Fernández

En cuanto a tu rol de difusor cultural, este año se reactivó La primera piedra. ¿Cómo manejás el lenguaje periodístico en contrapartida al poético? ¿Fue difícil reactivar el interés de los lectores para un proyecto que estaba en pausa? ¿O simplemente fluyó con naturalidad?

La Primera Piedra había entrado en pausa en octubre del 2019 como resultado de los años de gestión macrista: el pluriempleo, la necesidad de trabajar más para ganar una cantidad de dinero que permita vivir, la falta de políticas culturales, nos imposibilitaba a todo el equipo poder dedicarle el tiempo que siempre quisimos para lograr un producto de calidad que aporte a la difusión cultural y al debate público. La situación actual no es muy diferente lamentablemente gracias a la pandemia, pero en medio de este contexto tan particular sentimos necesario reabrir ese espacio centrándonos en lo cultural, uno de los sectores más golpeados por la crisis. Por suerte todo fluyó con naturalidad y estamos muy contentos de haber vuelto, la repercusión fue mayor de la que esperábamos y eso es para festejar. En mi caso en particular, conviven muy bien ambos registros, porque en ambos trato de trabajar con cierta austeridad y ascetismo. Después, claro, hay diferencias: el periodismo busca explicar, la literatura busca incomodar.

¿Cómo creés que está reflejando el arte este proceso histórico? ¿Cuál es el rol de los comunicadores en esta pandemia?

Creo que estamos todavía atravesando el problema, por lo que resulta difícil sacar alguna conclusión y también encontrar un enfoque estético en medio de necesidades urgentes como puede ser no poder ver a tus seres queridos, la falta de recursos, la soledad, etcétera. De todas maneras, confío en la calidad de producciones que hay en Argentina y en la región: hay artistas que, desde diferentes disciplinas, van a ser capaces no solo se reflejar este proceso histórico, sino que van a poder complejizarlo, profundizarlo, resignificarlo. En cuanto al rol de los comunicadores, resumiría en que habría que intentar ser lo menos canalla posible dentro de lo que las empresas periodísticas lo permiten. En mi opinión, lucrar con el miedo, la tristeza y la desesperación debería ser un límite moral a la hora de informar.

¿Qué te pasó por la cabeza cuando te levantaste y supiste que no se podía salir a la calle? ¿Cómo vive un poeta en aislamiento?

Sinceramente, tengo recuerdos difusos de esas primeras semanas, ya que me agarró en medio de una crisis personal, un gran accidente del ánimo (de ahí el nombre del próximo libro) que venía de antes, cuando el coronavirus era apenas un rumor. En mi caso, al principio no me fue un gran problema porque siempre fui alguien de planes un poco más tranquilos y estáticos, pero después con el paso del tiempo se fue complejizando: extrañar a personas, actividades e incluso sentimientos. ¿Cómo te pueden romper el corazón si no podés conocer a alguien nuevo? ¿Cuánta ilusión y desilusión se puede sentir? ¿Hay chances de cambiar radicalmente las cosas en el aislamiento? Después, nunca me gustó considerarme “poeta”, porque es una palabra que suele cargar muchos sentimientos. Ben Lerner afirma que puede ser un insulto para uno como para los demás. Es decir, si yo digo que soy poeta, la otra persona puede pensar que soy alguien completamente loco o que lo digo como un autoelogio, sintiéndome superior al resto. Siempre utilizo la palabra escritor, porque un poeta es justamente eso, escritor. A alguien que exclusivamente escribe cuentos no se le dice cuentista. Es más, prefiero lo que dice Hebe Uhart: no existen los escritores, existen las personas que escriben. Más allá de eso, creo que la literatura puede ser una gran compañía en aislamiento. No va a resolver lo urgente, pero sí puede generar respuestas a largo plazo menos impactantes, pero más duraderas y persistentes.


La felicidad no es un lugar
Gustavo Yuste
Santos Locos
2020

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