Literaturas

Ciudad Dormitorio | El existencialismo barrial de Damián Snitifker

En esta primera novela de Damián Snitifker, la zona sur del conurbano bonaerense adquiere esa mística que supo tener la Nueva York del “CBGB” o la Londres de los Clash. Esos lugares sobre los que nos fascina leer pero en los que nadie querría haber vivido. Tal vez haya casas bajas y calles de tierra, pero el sentimiento punk del No future se palpa en los discursos de personajes que se sienten muy jóvenes para ser viejos o muy viejos para ser jóvenes.


Por Ezequiel Olasagasti.

El conurbano bonaerense es ese espacio en el que todos creen estar pero que, de hecho, nadie domina del todo. Ni siquiera los que viven o vivieron conocen sus más profundos detalles, todas sus extensiones o sus límites. Esta zona, a veces salvaje y otras veces tan urbana, es el escenario donde se desarrollan las historias de Ciudad Dormitorio, primera novela del escritor Damián Snitifker.

Sería un pecado comenzar a hablar de la obra sin reparar en los detalles del libro físico. Publicado por la editorial Crack-Up a finales del pandémico 2020, es una maravilla visual y táctil que sabrán apreciar los puristas a quienes les gusta tener el libro en papel. Una hermosa tapa, un interior lleno de dinamismo e imágenes que le dan al objeto una belleza estética que empata con su calidad narrativa. Chiches que el lector ávido recibe con aplausos y enjugándose un lagrimón. Sin olvidar el código QR que viene dentro y que te lleva a una lista de Spotify para acompañar la lectura. Algo que no es una canchereada, la música en Ciudad Dormitorio es tan importante como los mismos personajes y el ambiente. Cada canción curada por el autor es parte de la historia y la ayuda a moverse. Por lo tanto, los que tienen la capacidad de leer mientras escuchan música gozarán de una experiencia que complementa el viaje de forma perfecta. Los que no cuenten con esa capacidad de concentración tendrán la fortuna de recibir premio doble, una doble lectura. Una sin la lista musical y otra con ella. Este amor por los detalles parece pensado por alguno de los propios personajes de la obra. Esos que, sin importar qué tan precaria pueda ser su situación, pondrán todo de sí mismos en lo que aman. Más aún si es el arte, eso con lo que se le puede ganar al olvido tras la muerte.

Ciudad Dormitorio es un cúmulo de historias particulares que se entrelazan. No hay un punto central de donde se comienza a hilvanar la telaraña. Es el devenir de la vida misma que empuja a un grupo de amigos del barrio junto a otras personas que, por azar de la geografía, se conocen de nombre o de cara. Estas historias, que serían cliché en cualquier realismo sucio, van formando el paisaje del conurbano y lo que se siente ser parte de él. Con lo bueno y con lo malo. Los encuentros, la vocación, la radio, la amistad, las anécdotas y esas cumbias que en el conurbano siempre fueron ley y ahora se adoptan en capital para mitigar la culpa. Lo que para Bukowski es un poema para el conurbano es la realidad diaria.

Zona sur adquiere esa mística que supo tener la Nueva York del “CBGB” o la Londres de los Clash. Esos lugares de los que nos fascina leer pero en los que nadie querría haber vivido. El punk está, también las bandas, el arte, la radio, el laburo, la cerveza y las resacas. Tal vez las casas sean más bajas y haya más calles de tierra. Sin embargo, el sentimiento de No future se palpa en los discursos de unos personajes que se sienten muy jóvenes para ser viejos o muy viejos para ser jóvenes. Las historias de los personajes, sus pensamientos y sus pasados que se van amalgamando sin precipitaciones. Porque el tiempo del barrio es distinto al resto, pasa lento, o directamente no tiene un tiempo. Son sus conversaciones las que van revelando los distintos conflictos de la trama que no tienen por qué llevar a una resolución, solo a la profundidad de una pasión que puede salvarte del existencialismo apático que genera ser solo un punto más en el traste del mundo occidental. Más cuando esa pasión llega a un destino. Las historias en el Gran Buenos Aires tienen esa sensación de que no terminan del todo. La emoción no desemboca en el clímax hollywoodense pretendido. Te sumergen y, con mezquindad, te dejan ahí para que las pienses.

Las historias simples que conforman la novela te sumergen en la profundidad de gente que el lector sabe que pueden ser él mismo. Esa sensación de sentirse parte de algo, que para el mundo puede ser insignificante pero para el personaje puede ser lo mejor de un día donde la monotonía barrial se come todo como un agujero negro. El autor no necesita empapar el ambiente del barrio con situaciones sobrenaturales, esa sensación de que todo lo que pasa puede ser verdad es la que atrapa al lector. Y puede ser todo verdad. Los problemas de Juli, Cristian, Federico o la señora que dice llamarse Norma pueden ser los de cualquier hijo de vecino. Pero no vamos a preguntar. Tan real resulta todo, que el lector termina yendo a chequear en Google si algunas cosas dichas por los personajes sobre gente de la farándula o del ambiente rockero pasaron como dicen. Uno se cree el rumor, tal vez porque somos como los personajes de Ciudad Dormitorio y al vacío de nuestra cotidianeidad lo mueve una noticia fuera de nuestra esfera de laburante promedio. Como si viviéramos en Quilmes y nos contaran un chisme dudoso en el almacén de Doña algo.

El autor genera una universalidad en la que cualquier trabajador se sentiría identificado. Esas ganas de decir “Esto me pasó”, “Esto me pasa” o “Esto seguro me va a pasar”. Puede ser incluso el mismo autor contándote lo que le pasó a él pero en la boca de personajes inventados (o no) al mejor estilo “Meta”. Te pierde en un tiempo neutro al que no podrías ponerle un año. Estarías en los setenta o los ochenta si no fuera porque, de vez en cuando, se cuela un celular en la escena. Claro que está lleno de regionalismos, calles, bandas y marcas que un extranjero no entenderá sin un glosario y un mapa. Sin embargo, los diálogos que van desgranando la profundidad de las luchas internas de los personajes mantendrían la misma esencia aunque se cambie la cerveza junto al río de Bernal por una junto al lago Michigan. La novela es la pequeña ventana en la que se puede conocer lo que siente el mundo entero a través de una pequeña parte del segundo cordón del conurbano argentino.


Ciudad dormitorio
Damián Snitifker
Crack-Up

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