Por Pablo Rial. Foto Eloy Rodríguez Tale
Son las 00:36 del domingo, ando con insomnio por algo que me da vuelta en la cabeza hace algunas horas. Me tuve que levantar y hacer un té de tilo. Buscando un poco de tranquilidad mental pongo a Yann Tiersen de fondo mientras pienso en la conversación que tuve ayer con Matías, un amigo.
Recuerdo lo convencido que él estaba de su certeza cuando me contó sobre un desenlace que tuvo un tío suyo. Me aseguraba que su destino “era cantado”. Yo me cuestiono qué tan “cantado” es el destino. Me pregunto: ¿Es azaroso? ¿Es una elección? ¿O una mezcla de ambas?
Los estoicos adoraban al destino, su frase era “Amor Fati” que significa “amor al destino”. Alimentaban la idea de que, entre otras cosas, para ser feliz hay que ser virtuoso, y que el ser humano es como un perro que está atado a un carro que avanza. Entonces hay dos opciones: acompañar al carro e ir sereno aceptando el camino o bien resistirse inútilmente, lo que involucra en este caso un sufrimiento.
El estoicismo lo llama Destino, Fortuna, Ley natural, Dios. Y dice que es un plan natural preexistente en cada persona, por lo que se requiere de la sabiduría para resistir con entereza y dignidad el destino en caso de que la fortuna resulte esquiva, o bien, si la suerte le es favorable a lo material lo considerará efímero y por lo tanto carente de valor, aunque no lo despreciará.
Al igual que los epicúreos, los estoicos buscan la “ataraxia” que es la imperturbabilidad del alma, la tranquilidad, sinónimo de felicidad. Sostienen que la libertad existe desde la actitud en la manera en que se toma al destino, pudiendo controlar el propio interior, pero no así el exterior. En lo personal no estoy de acuerdo con esto último, creo que en muchas ocasiones el exterior sí puede ser modificable. La filosofía budista de Nichiren Daishonin (monje budista del siglo XIII en Japón) por ejemplo, sostiene que si cambia el corazón, cambia la vida, la familia y entonces la sociedad.
Personalmente relativizo, como dijo mi amigo, que el “destino está cantado”. Si bien las diversas corrientes filosóficas en parte lo argumentan, dejan entrever un detalle clave: lo azaroso tiene un papel fundamental en el oleaje, pero lo controlable como lo es la determinación y las acciones son el verdadero timón.