Poéticas

Alan Ojeda: “Hay que buscar familiaridades que nos permitan salir de esta mediocridad que implica ser sólo un humano”

El poeta, docente e investigador acaba de publicar Pirofanías, un poemario que profundiza en la naturaleza de lo caído, en aquello que la ortodoxia señala como oscuro, para encontrar desde allí una síntesis pragmática del reduccionismo entre el bien y el mal.


Por Ayelén Rives. Fotos Marvel Aguilera.

En su cuarto poemario, el autor de Ciudad Límite (Llantodemudo, 2014), El señor de la guerra (Athanor, 2016) y Devociones (Zindo&Gafuri, 2017), traza en Pirofanías (Caleta Olivia) una búsqueda por los orígenes del acto poético, por las condiciones de posibilidad del ejercicio de la palabra, cuyos marcos han estado atravesados históricamente por lo místico y el esoterismo, por ese componente religioso que ha acompañado a la poesía como expresión de la condición humana. En ese derrotero, resuena el eco de la guerra como factor intrínseco del individuo y su desarrollo: un “camino del guerrero” repleto de aliados y enemigos, con la palabra como herramienta de combate. Sobre esa necesidad de afrontar desafíos, con sacrificio y coraje, está la magnitud del amor como manifestación de una supervivencia colectiva, en un contexto donde el egoísmo recalcitrante aflora desde los discursos políticos y una cultura moralizante amainada en la autopreservación, que avanza a cualquier costo.

Con la maestría del uso de las palabras como cajas de resonancia, Alan construye un libro que puja por la carga del símbolo y se amalgama con la potencia ilustrativa de Blake, Barry y Maier, entre otros, para dar pie al movimiento reactivo del lector, a generar una conexión con lo primigenio que nos hermana, con la auto-crianza del ser, con una vuelta a esa especie animal abierta a un mundo todavía por explorar.

Revista ruda

Pirofanías es un libro de poemas que parece construir su propia épica, su propia mística, atravesando temas como el autoconocimiento, el poder, el saber, la potencia del ser, el vínculo con uno mismo en un mundo en guerra. ¿Cuál es el contexto de escritura del libro? ¿Qué te trajo a estos temas?

Me parece que no necesita de un contexto en particular. Es una experiencia del día a día. Hace rato que me interesa todo lo relacionado al esoterismo, a las prácticas mágicas, a la religión, etc. Creo que, originalmente, todo eso es el centro de la producción poética desde los orígenes de la humanidad. Toda religión o toda mística encontró su forma en la poesía y en el canto. Hay una forma de la enunciación, con diferentes tonos en cada tradición religiosa, que aún hoy en día nos resuena.

Me gusta leer la Biblia, poemas chinos, sufíes, japoneses y aforismos. Me gustan los himnos y las elegías. Creo que es algo que no se agotó ni se agota. Lamento que haya gente que tiene un prejuicio hacia lo religioso. La Biblia es la gran llave de Occidente. ¿Cómo entender gran parte de las obras de occidente sin tener una mínima idea de religión? Y eso que tenemos mucha más cercanía cultural para pensar esos códigos que otros. El Islam, el Budismo, el Tao, el Hinduismo nos resultan muy lejanos, pero no son imposibles, pero la Biblia… Ahí hay una especie de desdén del progresismo ilustrado que sólo lee con prejuicio cualquier cosa que tenga un poco de cercanía con lo religioso o espiritual. Por mi parte, si supiera más de las culturas precolombinas, también trabajaría con eso, como lo hizo el barroco latinoamericano.

En lo referido al “tema”, si es que los poemas tienen tema, como dijiste vos: el vínculo entre el mundo y uno suele ser una guerra. Hay guerra en todos lados. Hay guerra contra uno mismo, contra los otros y contra la cultura. Hay que romper y romperse. Hay que buscar aliados. Son guerras dolorosas que uno realiza para obtener una depuración, para limpiar lo que rodea y uno mismo. El camino del guerrero, muy similar al arquetípico camino del héroe, es de autoconocimiento. Pero acá hay algo más, hay enemigos, y enemigos son todos los que atentan contra ese proceso, los que hacen el mundo más pobre en todo sentido, en experiencias, en imagen, en espíritu. Para toda guerra se necesitan aliados y escribir permite ver quién está de cada lado.

Yo soy una persona de carácter bastante beligerante en algunos casos, soy tajante con algunas ideas y, sobre todo, con cuestiones estéticas. No puedo transar con la gente que hace de la banalidad su bandera. Lo pienso sobre todo en términos estéticos, de producción de arte. Para esos casos, la espada. La espada es el aire, el aire es el pneuma, el pneuma es el verbo. Escribir es mi forma de hacer la guerra.

“Hay guerra en todos lados. Hay guerra contra uno mismo, contra los otros y contra la cultura. Hay que romper y romperse. Hay que buscar aliados”.


Las citas textuales y laterales son heterodoxas: desde poetas románticos hasta un Edgar Bayley, aparecen el catolicismo, el budismo y también el hermetismo. ¿Qué los reúne? ¿Cómo alimentan estas lecturas la historia de Pirofanías?

Están en la entonación de los poemas. Las citas y referencias orientan la lectura, pero también buscan ensamblar un tono. Hay poemas que tienen un aire oriental, hay otros con tono bíblico, otros son más aforísticos. Es como un coro de voces religiosas.

En general, siempre que empiezo a escribir es porque estuve leyendo algo que me motivó, de donde pude extraer algo. Devociones (Zindo&Gafuri, 2017), que comparte algunas cosas con este libro, comenzó a armarse cuando empecé a leer Esferas de [Peter] Sloterdijk. Me gustó mucho la idea de la ruptura de la primera esfera que implica la caída del paraíso, la del “Afuera” como el gran maestro, el desinterés que muestra el universo por nosotros, etc. Podríamos decir que Devociones, El señor de la Guerra y Pirofanías son una trilogía. Son distintas formas de aproximarse a lo mismo. En todos hay fricción, guerra y el intento de suturar una experiencia del mundo que parece perdida.

En Pirofanías hay una reconciliación, de manera directa, con la naturaleza de lo caído, sin arrepentimiento. En estos últimos poemas está más presente lo que en el esoterismo se llama “camino de la mano izquierda”, que trabaja con todo lo que la ortodoxia considera “oscuro”. Es un camino atravesado por la severidad y el dolor, que implica la integración de la sombra jungiana, por decirlo de alguna manera. También te lo puedo explicar de una forma más popular ¿Viste Evangelion? La humanidad vs Dios. El proyecto de Gendo es un poco el de la auto-deificación. La Mano izquierda abraza la expulsión del paraíso y busca obtener, de alguna manera, el acceso al árbol que se le negó, el “Árbol de la Vida”, frente al que Dios puso un ángel con una espada de fuego para que los humanos expulsados no se transformaran en dioses. Me interesa el potencial poético de eso, la posibilidad de encontrar una especie de verdad que solo puede ser hallada en el proceso de creación poética.

Igual, a mí no me interesa la oposición Mano Derecha vs Mano Izquierda. Me parece un reduccionismo y una comodidad. Volvemos a caer en el dilema “bien” y “mal”. Prefiero, como Giordano Bruno, mantenerme alejado de esa antropomorfización de las fuerzas cósmicas. Siempre podemos encontrar una tercera posición que sea una síntesis, ser más pragmáticos.

Por momentos se siente una especie de épica de empoderamiento y autoconocimiento ¿pensás que es así? ¿Es un libro que se posiciona en ese lugar?

Son dos palabras que me cuestan un poco porque están ligadas, hace rato, a ese refugio de la espiritualidad marketinera llamada “autoayuda”. Pero de alguna manera sí. Desde que empecé a leer, empecé a integrar las lecturas a la vida, dando lugar a que estas modifiquen algo real, no solo como un consumo. Deleuze dice en Literatura y vida: “La enfermedad no es proceso, sino detención del proceso”. Si pensamos el autoconocimiento como la detección de esos devenires en potencia y el empoderamiento como la activación de esos devenires, te digo que sí. Para conocerse hay que romperse, abandonar la forma que tenemos. Ahí podemos empezar a dar sitio a nuevas alianzas, alianzas aberrantes, con animales, elementos, paisajes, plantas, formas-de-vida que nos permitan continuar en esta situación de guerra total en la que nos encontramos. Hay que buscar familiaridades que nos permitan salir de esta mediocridad que implica ser sólo un humano. Vuelvo a citar a Deleuze, pero esta vez en Mil Mesetas: “Nosotros, los brujos, lo sabemos desde siempre. (…) Hay toda una política de los devenires-animales, como también hay una política de la brujería: esta política se elabora en agenciamientos que no son ni los de la familia, ni los de la religión, ni los del Estado. Más bien expresarían grupos minoritarios, u oprimidos, o prohibidos, o rebeldes, o que siempre están en el borde de las instituciones reconocidas, tanto más secretos cuanto que son extrínsecos, en resumen, anómicos”.

Quizá, más que esas dos palabras, lo que me interesa es que los poemas provoquen un estado de ánimo que movilice algo. Que la respiración del poema se transforme en la respiración del lector, que lo posea. Una conexión pneumática. Introducir una nueva respiración es introducir una nueva forma de vida. No por nada está en el centro de los rituales de casi todas las tradiciones. Para realizar una transformación, para adquirir fuerza, para lo que sea, primero está la respiración. Yo espero que los poemas pongan en movimiento esa máquina de respiración en el lector. Si es afín, comienza la conspiración.

El protagonista, guerrero empoderado y dominante, por momentos recuerda al superhombre nietzcheano. ¿Qué tiene para decir este superhombre hoy? ¿Por qué hablar de un superhombre en el contexto posmoderno de caída de los paradigmas de dominación?

Veo mucha gente que trata de arañar un lugar en el mundo agarrándose de cuanto nuevo paradigma de valores aparezca frente a sus ojos. Eso que hoy se llama de manera despectiva “progresismo” es un poco eso. Es esa gente que juzga con el dedo y busca formas de sentirse moralmente superior al resto, encontrando razones para criticar, para mostrar que ellos saben o están en consciencia de X cosa que los demás no, buscan la falla y sancionar. Se transforman en policías del pensamiento, son lo peor de la moralina, la Nueva Iglesia. Siempre, no hace falta aclararlo, en nombre del “Bien”, y por gente que se denomina entre sí “gente del Bien”. Digo, no estoy en contra de la obtención de derechos ni de un mundo económicamente más justo. Con lo que estoy en desacuerdo es con la eterna victimización que destruye cualquier fuerza vital constructiva. ¿Vos te imaginás un mundo gobernado sólo por gente que se autoproclama víctima y hace de eso una bandera? Baudrillard en La izquierda divina, si mal no recuerdo, decía que la izquierda había perdido lo que la había caracterizado históricamente: la capacidad de tomar el poder. No es nada loco pensar que, frente a ese reblandecimiento de la izquierda, a esa forma lacrimosa y victimista que tiene ahora en muchas partes, la derecha haya levantado un discurso duro donde reivindica todo lo contrario. Algo de eso también lo trabajó Fisher en su texto “Saliendo del castillo del vampiro”.

Alguien podrá decirme que todo este discurso está alejado de la ternura y del amor. Yo digo que no. Que sólo la gente fuerte es capaz de amar. Ser fuerte implica ser capaz de sacrificio, poner en juego el pellejo, luchar contra el egoísmo y el narcisismo, romperse. Los que buscan sólo la auto-preservación, los que tienen miedo, los que amainan su plumaje al primer ruido ¿Qué pueden amar? En ese sentido, sólo un guerrero ama. La primera parte del poemario construye eso: un sistema de alianzas entre el sujeto y el mundo que haga posible la supervivencia, una comunidad de gente dispuesta a todo. No se si “superhombre”, pero si me interesa gente que esté en condiciones de cargar con su propia existencia sin tanta queja.

No soy ajeno a la organización política real, soy delegado sindical de ATE. La tarea sindical me puso cara a cara con estas cosas que digo. La experiencia me permitió concluir que la gente que vive en posición de víctima y los que viven con miedo son peligrosísimos. Son los más predispuestos a la traición, como Efialtes en Termópilas, que con tal de satisfacer su ego traiciona a los espartanos y guía a los persas en el ataque. Es difícil pensar en una comunidad organizada con gente así. En Introducción a la Guerra Civil, Tiqqun dice algo que puede ir a tono con esto: la guerra ahora es total y abarca todos los espacios de la vida. Encontramos formas-de-vida con potencias similares a las nuestras, con las que podemos construir algo, y formas-de-vida con potencias contrarias a las nuestras, para las que nuestra existencia está en desmedro de las suyas.

Cada poema parece tallado con precisión, al punto de que las palabras cobran un peso propio, particular, casi como conceptos. La sensación que tuve al leer fue que algunas palabras podían ser objetos contundentes. ¿Lo pensaste de esta forma? ¿Qué es el lenguaje poético para vos?

Entre los epígrafes del libro hay uno de “La Guerra Santa” de René Daumal. Ese texto es un poema extenso escrito en prosa en el que Daumal agota la palabra “guerra”. El poema termina diciendo: “Y porqué he empleado la palabra guerra, y porqué esa palabra guerra hoy no es más que un simple ruido que la gente instruida hace con sus bocas; porque ahora es una palabra seria y llena de sentido, se sabrá que hablo seriamente y que no son vanos ruidos que hago con mi boca”. Para mí ahí está el trabajo del poeta con el lenguaje. Se trata de ¿síntesis alquímica? ¿Forja al rojo vivo? Lo importante es que la palabra se cargue, a lo largo de la obra, como se carga un sigilo o una plegaria. La repetición cumple esa función. Creo que la obra de un poeta, al final de una vida, equivale, con mucha suerte, a la fabricación de un par de símbolos, como puede ser la idea de nadar, el agua y los caballos en [Héctor] Viel Temperley, por ejemplo.

Por ejemplo, la palabra guerra. ¿Qué es la Guerra hoy?

Una forma de existencia. Pienso en TOPY luchando contra la programación mental y la realidad consensual; en los cuerpos que se resisten a dejarse abatir por en cansancio y la explotación de la vida cotidiana; pienso en el amor que hacía fuerte a los ejércitos griegos, compuestos por amantes, y que hoy deberían ser nuestro modelo para la subsistencia. La guerra es psíquica, emocional y física. El enemigo se perfecciona, mejora sus formas de dominación y tiene aliados en nuestras filas. Sin embargo, la paranoia no puede reinar. No podemos vivir atacados, mirando por encima del hombro a cada momento. Por eso digo: “El que vive en la guerra/vive en el descanso”. Hay que asumir que no hay tregua y debemos aprender a vivir así para sobrevivir o siquiera pensar en construir otra cosa.

Cada apartado tiene una imagen de portada, cuadros de Michael Maier, James Barry, William Blake, entre otros. ¿A qué se debe esta selección?

Son las pinturas que están en sintonía con lo que corresponde a cada apartado. Me interesaba retomar algo de la tradición de los libros mágicos del renacimiento y posteriores. El poemario es, de cierta forma, un grimorio. Pensé el libro para que parezca eso en todos los sentidos, desde el tono de los poemas hasta las secciones y las ilustraciones. No quería que haya mucha diferencia entre un grimorio/libro mágico y el poemario. Todo acompaña el efecto de la lectura.

Recientemente, escribiste una nota sobre psicomagia, y dentro de Pirofanías algunos poemas parecen construirse como conjuros. ¿Influyó de alguna manera esta corriente de pensamiento en tu poesía?

Más que psicomagia, creo que te referís a la nota sobre La Biblia Píquika. Si, me interesa trabajar con la idea de poesía-magia-oración. Cuando era chico y leí algunos de los sonetos medicinales de Almafuerte sentí algo en el pecho. Eso fue algo muy parecido a la magia, a un hechizo. Quiero que el lector agarre el libro, lo abra en una página y lo lea cada uno de los textos como un salmo, un hechizo, un sigilo hecho poema. Los poemas más cortos, sobre todo, también son fáciles de memorizar. La idea es que queden dando vueltas como un mantra.

Hay algo que digo siempre. Si no crees que en la poesía hay algo cercano a la magia ¿Para qué escribir? Lo que dura, lo fundan los poetas, decía Hölderlin. Shelley afirmaba que eran los legisladores secretos del mundo. ¿Pretencioso? Sí. ¿Voy a esperar menos? Nunca. Para los tibios, el lugar más oscuro del infierno.



Alan Ojeda
Pirofanías
Caleta Olivia
2021

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