El poeta y músico radicado en Salvador de Bahía, está a punto de publicar su primera novela, Bahía Negra, una historia que se despliega entre el auge de la globalizacion y el cruce de culturas y religiones que marcan la identidad de una ciudad mítica.
Por Pablo Pagés.
Juan Ignacio es un escritor radicado en Bahía, el estado al noroeste de Brasil que lo acobijó. Allí donde comienza la historia del país vecino. La “Roma negra”, una ciudad que cruza entre culturas y religiones, y que supo conectar con el eclecticismo de Juan, atravesado por experiencias de escritura, música y comunicación y por una ascendencia familiar enraizada mediante sus padres con el hippismo de los setenta, y con la amalgama de los orígenes criollos y gallegos. En Bahía, Juan llegó, quizás, escapando de algo que no termina de entender de la Argentina. Pero la seducción de las heterogéneas mixturas de las aguas brasileras lo fueron terminando de asentar, casi como naturalmente.
Músico y poeta, se doctoró en Literatura como una forma de conectar con la vida bohemia. Allí, en Salvador de Bahía, los nativos, inmigrantes y turistas se abarrotan en las calles del Peló, donde las historias verídicas son mucho más asombrosas que las inventadas. En ese universo de contrastes surge su libro Bahía Negra, una novela próxima a publicarse en la editorial Hojas del Sur.
¿Cuáles fueron tus primeras referencias familiares con el arte o la escritura?
Mi abuelo era linotipista, digitando en máquinas que fundían plomo se leyó de primera mano a todos los escritores del ’30, del ’40. Conoció a los vanguardistas y a los de Boedo. Le gustaban los idiomas inventados. Tenía una biblioteca enorme y cuando tenía unos doce años me dio la tarea de catalogarla. Me vienen a la memoria las obras completas de Macedonio Fernández, La Crencha Engrasada de Carlos de la Púa y Nacha Regules de Manuel Gálvez. A lo mejor por eso, Roberto Arlt, sin darme cuenta.
¿En lo referido al arte siempre fue la literatura o hubo otra cosa?
Como nos pasa a muchos, no siendo hijos de rico, hay que pensar de qué vas a laburar. Después podés pensar en dedicarte a algún tipo de arte. Hice muchas otras cosas: teatro, radio, periodismo, circo; trabajé como luthier, técnico de grabación; pero mi universo bien podría definirse como una canción, letra y música. Son dos elementos que dialogan todo el tiempo dentro mío. Inclusive, debo confesar, tengo poca paciencia para la música instrumental, sin letra. De más está decir que cuando la literatura no tiene musicalidad me resulta una triste pérdida de tiempo. Cantábile, moderato, presto. Los ritmos son todo. Una cadencia, una modulación, un gran finale. Aunque dominara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, sin música, nada sería.
¿Por qué tomaste la decisión de irte del país?
Si me hubieras preguntado años atrás, seguramente hubiera encontrado un montón de causas externas para el exilio. Argentina siempre te muestra esa salida, “si no te gusta, andate”. Pero hoy creo que siempre tiene mucho más que ver con el adentro que con el afuera. La gente que te conoce desde chiquito espera un montón de cosas de vos, crea unas expectativas que uno sin querer acaba tratando de satisfacer. Te miran y si sos de Floresta esperan que seas muy diferente que si fueras de Belgrano. Si llegás a ser de Lanús o de Alsina, ni te cuento. Cuando te vas, no sos de ningún lugar, no sos de nadie. No hay parámetros para juzgarte. Es una buena oportunidad para conocerse de posta
¿Y Bahía cómo aparece?
No lo sé, Bahía te llama y a veces no te suelta. Hay que aguantársela también. Es como estar de novio con una mujer muy deseada. Y es maravillosa. Ya vi muchísima gente diciendo que se vienen a vivir acá y se van puteando. No es “mole”. Unos seguidores de Madame Blavatsky dicen que acá nacerá el próximo Maitreya, el buda de la próxima era cósmica. Acá en Itaparica nació el primer “brasilero” hijo de un navegante portugués con la hija de un cacique. El hombre sale desde África y sus caminos se bifurcan para Oriente y para Occidente. Aquí se encuentran de nuevo, en Bahía.
¿Ahora que pasó el tiempo podrías pensar que tu libro tiene mucho de autobiográfico?
Acá se habla mucho de auto-ficción y creo que es un buen acercamiento a la cosa. Partís desde tu punto de vista, desde la “realidad” como la ven tus ojos. La gente del movimiento negro utiliza “lugar de fala”, desde dónde estás hablando. Si sos un oligarca opresor, ¿de qué me venís a hablar? El hecho de hablar desde tu lugar de vivencia le da una decencia mínima a tu discurso. Contás cosas que te emocionaron, personajes que viste luchar por su vida, aunque tengan otros nombres, aunque narren otros episodios. La ficción es ese espacio de lo posible, por eso vale la pena, porque es el espacio de la libertad. De mentir con muchos detalles.
¿Cuáles son las partes en donde te reconocés vos en la trama del libro?
El extranjero. Te puedo remitir al n° 56 del I Ching: “Cuando uno es un viajero y un extranjero, no se debe ser ni hosco ni pretencioso. No se tiene un círculo de relaciones, de tal suerte que uno no pueda ponerse en relieve. Hay que ser prudente y reservado, de esta manera uno se preserva del mal. Si uno es cortés con los demás, tendrá éxito”. El viajero, no conoce las reglas del lugar, puede faltarle el respeto al tipo más importante sin darse cuenta y creerse las mentiras el impostor más obvio. Claro, si te ponés filosófico, resulta que todos somos viajeros y que estamos expuestos a eso todo el tiempo.
“El hecho de hablar desde tu lugar de vivencia le da una decencia mínima a tu discurso. Contás cosas que te emocionaron, personajes que viste luchar por su vida, aunque tengan otros nombres, aunque narren otros episodios”.
¿A qué refiere “Bahía Negra”?
Se iba llamar “Ginga” y de hecho la traducción en portugués tal vez use ese título. El gingado es el movimiento típico de la capoeira que consiste en avanzar con un lado del cuerpo mientras se retrocede con el otro y se realiza en forma continua y alternada entre los lados. Es un movimiento pendular que trata de evitar ser golpeado. En la capoeira el centro del juego es que el adversario no te toque. La capoeira también enseña que el momento de mayor debilidad (tanto nuestra como de nuestro oponente) es cuando atacamos. Bahía Negra también dialoga con Bahía Blanca, ciudad “milica” del sur argentino, con la que también tengo una relación muy fuerte y de donde vinieron artistas increíbles como Ramiro Mussotto o Pedro Giorlandini, que hicieron mucho por la música bahiana.
¿Las culturas afro tienen mucha presencia allá?
A Salvador le dicen la “Roma Negra”, es la ciudad con mayor porcentaje de negros fuera de África. A veces caen por acá argentinos, de esos que a uno le dan vergüenza, con un racismo estructural intolerable. En la Argentina el racismo está embutido en el día a día de una forma cruel. Y aparecen por acá y te dicen “estos negros” y primero te dan ganas de matarlos, después de decirles “qué hacés acá”. Todos los estudios arqueológicos actuales muestran que el ser humano se desarrolló en África antes que en ningún otro lugar. Es la civilización más antigua, la que sobrevivió a más cataclismos, guerras, diluvios. La civilización europea, como la conocemos, tiene unos mil años y ya es un refrito de cultura de los persas, del viejo y querido Zarathustra. Acá en América están sólo hace quinientos años. Los árabes estuvieron setecientos años en la península Ibérica y después los rajaron a las patadas. La cultura africana está por encima de esos vaivenes. Esperando.
¿Cómo conviven las religiones en ese cruce?
Las religiones son formas de sistematizar diferentes cosmovisiones, tienen conocimiento ancestral y sirven como elemento de cohesión e identidad de distintas comunidades. Son a veces herramientas de dominación y a veces formas de resistencia. En Bahía, la ancestralidad de los pueblos originarios de América se entiende bastante bien con la de los grupos que llegaron desde África. Algunos creen (y me incluyo) que utilizando las corrientes oceánicas favorables los viajes entre la costa africana y el continente americano (especialmente la costa atlántica) sucedieron mucho antes de la llegada de los europeos. Hay pruebas hasta en México de ese tránsito. En los tiempos de la esclavización y colonización se produjo lo que los católicos (los jesuitas fueron sus principales promotores) llaman “sincretismo religioso”. No es una mezcla, es apenas una estrategia para mantener tus creencias sin ser reprimido. Siguen siendo devotos de Iansá pero si aparece un cura le dicen que le están rezando a Santa Bárbara. Puro espíritu de sobrevivencia.
¿Pero por qué se asocia a las religiones de Brasil con lo oscuro y la manipulación?
El oscurantismo es una práctica medieval de la iglesia católica ¿no? Los cultos africanos son luminosos, llenos de vida. De la vida como ella es, llena de contradicciones, alegrías, dolores, llantos, gozos, envidias, generosidad. A los cultos afro se los llama gente de “axé”; el axé es la energía vital que mueve todas las cosas. Los misionários protestantes sobre todo y los católicos más conservadores intentan “demonizar” cualquier creencia que escape a su sistema de dominación con un fin de control político, económico y social. En el candomblé no hay demonios, y ningún orixá es “buenito”. Todos tenemos distintos apetitos ¿no?
“En Bahía, la ancestralidad de los pueblos originarios de América se entiende bastante bien con la de los grupos que llegaron desde África”.
¿La muerte en la historia es una transición o una necesidad de la Bahía por reacomodarse?
La muerte es parte inescindible de la vida. La muerte es un comienzo y un fin. Está ahí para llamar la atención. Estamos bastante acostumbrados a correr detrás de zanahorias. El narrador coloca una tentación en las narices del lector y lo lleva como el conejo de Alicia. Quién murió, quién mató, quien mandó matar, por qué murió. Corremos atrás de estas preguntas en el diario todos los días. Al final de cuentas, ¿es eso lo que queremos saber? ¿Eso es lo que importa? Al final todos vamos a morir, me intriga mucho más saber cómo vivimos, cómo amamos, cómo mentimos, cómo soñamos.
Aparte de esta amalgama de etnias que se fueron asentando, están también los turistas, que parecen ser bastantes.
La historia sucede en un momento de auge de la globalización, donde el flujo de turistas era muy grande en todo el mundo. Y Bahía es, desde los tiempos de la navegación transatlántica, un punto de encuentro de diferentes nacionalidades. La colección de personajes es grande.
En Bahía Negra manejás un lenguaje muy coloquial, despejado de intenciones poéticas, sujeto al devenir de los acontecimientos y con diálogos que hacen creíble tus personajes. ¿Todo esto fue una decisión estética?
Me gusta bastante escuchar a la gente, cómo hablan. Parece que te dicen mucho de su historia. Sus modismos, los giros que usan. Usando un lenguaje más formal se pierde todo eso.