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Me encantaría que gustes de mí | La posibilidad de un amor

La obra de Luciana Mastromauro sobre textos de Fernanda Laguna aborda la necesidad pujante de una mujer por el amor y el deseo, al mismo tiempo que combate los embates de su soledad entre los actos de la realidad y su imaginación.


Por Marvel Aguilera.

Todo placer debe incluir el conocimiento del propio dominio, decía Søren Kierkegaard en Diario de un seductor. Los límites entre lo imaginario y la realidad suelen nublarse cuando el deseo es la piedra angular de nuestros actos. Es que los tiempos de la seducción en la era de la tecnología ya no son los mismos, el ritmo vertiginoso y las construcciones consumistas del amor generan frustración en aquellos que no logran adaptarse a los mecanismos circundantes. Altas expectativas que provocan desencanto, pero que asimismo nos pueden hacer interrogarnos acerca de nuestra subjetividad y la vinculación con el concepto de amor que nos guía, en cómo podemos construir una experiencia amorosa unívoca. Me encantaría que guste de mí, la obra de Luciana Mastromauro sobre textos de Fernanda Laguna, explora las desventuras amorosas de Fernanda Rosetti, una profesora de literatura que lidia con las ansiedades de su mente y los padecimientos que provoca la soledad, pero que desde allí intenta redescubrirse a sí misma para seguir adelante.

Fernanda (Sol Fernández López) es una profesora de colegio secundario que vive sola esperando la llegada de un amor correspondido, sin embargo, las desilusiones crecen a medida que una nueva mujer se cruza en su camino sin la suerte esperada. Entre desencantos y soliloquios internos, Fernanda irá enarbolando una suerte de diario literario sobre ese impulso irrefrenable por el deseo y el amor. Por esa necesidad que se agiganta en un espacio vacío, donde las palabras de ellas rebotan sobre las paredes y las de los demás parecen ser mudas.

Lo real y lo imaginario se amalgaman en la cotidianidad, dando espacio a algo más sincretista, donde lo que sucede en la cabeza de la protagonista pareciera tener más vida que lo que acontece a su alrededor. En esa dinámica, los espectadores son parte central de una obra que se construye entre el monólogo y la polifonía que corre dentro de Fernanda, como un relato del que formamos parte como testigos visuales, pero también desde una lógica de lectores.

“Entre desencantos y soliloquios internos, Fernanda irá enarbolando una suerte de diario literario sobre ese impulso irrefrenable por el deseo y el amor. Por esa necesidad que se agiganta en un espacio vacío, donde las palabras de ellas rebotan sobre las paredes y las de los demás parecen ser mudas”.


La subjetividad de la protagonista está al desnudo. De la misma forma que el interior de su departamento nos muestra la esencia de sus quehaceres, de las dudas sobre el hacer, sobre dónde estar; sus pensamientos son arrojados en forma descarnada y sin tapujos. Desde los deseos más íntimos y eróticos, hasta los odios que habitan en lo profundo de sus emociones. El diálogo interno de Fernanda nos pone en tensión sus sentimientos, las perspectivas, las ganas. Porque más allá de las pérdidas, Fernanda es una mujer dispuesta a entusiasmarse una vez más. A pesar de todo. Alguien que dentro de las confusiones lógicas a las que lleva el desamor, puede reconocer el gesto afectuoso de sus alumnos que le recuerdan que la quieren. Porque, a veces, la soledad habla más de las fortalezas que las debilidades.

En años en donde el encierro y las ansiedades fueron en aumento como nunca antes, Mastromauro trabaja sobre una obra que pone de relieve la importancia de canalizar las emociones a través de la expresión artística y la necesidad de repensar nuestros conceptos tanto de los vínculos sentimentales como del deseo erótico, frente a una lógica mercantil que busca teñirlas como elementos del consumo capitalista.

Con tonos de luces bajas que intervienen en las partes en que se cruza un show medio “standapero” de Fernanda, donde también prima la música, los sonidos de ambiente y lo corporal como despliegue artístico, más allá de la importancia vital del texto, Me encantaría que gustes de mí pone mucha de su energía en la interpretación de Sol Fernández López, que logra transmitir un clima de pesadumbre y comicidad simultáneo, con mucha extroversión y magnetismo; jugando con los tonos de sus decires, con los susurros, las exasperaciones y también los gestos de calidez.

Una obra que funciona como una experiencia a transitar, donde las emociones de la protagonista son las que cambian los tonos de la obra para llevarla de la tragedia a la comedia o viceversa. Es que lo mejor de “Me encantaría” es ese torbellino de mambos que corren por la cabeza de Fernanda, pero donde uno puede reconocerse a la distancia: como un ser racional y grotesco a la vez, como inmaduro y sensato, como irascible y emotivo. Porque la soledad quizás es el momento en que más podemos quitarnos el velo de la diplomacia, de la política, de los deberes.

Me encantaría que gustes de mí es una original forma de mostrarnos que todos somos seres necesitados de amor y deseo, pero que, paralelamente, debemos aprender a reconocernos y saber aceptarnos para así poder establecer vínculos más sinceros y menos conducidos por los ritmos del “mercado del amor”.

Ficha artística-técnica

Actriz: Sol Fernández López
Diseño de sonido y música original: Carmen Baliero
Diseño de escenografía: Cecilia Zuvialde
Diseño de vestuario: Paola Delgado
Diseño de luces: Adrián Grimozzi
Diseño gráfico: Sergio Calvo
Fotos: Mariana Roveda
Prensa: Marisol Cambre
Asistencia: Luciana Córdoba
Adaptación: Luciana Mastromauro y Sol Fernández López
Dirección: Luciana Mastromauro

Teatro BeckettGuardia Vieja 3556, CABA.
Funciones – sábados 21:00 hs.

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