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Israfel | Despegar de un mundo de hostilidades

La obra de Abelardo Castillo, dirigida por Daniel Marcove, recorre la historia de genialidades y pesadumbres del escritor Edgar Allan Poe para reflejar, a partir de sus convulsionadas creaciones, la lucha de la humanidad por conservar su identidad ante una sociedad atestada de normalizaciones.


Por Marvel Aguilera.

En su relato corto “William Wilson”, Edgar Allan Poe nos habla de las complejidades de la naturaleza humana y de cómo el bien y el mal se disputan permanentemente un lugar en nuestra identidad. Es que nuestros actos a veces pueden estar impulsados por fuerzas interiores que desconocemos, que nos llevan a límites extremos que recorren el limbo entre lo real e imaginario. La conciencia aparece allí como una voz desalienadora, una presencia que nos advierte del desborde de nuestros actos, que nos reconstruye a partir de evidenciar lo que hacemos, con las virtudes y errores. La vida del propio Poe es una constante muestra de cómo esa genialidad que deviene en tantas originales creaciones, capaces de dar cuenta de las aristas más viscerales del ser humano, pueden perder el equilibrio a partir de abrirse a los demonios personales, a las fuerzas que operan dentro suyo, en forma obsesiva, para desfigurar su rostro, sus raíces identitarias.

En Israfel de Abelardo Castillo, dirigida por Daniel Marcove, la vida de Edgar Allan Poe se transfigura hacia un escenario universal para dar cuenta de la disputa del hombre ante una sociedad inhóspita repleta de incomprensiones, hostilidades y perversiones. Una lucha entre la luz y la oscuridad, entre las debilidades y fortalezas de las personas, que encuentran eco en la mente creativa de Poe.

La voz de Abelardo surge en medio de la oscuridad. Una atmósfera que se construye a partir de los silencios, de una luminaria tenue que va germinando las diversas eras de un Poe que parece naufragar en el tiempo. Su tránsito parece circular. La taberna como espacio eterno y un hombre solitario en búsqueda de poder vivir de lo que hace. Poeta y soñador. Un joven Poe que crece en medio de dificultades familiares y económicas. Siempre escribiendo, como una forma de canalizar sus ansias de trascender, de volar. Pero las incomprensiones aparecen.

“En Israfel de Abelardo Castillo, dirigida por Daniel Marcove, la vida de Edgar Allan Poe se transfigura hacia un escenario universal para dar cuenta de la disputa del hombre ante una sociedad inhóspita repleta de incomprensiones, hostilidades y perversiones”.


La locura como genialidad desconocida se acentúa, suena extravagante ante quienes consumen el conformismo de la época.

Su lucha por asentar sus obras y fundar una revista resiste al paso del tiempo, entre miserabilidades ajenas y desidias personales. Pero él insiste, gracias al amor de la joven Virginia, una musa silvestre que contagia su energía a pesar de la enfermedad que paulatinamente la consume.

Asimismo, un fantasma lo persigue. Un espectro llamado William Wilson que insiste con evidenciarle las realidades de un mundo ilusorio construido por sus obsesiones. Realidades minadas por burócratas, oligarcas y charlatanes que empantanan su andar. Un mundo hostil para quienes deciden abanderarse por su espíritu creativo, dejarse llevar por el flujo de la imaginación.

El alcohol está, como símbolo paradójico de atadura y despegue. Lo festivo y la desesperación. Una necesidad permanente para quien debe lidiar con las afrentas del rechazo y la pérdida, y a su vez un declive; una caída sostenida que lo desgarra en la perturbación, hasta perderse a sí mismo.

Juan Manuel Correa interpreta un Poe apasionado, desbordado de virtudes y derrumbes personales. Un Poe atravesado por un espíritu dionisíaco que lo sumerge en las profundidades de la ficción, en los sueños que repiquetean en la cotidianidad.

La figura de Castillo (Aldo Pastur), lúdica, magnética, sigilosa, pero al mismo tiempo compenetrada con la historia que se construye alrededor de sus palabras, crece cuando la voz acompasa las acciones, como un comentarista que reacciona detrás de escena a su propia creación.

Israfel de Daniel Marcove amalgama un trabajo excelso de reparto, vestuario, iluminación y de música en vivo (a cargo del artista Ezequiel Moyano). Una conjunción certera que logra generar un clima de sensaciones múltiples; de la ilusión al desencanto; de la angustia a la fortaleza.

Un texto que nos habla de la tragicidad de la vida para los que eligen trasgredir las estructuras, las normativas. Una obra que traza un paralelo estrecho entre la vigilia y lo onírico, entre lo histórico y lo ficticio, para construir una narración simbólica de la lucha de los seres por la esencia de la condición humana, y del arte como generador de transformaciones sociales.

Israfel es la indagación en la historia de un poeta y narrador que supo acercarnos al ejercicio de la palabra desde sus claroscuros, desde las sombras que acompañan los actos morales de la humanidad, pero también es una pieza que recoge el esfuerzo sostenido por lograr conciliar nuestras identidades con las imposiciones de un sistema ansioso por moldear las subjetividades para su domesticación.

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA


Autoría: Abelardo Castillo
Versión: Daniel Marcove
Adaptación y Revisión de texto: Sylvia Iparraguire y Claudia Solans
Intérpretes: Aldo Pastur, Juan Manuel Correa, Cristina Allende, Marcos Woinski, Antonia Bengeochea, Miguel Sorrentino, Diego Sassi, Mario Petrosini, Christian de Miguel, Julieta Pérez y Martin Fiorini
Música original y violín en vivo: Ezequiel Moyano
Diseño de Vestuario: Paula Molina
Diseño de Iluminación: Miguel Morales y Horacio Novelle
Director de Arte: Héctor Calmet
Coreografía: Mecha Fernández
Fotografía: Lucas Suryano
Diseño Gráfico: Leandro M Correa
Producción Ejecutiva: Mauro J. Pérez
Asistencia de Dirección: Florencia Laval
Dirección General: Daniel Marcove
Prensa: Silvina Pizarro

Centro Cultural de la Cooperación – Corrientes 1543, CABA.
Funciones: Viernes 19:00 y sábado 22:30 hs.



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