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Patricio Rago: “El espíritu de la FLU es romper con eso de la lectura para unos pocos elegidos, popularizarla, democratizarla”

El 5 y 6 de noviembre en Buenos Aires será la primera Fiesta del Libro Usado, en la que habrá librerías especializadas, librerías de usados, charlas, talleres y música en vivo, para celebrar la lectura. Porque leer es una fiesta.


Por Marvel Aguilera. Fotos Eloy Rodríguez Tale

En una era dominada por la obsolescencia y el consumo, lo usado parece un acto de resistencia que empieza a replicarse en pequeños ámbitos populares. La literatura no está exenta de eso. Las grandes cadenas de librerías se extienden a lo largo de la Ciudad de Buenos Aires, carcomiendo la mística porteña que supieron construir las librerías de familia, de barrio.

Patricio Rago viene desde Aristipo Libros impulsando una movida de lo usado que va más allá del consumo, que implica un acercamiento y encuentro entre los lectores, la recuperación de una comunidad cultural que vuelva a poner el libro como un acontecimiento social, barrial y de celebración. Primero desde las Francachelas que generan una importante movida de música, comida e intercambio festivo en la calle de su librería y ahora con la puesta de la primera Fiesta del Libro Usado (FLU).

Un acontecimiento que se va a estar llevando a cabo este próximo sábado y domingo para reunir a lectores, autores y todo aquel que quiera encontrar en el libro una excusa para charlar, entretenerse y celebrar la cultura. La FLU va a contar con la presencia de diversas librerías de usados a partir de una precisa curaduría, numerosos talleres de lectura de diferentes autores y géneros, y música en vivo para cerrar una noche que promete mover los anaqueles de la solemnidad literaria.

Revista ruda

¿Cómo surgió esta idea de la FLU?

La FLU es una idea que tengo hace varios años. Siempre me pareció que faltaba una feria, en el sentido de lo que se hace en la Rural, pero de libro usado, en la Ciudad. Es decir, vos en la Ciudad tenés las librerías de calle Corrientes, un poco en San Telmo, en Plaza Italia y Parque Centenario, y las librerías de barrio. Pero no tenés un evento que reúna en varios días a esos elementos.

Es una idea que tenía hace bastante, pero siempre me dio mucha paja ponerme a organizar, porque es un laburo a pleno, como te podrás imaginar. Entonces, lo pateaba y lo pateaba. Hasta que se fue dando, con la salida de la pandemia, dije “ya fue”. Y me puse a hacer la búsqueda de librerías. Porque también la idea es que no sea una feria donde va el que quiere a vender cualquier cosa, hay una curaduría de las librerías. Que son librerías que trabajan el oficio, como era la librería de usados de Buenos Aires de la tradición, donde había un librero que sabía y que te recomendaba libros, que te aconsejaba, que hacía una selección y un filtro de qué libros elegía vender.

En esa búsqueda encontramos libreros apasionados, con buena onda. Así surgió todo. Y después está la opción de los talleres y de las charlas, también de la música. Por eso se llama la Fiesta del Libro Usado y no la feria. La idea es que sea de un espíritu celebratorio. Celebrar la lectura, el libro usado. Esta tradición de la Ciudad que es única en el mundo, como es en Buenos Aires, con la tradición y la calidad de ediciones que se han hecho desde los años ’40 y ’90, con grandes editoriales.

Una fiesta que está muy orientada al ejercicio de la lectura y es la reunión en torno a ello, más que al hecho de consumo de un libro.

Sí, alguien puede ir y no comprar ningún libro si quiere. Es una fiesta para encontrarse con amigos, con otros lectores. El espíritu del evento es un espíritu de encuentro, de la celebración de la lectura. Por eso también hay fiesta y baile a la noche, para que realmente sea celebratorio. Y lo que tiene el lector del libro usado es que es muy amplio. Es muy diverso. Tenés el que trabaja en Tribunales, en el Poder Judicial, y es súper lector, tenés el que estudia en Puán, el que trabaja en un comercio, el experto en poesía eslovena, el que lee thrillers; es muy amplio. Entonces eso es un poco lo que tiene la FLU.

“Creo que lo que nosotros tenemos para ofrecer al barrio y la ciudad en comparación con las grandes cadenas es que ofrecemos un trato humano y un lugar de encuentro, una comunidad donde ir y que te lleves una experiencia”.


Hay una diferencia muy grande del que quiere comprar un libro en una cadena, donde se va solo a buscarlo, y el hecho de llegar a un libro usado, que es toda una búsqueda, una exploración.

Es una búsqueda. Eso de arrodillarse en los anaqueles para buscar lo escondido. Hay algo de exploratorio. Siempre digo que cuando voy a comprar una biblioteca me siento un poco Indiana Jones, porque voy a ver qué joyita puedo encontrar, y creo que el hecho de revolver una librería de usados tiene un poco de eso. Además, lo que tiene es que vas a encontrar libros que quizás no estén en otros lados, tan solo ahí.

¿Es en algún punto también una afrenta contra esta Buenos Aires de cadenas que empieza a romper la lógica de las librerías de barrio, de familia?

Sí. De libreros. Ahí lo que se valora también es el vínculo dl librero o la librera con el cliente. Ese momento de encuentro, de charlar, intercambiar ideas, recomendaciones. E ir a una librería y que haya otro cliente, que haya una charla y sumarse a eso y pegar onda. Acá hay muchos amigos, que se hicieron amigos en la librería. Es como una especie de club, de club al que van los que no son aceptados en otros clubes. Vienen acá y pegan onda, se pusieron a hablar de Faulkner y de otros temas, y así. Creo que lo que nosotros tenemos para ofrecer al barrio y la ciudad en comparación con las grandes cadenas es que ofrecemos un trato humano y un lugar de encuentro, una comunidad donde ir y que te lleves una experiencia. El libro lo podés comprar por internet, te lo mandan y ya fue, lo tenés. Pero la experiencia de haber adquirido el libro y de ir a una librería y de haberlo encontrado, todo eso suma y le aporta un aura al libro, por supuesto.

Claro, no se trata solo de entrar a una computadora y decir “lo tengo”, hay un intercambio que se genera a partir de eso.

Hay gente que me dice “veo este libro y lo buscaba hace años, nunca me imaginé que lo iba a encontrar”. O hay gente que viene a buscar recomendaciones: “Recomendame cuatro libros”. Y yo le digo “este sí, este no”. Hay algo de eso. Yo también tuve un librero que me guió de lector cuando me formé. Un tipo que te hacía un filtro. Porque si vos entrás a una librería cualquiera, podés leer cualquier libro. Pero bueno, este me decía “leé a Sartre, a Camus, a Onetti, a Rulfo”.

¿Cuál era esa librería?

Un librero de Parque Centenario que se llama Hugo. Tenía un puestito en Parque Centenario y ahí nos formamos muchos lectores y gente que escribe también: Kike Ferrari, Juan Mattio, Hernán Ronsino. Todos compartimos de alguna manera ese lugar donde Hugo daba clases de literatura sin cobrarle a nadie. Eso me puso la vara mucho más alta en cuanto a la lectura, y creo que trato de hacerlo acá. Yo veo gente joven de acá que se forma como lector, que viene y se llevan Dostoievsky y me preguntan “qué más tenés como esto”. Funciona como el videoclub.

¿Tu conexión con el libro usado tiene ver con Aristipo o es previa?

Viene de antes, ya en los noventa. Una época en donde no tenía un mango y la cuestión económica me llevó al libro usado. Era revisar y caminar calle Corrientes, las ferias americanas. Encontrar el libro lo más barato posible. Además, nací en una casa sin biblioteca, y todos los libros los iba llevando yo. Y hay muchos libros que recuerdo exactamente dónde los encontré, porque además tenés la emoción de estar en una mesa de diez pesos de Parque Rivadavia hasta que encontrás el libro. Te late el corazón, decís “la puta madre”, y te lo llevás. Para mí la búsqueda del libro es un aura y además te lo fija en la memoria.

¿Y cuándo arrancás con la librería?

Arranca en 2010, ya hace 12 años. Empiezo a vender libros por internet. Me los llevaba y los tenía en mi casa. Los iba subiendo algunos a Mercado Libre, después fui armando una página web y vendía así de forma virtual. Hace siete años decidí venir a la calle, que fue un salto medio a la inversa de lo que dan todas las librerías, que mayormente los locales cerraron y se fueron a digital, por los costos. Pero ya no me entraban los libros en mi casa y quería un lugar donde la gente viniera a mirar y encontrar. Cuando puse el local explotó, empezó a venir gente. Además hay una clientela totalmente variada. Y me hice amigo de mucha gente, escritores, lectores. Estando acá todo eso se potenció. Y no tenés todo el trabajo de lo virtual. Vos cada libro que subís le tenés que sacar una foto y eso. Acá la gente mira y se lleva.

¿Cómo es que surge esta idea de la Francachella? ¿Es un poco el punto de partida para proyectar lo de la FLU?

La Francachella surge de juntarse a comer asado con amigos en la vereda. Me conseguí una parrillita chiquita. Y en los veranitos prendíamos la parri. A esas tertulias empezaron a venir amigos, escritores, lectores. En un momento deviene en la idea de organizar un sábado una especie de fiesta en la librería. Arrancó muy de a poco y fue creciendo y creciendo. Ahora la Francachella tiene un promedio de 400 personas que vienen a la noche. Porque es una propuesta de venir a comer chori y vino gratis, bailar en la vereda con un Disc Jokey, estar en la calle, cortar una mano de Scalabrini y preparar una mesa de libros espectaculares. Entonces, voy a una librería de barrio, mi librería favorita, que además cada tres meses me regala chori y vino y me prepara una fiesta.

La gente viene, pasa y se va, vuelve más tarde. Hay gente del barrio, otros que es la primera vez que vienen. Todo eso devino en lo que es la FLU ahora. La FLU es como una especie de Francachella ya potenciada. Para mí son muy importantes estos lugares de encuentro, porque son lugares de contención y de comunidad. Hay gente que está muy sola, que no tiene vínculos, con dificultades para relacionarse en este mundo y con otros seres humanos. Esto le da una contención. Por eso digo que es un club donde va gente que no va a ningún otro club. A mí me encanta porque veo a la gente cómo se relaciona, cómo viene con otros amigos. Hay parejas que se formaron acá, en la librería o la Francachella. Vos pensá que la librería está en su recuerdo en común. Imagino cuando a dos viejitos le pregunten cómo se conocieron y digan “había una librería en el barrio que se llamaba Aristipo Libros y que hacía una fiesta”. Todo eso es muy lindo, y queda en la memoria de la gente.

Además, implica una forma de romper el estereotipo de la librería como un lugar sacro, silencioso.

Bueno, otra de las intenciones del espíritu de la FLU es des-solemnizar la lectura. La lectura no es algo snob o un privilegio de pocos, algo aburrido, sino que leer está buenísimo, te cambia la vida y está al alcance, sobre todo en el libro usado. Donde vos podés acceder a una lectura realmente accesible económicamente, que te puede cambiar la vida. Romper con eso de la lectura para unos pocos elegidos, popularizarla, democratizarla. Ese es el espíritu de la FLU y la Francachella. La cultura no es algo solo de la traducción de Borges, de Kafka, sino que es también la plaza, el barrio; ahí también hay producción, hay vínculos culturales y afectivos.

Es que los libros tenían esa cosa del ocio, porque además de aprender y formarte tenían que ver con el entretenimiento, que hoy parece mal tomado, como perder el tiempo.

Lo que tiene es que es una práctica improductiva y no consumista. En la lectura de un libro no hay una extracción de plusvalía, no hay alguien enriqueciéndose. Cuando estás con el teléfono, comprando algo, estás consumiendo, estás trabajando para él, entonces leer es una práctica que está completamente afuera. Es como dormir, mirar el mar o coger. Cosa de que no hay un tercero que obtenga un beneficio. Es una experiencia que es única, vos leyendo. Y perdiendo el tiempo, como dicen los críticos, los que creen que todo tiene que ser productividad a full, ¡estás perdiendo el tiempo! ¿Perder el tiempo? ¡Estás disfrutando con un libro! También ahí entra el tema del goce, el placer, todas las sensaciones que te produce el acto de lectura. También la lectura es terapéutica. Cuando estás leyendo un buen libro, estás de mejor humor, te sentís mejor, ¡te levanta las defensas!

Te preguntaba al principio lo de la FLU, y con todo lo que venías haciendo, ¿cómo eso empieza a moldearse en un festival?

La idea del festival surgió por el hecho de que vivimos en una ciudad con una gran tradición de librerías de usados, de libreros de usados y que en los últimos 10 años, yo he notado un cierto deterioro en la calidad de los libros, en lo que es esa oferta del libro usado. Entonces me pareció que era importante rescatar, vamos a devolverle un poco la mística al libro usado, y poner en valor. Hay muchos libreros que trabajan con pasión y que saben de libros, también visibilizar eso. A veces me pasa, voy a ver una biblioteca de un amigo, que todos los libros los compró nuevos. Yo digo: Loco, ¿todos los libros compraste? Es un mega presupuesto comprar todos los libros nuevos. Además, hay un montón de ediciones que no se consiguen, o hay un montón de estas traducciones que son malísimas, son gallegas, no se pueden leer.

O viste esos que tienen un estante con todos los de Anagrama

O todos por color. ¿Cómo puede ser? Pero bueno, ahí tenés el orden de la librería de cada uno, pero a lo que voy es… Hay mucha gente que no sabe que existe un mercado que es accesible económicamente, de textos que no se consiguen en otras librerías, y además tienen el aura, la mística del libro usado, de la edición, el olor, los subrayados, las dedicatorias. Un montón de cosas que hacen al libro usado y que le dan atractivo. Igual, de mi biblioteca un 90% son usados, si hay cosas nuevas que salen, las compro, las leo, me interesan. Pero un poco visibilizar el usado y que hay un montón de librerías y libreros que quieren volver a poner en valor el oficio con el que están laburando. Ese es el espíritu y la intención de la FLU.

“Hay mucha gente que no sabe que existe un mercado que es accesible económicamente, de textos que no se consiguen en otras librerías, y además tienen el aura, la mística del libro usado, de la edición, el olor, los subrayados, las dedicatorias. Un montón de cosas que hacen al libro usado y que le dan atractivo”.


¿Qué escuchas de esos otros libreros de la situación que están viviendo?

La lectura en sí del libro está siendo afectada por la competencia de las tecnologías, que sobre todo operan sobre las nuevas generaciones. Eso es algo que está pasando. Las nuevas generaciones leen menos, menos libros, leen más por digital, leen otras formas de literatura. Creo que pasa eso. Yo noto muchos padres que les cuesta hacer leer a sus hijos. Y yo a lo que voy es: les costaba a nuestros padres, les costaba a nuestros abuelos.

Creo que también lo que pasa es que hay una falta de estímulo respecto de la lectura. Debe haber muchos casos de gente que, más allá de su herencia familiar, fue entrando en ese mundo.

¡Yo! En mi casa nunca nadie leyó un libro, ni se me estimuló jamás la lectura, fue un momento, de un día para otro. Pero lo que me parece que está pasando ahora es que la presencia de las tecnologías, sobre todo con el celular, es muy fuerte en la vida de la gente. En general, pero más para las nuevas generaciones que no van a haber conocido otra cosa, de alguna manera tienen como esa presencia que te demanda todo el tiempo. El celular es un agujero negro para la atención. Te absorbe la atención, te está interrumpiendo todo el tiempo tus actividades, tus encuentros, tu atención, te impide la concentración. Tiene muchas cosas que, para mí, lo vuelven una trampa mortal. El celular e internet al mismo tiempo. Entonces creo que esa tecnología y esa presencia conspiran de alguna manera para que tener el tiempo, la dedicación, la constancia para ponerse a leer un libro se vuelva un poco más difícil. Teniendo en cuenta ese contexto hay que redoblar las fuerzas para militar el libro, sobre todo en estos momentos, donde es algo que está siendo desplazado lentamente por las tecnologías.

Una de las propuestas más importantes de la FLU parecen ser los talleres de lectura. ¿Cómo los pensaste y qué crees que aportan al evento?

Lo que me parecía que era piola era que la propuesta cultural del evento, más allá de que fuera una feria de libros donde haya librerías, con libreros y tal, también que haya posibilidades de un acercamiento a la lectura o a la escritura de personas que quizás no. Me imagino un pibe, una piba de 18 años, que lo llevan y escucha la charla de apertura de Juan Sklar, de Gabi Borrelli, donde hablan del goce, el libro. Puede ser algo que sea realmente trascendental. O anotarse en un taller de lectura con Juan Mattio, leer a Mariana Enríquez y a Samanta Schewlin, que ya las habías leído, pero leerlas de una manera diferente. También los talleres lo que tienen es esa práctica, que te brindan esas herramientas para que uno haga una lectura mucho más rica y más compleja de las cosas, de la propia escritura o de los libros que lee. Entonces una propuesta de ese estilo para mí estaba bueno porque puede ser como un hito. Por lo menos yo que soy un optimista pienso eso.


La FLU tendrá lugar el 5 y 6 de noviembre a partir de las 11hs en Plataforma Nave, Av. Belisario Roldán 4415, CABA.
Para entradas e inscripción a talleres @flubuenosaires o www.flubuenosaires.com.ar


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