Vértices

Ernesto Jauretche: “El peronismo es una ideología que pertenece a la conciencia natural de la humanidad”

El escritor, periodista e histórico militante peronista recorre los derroteros de la política nacional a lo largo de los años a partir de su propia experiencia. De ser el escriba de Arturo a la irrupción en JAEN, de las filas de Montoneros a la creación del grupo Calafate. Siempre desde una mirada soberana que promulga la vuelta a una comunidad organizada.


Por Marvel Aguilera. Fotos: Eloy Rodríguez Tale.

Es un sábado por la mañana en Palermo y el timbre de Ernesto Jauretche suena unos instantes sin obtener respuesta del otro lado. La lluvia se intensifica, pega de costado, pero no hay un techo muy claro para esconderse. Mientras tanto, un vecino del edificio nos pide que sostengamos la puerta abierta del hall mientras ingresa su bicicleta. Nos invita a entrar pero rechazamos la propuesta para intentar probar nuevamente con el timbre. De pronto, escuchamos la voz del experimentado escritor y analista político del otro lado. Esperamos que baje y subimos juntos por una escalera empinada hablando, entre otras cosas, de las calles de La Plata donde en un principio íbamos a encontrarnos para hacer el reportaje. Ya en el departamento, Ernesto se sienta y nos ofrece servirnos lo que querramos. Mientras oficiamos de caseros, esbozando un café turco en su pequeña cocina, Ernesto consulta sobre la revista y nos habla de los medios que existían en otras épocas de militancia: medios gráficos combativos, espacios de discusión, de debate ideológico. El peronismo está presente en cada resquicio del departamento, en las fotos, cuadros, souvenirs e incluso en la impronta popular y cálida que aflora alrededor de nuestro café y el grabador prendido.

“Mi historia es compleja y larga”, advierte desde un principio. Y de alguna manera lo entendemos. Es que su apellido, célebre por las obras y las ideas que supo proyectar su tío, se sostienen todavía con el paso del tiempo, están en las prácticas de un peronismo que resiste los embates de una tendencia globalista. Pero su historia particular es por demás simbólica, nos lleva a través de las décadas. De la militancia territorial de base a los sueños de revolución durante los setenta, pasando por la resistencia menemista, las semillas de la gestión kirchnerista y la mirada a futuro de un país plagado de incertidumbres.

Criado en una familia de industriales, de proletariado, que en los años 50 pudieron emerger de la pobreza e iniciar un camino ascendente gracias al peronismo, Ernesto se recibió de técnico mecánico y apuntó hacia el sector metalúrgico. Entre aquellos diez hermanos de un padre que se había venido a los trece años a laburar como bollero de carro, había uno con el que logró conectar rápidamente. Es que Arturo, ya para cuando Ernesto había crecido, era el hombre que había fundado FORJA y que tenía un rol preponderante en la economía peronista a través del Banco de la Provincia, al que había nacionalizado.

En ese desparramo de tíos Jauretche impulsados por la lógica laboral, algunos de ellos destinados a Córdoba, otros como mineros a La Alumbrera, había una preponderancia de vínculos con el mundo industrial, ya sea mediante la YPF, Luz y Fuerza, empresas privadas, o incluso los ferrocarriles. “Yo me crié con esa familia hasta el ’55, cuando para mí fue el fin de la felicidad. Hasta ese momento yo iba a la UES, jugaba al tenis, me interesaba una cosa que pocos hacían, como la esgrima. Tuve como profesores a dos campeones de olimpiadas seguidas, jajaja, más que eso imposible pedir”. De laburar en la fábrica de gaseosas Crush a una tapicería de alemanes, el periodismo iba a aparecer en su vida de la mano de su tío, a partir de una particularidad: que Arturo no sabía escribir en máquina. De esa manera, Ernesto se transformaría en la pluma que iría dándole tinta a sus notas y aquellos primeros libros del máximo referente del ensayo nacional en la Argentina.

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La irrupción de JAEN y las locuras de Galimberti

Las Juventudes Argentinas por la Emancipación Nacional son recordadas como un paradigma de esa juventud militante que buscaba un espacio alternativo para construir política sin dogmas. Recuerda Ernesto: “JAEN es un engendro raro de un grupo de gente muy heterogénea. Yo venía de un grupo que se llamaba Nueva Generación Peronista, pero que estábamos medio divorciados de Perón. Creíamos que había que alumbrar algo nuevo. Y nos juntamos con un grupo que mayormente era de jesuitas: Carlos Grosso, Carlos Dartiguelongue; grupos del PC, con el que yo tenía relación desde mucho antes. Porque en las batallas de la lucha por “libre o laica”, yo quedé del lado de laica y entonces tuve buena relación con el PC, que fueron los que lideraron esa parte de la batalla. Ahí empecé a aprender marxismo y todo eso, sin abandonar mi militancia peronista, territorial”.

Explica que su militancia tenía más que ver con una JP silvestre, alejada de aquellos que se erigieron como fundadores, como Rearte o El Kadri, quienes eran vistos para militantes como Ernesto como parte de una superestructura. Alejado ya de la profesión de metalúrgico, se pone a trabajar en periodismo, escribiendo para el que sea. “Muchas publicaciones combatientes, militantes, editoriales, y sobre todo sindicales”. Con la experiencia de haber sido “El perro” de Jauretche, de haber investigado y ser exigido de conocer a fondo los trabajos periodísticos por los que pasaba su pluma, Ernesto termina trabajando para El Economista de cara a la publicación de uno de los mayores escándalos de la época vinculado al ministro Krieger Vasena.

“Surge una situación muy particular que es la denuncia de la participación del ministro de economía, Krieger Vasena, como miembro del directorio de una de las empresas más grandes del mundo de carnes. Hacemos una denuncia, que la hago yo y la firmo. Me hechan del laburo y clausuran el diario, como corresponde, jajaja, pero quedo famoso como el tipo que volteó a Krieger Vasena. En realidad el que lo volteaba era el propio ejército. Yo recibía información de los servicios de información de ellos. Te diría que el tipo que me induce en esa línea es quien en esa época era presidente del Banco Torquinst, el banco de los ganaderos, Diego Muniz Barreto. Un tipo algo mayor que yo, con el que aprendo mucho, y de hecho me relaciono con el mundo empresario y la economía agraria”.

“Vivíamos en un mundo efervescente: revolución en Argelia, en Libia, en el Congo, en Estados Unidos mismo con el poder negro y Malcom X”.


La figura de Rodolfo Galimberti iba a cruzarse con Ernesto a partir de la necesidad de ampliar JAEN, y el contacto de Martha Roldán con un profesor de la facultad de Medicina, Hugo Galimberti, quien rechazó participar pero invitó a las filas a su hermano, Rodolfo, un pibe que vivía en San Antonio de Padua y que acababa de ser expulsado de la escuela por haberle pegado una piña a un profesor de historia defendiendo a Rosas.

“Era medio Tacuara, pero no tanto, sí estaba en la línea del nacionalismo de aquella época. Todavía no era nacionalismo popular revolucionario, era un nacionalismo elitista. Y él tenía como objetivo ingresar a la MNRT, que era el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, que ese sí lo era y además era la lucha armada (…) A Galimberti había que moldearlo, era un pibe duro, difícil de manejar, rebelde. Pero nosotros éramos un grupo bastante consolidado. Un tal Raventos que venía del ramismo, el negrito Natuchi que venía del PC, Carlos Grosso que venía del seminario, Carlitos Dartiguelongue que era sacerdote. Vivíamos en un mundo efervescente: revolución en Argelia, en Libia, en el Congo, en Estados Unidos mismo con el poder negro y Malcom X. Y en América los Tupamaro, pero además había guerrilla en Venezuela y Colombia. En ese mundo efervescente, nosotros empezamos a hacer como un grupo de influencia. Nosotros no hacíamos militancia para abajo, hacíamos relaciones horizontales, con la Iglesia, con el poder, con el ejército, con los partidos políticos, con los gremios. Éramos como influencers hoy en día jajaja”.

Ernesto recuerda la primera consigna, “de la resistencia a la contraofensiva”. Explica que la largaron con unos mangos de Muniz Barreto y rápidamente pasó de estar en stickers de subtes a posicionarse en pintadas por todas las paredes. JAEN era un conglomerado de militantes venidos de distintas experiencias, incluso de la Calera y de las FAR, pero todos guiados por la idea de un nacionalismo popular revolucionario. Uno que seguía las ideas de Perón, pero que se animaba a disentir con él si era necesario. Asimismo, con militantes que pertenecían al movimiento obrero, sindicalistas, y también figuras del mundo cultural como bien lo eran ya Luis Alberto Spinetta y Emilio del Guercio.

“El Loco (Galimberti) expresaba muy bien nuestras posiciones. Le tenía una gran admiración. Un pibe al que yo le llevaba diez o doce años. Estudioso, disciplinado. Tenía una pasión por la política, quería ser el mejor a toda costa y hacía todo lo que sea necesario. Me acuerdo que una vez leyendo el Qué hacer de Lenin, donde decía ‘el dirigente político tiene que expresar su salud y bienestar a la población para que lo acompañen’, él comentaba ‘nosotros con esta cara de muertos de frío y de hambre, de dónde… Yo tengo que tener la misma apariencia de ese hijo de puta que va a Miami todos los meses, si no estamos jodidos’. Se consiguió una lámpara de rayos y se quemó la cara de tal manera que se le caía la piel a pedazos, pero bueno salió tostado jaja. Era una imagen de hasta dónde llegaba su vocación de político, de poder”.

Ya en los setenta, cuenta Ernesto, surgiría el parteaguas dentro de la militancia entre quienes elegían la opción de tomar las armas y quienes se resistían a ello. JAEN iba a optar por no hacerlo. Jauretche comenta que después del acto de masas que hicieron en la cancha de Cambáceres, donde se llenaron las tribunas, el campo y los alrededores del estadio, fueron llamados por Montoneros para una reunión, a través de un compañero que venía de La Calera, con Capuano Martínez.

“Los Montoneros necesitaban una base de masas para desarrollarse, y nosotros éramos las primeras líneas de la conducción de la juventud argentina. No de la JP en sí, sino con todo esto que tenía que ver con el rock, la universidad. Con nosotros estaba Alcira Argumedo, gente con peso en el ambiente universitario. Entonces se produce una larga charla, nosotros como dirigentes de la JP y ellos de Montoneros. Estábamos de acuerdo en todo, menos en una cosa: quién manda. Y a la frase típica ‘el poder nace de la boca de los fusiles’; no: ‘el poder nace de la insurrección del pueblo’, decíamos nosotros. Entonces rompemos”.

Con Montoneros, más afuera que adentro

Ernesto relata que un día se encuentra con Pingulis [Carlos Hobert] y le dice que se va de JAEN. Es que hacía poco había roto con Galimberti, ya que El Loco tenía la idea de armar una organización armada para combatir a los propios Montoneros, ya que creía que el poder se iba a disputar a tiros. Pingulis cuando lo escucha, le advierte que cuando ingrese a Montoneros iba a dejar de ser dirigente para pasar a ser “aspirante”, sin embargo, Ernesto se suma igualmente a las filas. “Quería militar”, aclara.

No obstante, explica que el otro foco central de aquella época era el quiebre en el mundo sindical: “A partir del asesinato de Vandor se produce un cisma entre una política de sectores medios vinculados a la noción marxista del poder, la lucha clases, muy influenciados por la Revolución Cubana; y un sindicalismo que pierde su posibilidad de seguir formando parte del gran movimiento nacional y popular y que se recrea sobre su propia corporación. Es el nacimiento de la burocracia sindical. La burocracia sindical no acompaña todo este proceso, más aún en algún momento lo sabotea, incluso la vuelta de Perón. Matarlo a Rucci no fue gratis, sino la consecuencia de esta larga historia de conflicto con una conducción de una clase trabajadora a la que nosotros de todos modos teníamos minada por abajo, porque la gente de las comisiones internas era nuestra, era juventud peronista. O sea, la confrontación con el movimiento obrero organizado, con lo que después fue la burocracia sindical, fue adquiriendo cada vez mayor distancia, cada vez nos fuimos enfrentando más”.

Y agrega: “El resultado lo vemos hoy, con las sucesivas derrotas; la derrota del proyecto político del 74, lo vimos con Menem, también con el intento de Néstor de recuperar un poco la unidad del movimiento nacional, lo vimos en los fracasos de Cristina en su relación con la CGT. Para mí el parteaguas de la política argentina es la muerte de Vandor. A partir de aquello se produce una fractura con el movimiento nacional que integraba la clase trabajadora como la columna vertebral. Deja de ser la columna del conjunto del movimiento revolucionario para pasar a ser un proyecto en sí mismo”.

Con JAEN prácticamente fusionado con Montoneros, a excepción de Galimberti, que aun así se convertiría en el primer nexo entre Perón y Montoneros, y el representante de la juventud peronista, Ernesto decide subordinarse a la orga junto con Martha Roldán, mientras algunos compañeros se perdían en diferentes derroteros: “Algunos fueron a parar a la mierda, como Carlos Grosso; hubo otro que terminó siendo representante de la revista Playboy en Argentina. Muchos cuadros de JAEN tuvieron papeles relevantes, por empezar Chacho Álvarez, que llegó a ser vicepresidente de la república. Una cagada, pero llego a serlo jaja”.

Pese a formar parte, Ernesto cuenta que nunca terminó de subordinarse totalmente a Montoneros, que si bien estaba adentro, tenía una pata afuera. Ya que era, como cita él a Miguel Bonasso, “un sargento viejo”. Ya en el 73, se va a la provincia de Buenos Aires, donde confrontaban dos grandes líneas de acción. Por un lado, la que pensaba que la victoria electoral era un escalón para la construcción de una organización superior, y aquella que creía que el peronismo debía hacer el mejor gobierno peronista de la historia. “Yo dentro de la orga era un pichi, pero en la gobernación de la provincia era el subsecretario de asuntos municipales, amigo del gobernador. Yo quedaba del lado del poder civil más que del poder armado. Lo que no quiere decir que no haya tenido que agarrar un fierro más de una vez”, comenta.

Recuerda que cuando fue el Congreso del Movimiento Peronista Montonero se metió en aprietos al disentir con la posición oficial, provocando la ruptura del Congreso. Es que Ernesto había denunciado un intento de distanciarse del peronismo, en un país en donde no había otra alternativa que serlo. Sin embargo, la similitud de su planteo con los papeles de Rodolfo Walsh en manos de la ESMA, pero que los jefes de la orga conocían, hizo que rápidamente fuera acusado de representante de Massera. “Casi me fusilan jaja. Ahí yo quedo en una posición muy incómoda porque sigo siendo de Montoneros, ya que dependo de su estructura económica más que nada. Me mandan a México, quedo como responsable de la casa de Montoneros allá. Y cuando viene la contraofensiva yo me quiero liberar un poco de eso, me decía ‘vamos a construir en territorio’”.

Vuelta a la democracia y construcción con Ballestrini

“Con mi compañera en ese momento, un gran cuadro político como Susana Sanz, decidimos volver al país. No en el marco de la contraofensiva, pero sí conjuntamente a organizar políticamente algo que nos hiciera emanciparnos de la dependencia de la estructura de Montoneros. Hacer plata por nuestra cuenta, armar un grupo propio dentro del peronismo. Yo me empiezo a relacionar con el PJ y con el movimiento sindical sobre todo. Era peligrosísimo. Y no aguantamos mucho, habremos aguantado un año. Teníamos la ESMA a una semana. Justo cuando dejábamos un lugar, a la semana caían ellos. Pero además una cosa terrible, a la gente que nos daba cobijo les llegaba la ESMA y los mataba. Nos sentíamos portadores de la muerte”.

Cuenta que tras una denuncia de un militante que mandaron de vuelta de la contraofensiva, se le hizo un juicio político y recibió una cinta de Fernando Vaca Narvaja diciéndole que se las arregle como pueda y que se sume a las bases sindicales del movimiento obrero. “Hijo de puta, me mandó a morir, me entregó. Igual salí vivo jaja”, relata. Ya con la vuelta de la democracia, las cosas no habían cambiado del todo, puesto que aún pesaba sobre su cabeza el cargo de asociación ilícita, al mismo tiempo que el escenario político se minaba de espacios como Franja Morada, La coordinadora y la burocracia sindical que rechazaban de pleno su pasado.

“Justo lo habían liberado al “ñato” Fernández Huidobro, que había sido mi contacto con los Tupamaros en el setenta. Así que me amparó él. Esa historia es maravillosa. Él había sido liberado de la cárcel tras haber estado diez años adentro de un pozo, salió y no tenía ni un mango ni familia. Se fue a vivir a un garage de una casa: ahí tenía su catre, su calentador, su termo y su mate; y se pasaba el día sentado en la puerta hablando con la gente. ¡Puta madre, qué vocación de política! (…) Me fui a vivir con él al garage un tiempo, después me ampararon unos compañeros de la universidad. Estuve en Uruguay hasta el 88. Ahí me vine a Buenos Aires en el baúl del auto de Eduardo Duhalde jajaja. Porque todavía estaba la asociación ilícita pendiente, no se había caído, y por Ezeiza no podía entrar. Llegué acá con una mano atrás y otra adelante”.

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¿El menemismo fue una época de resistencia para usted?

En esa época me relaciono con un compañero liberado que había conocido en Europa. Un compañero de La Matanza, un gran dirigente de base que había estado preso. Y con él nos presentamos a [Alberto] Ballestrini que era el candidato a intendente. A partir de ahí empieza la militancia en La Matanza. Me convierto en el escriba de Ballestrini. Era brillante, y más brillante con mi pluma, ni te cuento jaja.

¿Eso fue el nexo para lo que después sería el Grupo de Calafate?

No. El Grupo de Calafate aparece por otro lado. Hay una etapa en la que se producen muchas reuniones de ex presos liberados, liderados por tres dirigentes importantes que eran Villanueva, el “Canca” Gullo y Taiana. Yo que no era liberado me sumo a ese grupo. Y ese grupo intenta una recuperación de Montoneros, y se hacen algunas reuniones. También estaba Kunkel.

“A la vuelta del alfonsinismo nos encontramos con un peronismo renovado. Con aquel que está elevado como el gran salvador de la democracia en la Argentina que es Antonio Cafiero, que en realidad es el tipo que convirtió al peronismo en un aparato del sistema”.

El intento de recuperar Montoneros empieza en el 83 y lo lidera “Galimba”. Una revista que financia con secuestros extorsivos. ¡Un pedazo de hijo de puta! No se puede hacer política fundada en la inmoralidad. Si vos sos inmoral en la práctica, sos un hijo de puta en la política. Pero bueno, la revista esa fue muy importante, también financió Humor y otra revista cordobesa. Lo que financia es una política entre los fines de la dictadura, el 82, el 85, y el 86.

A la vuelta del alfonsinismo nos encontramos, los peronistas históricos, con un peronismo renovado. Con aquel que hoy está elevado como el gran salvador de la democracia en la Argentina, que es Antonio Cafiero, que en realidad es el tipo que convirtió al peronismo en un aparato del sistema. Resignó el movimiento, que es donde salían los cuadros, se formaban los nuevos militantes, y donde estaba la relación con el movimiento obrero. Porque la relación con el movimiento obrero era por abajo, por el movimiento. Ahora, si vos hacés un partido de profesionales, te vas a relacionar con profesionales del movimiento obrero. El resultado es este peronismo ausente y enfermo de pequeña burguesía. Estas diferencias a mí me cuestan caras, me siguen costando caras hasta hoy en día, porque forman parte de posiciones que no tienen que ver con el peronismo clásico.

¿Y cómo era esa construcción de Ballestrini?

Alberto Ballestrini no era esta clase de dirigentes profesionales, es un tipo que venía de trabajar desde abajo, que se construye como dirigente y que además tiene el reconocimiento de la gente. Yo me acuerdo de ir con el agua hasta acá a sacar gente en las inundaciones. Era un dirigente lúcido, que proponía la unidad. Un día me dijo “armá una mesa política. ¿Vos tenés problemas con que este fulanito?”. Le dije, “Alberto es un tipo que está gravemente herido, nosotros lo fusilábamos en los setenta, ¿vos creés que se va a querer sentar conmigo en la mesa?”, “él me dijo que sí”, me dice. Así que nos sentamos con un tipo al que nosotros habíamos cagado a tiros jajaja. Ese era Alberto, un tipo conciliador. Sabía hacer política, lo que no saben hacer los políticos de hoy. Y además hacía política con la dirigencia, bajaba al territorio, tomaba mates con las negras del barrio, se caminaba La Matanza desde Ramos Mejía hasta el límite con Merlo, ¡Joder! Yo escribía para él.

A esa altura tenía la imagen de un intelectual dentro del peronismo. Lo acompaño hasta que llega a la provincia de Buenos Aires. Ahí quedo como empleado de la biblioteca del Senado cuando él era vicegobernador, donde estuve hasta que llegó “Heidi”, que me echó a patadas en el culo. Me jubilé y así sigo hasta hoy en día.

¿Y entonces cómo fue lo del Grupo Calafate?

Con el Grupo Calafate empiezan a haber estas reuniones, sobre todo convocadas por los ex presos. Los ex presos militaron en una organización clandestina, después estuvieron diez años presos y después quieren hacer política. Qué carajo saben de lo que es el mundo, después de haber estado quince años fuera de la vida cotidiana. No los critico, lo que pasa es que salían con posiciones ultras, imposibles de realizar en la práctica, sin entender la política. De todos modos, con Canca, Villanueva, Taiana y yo formamos un rubro. Me gustaría recuperar esos artículos, porque escribíamos todos los jueves cuando recién el gordo Lanata fundaba Página/12. Teníamos una columna donde firmábamos los cuatro.

Eso se rompe porque Taiana acepta de Menem la embajada en Guatemala, Ernesto Villanueva se va de asesor de Eduardo Menem al Senado, y el Canca Gullo entra en el Partido Justicialista de la Ciudad de Buenos Aires. El único antimenemista que queda soy yo jajaja. Y además estaba en La Matanza con otro antimenemista como Alberto [Ballestrini]. De todos modos conservamos la relación con todos ellos.

¿Viste cuando tenés con alguien una empatía particular? En todas estas reuniones la tuve con Carlos Tomada. Un día hablando sobre la reelección de Menem tuvimos en una reunión de estas con todos antimenemistas, y a Kunkel se le ocurre la idea de ir a verlo a Néstor {Kirchner]. Nos delegaron a Carlos Tomada y a mí ir a verlo para tener una reunión. Néstor nos maltrató. Él era gobernador de Santa Cruz. Cuando fuimos, no estaba. Nos dicen, “se fue a la casa de él en Calafate”. La puta que lo parió, nos teníamos que ir a Calafate. Ir en esa época era toda una aventura: un camino de ripio todo lleno de serrucho con unas combis viejas.

Cinco horas tardamos en llegar a Calafate. Nos atendió Néstor en su casa. Nos convidó un café nomás, porque era terriblemente amarrete. Medio que nos hicimos amigos. Le decíamos “Dale Néstor”. Y él, “déjenme de joder, yo me vine acá porque me fui de la mierda de la política, ya estoy hecho acá”. “Bueno, armemos un grupo. ¿Con quién?”. Con Kunkel, Taiana. Lo proponemos y todo, pero nos dice “no vuelvan si no consiguen un millón de dólares, porque yo política no hago sin guita”. “Es al pedo, si no tenés plata, no hay política”. Volvimos y nos dijimos de dónde vamos a sacar la plata, quién tiene un millón de dólares para hacer esto. Dijimos: “Duhalde”. Bueno, ¿a quién nombra Duhalde como representante de él en el Grupo Calafate? A “Albertito” Fernández. Así se arma el Grupo Calafate, por el cual Néstor llega a ser presidente de la Nación, sin que él se lo propusiera.

Porque todo lo demás lo hicimos nosotros: la campaña, la plata. Era un grupo muy interesante donde había tres posiciones: un mediador que era Carlitos Tomada, uno a la izquierda total que era yo, y uno a la derecha que era Alberto [Fernández]. Ahí se armó política.

Lo que le pedimos a Néstor en ese primer viaje fue que nos habilitara una oficina en la casa de Santa Cruz en Buenos Aires. Ahí empezamos a convocar a las primeras reuniones. La casa de Santa Cruz se empezó a transformar para toda la militancia en un punto de referencia. Y Cristina, peleada con Néstor, apoyaba de afuera pero no participaba.

El otro tipo que fue fundamental en esto fue [Julio] Bárbaro. Así como él tenía el “prestigio” de haberle acercado Bunge & Born a Menem, ahora tenía otra alternativa económica, la de Clarín. Él arrima a Clarín y Magneto. Era muy importante en el Grupo Calafate, te diría el factótum, más que Kunkel, más que Tomada y que yo. Más que Alberto no, porque era el que ponía la mosca de Duhalde. Lo que pasa es que cuando Néstor llegó lo primero que hizo fue romper con Duhalde jajaja. Esas son cosas que pasan. Pero sin Duhalde eso no se hubiera hecho, sin Alberto tampoco. Por eso Néstor se lleva a Alberto [Fernández], porque seguía necesitando las relaciones de Duhalde por más que no lo quisiera. Es que Duhalde era la relación con la UIA, de algún modo era el que le daba el piso político dentro del PJ y todo lo demás. Porque Néstor no tenía piso político, de hecho termina ganando con un 22%, una miseria total. Eso demuestra que estaba más ausente de la política argentina que cualquier otro.

¿Y la muerte de Néstor significó un cambio en la continuidad de ese grupo?

El grupo ya estaba adaptado al Estado con distintas participaciones. A la altura de la muerte de Néstor, ya el Grupo Calafate estaba fagocitado del poder. Algunos se fueron a trabajar en puestos decisivos. Otros como Carlitos Negri y yo le planteamos en su momento a Néstor que sin la construcción de una base militante ese proyecto no tenía destino. No podíamos profundizar la reforma del Estado, no nos lo permitía el establishment; lo de Sudamérica nos daba un poder extraordinario frente al empresariado y todo lo demás, pero la manija la seguía teniendo Martínez de Hoz. Así que lo que necesitábamos pensar era cómo salir de eso, y para salir había que recrear al peronismo, pero no desde arriba sino desde abajo. Él estuvo de acuerdo. Entonces armamos un plan de trabajo, del cual a partir de cuarenta cuadros nosotros en dos años le entregábamos mil militantes territoriales.

Cuando empezamos y avanzamos, ya teníamos la punta de los cuarenta y los lugares donde íbamos a trabajar, y el grupo docente que estaba encabezado por Norberto Galasso. Fuimos juntos con Negri a verlo a Néstor a casa de gobierno, le explicamos lo que teníamos, le entregamos todos los papeles. Él los miró y nos dijo “¿quién lo va a financiar?”. Le dije “el Estado”, no. “¿El ministerio de Educación?”, no puedo. “¿Cultura?”, no existe. “Vuelvan y les voy a dar una repuesta, apruebo el proyecto”, nos dijo. Volvimos. Nos dijo que estaba todo resuelto. “Tienen que hacer un viaje a España”, nos dice. ¿España? “La guita la pone Repsol”, nos dijo. Nunca me voy a olvidar. Carlos Negri le dijo al presidente de la Nación, “te vas a la reputa madre que te parió”. Se levantó y se fue. Era el presidente de la Nación… Yo me quedé mirando a Néstor, que quedó aturdido.

Lo terrible además era lo de Carlitos Negri, que era el amigo, había sido su jefe y todo. De hecho, Carlitos Negri nunca aceptó nada del gobierno. Yo me fui a la provincia con un cargo y sobreviví con eso. Bueno, si vos lo puteas al presidente de la Nación no pretendas nada jajaja.

¿Y qué observás de la militancia en estos últimos años? ¿Crees que se pasó de una militancia orgánica de partidos, con un fin político ideológico, a una más voluble atravesada únicamente por pequeñas conquistas culturales?

¿Cómo va a haber militancia si no hay partidos, si no hay ideologías, proyectos? La militancia existe sobre la base de las ideas. Es activismo al servicio de un proyecto. Llamale esperanza en vez de proyecto, pero mínimamente esperanza. Hoy ni esperanza hay para salir de la situación en la que estamos. Hay una especie de resignación, un “perdimos y perdimos”.

Recuperarnos de esto nos va a costar unos veinte años. Yo creo una cosa, el gobierno que gane en el 23 va a gobernar veinte años. Porque tiene a su favor Vaca Muerta, la soja, el litio, el puerto de aguas profundas, el gas, todo. Es la colonia próspera. El gobierno que viene es Roca, la refundación de la colonización argentina desde Estados Unidos. Lo que antes era desde Inglaterra, ahora va a ser desde Estados Unidos. Para confrontar, así como antes fue contra el bloque soviético, esta vez con China. Si es que no hay una guerra mundial. De todos modos no descarto una guerra civil en la Argentina.

“El gobierno que viene es Roca, la refundación de la colonización argentina desde Estados Unidos. Lo que antes era desde Inglaterra, ahora va a ser desde Estados Unidos. Para confrontar, así como antes fue contra el bloque soviético, esta vez con China”.

Lo que sí me parece más evidente es que este modelo que se está instalando con Massa a la cabeza, que será el próximo presidente puesto por la embajada norteamericana, implica la división de Argentina en lo que en su momento llamó Kulfas, “Clúster”. Ese es el modelo que viene y se va a terminar imponiendo.

¿Y en qúé consiste?

La Argentina se va a dividir en sociedades por sus ingresos, por su cultura, por su calidad de vida. Todas relacionadas con el mundo, ninguna entre sí. Petróleo en Vaca Muerta, hidrógeno en la costa; litio; soja. Y esto va a regenerar nuevas economías regionales. Neuquén se va a comer buena parte de Río Negro, de Chubut; va a pasar a ser una región petrolera. Con salida no por Buenos Aires sino por Bahía Blanca o más al sur.

La provincia de Buenos Aires va a ser petrolera y además productora de hidrógeno verde, que tiene salida a través de Quequén sobre todo. El litio va a tener salida sobre todo por el Pacífico: La Rioja, Catamarca, Jujuy. Y con Salta van a buscar una salida económica. No tiene sentido atravesar todo el territorio para salir por acá si además el destinatario está en el Pacífico, no en el Atlántico.

No sé qué va a pasar con Bolivia, porque va a ser parte de todo esto, porque sigue siendo parte de las provincias unidas del Río de la Plata aunque no se den cuenta los bolivianos ni los argentinos. Es todo un espacio geográfico: Antofagasta, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Bolivia.

Y lo otro va a ser la soja, que va a ser Buenos Aires, el sur de Santa Fe, parte de Córdoba Uruguay, el Río grande do sul, Paraná; con salida al Atlántico. Eso va a ser un país, y Buenos Aires su ciudad. A cincuenta años vista, yo veo esto.

Dicen que el que sabe historia tiene una ciencia predictiva en sus manos, la única ciencia predictiva social. La antropología o la sociología diagnostican post mortem. Ninguna tiene proyección histórica. La única es la historia. Desde mi conocimiento de historia y las comparaciones que hago, me atrevo a vaticinar este destino para nuestro país, triste. ¿Sabés por qué? Porque la historia tiene dimensiones que nosotros no medimos. El proceso de balcanización de América no terminó. Nosotros lo dimos terminado durante un siglo y pico, dos siglos. Pero dos siglos en la historia son chauchas, son minutos.

Tristemente, después de haber militado toda mi vida por la nación, por una nación grande y un pueblo feliz, en una América unificada, digo esto. Y no es que yo crea que esto cierra el destino a la militancia, al contrario, nos abre un nuevo camino. Es el camino de la reconstrucción de relaciones sociales autónomas en el marco de un capitalismo dependiente. Es la construcción de una sociedad marginal a los Clúster, capaz de generar capital social. Y cuando digo capital social no digo solamente económico, sino cultural, histórico. Y por supuesto, si tenés capital económico, político y social, tenés proyecto histórico. Esto está empezando a ocurrir, con las cooperativas, con las empresas recuperadas. Es muy incipiente, va a costar muchos años encontrar una economía capaz de competir, por ejemplo, con los formadores de precio para darle de comer a los argentinos; capaz de competir con La serenísima para producir suficiente leche. No sé cuánto, pero que ese es el camino, es el camino.

¿Cómo dirías que es ese camino de salida alternativo al modelo Clúster?

El camino está en las MAES, que son las mesas de asociativismo que está impulsando hoy en día el INAES; las organizaciones sociales, con sus defectos y mezquindades, como el Evita, la CETEP. Pero también lo veo en el territorio, cuando camino en los alrededores de La Plata, en Paraná. En todos los barrios hay organizaciones sociales, una olla popular. Ahí la competencia es ideológica, con las iglesias, sobre todo, que quieren llevar esa organización al servicio del modelo.

La batalla va a ser ideológica, pero va a ser una batalla de organizaciones alternativas en el territorio. ¿En cuánto tiempo van a lograr estas organizaciones tener el poder suficiente como para ser parte de la economía global? Digo global porque la Argentina va a pertenecer a la economía global, ni de América del Sur ni de América Latina ni de Argentina. Nosotros vamos a producir energía para el planeta, alimentos para el planeta, litio para todo el planeta. Vamos a formar parte de la economía global.

¿Cuánto tiempo van a tardar estas estructuras para ser capaces de disputar poder con esa economía? No sé, no menos de veinte años. Obviamente, yo no lo voy a ver, ustedes al menos el principio. Tardará, pero este es el camino. Lo veo más claro que el agua. Y en ese camino hay una recuperación sobre todo de valores éticos. El principal valor ético que unifica e identifica a estos nuevos espacios sociales es lo que Perón definió en su momento como “la comunidad organizada”. No se va a llamar “comunidad organizada”, pero va a ser la ética del trabajo y la solidaridad que se instala a partir del peronismo.

El peronismo no está muerto, tiene destino. Porque es una ideología que pertenece a la conciencia natural de la humanidad, no está instalada ni por intelectuales ni por filósofos. Recoge los valores humanos más básicos y los articula, los armoniza.

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