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Nuestra venganza es ser felices | Diálogo performativo y poético contra la trata

En la Semana Internacional de la Lucha contra la Trata de Personas, se estrenó el filme documental dirigido por Malena Villarino y protagonizado por Sonia Sánchez, sobreviviente de la trata y explotación sexual, artista y activista feminista.


Por Laura Bravo.

Luego el revés de la aventura,
luego el saqueo, el abandono
en el camino sin socorro.

Ida Vitale

Sonia Sánchez, sobreviviente de trata, militante feminista, anarquista confesa, escritora, narra su experiencia en el ensayo documental Nuestra venganza es ser felices de la directora Malena Villarino. El filme, que integró la grilla del último Bafici, adquiere una connotación especial en este tiempo, dado que el 30 de julio es el Día Mundial contra la Trata de Personas, fecha estipulada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas para concientizar acerca de este delito.

El periplo de Sonia comienza cuando abandona Chaco, en plena adolescencia, para “progresar” (palabra que brota una y otra vez de su relato). En Buenos Aires es explotada de diferentes modos, por patronas abusivas que la hacen trabajar por poco dinero en el ejercicio de la prostitución y, luego, por traficantes de personas que la llevan con engaños al sur del país.

La cruda vivencia de Sonia, abolicionista de la prostitución, está signada por expresiones propias de esta teoría como “violador prostituyente”, “aportantes del micro – dinero que sostiene violencias”, “violaciones sistemáticas”, “la esquina como campo de concentración a cielo abierto”. El foco está puesto en los ardides del patriarcado que convierten a los cuerpos en mercancías.

“La mirada se extiende al capitalismo global, a las sucesivas oleadas de neoliberalismo y a la pérdida de libertad que implican la pobreza y la dependencia económica que devienen en ‘el rostro del hambre prostituido'”.


Asimismo, la mirada se extiende al capitalismo global, a las sucesivas oleadas de neoliberalismo y a la pérdida de libertad que implican la pobreza y la dependencia económica que devienen en “el rostro del hambre prostituido”. Es por eso que Sonia aspira a que las mujeres pierdan el miedo a no ser deseadas según los cánones culturales machistas y, así, puedan vivir vidas libres, autogestivas y desendeudadas.

En Ninguna mujer nace para puta, Sánchez y Galindo (2007) postulan que el Estado es proxeneta al crear las condiciones que posibilitan la prostitución, incumpliendo sus deberes básicos de brindar educación y trabajo. Sonia, por su parte, describe su ruptura con la CTA y el corrimiento del rótulo de “trabajadoras sexuales” para adoptar la definición de “mujeres en situación de prostitución”.

Pese a la contundencia del testimonio, Sánchez y Villarino logran un diálogo performativo y poético con el espectador, una interpelación a los lugares comunes y a los discursos simplones que circulan en torno a la problemática. Cuenta la directora que propuso a Sonia buscar aquello que no estuviera dicho, que no se hubiera repetido hasta el hartazgo en debates en redes y paneles de televisión. Esos monólogos son interceptados por viejos fragmentos de publicidades o de películas protagonizadas por Isabel Sarli, o por Olmedo y Porcel, que incrementan la ferocidad de la historia.

“La nieve nunca tocó mi piel” asegura Sonia para ilustrar el encierro que padeció en la Patagonia, clausura que contrasta con sus brazos fuertes remando en el río, con la flotación del bote de cara al sol, con sus pies pisando caminos de madera, con la autonomía que se expresa en el maquillaje intenso de sus ojos.

El rodaje se desarrolló en pandemia, con todas las restricciones de movimiento y de presupuesto que la coyuntura implicó. Más allá de esa adversidad, Nuestra venganza es ser felices consigue instalar su ritmo expresivo, instituir una pedagogía y avivar la discusión porque, como preguntan la directora y la protagonista: “¿Cómo puede ser que haya mujeres desaparecidas en democracia?”

Nuestra venganza es ser felices. Guión y dirección: Malena Villarino. Protagonista: Sonia Sánchez. Producida por Monte Lobas Cine y Angau Cine. Producción: Laureano Gutiérrez y Malena Villarino. Director de Fotografía: Juan Barney. Sonido directo y colaboración en rodaje: Christian Rolón. Montaje: Malena Villarino. Diseño sonoro y Postproducción de sonido: Diego Marcó del Pont. Asistentes de dirección: Maia Potroel y Víctor Narváez. Música original: Malena Villarino. Postproducción de imagen y corrección a color: Peppo Razzari. Diseño gráfico: Julián Sterposo. Dibujo Poster: Malena Villarino. Apoyos: INCAA, Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, Fundación Itaú, Fondo de las Artes, Municipio de Tigre, Gafas Violetas, Museo de La Mujer.

Galindo, M. y Sánchez, S. (2007). Ninguna mujer nace para puta. Buenos Aires: La Vaca.

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