El Pregonero

Massa, la ola peronista se levanta


Por Marvel Aguilera.

El pueblo habló en las urnas. Se movilizó masivamente para votar por la bandera argentina frente a un modelo que pregona la destrucción de todo lo nuestro. Porque lo que nos une, desde las bases y los movimientos populares, es la ilusión de la felicidad colectiva, de una Argentina para todos y no para unos pocos que hacen falsos méritos de salvataje personal.

La victoria de Sergio Massa con 36% frente a los casi 30% del anarcocapitalista Javier Milei nos habla de un pueblo con memoria y esperanza. Una sociedad que no reniega ni de su patria ni de sus logros conquistados. Porque cuando la democracia está en juego, es el peronismo el que sale a hacerle frente, el que pone el pecho con la fuerza de los barrios, de las organizaciones sociales, de las redes de solidaridad que sostienen a miles de compatriotas que sufren a diario la presión del poder concentrado por instalar la barbarie, la división de unos contra otros por unas migajas de pan.

Los que ganaron fueron los de abajo. Los laburantes. Esos que son tratados como ignorantes por los medios hegemónicos, como mulos clientelares de los municipios del conurbano. Ellos terminaron siendo los más “racionales” de una campaña electoral sumida en el delirio. Lo que les duele a los grandes comunicadores que salen con cara de asco en el primetime es la pulsión peronista, la raigambre identitaria que resiste en cada trabajador y trabajadora. La sonrisa, la felicidad, el goce de sentirse parte del movimiento histórico más grande nuestro país.

“Cuando la democracia está en juego, es el peronismo el que sale a hacerle frente, el que pone el pecho con la fuerza de los barrios, de las organizaciones sociales, de las redes de solidaridad que sostienen a miles de compatriotas que sufren a diario la presión del poder concentrado por instalar la barbarie”.


Massa subió 15 puntos respecto de lo conseguido en las PASO, sin embargo, los medios hegemónicos parecen querer instalar la idea de que Milei perdió por las declaraciones bizarras de figuras menores como Alberto Benegas Lynch y Lilia Lemoine. Por una sociedad que se asustó frente a la posible quita de subsidios. Lo repiten una y otra vez. No lo entienden ni les entra en la cabeza. El antiperonismo no sabe votar con pasión; vota por bronca, por despecho, por rechazo a las banderas de soberanía y justicia social. La estrategia de Patricia Bullrich de ganar para “eliminar al kirchnerismo” es parte de ese mismo síntoma, un esquema político incapaz de articular una identidad propia, que brega desde la bronca a la mística ajena.

Bajarle el precio al tigrense será el objetivo de cara al balotaje de los medios. Pero no hay mayor verdad que la realidad, aquella que se forjó en los territorios, en los municipios, en un trabajo militante de hormiga articulado por Massa y Kicillof -un abrumador 44% en PBA- a lo largo y ancho del territorio bonaerense. Escuchando, poniendo el hombro, reconociendo errores, mimetizándose con los laburantes que los liberales odian pero quieren representar con una motosierra y latas de atún. Hay en el peronismo un ADN que no logran captar, porque rechazan la política misma: la articulación, el acuerdo, el diálogo, el consenso.

La extrema derecha y la izquierda repiten una y otra vez el error de no leer a un pueblo complejo y atravesado por múltiples sentidos, uno que necesita seguridad pero también derechos humanos, que pide mayor producción económica pero no a costa de regalar nuestros recursos a las multinacionales. Al pueblo no se le impone, se lo interpreta. La verdadera democracia, como decía el General en su discurso de 1953, es que el gobierno haga lo que el pueblo quiere defendiendo solo un interés, el del pueblo mismo.

Esta segunda vuelta nos tendrá que impulsar a reforzar la micromilitancia. Porque quienes tienen el destino en sus manos son las trabajadoras y los trabajadores; en nosotros está la responsabilidad que construir una agenda pública que atienda las demandas reales de las mayorías y corte definitivamente con el progresismo de nariz parada -un destructor silencioso presente en muchos funcionarios actuales- incapaz de ver las grandes demandas populares: el trabajo, la comida, la educación y la seguridad.

La lucha es de todos y de cada uno. Y los argentinos y argentinas estamos ante el desafío de pujar por un gobierno peronista que represente los intereses de los trabajadores. Como decía Massa en su discurso triunfal: no hay un “cheque en blanco” para Unión por la Patria. La unidad nacional es posible, y seguramente necesaria, pero siempre con el pueblo laburante por delante, conduciendo los destinos de una patria que merece ser feliz y prosperar frente a quienes compiten por destruirla.

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