
Periodista, militante y creador de Resumen Latinoamericano. Un hombre que, a través del compromiso con las luchas de empoderamiento popular, supo construir una trinchera de la comunicación alternativa.
Por Marvel Aguilera y Pablo Pagés.
*Foto de Portada: Milangela Galea
No hay una historia del periodismo, así como no hay una sola historia de la militancia. La experiencia de los medios alternativos en nuestro país nos sigue hablando de un contexto social y político donde los hechos están en puja. Carlos Aznarez es un representante de esa prensa combativa que transgredió las normas estereotipadas del poder mediático para darle voz a las luchas de la patria y de los pueblos latinoamericanos a lo largo de estas décadas. Desde la revista Jauja del Padre Castellani y la Reseña Sindical del MRP a la conformación de la agencia ANCLA con Rodolfo Walsh, en tiempos de resistencia al terrorismo de Estado que azotó a la Argentina a fines de los años setenta. Peronista desde temprana edad, con paso por Montoneros, Aznarez comenzó a patear las calles en un grupo de la OES que se llamaba UNES, en lo que podría considerar el nacionalismo peronista: “Apenas entré al colegio secundario, me empecé a vincular con los compañeros y compañeras que estaban ahí, sobre todo en la línea reivindicativa de la lucha de los colegios secundarios”.
Con el peronismo, el movimiento popular organizado más grande de la historia, proscripto luego de la Libertadora, Carlos convivía con la militancia de las democracias blandas, lógicas de censura, y pocos espacios para generar un compromiso con la verdad y la ética dentro del periodismo. En el 62, conoce la revista del Padre Castellani, ahí comienza a dar sus primeras impresiones de un oficio que colmaría gran parte de su vida, una identidad en el reporte, la palabra y la rebeldía: “Él daba sermones en la iglesia de Nuestra Señora del Tránsito, y ahí nos reuníamos un montón de gente que fuimos después desperdigándonos por distintas organizaciones. Luego me uno al Movimiento Revolucionario Peronista. Era una época sumamente interesante de acción en la calle”.
En medio de la ola de trompadas de gorilas y compañeros peronistas, donde el símbolo de la flor por la vuelta de Perón era moneda corriente entre la muchachada, aparece la CGTA y la figura ya emblemática de Walsh: “Al día siguiente iba a ser el director del diario de CGTA. No se sabía si se ganaba ese congreso o no, pero de alguna manera había toda una intención de golpear a la burocracia con todo. Ese día fue histórico. En la CGT de Azopardo se reunía Vandor y su gente, la burocracia sindical más abyecta de ese momento, y en UTA se reunía lo que después fue la CGTA”.
Agrega sobre esa vivencia paradigmática para su vida y el periodismo combativo: “El diario ese fue una experiencia maravillosa que tuvo el periodismo argentino, no solamente por la información que contenía de todas las luchas, sino porque el propio Rodolfo Walsh ahí hacía de todo, aparte de dirigirlo. Tenía todo un tratamiento de la información, desde corresponsalías populares con responsabilidad de los conflictos, de los sindicatos, y después se repartía la distribución del diario. Una operación en sí misma de periodismo alternativo: se llevaba en camioneta, se mandaba a los ingenios, a las fábricas. El diario era pan caliente cuando llegaba a cada uno de los lugares, porque era la idea que tanto trabajó Lenin sobre la prensa, que debe ser no solamente formativa, sino un medio de organización y también de auspicio de la rebelión. Y todo eso estaba contenido”.
A partir de su recorrido en territorio, en Ezpeleta, Aznarez empieza a delinear una sincronicidad entre militancia y periodismo que lo acompañaría a lo largo de todo su camino hasta el presente, con su Resumen Latinoamericano, una mirada de la realidad que desde el ’79 ampara las voces disidentes, los pueblos que luchan por empoderarse en un capitalismo que busca devorarlos. Lo que evocan sus palabras, del otro lado de su living en su hogar del barrio de Chacarita, es la constancia con los ideales marcados en cada gesto, en cada recuerdo espontáneo, en los objetos que lo rodean, en los libros que siguen reverberando y dando señales de lucha.

¿La vuelta de Perón cómo se vivió?
Mirá, yo tengo varias anécdotas. La primera vuelta de Perón, cuando para en el Galeão [Aeropuerto de Río de Janeiro], nosotros con un grupo de gente hicimos una panfleteada.
El otro retorno, donde él llega desafiando a Lanusse y va a la calle Gaspar Campos, en Vicente López, ahí participamos desde el barrio. Fuimos con un montón de compañeros e hicimos la travesía al Río Matanza. Llegamos a Ezeiza y era un diluvio. Nos cagaron a balas de goma y a tiros, pero fue una rebelión popular muy interesante. A pesar de todas las trabas que puso el gobierno, Perón tuvo la actitud que no tuvo el 20 de junio. Ahí sí desafía el gobierno de Lanusse, dice que quiere comunicarse con el pueblo y es así como aparece en la calle Gaspar Campos, donde se produce la romería peronista. Tenemos fotos incluso donde estamos colgados de un balcón, un edificio que mucha gente lo había abandonado porque estaba Perón enfrente.
Ahí nos movilizamos. Hicimos esa cosa de ir todos los días. Perón salía al balcón y y daba un pequeño discurso. La organización Montoneros ya empieza a comunicarse con Perón fuertemente ahí, en ese lugar, y después viene el ’73. Ganamos las elecciones. Yo personalmente entro en la experiencia del diario Noticias, pero ya estábamos conformando la JTP desde el gremio. Hacemos la unidad de las dos agrupaciones: formamos el bloque peronista de prensa y participamos de todo lo que significa el lanzamiento de la Juventud Trabajadora Peronista.
Cuando la organización plantea la tregua, porque vuelve Perón y el peronismo gana las elecciones, salvo esos tres meses que nosotros llamamos “primavera camporista”, nos dimos cuenta de que la situación se iba a complicar cada vez más. Porque el peronismo de derecha se había lanzado a una batalla en todas las cosas que nosotros avanzábamos, en todas las instituciones que de alguna manera nombramos gente: de la facultad hasta instituciones oficiales. Y empieza esa sangría de enfrentarse con el terrorismo de derecha, que termina en la conformación de la Triple A.

“El peronismo de derecha se había lanzado a una batalla en todas las cosas que nosotros avanzábamos, en todas las instituciones que de alguna manera nombramos gente: de la facultad hasta instituciones oficiales. Y empieza esa sangría de enfrentarse con el terrorismo de derecha, que termina en la conformación de la Triple A”.
Obviamente yo soy de los que, a pesar de lo que dicen muchos, de si Perón no lo sabía o lo sabía y lo valoró… Para mí eso está claro. Y nosotros seguimos. Estuve en Noticias hasta que llega el momento del retorno del Perón, en junio del ’73, con toda esa traición que hace Perón al pueblo peronista a partir de dejar que la ultraderecha organice esa recepción, y avalar la masacre cuatro días después, cuando hace un discurso horroroso, que yo siempre digo: “escúchenlo”. Le digo, a los compañeros jóvenes del peronismo que nos quieren vender a los que estuvimos en esa historia, que Perón tuvo un comportamiento “bueno”. Ese discurso fue consolidar claramente la agresión que habíamos sufrido como jóvenes peronistas, movilizando la masacre y condenándonos a nosotros de que éramos los culpables. Si alguna vez me preguntan “cuándo sentiste que te distanciabas de Perón fuertemente”, ahí es donde yo lo siento.

Ya éramos críticos cuando militábamos en el peronismo de base. Ese fue el momento, y después el otro momento fue cuando nos echa y nos vamos de la plaza, ahí fue una ruptura. Como siempre digo, en ese momento no era de los viejos, pero fueron los viejos los que rompieron con Perón, esa línea Framini, Borro. Esa vieja resistencia es la que se va de la plaza primero y nos arrastra a nosotros, que también estábamos muy enojados por todo lo que estaba ocurriendo. Nos condena a muerte ahí directamente, con Isabelita y con el brujo López Rega al lado.
Yo era de la comisión interna del diario Noticias, estábamos en una reunión precisamente en el diario con el bloque peronista de prensa la noche que el comisario Villar entra con las tanquetas al diario, y rompe la puerta. Se cierra el diario y poco tiempo después pasamos a la clandestinidad. Soy uno de los que anuncia el pase de clandestinidad en la Facultad de Derecho, donde se estaba haciendo ese día un acto sindical y político de todas las agrupaciones, tanto las JTP como también de la agrupaciones sindicales de lo que era el ERP, el PRT y FAL, reivindicando sobre todo la lucha sindical frente a la burocracia. Ese día va a entrar la Triple A donde yo vivía. Al salir de la Facultad pasa un coche y nos ametralla. No murió nadie pero ametralla la Facultad.
Llego a casa y encuentro la puerta entornada. Cuando voy a meter la llave, entro, y me habían pintado “zurdo de hijo de puta”, me habían tirado todo. Teníamos un monoambiente. Era a partir de la 1:30 de la mañana, cuando veníamos de toda esa movida. Veo toda la casa destruida y lo que más me llamó la atención es que sobre una lata que tenía de galletas, me habían puesto el pasaporte. Además, tenía la sensación de que estaban ahí. En contados segundos entré y me fui. De todas maneras, a pesar del pase a la clandestinidad que habíamos anunciado, tenía la idea de que iba a seguir manteniendo una semiclandestinidad, pero claro, ya después de ese ataque directo pasé a la clandestinidad como tantos otros compañeros.
¿El exilio cuándo aparece?
Yo me quedo acá hasta mediados del ’77. Ya estaba la dictadura. Rodolfo nos convoca a conformar ANCLA, la agencia de noticias clandestinas. Hacemos ANCLA un año y medio. El grupo madre que teníamos en ANCLA era Rodolfo [Walsh], Lila Pastoriza, Lucila Pagliai y yo, más Eduardo Suárez (que ya había caído), habíamos planteado que si había una situación difícil, íbamos a sacar la agencia al exterior. El 25 de marzo del 77 cae Rodolfo, fue un golpazo. Antes ya nos habían entrado al local donde funcionaba, un departamento alto, el séptimo u octavo piso, a mitad de año del ’76, y entonces habíamos descentralizado la agencia.
La habíamos llevado cada uno a su casa, y menguamos las reuniones, porque obviamente era más difícil verse. Y así seguimos. Tomamos la decisión de ver qué hacíamos, si seguíamos con la agencia así. Estuvimos un tiempito más funcionando descentralizadamente, y después se decide que salgamos al exterior, Lucila y yo. Lila Pastoriza nos iba a seguir al mes siguiente. No se pudo, porque cae en la ESMA. Nosotros nos enteramos. Yo ya estaba en Madrid, después voy a París a encontrarme con otros compañeros. En Madrid empezamos a sacar la revista Vencer, del órgano oficial de la organización en el exterior.
Cae Lila y la idea de seguir con ANCLA no pudo ser. El Perro Verbitsky y Luis Guagnini tomaron la posta nuestra, la siguen hasta agosto, y en agosto se termina. Una experiencia impresionante también. Hoy los cables de ANCLA los ves y hay muchas cosas, muchas denuncias que hacemos ahí, que siguen vigentes para lo que estamos viviendo hoy. Después yo sigo en Vencer hasta el ’79, que ahí empieza a salir la primera etapa de Resumen Latinoamericano, que se llamaba Resumen de la Actualidad Argentina y Latinoamericana.

“La crítica fundamental no es un renunciamiento de lo que habíamos hecho ni arrepentirse de nada, es lo que suele pasar siempre cuando una organización empieza a sufrir golpes y empieza a retroceder. Se imagina que acentuando la práctica militar recupera la política, y era todo lo contrario. Ahí Walsh tenía la visión muy clara: la vanguardia no podía estar a cinco mil kilómetros de la gente”.
Escribía todo el mundo: Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Roa Bastos; llegó a escribir hasta Jacobo Timerman, cuando de alguna manera venía de Israel puteando contra lo que había sido la masacre en el Líbano. Él, que era sionista, que nosotros acá lo habíamos enfrentado desde la lucha en la prensa, y lo encuentro en un congreso de exiliados en París. Ya era otro Jacobo, había pasado por la tortura de Camps, había pasado por el choque, que creo que fue peor que la tortura, para un tipo que creía que el sionismo era de izquierda, encontrarse con que habían masacrado a una población, como ahora está pasando en Gaza.
Empiezo el ’79 con la orga. Yo todavía estaba ahí. Nos convocan para la “contraofensiva” y ahí rompemos. Participo de una de las rupturas, estoy en el día que había que votar para volver y todo lo demás. Pusimos el voto negativo. A partir de ese momento, con otros compañeros, armamos una reunión y sacamos tres documentos, y nos separamos. La crítica fundamental no es un renunciamiento de lo que habíamos hecho ni arrepentirse de nada, es lo que suele pasar siempre cuando una organización empieza a sufrir golpes y empieza a retroceder. Se imagina que acentuando la práctica militar recupera la política, y era todo lo contrario. Ahí Walsh tenía la visión muy clara: la vanguardia no podía estar a cinco mil kilómetros de la gente. Rompemos y yo sigo en el exilio hasta el ’83. Sacamos el número 100 de “Resumen” y decimos que volvemos al país.

Yendo a los años ’90, ¿cómo se vivió ese entrada al país de las ideas del Consenso de Washington? ¿Lo podemos conectar con lo que está pasando ahora en este nuevo posicionamiento extremo del país con con las ideas neoliberales?
Cuando se instala la democracia, yo vuelvo a la Argentina y me encuentro con una Argentina muy diferente. Nosotros incluso veníamos con la idea, muchos de nosotros, de que nos iba a resultar más sencillo rearmar las organizaciones populares, las organizaciones militantes, y las organizaciones más radicalizadas, y nos dimos cuenta de que todo había cambiado.
Yo me pongo militar al principio con el peronismo que conocía, pero me doy cuenta que ese peronismo seguía teniendo las mismas falencias con las cuales nos habíamos levantado en algún momento, entonces me inserto a la actividad periodística y acompañó toda la lucha que se iba dando contra el gobierno de Alfonsín, reclamándole sobre todo lo que había prometido a nivel económico y no cumplía, apoyando las luchas sindicales que en ese momento se dieron, que fueron bastante fuertes.
Dándonos cuenta que, cuando se produce la famosa “Felices Pascuas” en Plaza de Mayo, a la cual acudíamos con una idea de que era un punto de inflexión, que si pactaba con los militares se volvía a producir una posibilidad, un escenario, de rebelión popular que de alguna manera pudiera significar algo interesante para el futuro. No se produjo eso, vino un retroceso.
En el ’89, nosotros empezamos a pergeñar con [Vicente] Zito Lema sacar la nueva etapa de Crisis y después sacar la revista Fin de Siglo. Y en el ’89 nos metemos en el proyecto de Sur. Yo estaba trabajando en Página/12, desde el principio, y empezamos a pensar Sur con el Partido Comunista, con Eduardo Luis Duhalde, con otro montón de gente que venía de distintos lados, y se produce “La Tablada” en medio de todo eso. Ahí volvemos a revivir una época que parecía que estaba un poco lejana, pero que no estaba tan lejana. De hecho, muchos de los compañeros que iban a trabajar en Sur caen combatiendo en La Tablada.
Se produce una cosa muy impactante -por lo menos para mí-, que un montón de gente de izquierda empieza a desligarse asquerosamente de La Tablada. Podías coincidir o no, pero escribir como escribió un personaje de ese momento “me arrepiento de haber sido” y ser publicado ese artículo por Página/12… ¿De haber sido qué? ¿De izquierda? Y mucha gente tirando mierda horrorosamente contra los cadáveres de gente, que podía estar equivocada o no, pero que había que tener un respeto, porque se estaba jugando la vida. Entre ellos, Quito Burgos, militante histórico de la Resistencia Peronista. Un hombre que estuvo preso con Levingston, y que con su hijo participó en La Tablada, y lo matan ahí.
Un momento de mucha fractura de la izquierda y del campo del peronismo revolucionario, a favor y en contra de ese hecho. Con toda la presión que se le hizo a Alfonsín, con una ola de saqueos que me acuerdo desencadenaron algunos intendentes de la burocracia peronista para apurar su ida. Que evidentemente hizo un mal gobierno, y no cumplió con lo que había prometido. Nosotros habíamos hablado con Alfonsín en el exilio, cuando llega a Madrid. Él nos presenta un montón de puntos donde dijimos “te vamos a apoyar”, “hasta los peronistas te vamos a apoyar”. Yo no hubiera votado de ninguna manera la candidatura de Luder con Herminio Iglesias. No voté Alfonsín, pero no hubiera votado esa fórmula. Y fue una frustración, cómo fue ahora Alberto Fernández. Gente que tenía todas las posibilidades de avanzar, y no lo hizo. Y el peronismo más ortodoxo le respiraba en la nuca todo el tiempo, le desestabilizó el gobierno y adelantó la salida de Alfonsín. Después llegó Menem.
Me parece que se puede aplicar otra vez la vieja frase de Marx del 18 Brumario, la historia se repite una vez como tragedia, y otra como farsa.
Estábamos en Sur, y ahí mucha gente lo votó. Habíamos participado del núcleo de discusión de viejos compañeros, y algunos jóvenes. Habíamos dicho que no confiabamos, por muchos antecedentes anteriores, y no lo votamos. Pronto nos dimos cuenta de que habíamos hecho muy bien. Lo que pasa es que empezó la tragedia. Yo siempre comparo el gobierno de Menem con que fue más devastador que la dictadura militar. La dictadura comenzó como un proceso devastación y de ruptura: a través de asesinatos, de destrucción de todo la que significaban los órganos de organización popular; y Menem produce la segunda avanzada de eso, devastando todos los lazos de construcción social en los barrios, de solidaridad.

“Yo siempre comparo el gobierno de Menem con que fue más devastador que la dictadura militar. La dictadura comenzó como un proceso devastación y de ruptura: a través de asesinatos, de destrucción de todo la que significaban los órganos de organización popular; y Menem produce la segunda avanzada de eso, devastando todos los lazos de construcción social en los barrios, de solidaridad”.
Ahí empieza a pesar el tema de las operaciones mediáticas que después fuimos viendo a lo largo de todo este tiempo. Pero el problema es que Menem lo hace en nombre del peronismo. ¿Qué significa eso? Más allá de que muchos de nosotros éramos críticos a ese peronismo, todavía había una cantidad enorme de gente que confiaba en que Menem no los iba a traicionar, que cuando decía “revolución productiva” iba a producir algo parecido a eso que anunciaba. Pero claro, el acuerdo con Bunge y Born, la masa popular no la ve hasta que la siente, y cuando empieza a sentir lo que significó todo el proyecto económico, que además era totalmente neoliberal, con una burocracia sindical que lo avalaba, con una burocracia política que lo avalaba, y con pactos que hacía cada tanto con la oposición, como fue el Pacto de Olivos en su momento…. Era un planteo destructor de lo que pudiera ser todo aquello que conformara organización popular o poder popular por abajo. Y a la vez, meternos en pactos internacionales con los gringos, acuerdos con la Unión Europea, participar en la Guerra del Golfo, con todo lo que significaba. Muy parecido a lo que hace ahora Milei con la alianza con Israel.
Seguía ganando las elecciones usando toda la idea del peronismo y de la ortodoxia peronista, y lo que significó Perón del ’45 al ’52. Ahí yo me voy del país. No puedo soportar. Me voy también con una excusa, que me voy a Palestina a cubrir. Me quedo un tiempo y después me voy a Madrid. Pero no podía soportar a mis ex compañeros Montoneros sumándose al menemismo y renunciando a ideas que en otro momento eran revolucionarias y de cambio real. No lo podía soportar, porque en lo personal me provocaba mucho dolor. Era como la segunda gran derrota. La primera vino cuando nos ganaron política y militarmente, y la segunda viene de esta manera.
Me retiro de la Argentina y me voy al País Vasco, y empiezo militar. Vuelvo a la Argentina en el 2002. El 2001 no lo viví acá, lo viví afuera, pensando que no iba a volver más a la Argentina. Sí mantuve la relación con las Madres. Conformé un grupo de apoyo a Madres en España. Y después, cuando regreso, entro a trabajar en la Universidad de las Madres. Formamos la Radio Las Madres, pero rompo con Hebe cuando se pone absolutamente dura con respecto a muchas cosas, entre ellas cuestionar y censurar a Estela de Carlotto y Nora Cortiñas. Rompo con Schocklender. Ya le habíamos advertido a Hebe quién era. Pero ella había hecho un pacto de volcar la autonomía de las Madres y ligarse al kirchnerismo. Por más interesante que pudiera parecer el kirchnerismo, no era ideal que los organismos de Derechos Humanos, que tanto habíamos reivindicado y ayudado a construir, se insertaran en lo partidario y jugaran plenamente en los partidos.

Es verdad que el kirchnerismo no es el peronismo, pero en ese contexto, post menemista, con Néstor, en algunos puntos de la economía argentina y a nivel social, se terminan construyendo un montón de cosas que en cierta forma fueron aspiraciones de los Montoneros, y de mucha gente de la comunidad en ese momento.
Tengo claro quién era Néstor antes de llegar al gobierno, que había pactado con Menem. Ahora, agarra un gobierno difícil. Una papa caliente. Y genera un fuerte sentimiento: “este tipo quiere hacer cambios en serio”. Y para nuestra generación, todo lo que fue retirar el cuadro, meter incluso hijos de desaparecidos en el gobierno, fue una reivindicación. Pero más allá de eso, no avanzó lo que podía haber avanzado. Tenía apoyo para hacerlo. El problema no era Néstor, es el progresismo en general, que frente a la posibilidad de gobernar, tiene limitaciones ideológicas. O sea, cuando vos tenés apoyo popular, ganás una elección (no es el caso de Néstor porque la encontró después que el otro se retirara), pero de todas maneras, rápidamente, se hizo un consenso de apoyo al kirchnerismo en ese momento. Y sin embargo, primero habló de la transversalidad, y al poco tiempo, cuando había conformado la posibilidad de armar una política transversal, él mismo la destruye, porque se da cuenta de que no le conviene coparticipar lo que era la dirección política. Vuelve al peronismo más tradicional, y con ese peronismo tradicional ya habíamos fracasado.
Yo creo que es un gobierno limitado. Fue el mejor gobierno de los últimos años, no me cabe la menor duda. No ya el de Cristina. Con Cristina hay más reparos, porque abre la puerta al extractivismo, abre la puerta a las corporaciones, y no genera lo que nosotros estábamos reclamando siempre, que este país había que industrializarlo. Había que dar fuentes de trabajo, terminar con el asistencialismo. Al contrario, se embarca cada vez más hasta llegar a lo que tenemos hoy: toda esta lucha por los alimentos, que es mendicante, es estar pidiendo caridad para que te den un plato de lentejas. Es horrible eso. Nadie abre fuentes de trabajo. Nadie hace viviendas para la gente. Chávez lo hizo en las peores circunstancias, ¿por qué no lo pudo hacer el primer gobierno de Néstor? No lo hizo. Incluso se embarca con Hebe en los “Sueños Compartidos” que fue un fracaso estruendoso, y una estafa. Entonces yo soy crítico al progresismo, no al kirchnerismo. Lo valoro, hizo más de lo que podía hacer, pero no tenía un planteo revolucionario. Era un planteo socialdemócrata, a la baja, con un país que no le daba la posibilidad de redistribuir riqueza como hubiera sido necesario.

“Yo soy crítico al progresismo, no al kirchnerismo. Lo valoro, hizo más de lo que podía hacer, pero no tenía un planteo revolucionario. Era un planteo socialdemócrata, a la baja, con un país que no le daba la posibilidad de redistribuir riqueza como hubiera sido necesario”.
Después llegaron otras experiencias progresistas, cada vez peores, hasta llegar a la de Alberto Fernández. Que vuelve a tener una expectativa de voto tan grande y de apoyo de gobierno, y lo desecha. Y si hay un punto de inflexión es Vicentín. Se tira para atrás cuando había que pegar el salto. Enunciados, enunciados, y enunciados que no se llevan a la práctica. El gobierno de Alberto le pavimenta la llegada a este gobierno. Cuando vos generás en la masa popular un desencanto con un gobierno popular, lo más lógico es que, si la masa no está formada, no tiene conciencia de clase, y tiene una falta de formación política muy grande, se vuelque a la derecha. Ha pasado aquí y en otras parte del mundo.
¿No crees que también hay un agotamiento de ciertas instituciones? Que se forjaron tal vez desde la recuperación democrática, pero bajo bajo cierta lógica liberal, digamos. Hay estructuras de la democracia que tienen muchos condicionamientos liberales, que han agotado cierta cierta lógica social y que son las que también están en crisis, más allá de que venga un gobierno más o menos progresista.
Esta democracia de 40 años ha sido un fracaso. Es un fracaso total, pero seguimos insistiendo en eso y cuando una compañera en un barrio, que se está cagando de hambre, dice “uh cómo nos hace falta la democracia”, vos tenés que convencerla, “¿pero qué democracia, esta democracia que te hace cagar de hambre?” ¿Hay otra democracia? Yo no digo que no existan democracias que de alguna manera sean inclusivas de la población, que generan incluso la política de armar asambleas constituyentes, de debatir entre todos. Bueno, eso existe en Cuba, en Venezuela, y en Bolivia también, a pesar de las diferencias. Tenemos el ejemplo de Cuba: 64 años de revolución y siempre decimos, “no, pero cómo se están cagando de hambre”. Pero siguen practicando políticas de inclusión a pesar de esas penurias, y siguen generando formas democráticas de construir la política.
Qué más democracia vas a pedirle a Cuba cuando hay una elección donde se elige el representante del barrio, que ha hecho el bien por el barrio, y además le das la fórmula de que si no lo hace bien, lo borrás. Eso es democracia popular. O las comunas en Venezuela. Ahora precisamente se han hecho las elecciones y las comunas para elegir, qué es lo que quiere la gente y qué hay que hacer.
Comprendo esas instancias de democracia popular, y que puedan llegar a funcionar en esos países, pero acá, en este momento donde el cuarto poder de los medios de comunicación es el que manipula las instancias de “transiciones democráticas”, no se puede hablar de democracia. Estamos hablando de que en determinados países del mundo, por una construcción histórica determinada, los medios de comunicación “te dan vuelta a la tortilla”. Porque no son solo medios de comunicación, son corporaciones que tienen intereses en todo.
¿Vos me preguntás si yo creo en la revolución? Creo en la revolución, creo en el socialismo, creo en eso y voy a seguir luchando hasta que me muera. Porque es por lo que luchamos siempre. Cuando Cristina Kirchner le dijo a un montón de gente, cuando aparece asesinado Santiago Maldonado, que hay que depositar la bronca en las urnas. Nosotros decimos “eso es precisamente el progresismo”. Llevar hacia la desmovilización, que la protesta justa quede desmovilizada y después quejarse de que en esas urnas que te dieron el voto, “no se puede hacer lo que queríamos porque nos presionan” y porque “gobernar no es fácil”. Por eso sigo creyendo en la revolución. No creo más en estas democracias burguesas. Y creo que para cambiar las cosas de raíz hay que empezar a construir poder desde abajo, organización desde abajo. ¿Que lleva 20 años, 100 años? No importa. Pero esto de ahora ya lo hemos probado. Es solamente acumular derrotas de desazón, desesperanza y desencanto en la masa popular, y hambre, por si faltara algo. El otro camino es difícil, es sacrificado.

“Sigo creyendo en la revolución. No creo más en estas democracias burguesas. Y creo que para cambiar las cosas de raíz hay que empezar a construir poder desde abajo, organización desde abajo. ¿Que lleva 20 años, 100 años? No importa. Pero esto de ahora ya lo hemos probado. Es solamente acumular derrotas de desazón, desesperanza y desencanto en la masa popular, y hambre, por si faltara algo”.
Seguir insistiendo en que ahora tenemos que nuclearnos con Axel Kicillof, para volver dentro de cuatro años, seguir pensando eso, seguramente nos lleve a tener Milei por ocho años. Porque el problema es ese, que siempre jugamos en ese terreno. En vez de pensar que hay que generar una oposición dura en la calle, que con Macri la teníamos. Con Macri teníamos una oposición dura y Cristina volvió a decirnos lo de las urnas. Y cuando digo nosotros hablo de una cantidad enorme de gente que se movilizó, incluso la CGT, que en ese momento estaba por la movilización popular en la calle.
¿No crees que también estamos ante un marco geopolítico donde se están discutiendo -no sé si dos- mayormente dos modelos centrales de cómo ejercer las determinadas políticas: una mirada más nacionalista, si se quiere con líderes como Putin o Bukele o Evo o Lula, aunque ahora se discute más su posición; y un neoliberal más extremo, internacionalista? ¿Y que buena parte de los sectores populares empezaron a dejarse arrastrar por un discurso que iguala la defensa de la soberanía y cultura nacional con el fascismo, cayendo en la trampa de la intromisión de las recetas multinacionales?
Nosotros siempre reivindicamos el nacionalismo popular latinoamericano. ¿Pero hace cuánto que no hay un nacionalismo acá en la Argentina? Y claro, ese nacionalismo acá era el peronismo, pero se ha convertido en un partido más del neoliberalismo, entonces hay que construirlo ese nacionalismo. Y te digo más, hay que construir ese nacionalismo para pasar hacia el socialismo.
Esto se frustró mucho. Fijate cuánto ha significado que el Perón que regresó en el ’73 no volviera en esa clave, cuando tenía a una parte del pueblo organizada y armada, cosa que no es poco. Los pocos procesos que han triunfado y que han derrotado toda la concepción liberal de gobierno y de la política han sido pueblos que hicieron revoluciones armadas, como Cuba. Excepto Venezuela, que intentó hacerlo por la vía armada y que finalmente la hacen los militares por la vía electoral, pero con una concepción también de armar al pueblo. Sino no hay otra alternativa, volvemos a lo de siempre, te presionan y aparece el milico de turno o el gringo de turno que te empieza a hacer la cama para hundirte.
Creo que la salida es volver al nacionalismo popular latinoamericano para avanzar hacia el socialismo. ¿Hay posibilidades de eso en Argentina? Y, si ves el panorama de hoy vos decís, “no, por ahora no la hay”. Ahora, si no lo empezamos a construir en algún momento, no lo va a haber nunca. Vamos a girar en ese círculo vicioso: cuatro años de gobierno ultraderecha, a veces ocho, y un gobierno progresista. Uno que a la mitad se manca y hace cosas como la de Vicentín, y empieza a retroceder. Así genera la expectativa para que vuelvan los otros. El progresismo es cada vez más socialdemócrata, y la derecha es cada vez más ultraderecha, casi fascista. Entonces, frente a eso, nos tenemos que preparar, tengamos la edad que tengamos. Mirar y decir ¿a qué apunto? ¿A seguir fatigándome para construir una democracia burguesa y ponerle parches o a construir las herramientas para avanzar hacia un nacionalismo que tienda a recuperar la soberanía y el aparato productivo?
Estamos en un momento en que estamos mal, pero podemos estar peor la semana que viene. Y creo que con Milei no hay que ser triunfalista. Nos encontramos en un momento de mucha debilidad. Por más que movilicemos mucha gente, a la vez estamos en la debilidad de que la gente que movilizamos no tiene formación suficiente, no tiene formación política. Hemos perdido un montón de años en eso. En las organizaciones que existen militantes, se ha desdeñado la formación política. Cuando nosotros en el 70 teníamos formación política, conocíamos qué era el socialismo. Sabíamos lo que queríamos. Habíamos estudiado. Habíamos leído todo lo que había que leer. Habíamos tenido una práctica consecuente sobre lo que significa la militancia política hacia el socialismo, hacia la “patria socialista”. Y a la vez, habíamos trabajado sobre la gente con la que tenemos influencia, de esa misma manera.
Hoy no es así, y eso nos pone en un marco de debilidad. Confiamos más en los milagros. Confiamos en que va a venir un imponderable, en algún momento. Escuchaba el otro día decir “bueno, pero si aparece un muerto de nuestra fila, a lo mejor se da vuelta todo”. No es así. Por ahí hay una pueblada, pero también una pueblada gigantesca fue el “Argentinazo” y terminó en el gobierno de Duhalde, que acentuó el asistencialismo. No nos olvidemos que él fue quien incluye las famosas “manzaneras” de Chiche, que abrieron la puerta a esto que padecemos hasta ahora con Sandra Petovello.
Está clara esa diferencia entre la vieja militancia y las que están ahora en el progresismo, en preocuparse por conocer determinadas bibliografías o textos capitales, ¿pero se puede competir contra el cuarto poder agarrado de la oligarquía?
Si partimos del hecho de que no se puede, no se va a poder. Yo traté. Le estás hablando a alguien que hace 36 años saca una publicación alternativa. Y no soy el único. Somos un montón los que empujamos por decir la otra cara de la información. A pesar de la debilidad, de que no tenemos aparatos, marcamos agenda muchas veces. Los medios comerciales agarran muchas cosas que nosotros decimos, porque es evidente que mienten tanto que alguna vez tienen que decir algo, porque los supera la mentira. Esa es la batalla desigual. Son cosas que hay que ir modificando de a poco. Ahora, si renunciamos a construir medios populares, porque los medios llamados grandes son muy poderosos, estamos perdiendo a futuro.
Cuando nosotros peleábamos no estaba Telesur, ahora está Telesur, que te cuenta otra verdad y apoya nuestras luchas. Y así mucha gente que hace medios, que empiezan siendo alternativos y empiezan a ganar terreno y poner la información, por lo menos en algunos círculos y franjas de la población que son importantes.