Visuales

Dejar Romero | Recobrar los límites del encierro

El documental de Alejandro Fernández Mouján y Hernán Khourian narra la desmanicomialización del ex neuropsiquiátrico Melchor Romero a través de la cotidianidad de los pacientes que, envueltos en un cambio de paradigma, deberán rearmar sus identidades y su forma de conectar con la sociedad.


Por Marvel Aguilera.

¿La identidad puede ser un diagnóstico? ¿Hay recuperación cuando los límites que marcan nuestros vínculos son vigilados estrechamente? Los manicomios son instituciones vetustas, espacios de domesticación que terminan naturalizando patología en pos de un peligro del afuera. Paulo Amarante, teórico clave de la Reforma Psiquiátrica en Brasil, decía que la manicomialización produce subjetividades excluidas. Enfermedades que son valoradas en pos del peligro que representan para el resto. Sin embargo, la desmanicomialización, lejos de ser solo una transición de un “adentro” hacia “afuera”, implica una transformación social de vínculos, de repensar nuestras comunidades. Ahora, ¿somos capaces de conocer como un igual a una persona que sale del manicomio? ¿Están dadas las garantías sociales y políticas para su reinserción? ¿Cuánto estamos dispuestos a colaborar con esas subjetividades y con esos lenguajes que apuntan a unirnos?

Dejar Romero, el documental de Alejandro Fernández Mouján y Hernán Khourian, narra el proceso de transición de pacientes del ex Neuropsiquiátrico Melchor Romero (hoy Hospital Dr. Alejandro Korn) a la vida en comunidad fuera de la institución. Más que una crónica de hechos, el trabajo filmográfico nos habla de la historia social, moral y política de una población estigmatizada a lo largo de las décadas. Mediante archivos, cartas, fotografías, testimonios, la película recoge el peso de una violencia silenciada: torturas narradas, familias disgregadas, soledades acuciantes. Un material que es entreverado con un presente que vive un cambio de paradigma: la desmanicomialización.

Lo audiovisual se nos presenta de forma cercana, como una película casera de una gran familia, aquella que forma parte una comunidad de personas con problemáticas cotidianas. Los profesionales actúan casi como mediadores, con una sensibilidad particular, la de comprender al otro en igualdad, aun con sus diferentes conductas y formas de entender el presente. Los que dejan el “Romero” viven sus días en conexión, porque lo vincular aparece como una cuestión central a conservar en su nueva etapa.

“Más que una crónica de hechos, el trabajo filmográfico nos habla de la historia social, moral y política de una población estigmatizada a lo largo de las décadas. Mediante archivos, cartas, fotografías, testimonios, la película recoge el peso de una violencia silenciada: torturas narradas, familias disgregadas, soledades acuciantes”


Mouján y Khourian exhiben el recorrido de los pacientes casi como si prendieran la cámara sigilosamente, a tientas, para filmar cómo lo mínimo puede simbolizar el trasfondo estructural. Ver un eclipse, bailar folklore, elegir al compañero de cuarto, rapear una canción, dibujar animales, renegar por la falta de tabaco; lo episódico nos habla de una comunidad que va más allá de lo farmacológico y patologizante, y que expresa sus anhelos, sus humores, sus sensibilidades; dentro de una libertad que paradójicamente encuentran puertas adentro, aun con las reglas y normas que sostiene el manicomio en sus últimos momentos.

En las calles semirrurales de Melchor Romero, en el partido de La Plata, con grandes extensiones de territorios baldíos y casas a medio construir, allí la comunidad deberá aprender a extender los límites de su horizonte. Sumergirse en una experiencia que trascienda lo dado para pensarse como ciudadanos de una sociedad que supo condicionarlos al rango de personas de segunda, y que ahora les abre la puerta a otro tipo de existencia.

¿Agresivo? ¿Alcoholista? ¿Suicida? ¿Delincuente? Las fichas históricas del neuropsiquiátrico grafican una manera de entender la enfermedad mental que colmó a toda una época. Y que incluso va más allá de la propia área médica, para exponer a la sociedad en su conjunto como parte necesaria de un estigma que todavía deja tabúes al respecto. Es que la desmanicomialización, más que una reforma legal en la salud pública, requiere una modificación cultural alrededor de la problemática mental y el involucramiento de quienes deben oficiar de contención social, tengan o no relación directa con las personas afectadas. El paso del espectador al actor activo en la comunidad también parece ser el puente conductor de este documental.

Sin caer en bajadas de línea ni en posicionamiento morales tajantes, Dejar Romero habla desde sus imágenes y desde la voz de quienes son los protagonistas centrales de la reforma que acontece en el barrio. Del mismo modo, los profesionales atraviesan un fuerte impacto de autoconocimiento, en el que entran en juego sus facultades, los conocimientos que poseen, y la retrospectiva de un concepto como la desmanicomialización que supo ser un término incipiente para volverse una realidad que los empuja a reinventarse ante cada situación vivida. Porque el encierro y sus consecuencias es ajeno, pero también propio.

De los temores de partir a los sueños de independencia, la transición a vivir por fuera de Romero muestra sus imperfecciones, los claros y grises de una situación que lejos está de ser idílica y que se gestiona desde el aprendizaje constante y la lógica de la solidaridad como factor más sólido de las relaciones. De lazos que deben exponerse por fuera de lo institucional. Vivir cuesta vida cuando el tiempo recobrado nos obliga a naufragar en la fragilidad.

Como una suerte de gran metáfora de lo que se rompe, ya sea con martillos para refaccionar o con las olas que chocan una y otra vez contra la orilla, Dejar Romero deja los interrogantes abiertos de una continuidad que requiere desgranar para recomponer, que necesita arriesgar para transformar. Un documental que abreva en las identidades que salen a flote cuando la memoria se ejerce en defensa de los propios pueblos.


Related posts
Vértices

Laura López Moyano: “La construcción de una identidad como actriz tiene que ver con poder elegir proyectos, rodearte de personas o artistas”

El Pregonero

Un plan de exterminio institucionalizado

Visuales

Local/cito | Una danza poética del desmoronamiento

Vértices

Marcia Schvartz “La pintura la entiende cualquiera, entra por los ojos, es mente”

Seguinos en las redes @rudalarevista Revista ruda