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L´addio | Último viaje hacia una genealogía sentimental

El nuevo documental de la realizadora Toia Bonino indaga en los vínculos de su abuelo paterno con el fascismo italiano, al tiempo que da cuenta del impacto moral y sentimental de ese secreto en su arco familiar.


Por Marvel Aguilera.

El fascismo es una connotación que, a pesar del paso del tiempo, sigue repercutiendo en la escena pública y política. Tanto por izquierda o por derecha, los señalamientos de raigambre ideológico totalitarios marcan, entre muchas acepciones, un tiempo donde los extremismos ocupan hoy el centro hegemónico de las tendencias geopolíticas, repercutiendo en el plano moral, social y discursivo.

Primo Levi, reconocido sobreviviente de Auschwitz, que supo plasmar en primera persona el proceso de deshumanización que el nazismo llevo adelante, decía que este tipo de regímenes convertía a las personas en meros instrumentos: autómatas capaces de corromper hasta los vínculos más fundamentales de nuestra humanidad. Pero bien, ¿es acaso esto trasladable a nuestras esferas más íntimas? ¿Hay una suerte de hilo invisible que sigue conectándonos con ciertos mandatos fascistas que pudieron ser adquiridos por nuestros antecesores? Esa parece ser una de las claves interrogantes de Toia Bonino en Láddio, su último documental en que registra e indaga en los vínculos ocultos de su abuelo con el régimen de Benito Mussolini.

Con una cámara que va y viene entre los archivos familiares, Bonino parte de unos viejos negativos que conectan a su abuelo con Mussolini para dar búsqueda de una secreto familiar que es deslizado a tientas, como si el pasado fuese un susurro que se escucha despacio y de forma fragmentada. La familia ocupa el centro de la escena. Orígenes y generaciones que están unidos por historias aleatorias, no oficiales, tal vez incorrectas. La muerte del nonno aparece como disparador identitario colectivo. Incluso, como la puerta abierta a un cofre de experiencias archivadas, de la misma forma que la directora juega con el montaje de los materiales hallados a lo largo de su investigación.

“Bonino parte de unos viejos negativos que conectan a su abuelo con Mussolini para dar búsqueda de una secreto familiar que es deslizado a tientas, como si el pasado fuese un susurro que se escucha despacio y de forma fragmentada. La familia ocupa el centro de la escena. Orígenes y generaciones que están unidos por historias aleatorias, no oficiales, tal vez incorrectas”


Casi como una ocurrencia simbólica, mucho del material expuesto por Bonino, filmado por su padre y también por ella en VHS, es archivo mudo. Tomas y tomas de la familia, con el abuelo incluido, donde las palabras son recreadas a través de los gestos, de las circunstancias, de un clima de época que parece cercano pero a la vez es distante: en cenas, en caminatas, en viajes por la ruta. ¿Qué es lo que no se dice? ¿Cuánto puede hablarnos el silencio de nuestro pasado? Bonino, más que tenerlo en claro, se arriesga a una puesta sin muchas certezas, arrojada a un instinto familiar y a los patrones que, a lo largo de la investigación, irán repitiéndose en las ramas de sus seres cercanos.

A través de las palabras como conductores de la búsqueda, tanto de la propia directora como de los textos cercanos, de su abuela, e incluso del libro de memorias editado por el propio “nonno”, Mussolini mi ha detto, luego de la caída del Duce, L’addio deja a las claras que no es un documental histórico sino un viaje introspectivo de los orígenes identitarios de una familia, de los rasgos de educación sentimental que flotan a la deriva, esperando que alguien los enlace para comprender el marco completo su esencia.

Es cierto que L’addio deja muchas preguntas abiertas alrededor del fascismo y su emergencia hoy en las conductas sociales, en los autoritarismos que florecen convirtiendo lo extremo en una regla, e incluso en una virtud frente a la supuesta mediocridad de la templanza, pero Bonino nos reafirma que esta obra habla por medio de los detalles, de los signos: masculinidades, memorias, omnipotencias, legados, ideales. Cada ápice de los orígenes habla de sus desencadenantes, del presente como del pasado reciente. Lo traduce, lo superpone, lo agita.

Bonino decide cerrar el documental con un cajón ataúd que representa no únicamente las muertes familiares, sino la posibilidad de traer a colación un duelo inacabado, fragmentado por lo no dicho, por lo oculto, por lo tácito. Una decisión que ilustra buena parte del documental: esa la posibilidad de pensarnos más allá de lo sabido, y cuan estamos destinados a seguir una narrativa que parece escrita para continuarse indefinidamente.

Dirección: Toia Bonino Compañias productoras: Alita Cine, Mostra Cine Productores:  Alejandra Grinschpun, Tomás Eloy Muñoz,  Valeria Bistagnino  Coproducción: Atacama Film Guión: Nicolas Testoni, Gustavo Galuppo, Toia Bonino Montaje: Gustavo Galuppo
Sonido: Mercedes Gaviria Fotografía y cámara: Armin Marchesini Weihmüller, Toia Bonino

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