Literaturas

Adrián Moyano: “La cultura mapuche tiene mucho para decir y para ofrecer a esta crisis civilizatoria”

Adrián Moyano - Euge Neme 08

Por Marvel Aguilera. Fotos Euge Neme

El pasado 23 de abril en Neuquén, la comunidad mapuche Campo Maripe logró un fallo histórico en la lucha por la recuperación de territorios ancestrales. El juez de Garantías Gustavo Ravizzoli desestimó la denuncia de la familia Vela, quienes se habían proclamado dueños de las tierras en los años setenta, y que han sido explotadas en este último tiempo por la hidrocarburífera Vaca Muerta con el apoyo del gobierno neuquino de Omar Gutiérrez. La disputa que tuvo en vilo a seis integrantes de la comunidad acusados de “despojo y turbación” respondía a un interés económico explícito, el fracking. El fallo, que significó un avance histórico en la lucha indígena, lejos de terminar, empuja al Estado a pronunciarse respecto de los vastos territorios de los Pueblos Originarios y a abrir un debate sobre el uso responsable de los recursos y el respeto hacia otras cosmovisiones humanas que se ven atentadas por un Estado que perpetúa su carácter colonizador.

Son las cinco de la tarde en el kilómetro uno de Bariloche y la cuesta lateral por la Avenida Pioneros se torna interminable. Los vehículos pasan por las curvas como imantados al pavimento, pero algo de polvo se levanta. Hay que cerrar los ojos unos segundos. Levantar la cabeza. Mirar hacia un costado para ver cómo el sol golpea contra la calma del Nahuel Huapi. Reconocer su inmensidad a pesar de los artificios que crea una ciudad desigual, escenográfica, como tantas al sur de la Patagonia: refugio de agentes del mercado, mochileros bancarizados y políticos con maquillaje budista. Pillan mawiza es el término en mapuzungun para referirse al espíritu de la montaña. Por un momento esa sensación es indisoluble. No hay luces de cervecerías ni grandes rodados que puedan evitarla. Volvemos a nuestro estado primigenio. Adrián Moyano llega luego de unos minutos al discreto café de la calle Campichuelo. Está preparando una marcha para el 25 de mayo con su organización, Espacio de Articulación Mapuche, para señalar a los genocidas de la campaña al desierto que fueron inmortalizados, como héroes, en las calles de la ciudad. Hace más de veinte años llegó desde Buenos Aires. Su ardua y comprometida investigación sobre el pueblo originario se vio reflejada en Crónicas de la resistencia mapuche, Komütuam e Inakayal. Bariloche es una ciudad compleja, sostenida por el turismo de los Parques Nacionales y la farra adolescente, cuya fatídica y forzada historia se ve reflejada en el monumento de Julio Argentino Roca, el prócer del liberalismo argentino que vuelve cíclicamente, una y otra vez, a resquebrajar los cimientos sociales.


Durante el acto del 24 de marzo en el Centro Cívico se pudo escuchar al Espacio de Articulación Mapuche reclamar el reconocimiento genocida sobre las comunidades originarias por parte del Estado. Hay una frase que vos marcás como usual en Komütuam que es “los derechos humanos no empezaron en 1976”. ¿Qué diferencia hay entre etnocidio y genocidio y qué se espera de ese reclamo?

Nosotros hablamos de genocidio, porque etnocidio es una categoría que busca atenuar el proyecto político de exterminar al pueblo mapuche. Y además, el término que opera jurídicamente a nivel internacional es el de genocidio, que está especificado. El documento que se escuchó en el acto del Centro Cívico decía que ningún crimen de lesa humanidad prescribe. No es que se termina con el paso del tiempo. Por eso ponemos el énfasis en el vocablo “genocidio” y no en “etnocidio” que es una categoría, si se quiere, sociológica, cuando en realidad fue política.

¿La falta de indagación sobre la perspectiva mapuche de los acontecimientos responde a desidia académica, intereses económicos o ignorancia al respecto?

No. Es un proyecto político que ha revivido en los últimos cuatro años, que tuvo como vocación no solo exterminar al pueblo mapuche sino a toda otra diferencia respecto al Estado que se asentó desde el siglo XIX. Ese proyecto triunfó. El silencio que se cernió sobre el pueblo mapuche es consecuencia de ese proyecto. Hasta no hace mucho (veinte o treinta años) todos los historiadores o pretendidamente antropólogos que se interesaban en el asunto lo hacían para sostener el proyecto colonial, no porque estuvieran interesados en descolonizar. Querían justificar a priori y a posteriori la dominación colonial que ejerció el Estado argentino y el chileno sobre los mapuches. No es desidia.

“Este proyecto político que concibe al Estado argentino sin indígenas en su interior es una maduración de la élite que se alzó al poder después de la batalla de Pavón. Sobre ese concepto se elabora la noción de la extranjería mapuche.”


¿Cuál es el objetivo de la llamada “araucanización” sobre el pueblo mapuche?

En primera instancia nadie se llamó nunca a sí mismo “araucano”. La palabra “araucano” es una imposición de los primeros españoles que tomaron contacto con los mapuches que vivían en la Península de Ragko, y que por dificultades en su pronunciación se transformó en “arauco”. Con un poema de Alonso de Ercilla mediante que se llamó “La araucana”. Así se definió a todos los mapuches, vivieran o no en la Península de Arauco. El estigma de la extranjería mapuche se forjó inmediatamente antes de la “Campaña al desierto”, a partir de la década del setenta, cuando ya estaba en poder la generación que concibió la formación del Estado. Con la incorporación de estos territorios que hoy llamamos La Pampa y la Patagonia, pero que hasta ese momento nunca habían formado parte de la jurisdicción de la República Argentina. Eso tuvo como intelectual órganico a Estanislao Zeballos que es quien sistematizó este ideal del mapuche chileno y extranjero. Zeballos fue un funcionario a sueldo del Estado argentino, contratado por Roca, que polemizaba en los medios de prensa de la época y en libros que costeó el Estado. Cualquiera que tenga ganas de leer la historia anterior a ese período, observará que no siempre los argentinos pensaban que La Pampa y la Patagonia formaban parte de su espacio territorial, de hecho se advierte que en distintas épocas de la historia, la relación con el pueblo mapuche fue otra. En la década del sesenta uno de los temores que tenían los así llamados “nacionales” era la alianza entre los restos de los montoneros federales y los malones rangkülche y salineros. Hubo momentos de articulación en oposición al Estado que estaba comenzando a forjarse durante la presidencia de [Bartolomé] Mitre. Hay una correspondencia muy densa entre Urquiza y Kallfükura. Hay inclusive diferencias entra la “expedición al desierto” de Rosas y “la campaña” que impulsó Roca. De modo que este proyecto político que concibe al Estado argentino sin indígenas en su interior es una maduración de la élite que se alzó al poder después de la batalla de Pavón. Los Sarmiento, los Mitre, Avellaneda y obviamente Roca. Es sobre ese concepto, a posteriori, que se elabora la noción de la extranjería mapuche. Concepto que se cae a pedazos apenas uno lee historias de largo plazo: las crónicas de los primeros españoles que anduvieron por acá cuentan que encontraron población que se expresaba en mapuzungun. La primera expedición que llegó al Nahuel Huapi fue en 1620. También más al sur, en la actual Chubut. Y expresarse en mapuzungun no es cualquier cosa, es un idioma que define una manera de estar en el mundo, una percepción de la naturaleza, un sistema cultural. Es un idioma definido étnicamente. Y estos primeros datos que están en las crónicas fueron respaldados por la arqueología, que ha encontrado terratorios y otros restos materiales de filiación cultural mapuche en la zona, como mínimo del 800 D.C. La propia toponimia española tomó el nombre de “Nahuel Huapi”, bastante antes de la supuesta araucanización, que es una auténtica patraña. En todo caso, si existieron esas traslaciones fueron dentro de espacios territoriales mapuches libres hacia otros, porque España nunca conquistó estos espacios territoriales, de modo que las Provincias Unidas del Río de la Plata nunca los pudieron haber heredado.

Adrián Moyano - Euge Neme 05

¿El pueblo mapuche fue el primero en resistir las conquistas españolas en el actual territorio argentino?

No sé si fue el primero en intentar una resistencia. Lo que sí puedo afirmar es que después de más de cien años de guerra, España entendió y admitió que no estaba pudiendo conquistar el territorio mapuche al sur del Bío Bío y al este de la Cordillera de los Andes. Y a partir de ese entendimiento, se llevó a la celebración de un tratado, el “Acuerdo de Quillín”, en enero de 1641. Mediante el cual España reconoció que al sur del Bío Bío y al este de la cordillera existía un grupo de gente que no formaba parte del imperio español. Lo que sí me consta es que no hay antecedentes en el resto de América de episodios similares, esto de que España firmara un tratado de igual a igual con un pueblo indígena y que reconociera una frontera. Eso está suficientemente estudiado y establecido. Es importante ponerlo de relieve porque la gente piensa que las relaciones entre las dos sociedades siempre fueron bélicas y no es así. Tras un encontronazo que fue muy sangriento con el pueblo mapuche, veinte años después el pueblo pudo poner en armas destacamentos de caballería y equilibrar las fuerzas hasta que en 1598 pudo ser capaz de expulsar a los españoles al norte del Bío Bío e incendiar las siete ciudades que ellos habían fundado en lo que hoy sería el sur de Chile. Siempre hubo tensiones, encontronazos, con énfasis en el siglo XVIII y XIX, pero los dos pueblos convivieron, se enriquecieron culturalmente hablando. Existía un reconocimiento. De hecho esta práctica de firmar tratados continuó en la época de las Provincias Unidas y la Confederación. De hecho en la Constitución del ’53 la convención estableció un artículo que ordenaba al Estado continuar con los tratos pacíficos con “los indios”, proveer la seguridad de la frontera y promover su conversión al catolicismo. Ese artículo indicaba que el Estado reconocía que afuera de sus fronteras había otras identidades y que la política a desarrollar con ellos eran los tratos pacíficos.

Hay otra idea que se repite mucho en grandes medios nacionales a través de periodistas como Hanglin y Lanata, la noción del mapuche extranjero, bélico y culpable de la extinción tehuelche.

La sociedad mapuche que enfrentó a los españoles obviamente se armó en defensa de su territorio, pero a diferencia de otras culturas no tenía una élite de guerreros, y ni siquiera un ejército permanente. La figura del toki, que es la autoridad mapuche para la guerra no era un rol permanente, se elegía democráticamente ante determinada coyuntura bélica y no coincidía necesariamente con quien ejercía el liderazgo político. Esa autoridad cesaba en su ejercicio una vez que pasaba la contienda. Es al revés de la sociedad española, que sí tenía un ejército regido por la Corona española. Y qué decir del ejército de la “campaña al desierto”, que era equiparable en su modelo a los europeos de la época. Si hilamos un poco más fino, las sociedades más guerreras son las chilenas y argentinas que terminaron con la libertad mapuche. Con respecto a la relación con el pueblo de günuna küna (que es el nombre correcto al pueblo tehuelche del norte) está documentado el entendimiento de distintas parcialidades mapuche con distintas parcialidades günuna küna durante más de un siglo (como mínimo). Hubo situaciones de enfrentamiento alrededor de la década del veinte (1820), bastante menos importante que lo que habitualmente mencionan estos periodistas. El entendimiento se dio cerca de la década del cincuenta, gracias a la tarea del lonko Llanquitruf , que el propio [George] Musters cuenta en sus crónicas de 1869. Su viaje duró un año y medio, Musters vino viajando con la gente de aónikenk, los tehuelches del sur. Y decía que Llanquitruf había limado las asperezas y hostilidades que habían separado en su momento a mapuches y günuna künas, que en ese momento de la historia (previo a la campaña) convivían en una conformación política que floreció en el sur de Neuquén, al noroeste rionegrino y en el noroeste chubutense. En ese gran trawün (parlamento) del cual participó Musters en abril de 1870, había lonkos mapuche de wallmapu y de puelmapu, gente günuna küna y gente de aónikenk, que privilegió las relaciones comerciales, políticas e incluso bélicas, ante cualquier diferencia étnica. Esta manía de pensar en límites étnicos entre pueblos donde no se constituyeron Estados es más una necedad de los pretendidos científicos del siglo XIX y sus continuadores que una realidad operada en la práctica.

“Esta manía de pensar en límites étnicos entre pueblos donde no se constituyeron Estados es más una necedad de los pretendidos científicos del siglo XIX y sus continuadores que una realidad operada en la práctica.”


¿Te referís a establecer fronteras?

Claro. Para los pueblos que no constituyeron Estados, la noción de “frontera” es ajena. Hace poco leía que en un gran malón que hubo hacia 1745 en lo que hoy es provincia de Buenos Aires, para replicar una afrenta española, el cura [Tomás] Falkner, que estuvo en una misión para esa época, indica que gente mapuche de wallmapu, puelmapu y günuna küna (él dice tehuelche) atacaron poblaciones españolas bajo el liderazgo del cacique tehuelche Cangapol. Y uno se pregunta ¿no era que estaban enemistados a muerte? ¿Cómo gente mapuche va a aceptar como jefe guerrero a un peñi de otro pueblo? Justamente porque era posible. De hecho Inacayal era hijo de un padre pewenche y una madre günuna küna. Ese mestizaje operó muy fuerte sobre todo a finales del siglo XVIII y el XIX. Si es verdad que los tehuelches están extintos (cosa que no es verdad), el responsable es el Estado argentino y el capitalismo, no el pueblo mapuche.

En Crónicas de la resistencia mapuche hacés foco en los combates de Pulmarí, como un punto de inflexión en la manera de encarar las recuperaciones territoriales en el pueblo. ¿Por qué fue tan importante?

Fue muy importante en su momento porque, visto desde la perspectiva histórica, fue el primero de esas proporciones. Tuvo como protagonista a cinco comunidades e involucró a tres jurisdicciones estatales: la municipal, la provincial y la nacional; porque parte del territorio en disputa forma parte del Parque Nacional Lanín. Además fue trascendente porque fue a mediados de los noventa, en una época donde buena parte del pueblo argentino se dejaba adorar por los espejos de colores del neoliberalismo. Hay que tener en cuenta cuándo se produjo todo. El año anterior había sido la emergencia zapatista, en 1994. Hoy estamos más o menos habituados quienes estamos dentro de la lucha indígena a conceptos como “autonomía”, “autodeterminación”, “plurinacionalidad” y demás. Pero en aquellos tiempos no estaban tan definidos esos conceptos. Y los sectores adversarios, al igual que la coyuntura que se llevó la vida de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel, se aplicaba el fantasma del secesionismo. Hubo un momento que se decía desde el gobierno neuquino que los mapuches querían conformar un Estado aparte en la zona de Pulmarí, cuando el pueblo mapuche nunca construyó ninguna institución centralizada en términos políticos. La lógica estatal es absolutamente ajena al pueblo mapuche. Nunca construyó un Estado históricamente, mal puede querer constituirlo ahora. Fue emblemático porque sus propios protagonistas lo dijeron. Fue la primera vez que se logró que Parques Nacionales cambiara de visión respecto de las comunidades que estaban en su jurisdicción, aunque técnicamente ellos están en espacio territorial mapuche. Y a partir de ahí surgió la práctica del comanejo, que es una figura que nace como respuesta para frenar la represión de aquel momento. Hay que recordar que hubo doscientos procesados y mapuches que cumplieron cárcel en aquella circunstancia. Al término de ese conflicto (que se prolongó muchísimo) surgió esta figura que perdura hasta hoy, que es susceptible de críticas. Me consta que las comunidades no están contentas en cómo se utiliza el comanejo, pero hay que tener presente que antes de este episodio, la gente mapuche identificaba a los guardaparques como figuras de la represión. Yo menciono en un libro el comentario de Rosa Catrileu cuando nos contaba que Guardaparques había demolido su casa en 1934, al constituirse el Parque Nacional Lanín, en pleno invierno. Que esa misma institución pudiera sesenta años después sentarse en una mesa con los lonkos de las comunidades y los werkenes a discutir qué tantos piñones retirar de los pehuenes o qué cantidad de animales introducir, en aquel momento fue un avance. Además fue, al menos en el escenario regional, la irrupción de las demandas mapuches propiamente, ya no como pequeños campesinos o trabajadores de un sector, sino como pueblo.

Adrián Moyano - Euge Neme 09

¿Cómo afecta la política económica actual y los vínculos que tiene el gobierno con empresarios que usurpan territorios ancestrales como es el caso Joe Lewis al pueblo mapuche?

Voy a hacer un planteo crítico. En las décadas progresistas, sobre todo del lado chileno, la ofensiva contra el pueblo mapuche nunca finalizó. Los gobiernos progresistas o pretendidamente de izquierda (los chilenos y argentinos) no abandonaron la faceta extractivista en lo económico, más bien la profundizaron. Hoy mismo se está llevando adelante en Neuquén el juicio contra la comunidad Campo Maripe, que tiene su espacio territorial en la cuenca hidrocarburífera de Vaca Muerta, y si bien el demandante es el Estado provincial neuquino, recordemos que la llegada de Chevrón y el acuerdo con YPF S.A. se produjo durante el gobierno anterior, incluso con episodios de represión. Sí es verdad que con el actual gobierno el extractivismo está en su fase de profundización y se asiste a una renovada ofensiva de capitales de toda índole sobre espacios territoriales mapuche. Hace unas horas leí en un diario de Madryn que se reflotó el proyecto de la represa hidroeléctrica La Elena, que tiene como intención llevar energía hidroeléctrica a Puerto Madryn y que atenta contra el río Carrileufú-Corcovado que pasa por el territorio de la comunidad mapuche Pillán Mahuiza. Respecto de Lewis, son visibles sus relaciones con el actual gobierno rionegrino y nacional, pero Lewis hace décadas que está usufructuando espacio territorial mapuche, de hecho cuando asumió el gobernador Soria (del Frente para la Victoria), asesinado a los veinte días, lo primero que hizo fue recibir al testaferro de Lewis en Viedma. La única acción significativa que alcanzó a hacer fue la derogación que prohibía la utilización de cianuro en Río Negro. Hay varios vínculos con el staff de gobierno nacional, como por ejemplo en el Cerro Catedral. El mismo presidente se la pasa yendo a Villa La Angostura a la que considera su lugar en el mundo, a sabiendas de que está usurpando territorio mapuche.

Cuando uno se pone a pensar que buena parte de los Parques Nacionales de Bariloche y Villa La Angostura están usurpando territorio indígena se termina sintiendo un poco cómplice, como turista, en alimentar esa rueda negacionista.

Parques Nacionales es una institución que le sirvió al Estado para efectivizar su dominación sobre el territorio. Tal como hicieron con las demoliciones en el Parque Nacional Lanín. En la zona del Llao Llao, la comunidad Tacul Cheuque fue desalojada. La comunidad Maliqueo, que está en la zona del Valle del Challhuaco, tiene conflicto hasta hoy con Parques Nacionales. Todas comunidades que están en la jurisdicción del Parque Nacional Nahuel Huapi y que, más allá de que haya un proceso de entendimiento, tienen una historia de largo conflicto, con el agravante (en esta actual coyuntura política) que han puesto al frente de la intendencia del Pque. Nacional Nahuel Huapi a una persona designada políticamente, sin antecedentes en el mundo de la conservación, un hombre que viene del ámbito empresarial. A uno le llama la atención eso, sabiendo que hay tantos intereses contrapuestos entre la conservación, la búsqueda de rentabilidad y ni que hablar de los derechos territoriales de la comunidad. De manera que históricamente, desde la década del treinta en adelante, el rol que cumplió Parques Nacionales hasta el presente desde la perspectiva del pueblo mapuche es nefasto. Recordemos que Rafael Nahuel es asesinado en un proceso de desalojo pedido a la Justicia Federal a instancias de la intendencia del Pque. Nacional Nahuel Huapi. Sé que la gente de Buenos Aires y buena parte del país ve con buenos ojos a Parques Nacionales porque es una institución que trabaja en la conservación y, supuestamente, en interés de todos, pero desde la perspectiva concreta mapuche es nefasta.

“Tenemos puesto el acento sobre el genocidio que implicó la “campaña al desierto”, el genocidio que fundó al Estado argentino tal cual lo conocemos. Trabajamos para que en algún momento el Estado lo reconozca. Para poder empezar a repararlo.”


¿Cuál fue el impacto que causó en las comunidades los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel?

En el corto plazo, en aquel fatídico 2017, fue demoledor. Andábamos con miedo, tristes, desorientados, sin saber qué hacer. Creo que en esa coyuntura, a pesar del momento, el pueblo mapuche en su conjunto demostró que está vivo y que es capaz de dar respuesta ante las circunstancias más adversas. Después de esos momentos de muerte y represión se fueron articulando respuestas de cada organización, desde cada comunidad; movilizaciones que continúan hasta hoy. Creería que en el mediano plazo, el pueblo mapuche salió fortalecido de esa coyuntura despiadada. De hecho empiezan a darse resultados desde la perspectiva judicial. Hace poco la “compañía” (como se le dice a Benetton) sufrió un revés judicial en Chubut cuando se desestimó su demanda por usurpación contra los peñi de Pu Lof. Y a grandes rasgos creo que, más allá del dolor, el pueblo mapuche sale fortalecido porque si bien es verdad que el poder del adversario es inabarcable, es verdad esto que está pasando entre nosotros. Hay un conjunto no desdeñable de medios no comerciales y de origen comunitario, hasta medios grandes, que se vieron interesados por la perspectiva. Así como hay un sentido común que se instaló con éxito desde los medios concentrados, a tal punto de que un taxista de Buenos Aires te dice “los mapuches vinieron de Chile”, también es verdad que hay una vasta proporción de la población argentina que es solidaria con el pueblo. Uno hubiera querido que en la movilización de justicia por el caso de Rafael Nahuel hubiera habido la misma concentración que con el caso de Santiago (creo que manifiesta una matriz racista argentina), pero aun así soy profundamente optimista en ver las cosas, ya que las tiendo a ver desde la perspectiva histórica, y creo que la demanda mapuche (y la indígena en general en toda Sudamérica) está mejor posicionada a mediados de 2019 que en la década del noventa. Los avances en el plano simbólico e institucional, también en el político, son muy evidentes.

¿Uno de los objetivos del pueblo mapuche es la posibilidad de un Estado plurinacional a la manera de Evo Morales en Bolivia?

Admito que hay organizaciones que demandan esa condición del Estado argentino, que sea plurinacional. A mí la forma estatal de organizarse no es la que más me interesa. El pueblo mapuche siempre se caracterizó por organizaciones circulares y horizontales, de manera que esa lógica es antagónica de la vertical, jerárquica, con el monopolio de la coerción que caracteriza al Estado. Nosotros, con la organización que formo parte, inclusive con gente de la academia, tenemos puesto el acento en llamar la atención sobre el genocidio que implicó la “campaña al desierto”, el genocidio que fundó al Estado argentino tal cual lo conocemos. Trabajamos para que en algún momento el Estado lo reconozca, para poder empezar a repararlo. Esa reparación tiene que traer consecuencias políticas, entre ellas el reconocimiento de que el Estado argentino es de características coloniales respecto de los pueblos indígenas, para así empezar a avanzar hacia fórmulas donde, no solamente el pueblo mapuche sino los más de treinta pueblos que hay dentro de la jurisdicción argentina, puedan ejercer la libre determinación como se lo reconoce la ley 24.071, la declaración de derechos de los pueblos indígenas de la ONU y otros instrumentos legales. Esto no quiere decir conformar otros estados ni secesionarse, sino simplemente buscar resortes institucionales que puedan permitir al pueblo mapuche decidir libremente de qué manera gestionarse políticamente, desarrollarse económicamente, educarse, y recuperar y revitalizar sus idiomas y su cultura.

Leí hace poco una publicación sobre el sueño de conformar una institución educativa mapuche, ¿hay algún proyecto germinando?

Es una utopía. Ahora vamos a hacer un seminario en Ingeniero Jacobacci, que es una localidad a 220 kilómetros de Bariloche rodeada de comunidades mapuches, para hablar de estas cosas: la cosmovisión, la historia, la espiritualidad. Sí, la utopía que nos impele al caminar sería desembocar en una institución a definir. La idea no es recrear una universidad a la manera occidental o un instituto, sino “algo” a crear donde desde la perspectiva de la interculturalidad crítica podamos poner en circulación y al alcance de toda la sociedad (no solo de los pueblos indígenas) esta otra manera de pensar el mundo y la vida, inclusive para ofrecerla al conjunto de la sociedad. La cultura mapuche tiene mucho para decir y para ofrecer a esta crisis civilizatoria.

Adrián Moyano - Euge Neme 02

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