El escritor y periodista narrativo brinda detalles de su más reciente libro de investigación, Patricia. De la lucha armada a la Seguridad, donde analiza la historia sinuosa y no autorizada de la saliente Ministra de Seguridad macrista, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón.
Por Marvel Aguilera. Fotos Eloy Rodríguez Tale.
“¿Vos fuiste montonera?” La pregunta de la diva televisiva no la toma por sorpresa. Está pautada. Pero igualmente la hiela. Patricia Bullrich apenas mueve su boca. Pone una sonrisa dura donde ligeramente se vislumbra la punta de uno de sus dientes. No pensó que fuera tan difícil borrarlo de su relato memorístico. Bastaron unos segundos para recordar cuando conoció a Rodolfo Galimberti en el petit hotel de la calle Mansilla, el amorío con Ernesto Fernández Vidal, la muerte de su tío segundo Cayetano Bosch Luro en el secuestro de los hermanos Born donde participó en la logística, los tres meses de cautiverio en el búnker de “Coordina”, el atentado fallido contra el Intendente Pedro Noguer, la maternidad de Francisco en la clandestinidad, las directivas del “Loco” desde París para rearmar la JP, la trágica muerte de su hermana Julieta. Pero Bullrich sale, dice que no lo fue, pero que el marido de su hermana era Galimberti. Es confuso. Sale, a medias. Con la zonza ayuda de Abal Medina. Es que ella no puede. Son muchos años en la oscuridad. Como esa vez en que estuvo horas en el patio de una casa extraña para que no la chuparan los milicos. Es mucho tiempo siendo “Cali”. Otros tantos siendo “La Piba”. Demasiado para borrarlo de un plumazo y pasar a ser Patricia, la Ministra, el orden represivo personificado. La mujer que vino por el poder y hoy parece quedarse con las manos vacías. Tal vez avizore que aquellas rejas evadidas en la dictadura puedan acorralarla en este presente democrático. “Es muy importante que los argentinos nos hagamos cargo de lo que pasó en la Argentina”, dice. Hablando de los setenta. Pero bien podría hablar de su gestión. Bien podría ser que el “demonio” de la “teoría”, en última instancia, no fuera Cali, tampoco La Piba, sino Patricia, la que lleva el legado de los Luro Pueyrredón.
Ricardo Ragendorfer es un rastreador, el hombre detrás de las pesquisas. De inmiscuirse con minuciosidad en el mundo policial en La Bonaerense -junto a Carlos Dutil- y La secta del gatillo, pasó a narrar la historia de los infiltrados en las organizaciones armadas (Los doblados). En Patricia (Planeta), “Patán” describe con lujo de detalles la ascendencia familiar de la actual Ministra de Seguridad para desde allí describir un agitado recorrido, entre la alcurnia y la rebeldía, entre la introversión y las ansias de poder, cuyo punto central radica en la participación de Bullrich en la lucha armada, de la mano de Rodolfo Galimberti, su mentor, el capitán de la Columna Norte de Montoneros casado con su hermana Julieta.
“Galimberti y Patricia comienzan a fustigar la “teoría de los dos demonios”, pero en vez de plantear que el único demonio era el terrorismo de Estado plantean lo que denominé la “teoría de los ángeles caídos”, en la que ponen en el mismo plano de inocencia penal a los represores y a los guerrilleros.”
Es viernes por la tarde en San Telmo y Ricardo viene caminando por Defensa con una carpeta debajo de su brazo. Entre el calor y el parloteo persistente al interior del Bar Británico optamos por cruzarnos al Hipopótamo. Una pequeña mesa redonda al lado de la barra junto a una ventana que da a la calle. Ricardo advierte que mi campera está a la vista del hurto de una mano ágil. La corro. Unos días antes de la charla, la Cámara de Comodoro Rivadavia había reabierto el expediente de la causa de Santiago Maldonado. Sólo unos días después, la Ministra Patricia Bullrich era imputada por el fiscal Franco Picardi por obrar fuera de los marcos legales en el contexto de la acción policial contra las comunidades mapuches. Mientras tanto, Patricia, la posible futura presidenta del Pro, desde Nueva York, se animaba a un tímido “vamos a volver” en un video junto al “Batman de Times Square”.
¿El futuro de Patricia Bullrich se empieza a complicar a sabiendas de la finalización de su mandato y de la apertura de causas que el Ministerio de Seguridad intentó dar por terminadas, como la de Santiago Maldonado?
Desde que saqué el libro me han hecho muchas preguntas sobre cuál sería el destino político de Patricia Bullrich después de esto, y desde luego políticamente tiene un futuro bastante incierto, pero es más difícil predecirlo en un país como éste. Lo que sí, es casi seguro que a partir del 10 de diciembre ella entraría en lo que podríamos llamar una zona de riesgo penal. Puesto que hay toda una serie de funciones institucionales que se han cometido desde el Ministerio de Seguridad que tienen su correlato en expedientes inciertos que no se profundizaron mucho en esta etapa del país. Entre ellas está desde luego el caso de Rafael Nahuel: el encubrimiento por parte del Ministerio ha sido por demás explícito. En el caso de Maldonado, el hecho de que se haya reabierto la causa ellos no lo tenían calculado. Y marca de algún modo una especie de panquequeo de la Justicia puesto que la Cámara de Comorodo Rivadavia que dispuso la reapertura del expediente está presidida por un tipo que fue un alfil judicial del régimen en el sur del país, el Doctor Leal de Ibarra, que por cierto no le hace mucho honor a su apellido. En ese caso en particular, el papel de Patricia Bullrich no es más incriminante que el que le correspondería a tres funcionarios absolutamente cercanos a ella: Pablo Noceti, Gonzalo Cané y Daniel Barberis. En el operativo en que matan a Santiago Maldonado -porque nadie se muere accidentalmente después de una represión atroz y desaforada- el mando estratégico estuvo a manos de Noceti, quien estuvo en el lugar de los hechos antes, durante y después de la muerte de Santiago. Gonzalo Cané fue una especie de interventor del poder ejecutivo con el juzgado de Otranto y está procesado por el espionaje que efectuó sobre la familia de Maldonado y determinados referentes mapuches (y no mapuches) que llevaron la voz cantante cuando Maldonado estuvo desaparecido. Y por otra parte, a Daniel Barberis se le adjudica una investigación paralela mientras Santiago estuvo desaparecido, que en realidad lo que hizo fue unificar el testimonio judicial que podrían brindar casi todos los gendarmes que participaron en ese operativo. Por otro lado, hay una infinidad de causas judiciales en las que Patricia Bullrich no fue ajena, tuvo un rol directivo. Entre ellos la causa que se tramita en Dolores por la vinculación del falso abogado Marcelo D’Alessio en la estructura inorgánica del Ministerio de Seguridad. Hoy le preguntás a Bullrich cuál fue su relación con D’Alessio y ella va a decir que se lo presentaron una vez, que le pareció un “loquito” y no le dio bola…, cuando fue una pieza fundamental en la estructura inorgánica del Ministerio, estuvo detrás de todos los operativos, hay fotos de él. Estuvo en esa entrega de la captura consensuada de Pérez Corradi; en la captura del barrabrava Mallo, dueño de una pistola que decían se había usado en el doble crimen del Unicenter; en los grandes operativos antidrogas. Hay intercambios de whatsapp que marcan una relación más que cariñosa entre Bullrich y él. Recientemente, y con posterioridad a la salida del libro, salta la participación del Ministerio de Seguridad y de uno de sus funcionarios, Carlos Manfroni, en el espionaje masivo a jueces a través de informes pedidos a migración. Hay un cúmulo de quilombos.
A principios de este año se hablaba de una posible candidatura, es más, el Gobierno mostraba encuestas que la daban como la ministra más popular del gabinete. Después eso no se dio, y su lugar parece haberlo ocupado Gómez Centurión.
De algún modo después de la victoria de Bolsonaro, su estilo fue tomado como ejemplo y como modelo a seguir por muchos referentes de la política argentina, fundamentalmente de la alianza Cambiemos, como Pichetto. Bullrich y Pichetto fueron los que más rivalizaron en ese papel. Gómez Centurión era un Bolsonaro antes. Fijate vos que cuando lo engarronan a Gómez Centurión, siendo Director de Aduanas (a raíz de lo cual Bullrich hizo una denuncia) en el allanamiento a la casa de Marcelo D’Alessio se encuentran todos los trabajos de inteligencia que se habían hecho sobre él. Pero volviendo a Bullrich, efectivamente su nombre sonaba como compañera de Macri. Después apareció Pichetto, con la esperanza de que arrastre a peces gordos del peronismo no kirchnerista, pero salió el tiro por la culata y quedo ahí. Bullrich según la escala de valores de ciertos modos de pensar fue la ministra más exitosa del macrismo.
Pero es falso lo del éxito del Ministerio, los números de encautaciones de la llamada “guerra contra el narcotráfico” no distan demasiado de la gestión de Berni en el último gobierno de Cristina.
Por empezar, la guerra contra el narcotráfico ya es obsoleta. En segundo lugar, Argentina no tiene ninguna gravitación dentro de ese flagelo, puesto que no es un país productor. Y como país de tránsito, como dicen las propagandas de laxantes, es lento. No hay cárteles como los de Sinaloa.
De hecho cuatro de cada diez detenidos son por tenencia para consumo personal.
Por consumo sí, y además Argentina tiene un comercio al menudeo: hay banditas, como el clan de “Los monos” en Rosario, que a lo sumo controlan el barrio. No es Sinaloa. Si llegan a exportar algo los detienen por defraudaciones y estafa. Por eso no es un peligro. Y la mayoría de los secuestros que hacen son a consumidores. En ese sentido, el caso del narcotráfico es parecido a la lucha del Ministerio de Seguridad de Bullrich contra otros flagelos. El tema es que de algún modo la política de seguridad del macrismo se subordinó a la doctrina norteamericana que se llama “las nuevas amenazas”, que es una especie de remake de la vieja doctrina de la seguridad nacional de la década del setenta, que focalizaba entre sus objetivos las fronteras ideológicas en medio de la Guerra Fría y el avance del comunismo. En este momento, como no hay comunismo ni Guerra Fría, la doctrina se focaliza en el narcotráfico, en el terrorismo, en los migrantes, en la protesta social y hasta -no es un chiste- en las catástrofes climáticas. Desde luego, salvo inundaciones, acá no hay terrorismo, y además tenemos un narcotráfico de cabotaje. Por eso fue necesario hacer dos cosas, generar una construcción del miedo y una construcción de un enemigo social.
“La política de seguridad del macrismo se subordinó a la doctrina norteamericana de “las nuevas amenazas”, una especie de remake de la vieja doctrina de la seguridad nacional del ’70. En este momento, como no hay comunismo ni Guerra Fría, la doctrina se focaliza en el narcotráfico, el terrorismo, los migrantes, la protesta social y las catástrofes climáticas.”
¿Esta idea de proteger a las fuerzas de seguridad por sobre las víctimas puede tener algún origen en su padrino político, Rodolfo Galimberti?
No creo. Lo que sí seguridad y defensa fue uno de los grandes objetivos del Comando Sur y de la doctrina de la seguridad de las nuevas amenazas, cosa que se empezó a hacer y no se desarrolló demasiado. A fines del XVII y del XVIII se empezaron a llevar por tareas logísticas, las tropas del ejército a la frontera norte, pero no prosperó demasiado. Lo de la defensa a ultranza de la Bullrich hacia las fuerzas de la seguridad y a alentar todo tipo de barbaridades es un cuchillo de doble filo y una mentira, porque ella alienta a los canas a disparar por la espalda, pero cuando los canas le disparan a alguien terminan procesados. Por lo general, por cómo funciona la Justicia acá, muchos salen bien librados del asunto, pero no todos. Chocobar está procesado y va a ser juzgado cuando la Bullrich no esté, le van a tirar el Código Penal por la cabeza, no te quepa la menor duda. Respecto a si eso tiene que ver con su pasado montonero, es más bien el anverso puesto que esa defensa se efectúa sobre actores de la realidad nacional que estaban en las antípodas de Montoneros, como las fuerzas armadas. En realidad eso es fruto del pacto que ella hace.
Pero Galimberti tenía una impronta nacionalista muy marcada de su paso por Tacuara.
Sí, claro, pero ella no. De hecho muchos cuadros de Montoneros vienen de la derecha católica, como Firmenich sin ir más lejos. Pero lo que ella hace es un pacto con las fuerzas de seguridad que consiste en tranzar demagogia punitiva a cambio de vista gorda con los negocios de los uniformados, que no es un pacto diferente al que hicieron muchos gobernantes anteriores como Duhalde y Scioli. Y esa demagogia a cambio de la vista gorda de los negocios de la bonaerense tiene que ver con facilitar algo que existe desde tiempos inmemoriales: el autofinanciamiento de las cajas de seguridad a través de las cajas delictivas. Y toda fuerza que se autofinancia es una fuerza que se autogobierna. Si quisiéramos definir la situación de autonomía o subordinación de las fuerzas de seguridad hacia el poder político en la era Bullrich tenemos que llegar a la conclusión de que Bullrich significó para ellas el autogobierno policial en estado puro. Cosa que en todo caso se agudizó en esta etapa, más que en otras, pero las fuerzas policiales son una de las grandes deudas que tiene el Estado respecto a su historia, su no democratización. En consecuencia, terminan siendo un Estado dentro del Estado, con el cual los gobernantes de turno tienen que tranzar. Y Bullrich tranzó bajándose la bombacha alevosamente.
En la última entrevista que le da a Mirtha Legrand ella niega su paso por Montoneros. Pero si uno va un poco más atrás, se encuentra con una discusión entre ella y Hugo Moyano donde lo corre por izquierda diciéndole que tuvo que exiliarse en la dictadura, a diferencia de él. ¿Cuándo se dio el cambio en su relato?
Claro. Ella se reconoce en la JP, pero no su pasado Montonero. Sin embargo, en el libro describo con pelos y señales operativos en los que ella participó.
De hecho uno de ellos fue el de los hermanos Born donde terminó muerto su tío, Alberto Luis Cayetano Bosch Luro.
Sí, exactamente, en el secuestro de los Born. También le puso un bombazo al intendente militar de San Isidro. Bien puesto, se lo merecía ese hijo de puta. Pero se lo puso ella. Por ejemplo, si vos le preguntás a Todesca, el del INDEC, que también estuvo en la Columna Norte, te dice que fue el error más grande de su vida. Pero Bullrich directamente lo niega. Es como si dijera yo no soy yo. De algún modo el quiebre ético de Patricia con respecto a este asunto se produjo en la época de Alfonsín cuando todavía seguía bajo el ala de Galimberti. Porque, como todos sabemos. Alfonsín hace el Juicio a las Juntas pero en paralelo recomienda el procesamiento de las organizaciones guerrilleras. Era la “teoría de los dos demonios”, con la cual Galimberti queda en orsai: clandestino en plena democracia, que no era una situación muy halagueña. En consecuencia, Galimberti y Patricia comienzan con justa razón a fustigar la “teoría de los dos demonios”, pero en vez de plantear frente a eso que el único demonio era el terrorismo de Estado, que desata una cacería contra toda la sociedad argentina, plantean lo que yo denominé -una ocurrencia posterior al libro- la “teoría de los ángeles caídos”, en la que ponen en el mismo plano de inocencia penal a los represores y a los guerrilleros, diciendo que los represores fueron usados por la oligarquía y el imperialismo, que no era una guerra de ellos. Reconociendo que tenían ciertas aristas nacionalistas. Es ahí donde para motorizar esa antojadiza creencia toman contacto con sectores castrenses que pensaban lo mismo, por un lado los carapintadas, y por el otro determinados represores como Rádice, uno de los esbirros de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Ahí se produce el quiebre ético de Patricia Bullrich, al punto de que hace unos años (cinco o seis) ella dice en un programa de Mirtha Legrand que al final los demonios no eran tan demonios.
Ya en democracia aparece la figura de Gullermo Yanco, su actual pareja. Ahí ella se empieza a relacionar con Claudio Avruj y la embajada norteamericana. Lo cierto es que eso culmina con lo que fue la denuncia de Alberto Nisman, la que después terminó con su vida. Una denuncia que vos marcás muy impulsada por Patricia Bullrich y Laura Alonso.
Exactamente. Hay varias cuestiones. Primero Guillermo Yanco. Cuando él la conoce a Patricia era un muerto de hambre. Yo lo describo en el libro como un tipo que no tenía domicilio fijo, con un estudio de abogados que en realidad lo mantenía la socia con unas mediaciones que hacía. Y tenía el sueño de montar junto con un amigo, un dirigente de segunda línea de la comunidad judía, un emprendimiento periodístico. Ese amigo era Claudio Avruj. Como ejemplo de la gran movilidad social que existe en este país, casi veinte años después, Yanco es subdirector del Museo del Holocausto y dueño de la agencia Vis á Vis junto al hoy secretario Avruj, su gran lobbista junto a Montoto. Diría que Montoto es más empresario, pero Avruj es un lobbista.
Mario Montoto, otro ex montonero.
Sí, pero no tuvieron muchos cruces en la militancia ellos dos. Montoto era el culata de Firmenich, “Pascualito” le decían. El tipo es un lobbista en milicia y en equipamiento militar, que acá se compró mucho. Incluso ya en los primeros días del régimen macrista se abrieron las puertas de una manera obscena a ese negocio al declararse la emergencia en materia de seguridad. ¿Sabés lo que significa eso? Un festival de compras, sin licitación, con papeles flojos, que es el negocio del chabón. Si bien en ese sentido Patricia facilita todo eso, y seguramente haya obtenido un beneficio, a ella le interesa más el poder que la guita.
“En el contexto de la ofensiva macrista en el sur del país, los mapuches son para el macrismo lo que el Operativo Independencia fue en Tucumán para el gobierno de Isabel: un laboratorio represivo.”
¿Y cómo entra Nisman ahí?
Nisman entra desde que es cooptado por la Embajada, desde ese momento. Ya venía laburando con la embajada hace mucho tiempo, pero no se le notaba porque no hacía un carajo, viajaba con putas… Era su única función como fiscal de la causa AMIA. Lo que pasa es que el asunto se agrava con la coincidencia entre el tratado inconcluso con Irán y la pelea de Jaime Stiusso con el kirchnerismo. Esas dos circunstancias derivan en Nisman. El tipo hace una denuncia absolutamente insustancial y alejada de los códigos de procedimiento de la Justicia. Desde luego, tanto Laura Alonso como Patricia lo incentivan, lo incentivan y lo incentivan; eran prácticamente sus comisarios políticos. El tipo no era ningún boludo, sabía que desde el punto de vista jurídico su denuncia no valía ni dos centavos, pero era un modo de presión que tenía. En la caja fuerte que le encontraron había otro documento al respecto que decía todo lo contrario. Era como decir “si no te gustan mis principios tengo otros”, pero los acontecimientos lo superan. Y al tipo le llenan la cabeza de que Cristina lo iba a rajar de ahí. Y si Cristina lo rajaba iban a saltar todas las cosas que saltaron una vez que se suicidó, una vez muerto empieza a ser de más utilidad que vivo. Y éstas lo presionaban, lo presionaban y lo presionaban, hasta que finalmente le hacen la presentación en el Congreso. Y el tipo se boletea de un corchazo, o mejor dicho, aparece en el baño muerto sin haberse comprobado la participación de terceras personas. Pero, ¿en ese lapso que pasó? En esos tres días el tipo entra en pánico porque iba a tener que dar la cara ante toda la bancada kirchnerista, que lo iba a destrozar. Para colmo, ¿qué sucede? Servini de Cubría no le habilita la feria judicial para presentar la denuncia. Canicoba Corral, que tenía a su cargo la causa AMIA, lo critica con mucha severidad por haber alimentado su denuncia con escuchas telefónicas y tareas de inteligencia a espaldas del expediente que él tramitaba. Y lo más lapidario fue la desmentida absoluta del capo de Interpol, el norteamericano Ronald Noble, que dijo que Timerman no solicitó nunca levantar las alarmas. Pero fijate que esa denuncia fue tal vez el baustimo de fuego de la lawfare en la Argentina, es decir, la judicialización de la política a través de la triple alianza de la Justicia, los medios y los servicios de inteligencia. Desde luego que ese bautimo de fuego interruptus por la muerte del chabón devino o hizo metástasis en otra variante de la misma operación, que es convertir el suicidio de Nisman en un asesinato.
Un lawfare que causó otra muerte como la de Héctor Timerman.
Exactamente.
Hay un personaje que vos nombrás como el último gran colaborador de Bullrich, Fernando Soto. ¿Qué rol específico cumple?
Mirá, Fernando Soto es un viejo abogado de la derecha vinculado a esas fundaciones y organismos internacionales cooptados por la DEA y el FBI. Y empieza a tener relevancia cuando se aparta del Ministerio Gonzalo Cané. El puesto de Cané era el de Secretario de Coordinación de los Poderes Judiciales. En el marco de ese cargo el tipo prácticamente interviene el juzgado de Otranto. Era una bestia peluda, tenía la sutileza de un elefante. Yo me acuerdo que andaba por el sur cuando él también estaba, y si querías enterarte de secretos de Estado no tenías otra cosa que hacer que sentarte a tres mesas de él. Gritaba a los cuatro vientos todo lo que sucedía en los submundos del Estado. Al tipo lo procesan por espionaje. Entonces se raja y vuelve a su puesto en la Corte Suprema: es secretario letrado de la parte previsional. Estuvo de licencia y volvió. Ahí aparece Soto, cuando en realidad el puesto lo tendría que haber ocupado Noceti o Gerardo Milman, pero dada la inestabilidad emocional de Noceti, que está a tres centímetros de ser un psicótico, y que el otro es un inútil polimorfo, Soto se convierte en el cerebro judicial del Ministerio. Se encarga de enjuiciar a todos los periodistas que se atrevieron a escribir cosas no convenientes durante el caso Maldonado, y es el abogado de Chocobar, entre otras cosas. Pero fundamentalmente es el ideólogo de la doctrina, la “Chocobar”.
¿También es el cerebro detrás de este “control poblacional” que se hace en las calles?
Supongo que sí. No lo investigué en profundidad. Pero es el tipo que le da marco legal a todas esas ocurrencias . Hace unos días -esto va a parecer un chiste- formaron una unidad para investigar funerales de narcos. Deben ser locuras que se le ocurren a la Bullrich y que él les da un marco legal.
No me imagino tantos funerales narco.
Sí, claro. Lo que pasa es que además piensan que esto es Sinaloa.
Es muy interesante ver el árbol genealógico de la familia de Patricia Bullrich, con infinidad de personajes relevantes en la construcción del Estado Nación, sin embargo ella siempre fue muy reticente a hablar de su alcurnia. ¿Fue una especie de oveja negra?
Ella tuvo siempre un quilombo con eso. Como todo quilombo, a nivel psicológico tiene que ver con una ambivalencia entre pertenecer o no querer pertenecer. En ese sentido, digamos, se podría interpretar desde el punto de vista psicológico que todo su recorrido es un regreso a su clase.
Eso podría coincidir también con la persecución a los mapuches y los pueblos originarios que llevó a cabo Patricia tal como hiciera su familia tiempo atrás.
Claro. Fijate que ella es fruto de la unión de un Bullrich, Julián Alejandro, con una Pueyrredón Luro. Unos 125 años antes llegaba el primer Bullrich a la Argentina, que era un mercenario alemán que había sido capturado en la Guerra de Brasil, después de la batalla de Ituzaingó, en 1827. Él se casa con la hija de un español, cuyo padre, que hubiera sido su suegro, fue fusilado en 1812 por participar de la conspiración realista de Martín de Álzaga contra el Primer Triunvirato. ¿Y quién lo presidía a ese Triunvirato? Juan Martín de Pueyrredón. O sea, 150 años antes de que naciera la señora Bullrich Pueyrredón (Patricia), los Bullrich y los Pueyrredón se andaban fusilando entre sí. Por otro lado, la segunda generación, es decir, el hijo del mercenario alemán, Adolfo Bullrich, el de los remates, es el que le da linaje a ese hombre, su padre, que era un “busca” o como se dice ahora, un “emprendedor” que hacía guita. Pero Adolfo hizo más guita y convirtió su apellido en uno de los grandes apellidos de la patria rematando tierras ganadas a los indios. Y después se convierte en el Intendente de la Ciudad de Buenos Aires durante el gobierno de Julio Argentino Roca. Mientras que de parte de los Luro, la otra rama, se juntan con los Pueyrredón para parir a quien sería la madre de Julieta y de Patricia. Se casa [Pedro Olegario] con la hija de Ataliva Roca, que era el hermano de Julio Argentino, cuyo nombre, “Ataliva”, Sarmiento lo convierte en sinónimo de coima. Decía “Julio Argentino gobierna y el hermano Ataliva”. Roca es una figura que está emparentada políticamente con los Luro y los Pueyrredón, y es una figura omnipresente en esa familia. Hay un momento en que el padre de Bullrich la lleva de niña a pasear por la Costanera y le muestra la estatua de Lola Mora, Las Nereidas, y le dice “hay tumbas que mandan”. Y desde luego, hay una relación simbólica entre esa Campaña del Desierto y la ofensiva que un siglo y medio después desataría esta mina contra la comunidad mapuche en el sur del país. Pero claro, de algún modo toda ofensiva contra los pueblos originarios se puede asociar sin demasiada imaginación con la Conquista del Desierto. En el contexto de la ofensiva macrista en el sur del país, los mapuches son para el macrismo lo que el Operativo Independencia fue en Tucumán para el gobierno de Isabel, un laboratorio represivo.
“Lo de la defensa a ultranza a las fuerzas de la seguridad y hacia todo tipo de barbaridades es un cuchillo de doble filo y una mentira, porque ella alienta a los canas a disparar por la espalda, pero cuando lo hacen terminan procesados.”
Hay un mito sobre Patricia Bullrich en la dictadura, que es el de haber mandado al frente a compañeros de la “Orga” para sobrevivir. ¿Cuán de cierto es eso?
A mí no me consta. No digo que no lo haya hecho. Pero no tengo datos de eso.
Sí estuvo en la carcel.
Sí, estuvo en el gobierno de Isabel. La agarran en la época del “Rodrigazo” haciendo una pintada. En esa época la caída era legal. Estuvo tres meses en la Superintendencia de Seguridad Federal, que se llamaba “Coordina”, después estuvo en Devoto. En esa época no se estilaba torturar para sacar nombres, era un momento donde las fuerzas de seguridad no tenían como tarea armar el organigrama represivo. Eso se dio poco después, fundamentalmente tras el ataque de Montoneros al regimiento de Formosa, cuando dos días después firmaron los decretos de aniquilamiento. Ahí el ejército toma el control operacional del país y se empiezan a utilizar tácticas de guerra, lo que los franceses llamaban la “guerra revolucionaria”. Por lo que es improbable que haya cantado algo. Y si hubiese cantado a alguien lo hubiera hecho con Galimberti, no te quepa la menor duda. Ella después vuelve a caer ya muy avanzada la dictadura, estando todavía acá y tratando de salir del país para Uruguay, para desde allá ir a un Congreso que organizaba Galimberti.
Ahí es donde la familia intercede.
Interceden e interviene un juez, Pedro Narváez, un tipo que yo conocí. Él les dice que la saquen del país porque no iba a durar más. Entonces la sacan. Yo tuve bastante información sobre cómo fue esa caída. En realidad a ella le encuentran un cassette de una entrevista que le graba a Cafiero. Era una época donde se empezaba a acercar a Cafiero. Y los tipos querían saber sobre la relación entre Galimberti y Cafiero, que no había ninguna. Pero ellos estaban empecinados con eso. Y esa hipótesis queda interrumpida por la pronta excarcelación de ella. Pero no me consta que haya cantado a alguien, en todo caso sus bajezas pasan por otro lado.
¿La decadencia del modelo de derecha en la región, como se ve en las revueltas de Chile y de Ecuador y en la caída de imagen de Bolsonaro, ponen un poco en jaque el modelo Bullrich?
Aparentemente la imposición de este tipo de políticas que se efectuaban mediante golpes seguidos de dictaduras militares; ahora, como todos sabemos, se efectúan mediante manifestaciones propias de democracias de baja intensidad, por llamarlo de un modo delirante. En ese sentido, la dictadura era más sustentable porque los tipos guardaban las urnas sin depender del tipo de popularidad o impopularidad que tenían los jerarcas militares. Les chupaba un huevo. Mientras más impopulares eran, más felices se sentían. Ahora tienen esa contraindicación este tipo de regímenes autoritarios, que pueden sufrir descensos vertiginosos de la imagen de sus hacedores, como Bolsonaro, que no puede ocultar no que es un tipo autoritario sino que es una bestia, un imbécil repudiado por toda la comunidad internacional. Tal vez Macrón en el fondo tiene la misma ideología, pero no se sientan en la misma mesa.
¿Todo esto puede verse como un cambio de paradigma de una región que se corre de la derecha?
Puede ser que sí. Estas eclosiones tanto electorales como la que pasó acá el 11 de agosto, como lo que pasa en Ecuador o lo que pasa en Chile, habla de la inaplicabilidad armoniosa de este tipo de políticas. No da para más. Lo que pasa es que si hacemos un análisis más en perspectiva, vivimos en un estadio del capitalismo que tal vez Marx no se haya imaginado, ¿qué es ésto? Después de la caída del Muro de Berlín se abrió un proceso a nivel mundial donde los países capitalistas no tienen más la necesidad de mostrar un rostro humano en el sistema frente a las bondades económicas de los países de la “Cortina de Hierro”. No tienen la necesidad de seguir sosteniendo el llamado Estado de Bienestar. Y, por otra parte, se produce en esos países un trasvasamiento del capitalismo industrial al capitalismo financiero, habiendo sido la Argentina una de las mesas de arena de ese proyecto. Pero todas estas cosas nos llevan a una pregunta: si el siglo XX empieza con la Primera Guerra Mundial y termina con la caída del Muro de Berlín o la Unión Soviética, ¿empezó ya el siglo XXI? ¿O no terminó aún el XX? Es la gran pregunta. Si empezó el siglo XXI, es un siglo que genera un interrogante terrible. Y si no empezó, lo que estamos viviendo es una especie de purgatorio de la historia. En ese sentido, desde luego que las crisis en este momento sufren las peores democracias neoliberales de América Latina, que marcan un vuelo gallináceo de lo que erróneamente llamamos “gobiernos populistas”. Es un vuelo gallináceo. El más exitoso de ellos, sin duda, es el de Evo. Pero lo que hacen todos esos gobiernos es restituir con estandartes, banderines y platillos los Estados de Bienestar de los que hablábamos antes. Lo que antes hacía el capitalismo, en este corrimiento del mundo hacia la derecha, los gobiernos más revolucionarios son los que hacen algo propio, las social democracias de antaño.
Gobiernos reformistas.
Sí, reformismo. Cuando era pibe el populismo era una mala palabra dentro de la izquierda. Ahora somos todos populistas, ¡yo también! No te quepa la menor duda. Pero la cosa está así, la humanidad no está pasando por su mejor momento.
Ricardo Ragendorfer
Patricia. De la lucha armada a la Seguridad
Editorial Planeta