Piedra Libre

La cama | Lugar de eterno retorno


Por Pablo Andrés Rial. Fotos Ana Jannelli

Desde la infancia existe algo que nos es inseparable. Por más que estemos unas horas lejos de ella, la recordamos al menos una vez al día y eso sucede generalmente, cuando sentimos fatiga, producto de una larga jornada. Por lo general cada persona tiene una, y en muchas ocasiones dos comparten la misma, las hay grandes o pequeñas y de distintos materiales, pero todas generan una cosa en común: pujar al deseo de querer llegar a casa y dejar caer todo nuestro peso justo ahí para descansar, llorar, tener sexo, comer, leer e incluso hacer algo menos planeado como morir.

Pero ¿cuáles son los orígenes de la cama?  Sabemos que es un mueble universal, y uno de los inventos más relevantes de la historia de la humanidad, pero aún así resulta impreciso poder atribuir su creación a alguien y mucho menos definir el lugar específico donde todo comenzó. Sin embargo, lo que sí se puede asegurar es que las antiguas civilizaciones de Egipto ya las usaban; cuentan que, para subir a una cama egipcia, al ser muy altas, se necesitaba de una escalera. En las zonas nórdicas, por ejemplo, las personas hacían zanjas y sobre ellas arrojaban cenizas para poder brindarles calor. También se dieron lugar a creencias como dormir en ellas con la cabeza mirando hacia el norte, los griegos aseguraban que, si el cuerpo recostado cumplía con esa posición, se podría vivir por muchos años; hoy en día seguramente habrán escuchado esa recomendación, aunque no exista ningún estudio científico que la avale. Asombrosamente hay que decir, aunque no lo crean, que las camas que más comodidad ofrecían eran las funerarias. 

Por otro lado, no podemos dejar pasar el protagonismo que cumple este cómodo mueble, en el arte contemporáneo. Recuerdo hace unos años atrás, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), había como exposición una cama cubierta de montañas arena. ¿Qué habrá querido transmitir la persona que creó semejante puesta en escena? Visualmente puedo asegurar que produjo muchas sensaciones. ¿Y si hacemos un viaje a los noventa? Nos vamos a encontrar con una obra muy reconocida: “My bed” (“Mi cama”, 1998) de la artista Tracey Emin, que quiso representar en una sola imagen su vida caótica, llena de excesos y autodestrucción.

Al parecer, la cama además de ser totalmente funcional por ofrecer descanso físico y mental, es también una representación genuina de la vida que llevamos, porque a través de ella se pueden ver los hábitos de la persona, su estado de vida, su caos o su orden y sus vicios. Siendo el único lugar en el que realmente, sin elección, se debe pasar la mayor parte de la vida, se convierte en una suerte de eterno retorno, sabiendo que el tiempo lejos de ser lineal, es cíclico, tanto como los sueños que tenemos al descansar.

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