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Juano Villafañe: “Vamos a tener que crear una nueva cartografía del sector cultural en el país”

Juano es poeta, hombre de la cultura y Director Artístico del Centro Cultural de la Cooperación, entre tantas otras cosas. Conversamos con él a fines de un año difícil para la cultura y el teatro, pero que dejó aprendizajes y propuestas de cara a un mundo pos-pandemia.


Por Pablo Pagés. Fotos Dante Fernández

Entre lo que fue y lo que será. Entre las tablas y el público. Entre lágrimas y risas. Entre codicias desmesuradas y humildades mal entendidas. Entre el cansancio y la plenitud. Entre la cordura y su opuesto. Entre tanto cielo y tan poca tierra, Juano Villafañe nos matiza su vida y su trabajo en estas líneas. Juano, poeta, hombre de la cultura y amante de la fugacidad, que existe antes de cada intención artística, director artístico del Centro Cultural de la Cooperación, entre tantas otras cosas. 

¿Cómo fue tu infancia en Ecuador

Nací en Quito, Ecuador, en el año 1952. Mis padres Elba Fábregas y Javier Villafañe estaban con una gira latinoamericana haciendo títeres por el continente. Yo estuve poco tiempo viviendo en Ecuador, menos de dos años. Nos radicamos años más tarde en Buenos Aires. Mis padres siempre guardaron bellos recuerdos de su estadía en Ecuador y yo mantuve por afecto mi nacionalidad ecuatoriana.

Siempre volviste allá, incluso tuviste una revista, Tientos y Diferencias. ¿Qué es lo que te conecta con ese país?

En Ecuador estuve en diversas oportunidades. En el año 1976 pasé por Quito en un viaje que hice por Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela. El período en donde me radiqué en Quito, por unos años, fue entre 1979 y 1982. En esa ciudad donde nací realicé una intensa actividad literaria y cultural. Fundamos justamente con escritores ecuatorianos la Revista Tientos y Diferencias. Tuve y tengo muchos amigos escritores como Abdón Ubidia, Raúl Pérez Torres, Margarita Laso, Pepe Torres y muchos más compañeros del hacer artístico y literario. Ecuador es un país maravilloso que tiene todas las improntas geográficas posibles: la selva amazónica, la cordillera, los valles, el mar. Se cruzan la cultura de la negritud, la historia de nuestros pueblos originarios, la cultura mestiza. La ciudad de Quito es una hermosa ciudad colonial con una actividad artística muy intensa.

Tu familia está muy ligada al arte, ¿cómo era convivir con todas esas disciplinas creativas y a su vez germinar tu propia impronta

Te puedo decir, como siempre digo, que yo nací y viví en un teatro. Mi padre tenía una carreta tirada por caballos con un retablo para hacer títeres. El teatro ambulatorio se llamaba La Andariega. Recorría caminos, pueblos y plazas. Nos radicamos en la Provincia de Buenos Aires en un hermoso lugar lleno de árboles, arroyos y ríos. Allí teníamos una casa que era todo un gran teatro. Teníamos grandes bibliotecas, títeres y marionetas colgados de los tirantes, cuadros, escenografías, retablos, tarimas, estudios. Me educaron de una forma renacentista, hice títeres, estudié música durante diez años, dibujaba y pintaba y también escribía. Era un momento muy particular de la cultura argentina. Mis padres estaban asociados a la lógica de las vanguardias y entendían que la vida era el arte y el arte, la vida. Que había que formarse porque el arte iba a cambiar el mundo. Mi padre era titiritero y escritor, mi madre artista visual y actriz, ambos escribían poesía. Por mi casa pasaban los amigos de mis padres donde se hacían reuniones vinculadas al trabajo artístico. A mi casa venían Miguel Ángel Asturias, Ariel Bufano,  Alejandra Boero, Antonio Berni, Enrique Molina, Emilio Pettoruti, Leda Valladares. Así que siempre estuve rodeado de un estado del arte maravilloso. Ese espíritu familiar y el mundo que me rodeaba fueron referencias naturales para mi formación poética y artística.

“La poesía es fundamental para todo, en primer lugar para vivir plenamente, para el hacer artístico, para la vida cotidiana, para la cultura, para la política. Las poéticas siempre impactan en la sociedad de una u otra forma, porque están asociadas a las emociones y sentimientos. La poesía impacta inclusive en aquellos que no saben que están viviendo una experiencia poética”.


¿Cómo nace la poesía en vos?

Hay un acto que para mí fue muy fuerte en lo simbólico y que luego se fue asociando a mi propia vida como una referencia constante. En el año 1954 Pablo Neruda invita a mis padres a su cumpleaños en Santiago de Chile, yo era un niño. Mis padres le regalan una función de títeres. Ese día Neruda me bautiza con vino para que sea poeta. Además, vivimos un tiempo en Isla Negra y Neruda me llevaba a pasear por el mar. Una historia que yo siempre recordé lejanamente. Siempre me incentivaron esa memoria y esa estadía. Luego, con los años, ese recuerdo se va relacionando con otros acontecimientos de la vida, comencé a escribir desde pequeño. Justamente acabo de presentar un libro titulado El corte argentino en Ediciones en Danza, volumen en donde poetizo todas esas historias familiares y los encuentros con los amigos de mis padres. Uno no sabe si la poesía lo encuentra a uno o uno se encuentra con la poesía. Creo que se dan las dos cosas a la vez. Cuando uno toma consciencia de la experiencia poética que vive se dirige naturalmente a darle forma estética a esa experiencia. También guardo el sentido de lo poético como parte constitutiva de mi vida. La poesía ha sido para mí el último refugio de donde siempre salgo para encontrarme con las cosas de este mundo. Estoy convencido de que hay que vivir poéticamente. Justamente estoy preparando unos cursos sobre El hacer poético, La experiencia poética y en uno de los autores en que me referencio es Aldo Pellegrini que tiene una suerte de manifiesto que se titula: La acción subversiva de la poesía. En ese texto Pellegrini reconoce que lo poético no radica sólo en la palabra, es una manera de actuar y estar en el mundo, convivir con los seres y las cosas. No se puede prescindir de la poesía, indica Pellegrini, renunciar a la poesía es renunciar a la vida misma. El pensamiento de Pellegrini tiene total vigencia. Yo en mi curso trato justamente de reconocer estas condiciones totalmente necesarias para vivir hoy en este mundo. La poesía es fundamental para todo, en primer lugar para vivir plenamente, para el hacer artístico, para la vida cotidiana, para la cultura, para la política. Las poéticas siempre impactan en la sociedad de una u otra forma, porque están asociadas a las emociones y sentimientos. La poesía impacta inclusive en aquellos que no saben que están viviendo una experiencia poética.

Juano Villafañe: “Vamos a tener que crear una nueva cartografía del sector cultural en el país”

A pesar de la crudeza de los tiempos en que creciste vos te dedicaste a una profunda actividad cultural. ¿Cómo mirás esto a la distancia?

Yo siento que me he dedicado intensamente a la actividad cultural como gestor o si se quiere con un nombre más gramsciano, organizador de la cultura. Cuando era un niño comencé a vivir la resistencia peronista en la localidad que yo vivía que era una zona de gran migración de las provincias. Esa experiencia política y cultural fue impactante para mí. Tener una gran casa que era un gran teatro era también impactante para mis amigos que eran hijos mayoritariamente de familias peronistas. Mis padres eran muy populares, eran muy queridos. Esa relación entre los mundos populares y el mundo de las élites artísticas e intelectuales me fueron dando una dimensión histórica de las cosas. No siempre el mundo intelectual se llevó bien con lo popular. Hoy se utiliza mucho la palabra grieta, yo creo justamente que un sector muy valioso de la intelectualidad argentina no comprendió las condiciones de lo popular, lo digo inclusive fuera de la encerrona peronismo/anti-peronismo. La izquierda intelectual y artística se fue desplazando de sus vínculos con los sectores mayoritarios de los trabajadores y se radicó más en el ascenso propio de sectores que se incorporaron a las clases medias, esta condición generó un desencuentro muy importante. Por eso desde la distancia esa relación entre cultura popular y cultura de élites me interesó y me impactó mucho. En los últimos años esa diferencia se fue saldando a favor de los sectores populares y hoy podemos decir que el núcleo social de la cultura está asociado mayoritariamente a los intereses populares. Te cuento también que yo desde los 14 años que me dedico sistemáticamente a esas tareas culturales, desde la escuela secundaria a nuestros días. Más de cincuenta años trabajando en la organización de la cultura. Siempre trabajé en una suma de funciones: la poesía, el hacer intelectual, la crítica, lo político cultural, como partes de un todo y con sus autonomías relativas. Guardo entonces como recuerdo de esas acciones una línea que siempre tuvo esa orgánica, más allá de las prioridades que alguna de esas funciones tenían en cada coyuntura que me tocó vivir. La dictadura cívico-militar del ’76 marcó a toda una generación. Del terror y la persecución no se salvó nadie, muchos compañeros como sabemos lo pagaron con su vida. Ese fue un período en donde se quiebra esa continuidad orgánica para volver a reponerse de otra forma con la apertura democrática. En 1987 fundamos Liber-Arte/Bodega Cultural y en el año 2002 el Centro Cultural de la Cooperación. Estas dos últimas experiencias le dieron para mí mucha visibilidad a esa trayectoria orgánica y de alguna forma me siento muy feliz de haber dado -gracias a la generosidad de Floreal Gorini, creador del CCC- una impronta donde los propios artistas, escritores, investigadores, fuimos y somos los que gestionamos esa tarea cultural grupalmente. Siento entonces todo un recorrido de mi actividad que tuvo distintos paradores, todos asociados a esa idea integral del intelectual, del artista y la política.

En tus viajes por Latinoamérica viste panoramas de políticas diferentes pero estaba muy presente un plan de dominio terrible. ¿Qué recuerdos de esos países te vienen a la memoria ahora?

Desde que cruzás Villazón para entrar a Bolivia descubrís que hay un cielo que nos pertenece en sus profundidades, colores y diferencias. En la altura el celeste parece más intenso y en la llanura parece más claro. Luego la maravillosa diversidad cultural que es el gran patrimonio que tenemos los latinoamericanos. Uno se impacta de la presencia de las culturas indígenas, de la historia colonial, de la negritud, del mar del Pacífico, del Caribe. Pero pude vivir en distintas circunstancias la lucha de nuestros pueblos. Se siente que somos todos partes de una sola patria. Es impactante con los años reconocer que esos procesos que yo viví en los años ’70 y ’80 desencadenaran las transformaciones que ocurrieron y siguen ocurriendo en Venezuela, Ecuador, Bolivia o Chile. Más allá de los giros conservadores, los procesos democráticos populares siguen teniendo sus potencias, sus vigencias. Veamos lo que ha ocurrido ahora en Bolivia. Es un ejemplo claro de lo que esos procesos siguen vigentes. Por cierto desde la conquista de Nuestra América el plan colonial de sometimiento ha sido una constante. No digo nada nuevo. Lo impresionante es haber estado presente en distintos momentos históricos y reconocer que esas luchas populares van ofreciendo sus frutos.

Sos un poeta, un artista. Pero también un dirigente. ¿De dónde pensás que sale esa pulsión?

Yo creo que está asociada a mi formación familiar. Desde muy joven tuve esa voluntad de servicio. Muchos años de mi vida me he dedicado a vivir con ese espíritu participativo. Nunca disocié la poesía de la política, el arte de la vida. Por cierto, son cosas distintas, pero no contradictorias. Uno se forma desde esas tradiciones que asocian funciones y roles. Creo que el espíritu de servicio tiene una gran tradición en nuestro continente, el servicio como acto generoso. Las acciones te van reubicando en las direcciones que te toquen en cada circunstancia. Yo creo mucho en esa cultura política democrática y participativa. La pulsión está asociada a esa idea y deseo de cambiar el mundo que estuvo siempre presente en mí por la educación que me dieron.

Juano Villafañe: “Vamos a tener que crear una nueva cartografía del sector cultural en el país”

Ahora estás a cargo de la Dirección Artística del CCC, sos un testigo privilegiado de los efectos colaterales de esta pandemia en la cultura. El teatro es un hecho convocante, gregario y popular. ¿Cuáles son las herramientas que vos considerás imprescindibles para seguir batallando sobre las tablas?

La pandemia puso en evidencia la gran fragilidad de los contratos que los artistas tenían con el Estado y las empresas privadas, sumemos las difíciles condiciones en que trabajan los sectores independientes. Vamos a tener que crear un nuevo mapa, una nueva cartografía del sector cultural en el país. Permitir que los artistas puedan mantener relaciones estables en sus tareas laborales. La pandemia le dio visibilidad a esta gran precariedad que tiene el sector. Mientras resolvemos esta situación, que impacta en todo el núcleo social de la cultura, hay que ir paso a paso resolviendo con diversos protocolos la actividad teatral. El teatro es una disciplina artística que atravesó todos los tiempos históricos. El teatro es un ritual que siempre se establece en presentes absolutos. El teatro es vivo, necesita de esa vitalidad de los cuerpos en el espacio escénico y de los públicos presenciando esa experiencia. Por eso es muy importante ir resolviendo gradualmente la apertura de los teatros y esperar por cierto nuevas condiciones sanitarias. La vacuna será fundamental para que exista la seguridad y confianza necesaria para que los teatros programen con plenitud y los públicos vuelvan.   

Argentina tiene una movida teatral muy grande. ¿A qué considerás que se debe esto?

Las razones son diversas. Pero si reconocemos algunos de los hechos que impulsaron la vitalidad del teatro, tanto en los sectores populares como dentro de las élites, podemos comprender algunos de los motivos por los cuales la movida teatral es tan importante en nuestro país. En primer lugar entre los años ’30 y ’60 el desarrollo del teatro independiente, que desafiaba a los circuitos oficiales, fue muy importante. La acción de grupos filodramáticos de anarquistas, socialistas y comunistas, clubes, colectividades, centros culturales, que buscaban que se reconozcan reivindicaciones, situaciones sociales, fue muy grande. También se incentiva la experimentación contra ciertas lógicas costumbristas. Inclusive hay que tener en cuenta el teatro obrero de la CGT y el que impulsaban los sindicatos. En los ’60 hay que pensar en las experiencias de vanguardia del Instituto Di Tella que se caracterizó por las rupturas en la radicalización de lenguajes y formas teatrales. A ello hay que considerar el aporte de los teatros oficiales que retoman a los clásicos universales y a los autores nacionales. Entonces, la gran convergencia entre el teatro comunitario, independiente, barrial popular, sumado a las experiencias vanguardistas, el interés de las élites culturales tanto por la renovación como por los clásicos y la gran producción de una dramaturgia nacional, permitió alcanzar esos resultados. Es interesante reconocer estas relaciones multiplicadoras entre el teatro popular, el teatro oficial y teatro comercial de arte. La formación actoral que integra al grotesco, al comediante, a lo trágico, genera una orgánica teatral y artística muy novedosa y convocante. Se da la paradoja que en la Argentina el teatro comercial, oficial, independiente y comunitario es muy popular. El actor argentino siempre desea trabajar en todos los medios, hay una permanente necesidad de ser moderno, clásico y popular a la vez. Toda la orgánica teatral transita por esos caminos. Inclusive el teatro es símbolo de la resistencia como ocurrió con Teatro Abierto contra la dictadura cívico militar. Todo este acumulativo que se produce durante el siglo pasado es uno de los motivos por los cuales el teatro argentino es tan importante en el mundo y por cierto lo sigue siendo en todo el país.

¿Quiénes fueron tus referentes poéticos?

Yo tuve como primeros referentes a mis padres. Desde niño leía la poesía de mis padres como también leía a los clásicos. Dentro de esa formación, como te decía, de tipo renacentista encontré mis primeras referencias. Luego por cierto leí mucho la poesía latinoamericana y mundial. Me interesaron los movimientos de vanguardia que se instalaron en las primeras décadas del siglo pasado, en los años ’60, y debo reconocer la gran experiencia poética continental que representó el modernismo en las voces de José Martí y Ruben Darío. Por cierto en cuanto a los autores siempre uno se referencia en poetas como Borges, Molinari, Gelman, Pizarnik, en la Argentina, Pessoa,  Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, Vallejo, Huidobro, Neruda, Elliot, a nivel internacional. La lista puede ser muy larga. Yo no tuve necesariamente una simpatía estética particular, siempre me interesó la diversidad. En ese sentido yo siento que hago una poesía que se nutre tanto del surrealismo como del coloquialismo y de otras vertientes. Aunque últimamente me siento muy identificado con una poética de la conversación, que no es necesariamente un coloquialismo extremo. Yo también recurro a la imagen, la metáfora, a los símbolos. Pero me interesa mucho en el poema invitar a conversar al otro, y el otro puede ser uno mismo o un amigo, amiga u otro ser. Recurro en esa conversación a diversas formas estéticas. La poesía la siento hoy como una constante y gran conversación infinita. 

Juano Villafañe: “Vamos a tener que crear una nueva cartografía del sector cultural en el país”

En tu libro Públicos y Privados abordabas esta diferencia entre el acto de escribir y quien escribe y la importancia de la intimidad. ¿Este contexto de encierro y las conexiones virtuales que tanto nos exponen ha quebrado un poco esa doble fase?

Es muy interesante tu pregunta. Yo viví siempre una gran experiencia poética entre los cruces de lo público y lo privado. Hacer poesía es un acto privado, pero también está atravesado por lo público y muchas veces lo público está poblado de situaciones privadas. Es notable esta paradoja. Hoy muchas veces lo privado pasa a diluirse en lo público. Las redes virtuales parecen no diferenciar los estados. El ciudadano, más aún, considera que su vida privada puede ser pública o directamente no necesita establecer diferencias. Puede festejar su cumpleaños, su vida familiar o íntima con personas que desconoce. Para el estado poético o de la ficción ese desplazamiento, esa situación, en que un desconocido asiste a mi fiesta sin saberlo es un hermoso tema. En términos del contrato ciudadano, uno guarda un cierto pudor para ese tipo de exposiciones. Igual el mundo existencial de lo poético sigue siendo privado como cualquier otra vida artística o profesional. El trabajo con la lengua, con la palabra es un acto privado que puede encarnar o no el espíritu público. Pero el yo lírico es en este sentido inmodificable, aunque muchas veces como decía Rimbaud “yo es otro” o “yo soy los otros”. Una cosa es la transferencia de la experiencia poética como resultado estético dirigida hacia los lectores y otra cosa es enamorarse y compartir el amor con el público. Puede ser un acto teatral o literario ese estado de representación amorosa, pero los afectos, las experiencias poéticas originales no son transferibles. En el plano de lo privado el amor es un acto privado. Por cierto existe el amor público pero tiene otras prácticas y otros miradores. El mundo de lo virtual me parece que ha permitido grandes confusiones entre lo público y lo virtual. Lo que no te permite la tecnología es amar a distancia, inclusive es imposible pensar en un sueño virtual, porque los sueños son reales como sueños. En Las ruinas circulares, el gran cuento de Borges, donde dos hombres en distintos lugares del mundo sueñan el mismo sueño, el acto de la intimidad de cada uno es intransferible, aunque sea el mismo sueño. Las nuevas tecnologías en estas lógicas de la post-verdad han confundido al usuario. Es imposible amar a otra persona virtualmente, o al menos para mí, yo necesito tocar, ver, compartir. Pero en todo caso el encierro potencia el mundo existencial personal de cada uno y ha limitado los actos presenciales. Para mí, más allá de esa confusión entre lo público y lo privado, la cultura de la diferencia y de la igualdad no hay por qué confundirlas.

¿Cómo proyectás la cultura cuando todo esto pase?

Nosotros desde el Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas nos hemos propuesto (desde un documento que hemos titulado: En defensa del derecho a las artes y las culturas que hemos editado en la revista Con Fervor) una serie de temas culturales para la post-pandemia que ya comenzamos a discutir hoy como estrategias. Los puntos que voy recordando son, por ejemplo: reconocer a las artes como esenciales, como un derecho humano, la necesidad de una nueva cartografía cultural nacional, promover la soberanía digital, nuevos contratos con la naturaleza, promover el funcionamiento del Consejo Federal de Cultura como parte del gobierno federal de la cultura, un Congreso Nacional de Cultura, volver a trabajar por una Ley Federal de las culturas. Este resumen temático donde se me escapan otros temas apuesta a la necesidad de debatir el futuro cultural desde hoy para que la coyuntura de la pandemia no nos diluya en la emergencia y el necesario  respaldo económico en la urgencia. Entonces hay que trabajar atendiendo la coyuntura pero con un proyecto estratégico para la post-pandemia.

“Hoy en pandemia es una necesidad que los que más tienen sean generosos con los que menos tienen. Para nosotros fue asombroso vivir de cerca el gran respaldo de la ciudadanía al proyecto del aporte extraordinario de las grandes fortunas. Hay que estimular la cultura de la solidaridad y el compromiso”.


¿Cambiará algo?

Las lógicas culturales están cambiando en la coyuntura. Se me ocurre que durante la post-pandemia habrá situaciones en la vida familiar que nacieron en esta etapa y vinieron para quedarse. Ocurrirá lo mismo con la propia actividad pública.  Se aceleran los mundos virtuales. Este es el gran desafío cultural que se nos viene.

¿Vos que cambiaste?

Me acostumbré para bien, a estar en mi casa. No siento el encierro tanto como otras personas. El encierro me ha permitido trabajar mucho poéticamente. Pero siento la necesidad también de socializar mi vida en plenitud.

Por lo pronto estás junto a la revista Con Fervor impulsando la juntada de firmas para el aporte extraordinario de las grandes fortunas. ¿Por qué crees que es tan importante que los artistas se involucren en esta movida?

El aporte extraordinario de las grandes fortunas es muy importante. Hoy en pandemia es una necesidad que los que más tienen sean generosos con los que menos tienen. Para nosotros como revista fue asombroso vivir de cerca el gran respaldo de la ciudadanía a este proyecto. Hay que estimular la cultura de la solidaridad y el compromiso. De hecho los artistas se han comprometido con esta movida de manera muy significativa.

Pareciera Juano que lo que vivimos es como una pesadilla orwelliana con cierta hipérbole. ¿Te parece que el capitalismo está colapsando o es otra de sus jugadas?

La pandemia puso en evidencia las grandes desigualdades y a su vez puso en tensión al hombre con el planeta y la naturaleza como nunca había ocurrido antes en otras pandemias. Sobre este tema hay un gran consenso. Lo que también hay que decir que el capitalismo no cambiará por sí solo hacia una sociedad más humana, todo depende de una construcción política alternativa. Hay que darle una dirección a la política mundial y regional. Por sí solas las cosas no van a cambiar. No creo que el capitalismo este colapsando, lo que está colapsando es el mundo en el que vivimos. Además de los problemas tradicionales que hacen a la economía política y a la sociedad, hoy hay temas que hay que abordar para mí y que por el momento no parecen estar demasiado visibles en la agenda política. Los nuevos contratos con la naturaleza, la soberanía digital y el comercio electrónico. El desafío es saber si vamos a vivir en nuevas sociedades vigiladas desde las nuevas tecnologías que pongan en riesgo los Estados-Nación o si vamos a democratizar los usos de la tecnología e impulsar una soberanía sobre los usos nacionales de estas tecnologías; y por otra parte la necesidad de replantear los vínculos con la naturaleza y el equilibro ecológico. Esta pandemia se debe también al mal uso de la tierra, de la explotación en granjas agrícolas tecnológicas que ponen en riesgo la vida con el fomento por mutaciones de nuevos virus, bacterias, hongos de todo tipo. Los incendios y las inundaciones son parte de estos problemas. Por lo tanto no estamos muy lejos de pensar cómo vamos a defender la naturaleza y cómo debe ser la explotación y tenencia de la tierra. La extranjerización de la tierra es un problema grave. El capitalismo vino por el hombre, impuso la explotación laboral y ahora viene a grandes pasos por la propia naturaleza también para destruirla. En todo caso la pandemia nos da una gran oportunidad para avanzar en la creación de nuevas sociedades más humanas y solidarias. 

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